Botas

Muchas veces, hay cosas que nos llaman la atención sin saber por qué. Esas cosas, muchas veces no tienen importancia, son viejas, son usadas o en otra situación cualquiera no te habrías fijado en ellas.

Eso me pasó una vez y, posiblemente, a todos nos ha pasado.

Estaba atardeciendo y salí con la bicicleta por un sendero de tierra. Iba solo. No había ningún ciclista más ni ningún caminante. El campo estaba segado porque era verano y el sol le daba el color especial que tienen los atardeceres en los pueblos.

De repente, sin saber por qué me fijé en unas botas. Unas botas viejas. Paré la bicicleta y me quedé observándolas como si fueran una gran escultura, un gran cuadro o la misma luna llena.

Eran solo unas botas. Viejas, además. ¿De quién serían? ¿Las habría usado mucho? ¿Por qué las dejó ahí? ¿Por qué no esperó a tirarlas en su casa? Son tantas preguntas…Ninguna de ellas las he respondido, pero vuelven a surgir cada vez que releo este haiku:

 atardecer –

unas botas viejas

al borde del camino