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Septiembre 2023

CONSTRUIR

Sopla la brisa
por la ventana abierta.
Luna menguante.

DECONSTRUIR

En medio de estas calores estivales, el soplo de un aire, por mínimo que sea, es grato para la piel y para el alma. Hace dos semanas, de madrugada, por la ventana de mi dormitorio, sorprendí a la luna. Y al mismo tiempo, inesperadamente, recibí la caricia de un airecillo fresco que barría el monte, la Cabeza del Oso, donde está la casa.

¡Qué placer tan simple y delicioso!

Septiembre 2023

A fines de septiembre llega al hemisferio norte el otoño, y precisamente, del primer día de otoño es el haiku que les traigo este mes; un haiku que se refiere a la sensación de la estación por venir, cuando recién empezamos a percibirla con nuestros sentidos. En estos momentos el viento de tormenta azota mi edificio, así que, aunque el viento de este haiku es más gentil, me resuena en el alma y en los vidrios.

秋来にけり耳をたづねて枕の風

aki ki ni keri mimi wo tadzunete makura no kaze

al llegar el otoño el viento visita mi almohada

El kigo es 秋 aki = otoño, que también se puede utilizar como 初秋 shoshuu o 立秋 risshuu; ambos significan inicio del otoño, incluso primer día de otoño. Bashou toma la inspiración de un tanka de Fujiwara no Toshiyuki (¿? – 907), poeta y destacado calígrafo del período Heian, considerado uno de los Sanjuu Rokkasen, los 36 Poetas Magistrales. Este poema está compilado en el primer rollo de Otoño del Kokin Wakashuu (905), la primera antología imperial, con el número 169, y dice así:

秋来ぬと目にはさやかに見えねども風の音にぞ驚かれぬる

aki kinu to me ni wa sayaka ni miene domo kaze no oto ni zo odorokarenuru

al venir el otoño claramente con mis ojos no lo puedo percibir, pero el sonido del viento me lo hace notar

El maestro utiliza también el viento como heraldo del otoño, pero mientras que en el poema de Toshiyuki la sensación es, podemos interpretar, sonora, en su haiku Bashou introduce la almohada ―枕 makura― ya que es lo primero que ven nuestros ojos al despertar. Si unimos a este factor el sonido del viento, que en este caso hace que el poeta mire, por ejemplo hacia la ventana, y sienta la estación que llega, este 音 oto = sonido, se convierte en una sensación táctil.

Otro poema compilado en el mismo rollo del Kokin Wakashuu y de autor desconocido, es el 184, que también habla de la estación otoñal, la cual percibe el poeta, una vez más, través de las sensaciones más que de claros signos de su llegada, como podría ser el cambio del color de las hojas:

木の間より  もりくる月の  影見れば  心づくしの  秋はきにけり

ko no ma yori morikuru tsuki no kage mireba kokoro dzukushi no aki wa kini keri

si entre los árboles filtrándose de la luna la luz veo, sé que el conmovedor otoño ha llegado

En este caso es la luz de la luna la que da la sensación otoñal, ya que la de esta estación se considera la más brillante de todo el año.

Una de las características que más aprecio de la poesía asiática es su capacidad de insinuar sensaciones, emociones, de pintar un paisaje o una situación en nuestra mente, y estando en ella invitarnos a sentir y experimentar lo que el poeta sintió.

Espero disfruten de los últimos días de verano o invierno, dependiendo del lugar del planeta en el que se encuentren, y que se abran a sentir las señales de la estación que se avecina. Me despido desde un Santiago de Chile mostrando las últimas cartas del invierno ¡Hasta la próxima!

LA SENDA OLVIDADA

Para tener un acercamiento al haiku me valí de las ideas que Ortega y Gasset desarrolló en el bosque de La Herrería. Ahora, para acercarme a la cultura japonesa, me veo en la necesidad de rebuscar en nuestra tradición occidental algunas ideas o tendencias afines.

El asunto no es tan sencillo porque, la cultura japonesa es heredera de China y la India, y en la tradición taoísta se considera que “el que sabe no habla, y el que habla no sabe”; y, de remate, está el elocuente silencio del Buda.

Mientras que, para los occidentales, herederos de la ciencia y la filosofía griegas, así como de la sabiduría de Israel, a través del cristianismo, lo que importa es el verbo o logos, la palabra que es pensamiento y número y medida. Y es necesario definir, encerrar en una fórmula o exclamar: “sea”, para que las cosas existan.

Además, esa necesidad u obligación de hablar está respaldada por una especie de código del saber que es el Poema de Parménides. En él se afirma que hay dos vías: la de “lo que es”, la cual hay que seguir, y la de “lo que no es”, de la que hay que apartarse porque no se puede conocer, ni decir, ni pensar.

Sin embargo, Platón se asomó a esa vía, a fin de acceder al Bien, la idea de las ideas, más allá de las ideas.

En el Renacimiento, los místicos carmelitas transitaron por esa senda de silencio. Y, en la época helenística, un judío alejandrino, Filón, con un trasfondo que se hunde en el mundo sumero-babilónico, afirma que lo divino es incognoscible pero no inaccesible, y muestra así la posibilidad de recorrer esa senda prohibida por la Diosa en el Poema de Parménides.

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Generalmente, al referirse a las doctrinas orientales, como el taoísmo, el confucianismo o el budismo, se les denomina filosofías. ¿Será atinado llamarles así? ¿No serán, más bien, sabidurías?

Celso, autor del Alethes logos, las tendría por sabidurías. Y, debido a que no son helénicas, diría que necesitan ser depuradas por el logos griego.

Ahora bien, ¿en qué se basa la importancia o superioridad del logos griego? ¿Cuál es la diferencia entre sabiduría y filosofía? Para verlo con claridad, habrá que remontarse a la época en que nació la filosofía.

Ciertamente, los griegos, al colonizar las costas del Mediterráneo, entraron en contacto con pueblos que tenían diferentes creencias y costumbres. Y notaron que, aunque los dioses y la forma de vivir cambiaban de un país a otro, las figuras geométricas que servían para hacer cálculos y mediciones de terrenos lo mismo servían para deslindar los campos a orillas del Nilo, que, para trazar los cimientos de los templos en Anatolia. Eso les provocó asombro. Y se dieron a la tarea de estudiar la geometría, un saber práctico, buscando el porqué de sus secretos. Al hacerlo, consiguieron transformar una disciplina empírica en un nuevo tipo de conocimiento: la ciencia teórica, que se convirtió en el modelo de todo saber.

Ahora se entiende por qué Platón puso un letrero en la puerta de la Academia: “No entre quien ignore la geometría”.

Tales de Mileto predijo un eclipse y calculó la altura de las pirámides gracias al número y las figuras geométricas. El número es logos, pensamiento que rige el movimiento de los astros y dicta las leyes que rigen entre las figuras de la geometría y las demostraciones de la lógica. He ahí el mundo de la ciencia.

En cuanto a la sabiduría, es un saber basado en la experiencia, no en ideas ni teorías. Puede versar sobre cualquier cosa. La sabiduría de los Siete Sabios era una sabiduría de la vida. La sabiduría de Israel, un saber acerca de la Ley y las tradiciones del pueblo judío.

Por lo que toca a la filosofía, digamos que es una sabiduría demostrada de acuerdo con el modelo de la ciencia geométrica. Y sus contenidos, aquello que varía de un lugar a otro: creencias, costumbres, formas de gobierno, en fin, todo lo que se engloba en el conjunto de los valores.

Quedamos, pues, en que la filosofía, al igual que la tragedia, es típicamente griega. Y las doctrinas orientales, son sabidurías.

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Para tender ese puente de diálogo con el oriente, aparte de Platón, Filón y los poetas místicos, hay que tener en cuenta, de la antigüedad, a Antístenes y su postura acerca de las ideas generales, a Pirrón y su método de la afasia, a los neoplatónicos. Del medievo, a Ockam, el nominalista, a Ekhart; de la modernidad, a Kierkegaard, a Max Stirner, un lúcido pensador cuyas nociones de el “Único”, la “verdad” y la “insurrección”, son sorprendentemente novedosas y fecundas. Del siglo XX, a Ortega y Heidegger y, sobre todo, a Wittgenstein que, juzga lo humano y lo divino, de la misma manera que lo hacían Filón y Maimónides, y, tal vez, por atavismo, al igual que el pensamiento bíblico, diría André Neher, impugna la filosofía. Wittgenstein, además, da el espaldarazo a ese sendero juzgado intransitable: 6.522 Existe ciertamente lo inexpresable. Se muestra, es lo místico.

Kono michi ya

yuku hito nashi ni

aki no kure

(Bashô)

 

Este camino

por el que nadie va

Crepúsculo de otoño

(Trad. V. Haya) 

Agosto 2023

CONSTRUIR

De luz bañada
Una pequeña flor.
Mis sueños andan.

DECONSTRUIR

Lo compuse esta mañana, uno de agosto, cuando a las ocho de la mañana me disponía a cerrar la puerta del balcón y bajar la persiana para mantener la casa en penumbra el resto del día. Pero antes de bajar la persiana, mi vista se quedó clavada en esta solitaria flor, única superviviente en un tiesto de geranios, que parecía dar los buenos días al vacío.

 El contraste de su pequeñez y su rojo color contra la inmensidad del cielo azul y radiante de la mañana me hizo soñar no sé qué…

A cuantos conocen la obra de Bashō, el tercer verso podrá recordarles un famoso poema que el maestro compuso aquejado del mal que muy poco después lo llevaría a la muerte:

En el camino,
Enfermo por páramos,
Vagan mis sueños.

 Tabi ni yande
Yume wa kareno o
Kakameguro

たびに病んで
夢は枯野
かかめぐる。

Haiku 54

54

女倶して内裏拝まんおぼろ月

Onna gushite dairi ogaman oborozuki

Junto a una mujer
rezo en el Palacio Imperial,
la luna brumosa

Una atmósfera común envuelve a dos personas desconocidas. El rezo en el Palacio Imperial inmerso en la luna velada, brumosa, es el motivo principal de este poema que transita entre la sugerencia, la inquietud de la noche y la serenidad de la práctica religiosa. Un ejemplo más de cómo Buson pinta el instante y atiende a los detalles.

El camino del medio

Nadie que vaya
Por este camino.
Crepúsculo de otoño.[1]

 Bashô

Fotografía de Luis Bernardo Cano Jaramillo

Es frecuente asociar las enseñanzas del zen y el budismo con la negación del yo. Se atribuye al mismo Buda la afirmación del que el “yo” no existe, de que solo es una ilusión. Más adelante trataré de aclarar esta afirmación errada, pues en ninguna parte de la extensa escritura del canon budista, el buda dijo tal cosa. Nunca afirmó que el ser humano no tenga yo o que no exista el yo, sino que nos invito a “no ser yo” o “ser no-yo” (anatman en sanscrito, anatta en lengua pali)[i].

En palabras de nuestro maestro Vicente Haya: “Solo cuando el ‘yo’ es parte de la naturaleza tiene permitida su entrada en el haiku”. (Vicente Haya, El espacio interior del haiku, p.77). O también: “Por eso escribir haiku es una Vía; un entrenamiento del ‘yo’. En tanto es un proceso de despertar de los sentidos, de atención, de naturalidad, de autenticidad, de paciencia, de desprendimiento, de extinción de la vanidad… Los maestros del haiku nos enseñan que el poeta debe eliminarse de su poesía para que sus versos capten la esencia dinámica de la realidad”. (Vicente Haya, Haiku-dô. El haiku como camino espiritual).

El asunto del yo es entonces un asunto netamente práctico. Ni en el budismo ni en el haiku se trata de tener una teoría o explicación del yo; como cualquier cosa que aparece o existe en el mundo, el yo tiene su lugar y puede ser reconocido como algo más dentro de la naturaleza, siempre y cuando no reclame ninguna supremacía o exclusividad. Podríamos decir que el “entrenamiento del yo” que propone el maestro V. Haya corresponde al “cuidado de si” al “cultivo de sí” de las tecnologías del yo, como las formuló el filósofo Michael Foucault, en sus últimas reflexiones antes de morir. Cercanas pero diferentes del imperativo “conócete a ti mismo”, que apunta más a un sentido de conocer para controlar, para rechazar o renunciar en el sentido de algunas morales religiosas que consideran el cuidado de uno mismo como una inmoralidad, como un camino de perdición (la carne, el mundo como demonio).

“Eliminar al poeta” significa eliminar cualquier idea que se tenga de sí mismo y que se imponga sobre los demás seres del mundo. En la ausencia de una idea limitada de sí mismo es posible captar ampliamente la dinámica total del mundo.  O como lo expresaba bellamente el maestro Eckhart: “Mientras persista cualquier idea de Dios en tu alma. Dios no podrá entrar en ella”.

Renunciar a la idea del “yo” para dar cabida al mundo, tal es el propósito y el camino del haijin. Sus instrumentos están al alcance de su mano: dejando de lado los juicios, críticas, opiniones o puntos de vista, es decir la especulación mental, el haijin se entrena para estar atento, para vivir en el presente, para habitar en el justo lugar en que su contacto con el mundo se da a través de los órganos de los sentidos (seis en la concepción budista, que incluye la conciencia del cuerpo-mente, es decir la propiocepción como un sexto sentido).

[1] Sin yo, sin nadie, el testigo invisible que observa el camino solitario en el crepúsculo de otoño puede ser el haijin o cualquier persona que lea u oiga el haiku. Quizás por eso Cortázar apreciaba tanto este haiku. 99 HAIKUS DE MU-I, traducción de Vicente Haya y Keiko Kawabe, p. 30, MANDALA Ediciones, Madrid, 2010.

[i] Thanissaro Bikkhu (Geoffrey DeGraff), SELVES&NO-SELVE, THE BUDDHIST TEACHING ON ANATTA, https://www.accesstoinsight.org/lib/authors/thanissaro/selvesnotself.pdf

Cabrera G., Mª Concepción, Haikus del yo, Tesis de grado, U. de Sevilla, p. 22.

La luz del haiku

Tan breve, tan abierto en su aparente sencillez, pero qué sorprendente… Hasta en su forma más convencional, el haiku es capaz de abarcarlo todo y de expresar los matices más sutiles. Si, por ejemplo, evocamos la luz, la memoria se enciende con un caleidoscopio de imágenes, que afloran desde todas partes y se imponen, se mezclan y se relacionan, más allá de los nombres que las imaginaron; como si, siendo ya tan nuestras, acabaran por ser anónimas: el pálido centelleo de la escarcha; la niebla luminosa flotando en el aire del embarcadero, y la niebla con llovizna que impide ver el Fuji; el rastrojo que empieza a ennegrecerse con el primer chubasco; aguas turbias fluyendo bajo las flores de cerezo; la marea olvidada entre las piedras, junto a algas verdosas; el color de unos iris un día de lluvia y la emoción al ver de pronto unas violetas en el camino; la sombra de cada cosa, intensificada por la luz del otoño, o desvelada al bajar la marea…

                En los límites del haiku clásico -17 sonidos y palabra o expresión estacional-, no hay límite. Tokugen nos propone este enigma: si nos fijamos bien, no hay nada tan negro como la nieve. Bashô se atreve a hablar del grito, casi blanco, de los patos junto al mar ya oscuro; y Buson -evocando quizá al gran maestro- ve cómo un viento súbito hace empalidecer a las aves acuáticas. A lo largo del tiempo, los poetas de haiku contemplan la Vía Láctea -tenue, pero deslumbrante- y la describen de mil maneras: sobre un mar revuelto, sobre los arrozales, colgada sobre la cima del monte, entrevista por la ventana rota, velando el baile de un borracho, acompañando a la mujer que regresa sola con su fardo de arroz o a la enamorada que acude con el pelo mojado a una cita… ¿Y la luna? Bashô la ve huir entre las ramas goteantes de lluvia, y Taigi asocia la luna brumosa con el chasquido de una red, río abajo.

¿Qué decir de la gran luna llena, de la que un niño se encapricha, y ante la cual se siente peor el mudo que el ciego? Esa luna se detiene un instante sobre las flores para admirarlas, hipnotiza a la libélula, desvela y enmudece a sus contempladores, alumbra a quien lee una carta, ilumina la niebla que gatea sobre el agua, consuela al solitario y recibe la gratitud de quien escribe su último poema: el del adiós… Mokkoku habla de las “gotas de luna” que suben a bordo con la red barredera; observación que recuerda lo que Sei Shônagon anotaba, ocho siglos antes: “En una noche de clara luna, cuando se cruza el río, me fascina ver el agua dispersarse en gotas de cristal al paso de los bueyes”. Chiyo-ni compara la “flor de luna“ (yûgao) con la piel de una mujer al desnudarse (Yûgao es el nombre de una de las amantes secretas del príncipe Genji), pero Chiyo-ni se fija también en el rojo de labios que fluye con las aguas primaverales, en la libélula que persigue su propio reflejo, y en las jóvenes hierbas: en el resplandor del agua entre hoja y hoja…

                Todo lo que brota, florece o se marchita, se llena de luz. Y vuelven a bullir las imágenes. La garza blanca se hace invisible en la nieve, pero la nieve resalta la palidez violeta de la “flor de u” y la esbeltez del ciervo, y su fulgor inunda de quietud la casa… Hay una flor tan blanca, que no deja ver el rocío; dos valles que se alumbran uno a otro bajo el relámpago; una hortensia dudosa que acaba decantándose por el azul… El oro empañado y el verdor fresco avivan la nostalgia de Chora por los tiempos antiguos, un sentimiento compartido por Tanizaki en su “Elogio de la penumbra”, cuando habla, por ejemplo, de la estancia más apartada de la casa, cuyos tabiques móviles y biombos dorados “captan la extrema claridad del lejano jardín”: “¿No han percibido nunca sus reflejos, tan irreales como un sueño? Dichos reflejos, parecidos a una línea del horizonte crepuscular, difunden en la penumbra ambiental una pálida luz dorada… A veces, el polvo de oro que hasta entonces sólo tenía un reflejo atenuado, como adormecido, justo cuando pasas a su lado se ilumina súbitamente con una llamarada y te preguntas, atónito, cómo se ha podido condensar tanta luz en un lugar tan oscuro…”

***

Agosto 2023

Les saludo desde un frío Santiago. Al elegir el haiku de este mes, me encuentro en la disyuntiva estacional entre elegir un haiku que se ajuste a la estación del hemisferio sur, en el cual me encuentro físicamente, o del hemisferio norte, en el cual está Japón, o que calce con el calendario lunar en uso en la época de Bashou. Al final he decidido elegir uno de fines de verano, y que viene compilado en la que, probablemente, sea la obra más conocida del maestro en el mundo entero, el Oku no hosomichi.

桜より松は二木を三月越シ

sakura yori matsu wa futaki wo mitsuki goshi

desde el cerezo al pino de dos troncos he visto pasar tres meses

Bashou comienza su famoso viaje relatado en este “kikou” o crónica viajera, a inicio de primavera, ocasión marcada por el florecimiento de los cerezos, y después de tres meses de camino llega al pino de Takekuma, hito natural famoso en la literatura desde tiempos remotos, ya que es un árbol que creció con dos troncos. Lo famoso del lugar puede ser atestiguado por la gran cantidad de poemas en que es mencionado o utilizado como tema compositivo, de los cuales Bashou toma inspiración.

Tenemos, para comenzar, un poema de Tachibana no Suemichi (¿? – 1060), compilado con el número 1041 en el Rollo XVIII de la cuarta antología imperial, Goshuui Wakashuu, compilada el año 1086.

 

武隈の松は二木を都人のいかがと問はばみきとこたへむ

takekuma no matsu wa futaki wo miyakobito no ikaga to towaba miki to kotaemu

en Takekuma los pinos entrelazados, si la gente de la capital me pregunta ¿cómo son? Responderé que he visto sus dos troncos

 

Este tanka puede sonar demasiado descriptivo, pero era la función requerida, ya que Suemichi lo compuso al visitar Takekuma en camino a Michinoku en compañía de su padre, Tachibana no Norimitsu.

El tanka que sigue en esta antología, Goshuui Wakashuu, compilado con el número 1042 es de Nouin (988 – 1051), y utiliza el mismo tema.

 

武隈の松はこのたび跡もなし千歳を経てや我は来つらん

takekuma no matsu wa kono tabi ato mo nashi chitose wo tate ya wa wa kitsuran

del pino de Takekuma en este viaje no queda ni rastro, aunque pase una eternidad volveré

 

Los “uta makura”, lugares utilizados en poesía, y los “meishou”, lugares famosos, ofrecen al poeta y al lector un mundo detrás de unas pocas palabras; mundo que hay que conocer y comprender para poder apreciar la complejidad de contenido escondida detrás de estos versos engañosamente cortos.

“武隈の松 takekuma no matsu”, el pino de Takekuma, tiene como rasgo característico los dos troncos o “二木 futaki”; algunos lo interpretan como dos árboles unidos o entrelazados, por lo que se utilizaba en poemas románticos o de amistad. También es interesante notar el uso de la palabra pino o “松 matsu” que tiene su kakekotoba (palabras homófonas) en el verbo esperar, que se dice de la misma forma “待つ matsu”. Otra homofonía con la que Bashou juega en el haiku, es la de “三月 mitsuki” tres meses, que suena parecido al verbo ver “見 mi”, y que combinado con “より yori”, partícula que puede utilizarse para hacer comparación o marca de tiempo. Considerándola con la última acepción, sería “desde”, es decir, “desde que vi los cerezos hasta que llegué en mi viaje al pino de Takekuma, han pasado tres meses”. Una vez más permitiendo entregar muchísimo más significado del que los 17 sonidos nos pueden ofrecer a simple vista.

Espero hayan disfrutado del camino por el que los llevé en este artículo, el cual, así como los de montaña que van y vienen entre los árboles, lo hace entre las palabras y los poemas, el tiempo y los poetas ¡Que tengan un hermoso mes de agosto!

¡¡Imágenes, imágenes, imágenes!! (1 de 2)

Una de las cosas que nos puede dar una idea de la trascendencia de Shiki en la cultura japonesa, es la cantidad de imágenes que se crean sobre él y se muestran en la red (dibujos, caricaturas, carteles, obras de arte como pinturas, relieves o esculturas, sellos, etc.). A continuación, una amplísima muestra de lo hallado. Recomendamos la visualización detenida de las mismas, pues algunas contienen curiosos matices imperceptibles en una mirada superficial. Se añade (o deja puesto) el nombre del autor/a cuando ello ha sido posible.

Empezamos con este curioso cartel que anuncia «El día del caqui». Claro, quién mejor que Shiki:Lo dicho, es a propósito de la celebración el 26 de octubre, del Día del caqui, y el dibujo con caqui y templo, hace referencia al famoso haiku de Shiki:
    Comiendo caquis: / el sonido de la campana / del templo Hôryûji

¡Sorprendente! Esta imagen que sigue, aunque no lo parezca, está hecha exclusivamente con manos, no se ve otra cosa en cabeza, letras, fondo  y ropa que no sean manos… amplía, amplía…

Y a continuación… ¿eso? ¿qué mira Shiki de reojo? ¿eso? ¡Su oreja! Porque su oreja es él…y la oreja de ese otro él vuelve a ser él … en fin un lío, mejor observar despacio… nuevamente… amplía…

 

Y caricaturas, imágenes y dibujos a decenas…

 

 

 De Suichi

 

Ilustración para un texto en prosa que escribió 3 días antes de morir: Mañana del 14 de septiembre. Shiki escucha como un vendedor pregona natto desde la calle.

 

 

 

 

 

 

Imágenes de  Una cama de enfermo de seis pies de largo hecha en comic. Y más comics…

Unos sellos:

 

 

Matsuyama fu la tierra que vio nacer a las dos grandes figuras literarias del periodo Meiji, Soseki y Shiki (grandes amigos por otra parte) y por ello el frecuente que se le homenajee conjuntamente: relieves, monumentos, muñenos, sellos, carteles…

De Warabi-za

 

Y aún quedan muchísimas más, algunas muy interesantes, pero ya una selección de ellas las reservamos para la próxima entrega y evitamos el atracón.