ENCUENTRO ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE: TANEDA SANTŌKA

    En la segunda mitad del s. XIX los escritores japoneses sintieron inquietud por experimentar con estilos y motivos tomados de Occidente.

    En el artículo anterior, presentamos la restauración del haiku propuesta por Masaoka Shiki en la que queda patente su gran labor para articular tradición e intercambio cultural.

    Otro de los haijines que se une a esta nueva línea que se esfuerza en promover la renovación del espíritu del haiku y su modernización es Taneda Santōka 種田 山頭火 (1882-1940). Uno de los mayores logros del haijin es desvincularse de la tradición para focalizarse en la época contemporánea en la que vive, respondiendo con una nueva sensibilidad. Se suma, a la corriente del haiku de ritmo libre (“jiyū ritsu”) que forma parte en este momento de las nuevas tendencias en la poesía japonesa contemporánea.

    Santōka, entrelaza su vida atormentada (fluctuante entre el fracaso y la superación espiritual) con la de haijin, siendo uno de los mayores exponentes en la línea vanguardista del haiku libre, la espiritualidad (se ordenó monje budista) y la naturaleza, siempre desde la sinceridad de un corazón que luchó honestamente ante la adversidad.

    Interesado en el arte poético desde muy joven, comenzó a estudiar Literatura en la Universidad de Waseda en 1902; pero como consecuencia de su incipiente alcoholismo y los problemas familiares, sufrió una crisis nerviosa que le hizo abandonar la universidad. Regresó a su pueblo natal y se convirtió en seguidor del haijin Ogiwara Seisensui y comenzó a colaborar en la revista Sōun (1913).

    Los infortunios de su vida lo abocaron a un intento de suicidio en 1924 que afortunadamente fracasó. El prior del templo de Hōonji lo invitó a permanecer en él. Un año después, Taneda fue ordenado monje de la escuela Sōtun ō en las afueras de Kumamoto, encargándose entonces del pequeño templo de Mitori Kannon-dō. Como monje budista, realizó labores de mendicante o takuhatsu que le condujo en 1926 a una vida errante que afianzó su vocación de poeta, así como un camino personal de autosuperación. Cabe aclarar que la itinerancia forma parte del entrenamiento monástico y se llevaba a efecto por circuitos antiguos (por ejemplo, el Shikoku henro) que son reconocidas como rutas de peregrinación y que a su vez forman parte de la tradición literaria por haber sido recorridos por poetas reconocidos de Japón como Bashō y Saigyō Hōshi (1118-1190)

Estoy calado hasta los huesos…
(Y ¿qué es lo que tenemos aquí?)
Ah, la piedra que marca el camino

No tengo hogar,
el otoño se vuelve
inhóspito.

    En estos viajes a los que el poeta se refiere como gykotsu (la práctica de la mendicidad en el budismo), nos muestra su gran compasión por la realidad social de Japón en este momento.

Mi cuenco de mendigar
ha aceptado
las hojas que le han caído.

Mi país natal,
empapado por la lluvia
recorro descalzo   

    Taneda también desafió el espíritu de la época en el que la individualidad se sacrificaba en función de los intereses nacionales y de este modo explica el porqué de su vida peregrina: “Para hacer lo que quiero, y no hacer lo que no quiero”

No tengo dinero, no tengo cosas,
No tengo dientes…
Estoy completamente solo

    Como monje, los haikus de Santōka reflejan su actitud de aceptación y autosuperación desde la franqueza de corazón y la contemplación.

Ha envejecido
hasta el sonido
de las gotas de lluvia.

Nada de nada
solo sake en vaso.
Me embriagaré.

    Desde la espiritualidad profunda, su actitud ante la naturaleza proyecta su intención de disolverse en el propio paisaje, aunándose con él para convertirse en otro elemento más del mismo; lo cual expresa desde la abstracción de un lenguaje que concreta un camino de búsqueda.

Si de ésta me muero…
Los hierbajos,
Llueve…

Cuánto más me adentro…
más me adentro,
verdes montañas.

                                Trads. De Vicente Haya, Hiroko Tsuji y Akiko Yamada.

     Podríamos concluir que la obra de Taneda responde a los ideales de cambio y a una relectura de los ideales del haiku desde un gran impulso renovador del mismo, formando parte de este movimiento de transformación del haiku en el cual se incorpora lo nuevo y externo, sin renunciar a la tradición.

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