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Prisa

El hombre, las personas, han ganado mucho en los últimos años. Muchos canales de televisión, contacto instantáneo a través de internet o el teléfono móvil, posibilidad de saber lo que ocurre en cualquier lugar del mundo casi al momento, posibilidad de llegar a un lugar lejano de la Tierra en varias horas, tantas y tantas cosas…

Pero también se conserva, de vez en cuando, quizá en un lugar remoto, esas cosas que nos hacen, por un momento, alejarnos del contacto instantáneo, de la rapidez, de mirar el reloj cada minuto, de consultar el correo electrónico cada segundo y medio…Esos lugares son los pueblos. Las casas de los pueblos…Donde uno aún se tiene que abrigar en invierno, porque en invierno solía hacer frío fuera y dentro de las casas. Un lugar donde tengo que acercarme a la fuente de calor para sentir el calor: la estufa o el fuego.

Un lugar adecuado para relajarse, hablar, contar cuentos o, simplemente, mirar, observar…como el fuego se va consumiendo poco a poco e incluso, para hacer la comida. Una comida que se va haciendo lentamente…pausada, porque aquí no hay prisa.

 

vestida de luto –

da vueltas a las gachas

junto a la lumbre

 

Del veinticuatro al veintiocho

Veinticuatro

Pasamos la tarde conversando bajo las matas de anón. Hacía un aire riquísimo y hasta dormimos. Dice mi prima que cuando sea mayor será cosmonauta como Yuri Gagarin. Yo no sé ni lo que quiero ser de mayor. Tal como están las cosas con mis padres, ya no importa; además, viviré en este rancho para toda la vida. A lo mejor me toca trabajar en la cooperativa como mi abuelo y el tío David. Eso sí, sería terrible tener que usar dientes postizos.

 

Escondrijo.

Con tallos de hierba seca

jugamos a fumar.

 

veinticinco

Los cocuyos dicen que me voy a casar seis veces y Helem se muere de la risa, pero yo creo que es mentira porque no hay tanta gente de mi edad en este pueblo. Aparte de que eso quiere decir que voy a andar con mis hijos de acá para allá cada vez que me divorcie. Hoy no tengo deseos de hablar con nadie y me he pasado el día leyendo. Abuela está pilando café con mi madre y Nadia. Helem se fue a la cooperativa con su padre y el abuelo. Si uno el canto de los pájaros, el crujir de las ramas de los úpitos y el ruido de abuela en el pilón, parece música.

 

Al robarme el azúcar

de la vitrina,

¡un alacrán!

 

Veintiséis

Tuve hoy mi primera clase de idiomas. Helem me está enseñando a hablar ruso para lucirnos delante de la gente. Tío David nos llevó al pueblo y estuvimos mataperreando; fuimos hasta la biblioteca que es súper chiquitica y dice Helem que ya se sabe casi todos los libros de memoria. Nos encontramos a los tres pesados que me vigilan y le dije a mi prima que corriésemos, pero ella se acercó y empezó a hablarles en ruso. De pronto se viró hacia mí y me dijo “idisudá”, que quiere decir “ven acá”. Yo le dije “vistrá, vistrá”, que significa “rápido, rápido”. Los pesados se quedaron locos. Y uno dijo con admiración “¡vieron, vieron, son extranjeros de verdad!” El otro nos preguntó si no se nos rajaba la lengua como dicen que pasa por hablar otro idioma. Les enseñamos la lengua y nos fuimos. Cuando nos sentamos en la pizzería nos estuvimos riendo de aquellos bobos tremendo tiempo.

 

Una y otra vez.

Contra el cristal

la mariposa.

 

Al regreso, me sentí muy feliz de pronto y le dije a mi tío que estaba contento de quedarme a vivir en el rancho. Él sonrió y me frotó la cabeza.

Caserón de la curva.

El olor del maíz

asado en leña.

 

Veintisiete

Cada día pasa alguien vendiendo leña. Pero mi abuela solo le compra a Deisi. Deisi tiene como mil años. Una vez le preguntamos y mi madre nos regañó porque era de mala educación preguntar la edad. Le dije que entonces en el mundo entero todos son unos maleducados porque la primera pregunta que nos hacen siempre a los niños es “cómo te llamas” o “cuántos años tienes”. Dice Deisi que es viejísima y que vino de Haití en un barquito de papel. Lo de Haití se lo creímos, pero lo del barquito es un paquete. Mi abuela siempre nos dice que debemos respetar mucho a Deisi porque es muy pobre y que a su edad es muy duro estar cargando leña. Por eso la ayudamos con sus bultos hasta la carretera. Esta tarde abuela nos dio un beso a cada uno y nos enseñó los nombres de las plantas medicinales del patio. Nosotros le contamos las historias de nuestros libros. Porque mi abuela no sabe leer.

 

Ruinas del molino.

La abuela nos corona

con flores de maravilla.

 

Veintiocho

Me gustó mucho ir a Ojo de Agua bien temprano. Pasamos por unos campos sembrados que se perdían a lo lejos. ¡Y las vacas! Dice tío que fajan si ven algo rojo. Son muy lindas de todas formas. En la vaquería que pasamos había muchas amontonadas para el ordeño. Yo no quise tocar a ninguna porque había una peste a caca tremenda. Los zapatos se me embarraron. Menos mal que no fui descalzo. En Ojo de Agua hay otro río y allí dos mujeres le daban golpes a la ropa mojada contra las piedras. Siempre me tengo que bañar en la orilla porque no sé nadar. Una de las mujeres nos habló de las madres de agua, que son unos seres con cuerpo de serpiente que se aparecen desde el fondo del río, agarran a un niño y se lo llevan con ella. Luego de esto creo que no aprenderé a nadar, en la orilla se está muy bien. Helem no teme a las madres de agua porque dice que Dios la protege. Ojalá Dios me protegiera. También a mi padre. Pienso de pronto en lo que dijo abuela de las tojosas que llaman a la desgracia.

 

Mediodía.

Vacas en fila india

a campo abierto. 

Dos campesinos.

Una garza les mira

recoger leña.

RECREO

¡Qué bien lo pasamos en el recreo! Sin duda es la mejor hora de la mañana. Partidos de fútbol, carreras, algunas combas, algunas muñecas, pisar las hojas caídas en otoño, saltar en algún charco sin que nos vean los maestros en primavera, perseguir las mariposas en primavera, lanzarle una bola de nieve a los amigos en invierno…

Pero hay alguien más que también disfruta del recreo…bueno, mejor dicho, después del recreo, cuando suena la sirena: los pajarillos.

Después del recreo, muchos pájaros buscan eso que han tirado los alumnos…bueno, o que se les ha caído…

 

fin del recreo –

picotean los pájaros

trozos de pan

del diecinueve al veintitrés

diecinueve

Hemos ido recogiendo los trozos de crin que dejan los caballos en la alambrada cuando se rascan. Si uno acerca uno de esos pelos, bien estirado, a la oreja y lo pulsa con los dedos, suena como una guitarra. Helem sabe cruzar rápido por debajo de los alambres, pero yo siempre me raspo la espalda o una pierna o se me rompe el short. Hoy me enseñó el platanal. Fuimos llenando, con rocío de las hojas, la envoltura carnosa de una flor de plátano. Luego jugamos a que eran copas de cristal rojo y hasta brindamos. Cuando cruzamos la alambrada, siempre siento que estamos pasando a otro mundo.

De regreso a casa

llevamos caguayos

en las orejas.

 

veinte

Nos bañamos en el aguacero. Lo más rico fue meter la cabeza bajo el chorro de la canaleta que da al aljibe. Allí no nos metimos porque el agua es oscura y no se puede ver el fondo. A cada rato saltan las biajacas, unos peces que alguien echó ahí y han formado familia. El aljibe lo hicieron de la caldera de un central. Nadie sabe quién trajo esa mole de hierro porque cuando los abuelos se mudaron, ya estaba en el patio. No paró de llover hasta bien tarde. Abuela nos hizo chorote. Es una bebida caliente y muy rica, mezcla del maíz tostado —llamado pinol— con la leche. Por todas partes hay un fanguero enorme. Abuelo ha ensuciado el piso con las botas y mi madre, una vez más, ha limpiado todo. Dice ella que él siempre hace eso como una gracia.

Dejamos escapar

a la jicotea.

No nos castigaron.

 

veintiuno

Cuenta la abuela que antes de venir al caserón de la curva éramos ricos. “Los dueños del pueblo”. Pero que abuelo regaló todo al gobierno y nos trajo a esta pocilga. “A mí me gusta la casa”, le digo para que me abrace como la abuela extraterrestre abraza a su nieto en mi libro. Solo sacude la cabeza mientras masca tabaco, luego escupe en el piso una cosa prieta que me revuelve el estómago. Entonces ríe. Me dice que fumar es malo pero que mascar tabaco es muy rico. “Pruébalo”. Yo salgo corriendo.

Desde la casa abandonada

salen babosas.

El canto del choncholí.

 

veintidós

Dice mi abuela que pronto nos vendrá una desgracia porque las tojosas están cantando encima del pozo. Helem me enseñó a rezar. Si rezamos con fuerza, no vendrá la desgracia de las tojosas. Han traído hielo. Había olvidado cómo era tomar agua fría. En realidad, prefiero el agua fresca del pozo. Hace que me sienta muy feliz. De pronto, siento dolor de cabeza. Dice abuelo que eso es porque ya soy guajiro.

Tarde en el pueblo.

Todos los viejos bailan

al compás del órgano.

 

veintitrés

Nadie nos ha hecho caso hoy y hemos podido hacer todas las excursiones que queríamos: al maizal, al cañaveral a comer caña, dos veces al río, y a montar columpio en casa de la monga. Su nombre es Yuliana, pero le dicen la monga porque no habla y ríe por todo. Le digo que tiene unos ojos achinados muy bonitos. Yuliana ríe mientras se columpia. Helem está celosa. Cuando vengo a darme cuenta, ya se ha ido. La mamá de Yuliana trajo durofrío de leche. Pero yo no quise porque quería buscar a Helem. Me estaba esperando a la entrada del rancho. “Tú eres más bonita que ella”, le dije. Me regaló una ciruela madura.

En el portal

poner a competir

a las babosas.

OPORTO…PORTO

Hay ciudades que le llegan a uno al corazón sin saber por qué. Eso me pasa con Oporto…Porto en portugués. Quizá no es una gran ciudad como otras europeas, algunos, incluso, podrían llegar a decir que no es una ciudad bonita…pero para mí es todo lo contrario.

Es verdad que parece que no está cuidada, que sus fachadas no están cubiertas de una pintura nueva y reluciente. Es, quizá, la prueba de una decadencia, la prueba de que fue una de las ciudades más importantes de Europa, cerca del mar y atravesada por el Douro, por el Duero.

Oporto es aún más bonito envuelto en la lluvia. Toma un color especial, melancólico…y pasear por alguna de sus calles empedradas se convierte en un ejercicio pausado de contemplación. La lluvia cae sobre todos. La lluvia va a seguir dando un color aún más decadente a los edificios.

Es por eso que cada vez que leo el haiku del final, recuerdo a la ciudad. Porque un haiku es como una foto, es un recuerdo de algo que vivimos y queremos dejarlo plasmado en diecisiete sílabas, nada más y nada menos. Quise hacer una foto y la hice…pero sin el gato.

calle empedrada –

un gato me cruza

bajo la lluvia

 

 

del catorce al dieciocho

catorce

Anoche mi tío nos llevó al potrero porque una de las yeguas estaba pariendo. Bajo el vientre del animal, solo se veían las patas del potrico y el abuelo, agachado, las fue halando despacio, pero con fuerza, hasta que este cayó al suelo. Fue impresionante. La madre lo lamía y el recién nacido, algo torpe, intentaba levantarse. “¡Es hembra!”, dijo el tío. “Hay que ponerle nombre”.

“¡Daína!”, dije enseguida. A Helem no le gustó y discutimos. Al final el abuelo le puso Rosaura, un nombre feísimo. Me acosté en mi cama muy disgustado con Helem, pero ella vino con unas guindas e hicimos las paces.

“Yo quería ponerle Nieve, extraño la nieve”, dijo y me dio pesadumbre. Fui adonde el abuelo, quien me escuchó paciente bajo su mosquitero.

“Se llamará Nieve entonces”, sentenció y casi inmediatamente ya estaba roncando.

Madrugada.

Al ir a hacer pipi,

salta una rana.

 

 

quince

Esta mañana, mientras escuchábamos la radio, Helem me enseñó lo que era la ópera. La pieza que escuchamos es su favorita y se llama “Nessun dorma”. En español quiere decir “Nadie duerma”. Me quedé fascinado con la voz y tuve ganas de cantar así, como en la radio. Estuvimos toda la tarde jugando a la ópera bajo el árbol de los anones; luego fuimos a ver a Nieve, la potrica. Helem le fue a dar azúcar, pero la mamá empezó a relinchar y salimos corriendo.

 

Truena a lo lejos.

Descolgamos la ropa

de la alambrada.

 

 

dieciséis

Nadia me regañó muy fuerte. Me vio cazando cocuyos y metiéndolos dentro del frasco de Novatropín de mi madre. “¿A ti te gusta estar encerrado?” Le dije que no y me dieron ganas de llorar. Ella los soltó. Yo solo quería hacer una lámpara.

 

Miedo.

Entre las vigas del techo

salta una rata.

 

 

diecisiete

Nadia nos leyó un libro de astronomía. Dice que debemos leer más de ciencias. Nos habló de las estrellas- soles y los cometas. Pero también nos dijo que el sol se apagará y todo dejará de existir. Es la peor noticia del mundo.

Mi madre discutió con ella porque me hizo llorar con lo del sol. Le dijo que era una hipócrita porque hablaba de ciencias pero enseñaba a rezar a su hija. Nadia se molestó tanto que empezó a chillar en ruso. El tío David dijo que recordáramos que nosotros éramos los recién llegados y no ella.

“¡Yo nací aquí!”, gritó mi madre.

 

Atardecer en el río.

Lava el guajiro sus botas

con una tusa.

 

 

dieciocho

El abuelo llegó temprano hoy. Casi nunca está en casa porque trabaja en una cooperativa. La mayor parte del tiempo nos ignora. Por lo de los dientes, sé que es divertido. Sin embargo se hace el serio.

Abuela tiene un altar a San Lázaro en la esquina de la casa y dice que a mi abuelo le gusta burlarse, pero ella es la que manda y pone maíz y una taza de vino seco al santo. Dice que abuelo no cree en nada porque es del Partido Comunista, como papá.

Duerme el abuelo.

Sus chanclas cruzadas

bajo la cama.

 

 

Grillos

Uno de los recuerdos más bonitos que tengo de la infancia son las noches de verano regando el maíz (panizo que decimos por La Mancha). El maíz es una planta que hay que regar cada semana, ya sea de día o de noche.

Yo, sin duda, aunque solo hacía compañía a mi padre, prefería regar por las noches. Durante la noche, se aprecian, mejor que por el día, todos los sonidos y todas las luces.

Hay sonidos inconfundibles, como el sonido del agua que recorre las regueras y los surcos. El sonido de mi padre adentrándose y saliendo del maíz. El sonido de los grillos, casi permanente durante todo el verano. El sonido de la radio, esa radio que tanta compañía ha hecho y hará…

Hay también luces inconfundibles y preciosas, como la luz de la luna llena (si hay) reflejada en el agua que corre, la luz del amanecer y la luz de la linterna… Una linterna que ayudaba a mi padre a controlar por dónde iba el agua…

canto de grillos –

la luz de la linterna

entre el maizal

 

 

Del nueve al trece

nueve

En el rancho no hay agua en la pila ni tampoco taza de

inodoro. El agua se saca de un pozo viejísimo y la caca

se hace en la letrina de madera o en el monte. Yo prefiero

hacerlo en el monte. La letrina da miedo, como si de

adentro fuera a salir un bicho así de pronto.

Hoy vamos a ir de compras al pueblo. Helem y yo

decidimos hacer un periódico. Contaremos las cosas

que pasan en el rancho y otras inventadas. Hay que

hacer bastante para repartirlo entre la gente.

Al final solo hicimos dos ejemplares. Era muy aburrido

copiar todo a mano. El pueblo estaba un poco feo.

Todas las casas eran iguales, muchísimo polvo y calor.

La gente sí era muy amable con nosotros. Un muchacho que conoce a Helem le preguntó si yo también era ruso. Ella le dijo que sí y le empezamos a decir mentiras

sobre cómo allá en Ucrania hacíamos muñecos de

nieve y cómo era viajar en avión. El muchacho estaba

muy sorprendido.

Al regresar a la casa, decidimos hacer títeres de trapo

para hacer una obra de teatro para los demás niños.

Pero no nos dejaron terminar de picotear la sábana.

 

Castigados.

Jugamos con la luz

y un espejo roto

 

diez

Nos hemos enterado de la historia de la casa abandonada.

Cruzando la carretera hay una casa toda llena

de hierbajos de la que solo quedan algunas paredes

y el piso. Helem misma nunca había entrado, tenía

miedo a que hubiese algún fantasma. Pero estando

los dos juntos era diferente. Acordamos llevar a escondidas

el rosario de la madre de tía Nadia que, según

Helem, protege de las cosas malas. Yo me llené

los bolsillos de piedras, por si acaso.

Entramos a la casa y estaba vacía, salvo una cruz de

madera que había en el medio. Junto a ella, flores secas

en un frasco de cristal. Caminamos por donde se podía;

la hierba crecía muy alta y había montones de mariquitas.

Algo cayó del techo. Me asusté, pensaba que era un fantasma, y

Helem empezó a gritar. Corrimos hacia la calle.

Pasaba un viejo en carretón con caballos: “Anjá,

los cogí haciendo cosas. ¿Qué estaban haciendo

allí?” Después nos preguntó de qué familia éramos.

“De los Oliva”, contestamos. “Nietos de Dora y Manuel”.

“Ah, son de la familia de los locos”, y continuó:

“En esta casa se pegó fuego la hermana de Dora y la

casa también se quemó”. “¡Mentiroso, mentiroso!”

Echamos a correr y lo dejamos gritándonos cosas.

Llegamos al rancho. Le conté a mi madre y se molestó

mucho. Quería saber quién era el hombre del

caballo, pero ya se había ido. “¡Jamás hablen de ese

tema con nadie!”, nos dijo.

En la vieja cruz

hemos puesto a escondidas

marpacíficos.

once

Fui al pueblo de nuevo, pero Helem se quedó en la

casa porque la castigaron. Antes de irme prometí

comprarle algo para que no estuviera triste. Mi tío

David me llevó a caballo. Al principio me emocionó,

pero después era muy incómodo porque se me

acalambraba el fondillo y dolía. Le pregunté si había

alguna librería y, muerto de risa, dijo que me buscara

una novia y dejara los libros en La Habana.

Yo fui a caminar. Había tres muchachos en la esquina y me llamaron para preguntar de dónde era yo. “De La Habana”, murmuré. Se empezaron a reír.

El más grande me preguntó si todos los habaneros

éramos tan raros. Y se volvieron a reír. “Te estaremos vigilando, habanerito”.

Mi tío salió de la bodega y preguntó  qué me habían dicho,

pero le dije mentiras. Al final fuimos a la biblioteca

porque en el pueblo no había librería. Demoramos casi

media hora en hacerme la nueva ficha. Le llevé a Helem

un libro de trabalenguas de David Chericián y un dulce

de coco. Saqué para mí un libro llamado “Fábulas de una

abuela extraterrestre”, de la escritora Daína Chaviano.

 

Luz de quinqué.

Con piedras del sendero

jugar yaquis.

 

doce

Hoy casi provocamos un incendio. Tomamos prestados

los espejuelos de leer de tía Nadia y quemamos

hojas secas usando los cristales como lupa bajo el sol.

Las hojas se inflamaron tanto que un poste del gallinero

empezó a arder. Por suerte, a Helem se le ocurrió

echarle tierra. Pusimos los espejuelos en su sitio y luego

nos fuimos al río como si nada. Le hablé a Helem del libro que estaba leyendo y ella dice que los extraterrestres sí existen.

Esta noche vamos a vigilar el cielo. A lo mejor vemos

alguno.

Ojo de agua.

Justo en la orilla,

tripas y sangre.

 

trece

Al costado de la casona hay un jardín de platanillo,

lleno de ranas. Abuela les tiene pánico. Por eso, cuando

ella sale de casa, va por el otro sendero, el que rodea al

árbol de guindas y pasa por las conejeras.

Mi prima y yo nos divertimos mucho haciendo

muñecos de barro. Imaginamos que son muñecos

de nieve. Los míos llevan sombreros de hojas secas.

Los de ella, flores de cundeamor y algunas plumas

que le robamos a la oca. Dice que cuando vaya a

Ucrania me traerá nieve en un frasco; o mejor, iremos

juntos y así la veo con mis propios ojos.

Está cayendo la tarde, en unas horas comenzarán

a volar las animitas. Aunque lo parezca, las animitas

no son como los cocuyos: ellas alumbran por el fondillo

y los cocuyos por la cabeza. Helem me enseñó

cómo se sabe cuántos novios uno va a tener: se pone

un cocuyo bocarriba y los saltos que vaya dando son

los novios. Lo haremos esta noche.

Abuela nos llamará de un momento a otro para

bañarnos.

Ocultos por los platanillos

sofocamos la risa.

Los gritos de abuela.

Haiga 6

       From old China, «The Four Gentlemen»

is a term used to refer to four specific subjects

(orchid, bamboo, plum blossom, chrysanthemum)

which are traditonally some of the first subjects

the student learns

 

Shikunshi es un término utilizado para referirse a cuatro temas tradicionales y característicos de la pintura oriental. En castellano se les denomina “Los cuatro caballeros”.

 

KIKU, el crisantemo

UME, el ciruelo en flor

RAN, la orquídea silvestre

TAKE, el bambú

 

Esta comparación se remonta a muchos siglos atrás, cuando los “señores” o “caballeros” eran ejemplos a seguir. En ellos se plasmaba la forma de pensar, los rasgos de carácter deseables y las cualidades de los hombres y mujeres.

Cada uno representa una de las cuatro estaciones y a su vez cuatro rasgos de personalidad. Ellos poseen características particulares que son identificadas con cada estación, como si fuesen los kigos de un haiku.

El crisantemo (kiku) refiere al otoño. En él está representado la modestia y la lealtad.   Su lema dice: «Desafiante de las heladas y triunfante en el otoño» Esta flor simboliza la robustez ya que florece en el aire frío de otoño y predice la llegada del invierno. Se asocian a las plantas fragantes con altos ideales morales de comportamiento.

Ante el crisantemo blanco

las tijeras

dudan un instante

                     BUSON

 

La flor del ciruelo (ume) expresa el resurgimiento y la continuidad de la vida. Representa al invierno. Los troncos retorcidos y rugosos muestran una apariencia de dureza, en especial a principios de la estación más fría, sin embargo dentro de sí tiene la suavidad, el misterio y la belleza; la promesa de la primavera. El ciruelo florece en cada invierno aún bajo las heladas. Simboliza la esperanza y la resistencia, la fuerza, y la integridad.

viejo ciruelo:

flor a flor se va haciendo

todo más cálido

                          RANSETSU

 

La orquídea (Ran) representa la primavera. Es considerada la madre de la pintura Sumie. La orquídea silvestre crece en lo que se considera la inspiración de la mayoría de los lugares, donde la montaña se reúne con el agua o cuando se reúne al in y el yôu (principios energéticos yin /yang). La orquídea está en la puerta de entrada de la primavera invitando a todos a sumarse a la celebración de la vida. Es símbolo de las virtudes femeninas.

En néctar de orquídeas

la mariposa

perfuma sus alas.

                   BASHO

 

El bambú representa el verano y es el tema más pintado en Oriente. Representa la fuerza y las virtudes de los hombres, lo que refleja un sentido de equilibrio perfecto. Cuando se encuentra en posición vertical representa la integridad debido a su fortaleza. A su vez, en las tormentas y fuertes vientos, la enorme flexibilidad le permite adaptarse sin siquiera quebrarse. Es el «Perfecto señor» con muchas cualidades admirables. El centro de la planta de bambú es hueco, lo que sugiere la humildad.   El bambú representa la simplicidad de la vida y un espíritu humilde.   Se le atribuye el carácter de integridad moral, la modestia, la lealtad y la capacidad de sobreponernos a las adversidades sin perder nuestra integridad individual.

Primer chubasco –

Cualquiera sabe dónde está el bambú

al alba.

                CHIYO

 

Cada tema, cada uno de ellos, se centra en una técnica diferente del uso del pincel y establece las bases de las pinceladas que luego el pintor usará para plasmar cualquiera de los motivos de su obra sobre el papel.