Todas las entradas de: el rincón del haiku

Sergio Pinteño Padilla

 

 

 

 

 

Unas palabras del autor

No hay mucho que decir acerca del autor. Poco o nada que pueda aportar algo significativo a lo que realmente cobra verdadero protagonismo: aquello que revela y calla el propio haiku. Creo que bastará con señalar que, aunque me crié en un barrio de ciudad, tuve la suerte de quedar expuesto, todos los veranos de mi infancia, a la maravilla natural que se esconde en este rinconcito del Atlántico que rodea al entorno de Doñana. Es ahí de donde brota mi haiku más de 30 años después, en un torpe intento de nombrar la luz, el mar, el viento y las criaturas que se fueron tramando, día a día, lentamente en mi corazón.

 

Abriéndose a la luz

el violeta de la flor

del alcaucil

*

Viento calmo

lo justo para turbar

una espiguilla

*

En el hervor del caldo

el súbito abrirse

de las almejas

*

Pasta el potrillo

su resuello impregna

la hierba fresca

*

Rayo en la noche,

una cabra tensando

su propia soga

*

La luz y el viento

entran en lo profundo

del cañaveral

*

A contraviento

gaviotas

graznando en lo oscuro

*

Tras la tormenta

esparciendo cenizas

a orillas del mar

*

Amamantando

lame la gata a sus crías

Calima nocturna

*

Esa culebra

la forma en que quedó

enroscada al morir

*

Escampó

el canto de la abubilla

parece otro

*

Las lleva el aire

a la mañana

cenizas del rescoldo

*

Al deshojarla

en el corazón de la lechuga

un caracol

*

En silencio

de vuelta con mi padre.

Prunos en flor

 

CABALLOS

Por años los he visto en el área verde entre la urbanización donde vivo y el río Isabela. Son una familia o varias familias y de vez en vez hay algún potrillo casi recién nacido.

Suelen pacer en el mismo camino por donde transito con los perros o en áreas aledañas. En ocasiones los he encontrado metidos en el arroyo. Cuando ocupan el camino, a veces me devuelvo para no perturbarlos, a veces les paso con cautela mientras ellos me abren espacio lentamente, también cautelosos. Hay veces que no los veo pero paso por lugares donde queda el olor de su orina.

Son otra nación, ya no pertenecen como antes a los trabajos y hazañas de los hombres, siempre con mucho sacrificio para ellos. Los observo y no he podido penetrar sus conversaciones, como lo hacía Lara, la perra, que se les acercaba y se olía nariz con nariz con alguno de ellos.

Son rojizos, de pelo negro, están bien alimentados y viven en paz, ajenos al mundo de los humanos. Es una dicha encontrarles por el camino con sus ojos grandes y sus cuerpos vigorosos dispuestos a acompañar al viento.

Pasaron los caballos.

En el camino hay huellas

de caballitos.

EL CAMINO DE LA ARMONÍA. EL YIN Y EL YANG

LA CHOZA DEL HAIJIN

俳人の山小屋

Fotografía: Lola Flores de C. Saura – Grabado japonés Uzume

Si hay algo que se asemeje menos a la forma en la que los españoles nos relacionamos con el mundo, es la forma en la que lo hacen los japoneses. Y sin embargo ¿por qué nos atraemos tanto?

El pueblo español es ruidoso, extrovertido, irrespetuoso, individualista, soberbio, caótico. Doy fe.

Como contrapunto, el pueblo japonés es silencioso, introvertido, respetuoso, con sentido de la colectividad por encima de la individualidad, humilde, armonioso.

“/…/Según Man’yôshû70 3253 (759/1999), “En la tierra rica en cereales (Japón), considerada como una divinidad nadie levanta la voz” 葦原の瑞穂の国は神ながら言挙げせぬ国」, dado que lo que se verbaliza, se convierte en realidad. Hay que tolerar sin replicar y perseverar. O bien kotodama 言霊, que los japoneses consideraban los espíritus contenidos en las palabras.

Esto es lo que llegó a significar sabi; el silencio y la tranquilidad. /…/

Hablo en general, claro, y además lo hago desde mi experiencia, con lo que no pretendo sentar cátedra sino compartir una – puede que equivocada- intuición.

En las dos imágenes que ilustran el comienzo, tenemos por un lado una fotografía de Lola Flores bailando una sevillana de pito y tambor en la película de C. Saura “Sevillanas” (1992), y por otro una imagen de Ame no Uzume, kami de la Danza y la Alegría de la mitología japonesa.

En el mito sintoísta, Uzume zapatea sobre una tina de madera mientras los gallos cantan y los kamis la jalean. Gracias al “jaleo” que montó, logra que Amateratsu (la diosa sol), que se había escondido en su cueva trayendo la oscuridad a la tierra, volviera a salir curiosa ante la hilaridad de los kamis. Así, de nuevo, lució el sol en la tierra y con ello resurgió la vida.

Centrándome en el flamenco y en el éxito que tiene entre el pueblo nipón, he encontrado algunos datos interesantes.

Según Masaku Kubo*: ,/…/ la expresión abierta de las emociones en Japón, constituye una fricción con los demás/…/cuando los japoneses descubrieron el flamenco, encontraron en él un método magnífico para conseguir expresar sus emociones de forma artística. /…/

 /…/ En la música folklórica o tradicional japonesa no hay métrica ternaria. Especialmente el teatro tradicional japonés Nôgaku funciona en sílabas 7-5 en 8 ritmos (compás). Para Washabaugh (2005) las letras flamencas son coplas de estructura similar al haiku. Además, existe una complejidad rítmica, pudiéndose alargar o acortar el tiempo del ritmo. Ese tiempo impredecible, es también muy característico en flamenco. Ese continuo de respiración consigue un ritmo espiritual que se une al cuerpo (心身一如). Se produce una “suspensión” del ritmo en el flamenco, y en ese momento se da un nexo entre el espíritu, el espacio, la naturaleza, incluyendo a los espectadores. Según Koizumi (1994), el sentido rítmico de los japoneses está vinculado con los 5 sentidos básicos/…/.

/…/ A pesar de que los japoneses son emotivos, la sociedad no permite su expresividad. Así mismo, el cante flamenco efectuaría una doble catarsis aliviando por una parte el dolor de los pobres y el sentimiento de culpa de los ricos por otra. Pobres y ricos “al verse liberados de sus cargas psicológicas, pueden marcharse satisfechos con el mundo tal como es. Por lo tanto, el cante flamenco es básicamente un mecanismo homeostático que unifica a una sociedad bipolar.” (Washabaugh, 2005, p. 168). Así, podríamos explicar que el flamenco facilitaría al hablante de lengua japonesa como idioma materno la posibilidad de acceder a sus emociones más profundas consiguiendo exteriorizarlas al mismo tiempo. Esta atracción por el flamenco se explicaría también por su semejanza con la música tradicional japonesa y forma de entender el arte, que nos facilita la existencia y consigue un sentimiento de bienestar vital. 183 Capít/…/

 Como española, admiro y necesito precisamente esa contención, esa introversión de la que adolecemos como pueblo y de esta forma equilibrar, también, esa polaridad que nos afecta. En definitiva, para mí, la cultura japonesa, y más concretamente el haiku, es el opuesto complementario que armoniza mi ser, o al menos eso intento.

Encuentro lo que no busco:
las hojas del toronjil
huelen a limón maduro.

A.Machado

 

Para finalizar, decir que no tengo dudas de que cualquiera saldría del escondrijo más profundo en el que estuviera metido para dejarse seducir por el baile lleno de fuerza y pasión de estas dos diosas mitológicas (ruego que los más ortodoxos disculpen esta pequeña licencia).

Mas no busquéis disonancias;
porque, al fin, nada disuena,
siempre al son que tocan bailan.

 A.Machado

 Comparto estos enlaces a los vídeos donde podréis juzgar por vosotros mismos.

LOLA FLORES SEVILLANAS CARLOS SAURA

https://youtu.be/0sJgiV3kUYw

 

LA DANZA DE UZUME

https://youtu.be/EPqJBItaPfQ

 

*MASAKU KUBO TESIS DOCTORAL UNIVERSIDAD DE VALLADOLID 2015

Mercedes Pérez para ERDH 2018

 

tres

En el parque es otoño… la luz sonríe débil… es tiempo de nidos faltos de calor, de despedidas, de vuelos largos… es tiempo de futuros blancos.

El parque, con el paso de los días, va perdiendo su tono verde. El olor de la pinaza y el agitado aleteo de los pequeños pájaros llenan los huecos que dejan las hojas caídas. Apenas a un par de metros de mí, sobre un tallo cimbreante, se posa un resuelto carbonero*… inclina su cabeza hacia un lado… me mira, le miro hasta abandonarme en el brillo de sus diminutos ojos negros… parece observarme con extrañeza… puede que tan solo busque una mano tendida en la que picotear alguna semilla… o tal vez, solo tal vez, se pregunte quién es el insólito ser que está ante él y no tiene alas.

Un paso y luego otro… Cámara de fotos en mano me muevo alrededor de la laguna más grande del parque. Las garcetas bueyeras, con sus crías ya crecidas, se han ido… Ocho o nueve cormoranes, encaramados en lo más alto de un árbol, secan sus plumajes al tibio sol del mediodía; su quietud convive con el bullicio de decenas de gaviotas que parecen no encontrar su lugar.

El cielo, por momentos, oscurece… las sombras se disuelven. Cae la primera gota… otra… cientos… llegan como música sin partitura a seguir… Busco refugio bajo un pino que aún mantiene sus ramas tupidas. Con la lluvia brota la esencia de las cosas… redescubro todo lo que me rodea… en cada gota un improvisado acorde al que parece contestar la voz rasgada de un ave… hoy la lluvia suena a viejo blues.

Bajo los árboles contemplo el aguacero… el parque despunta en los charcos… el silencio se muestra desnudo.

 

Suena el agua en el viejo canal…

las hierbas altas

comienzan a doblarse

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

*Ave insectívora pequeña, muy llamativa, de colores azulados y amarillentos.

Obras de Rubén López Rodrigué


 

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shakuhachi

けいこ笛田はことごとく青みけり
keiko fue ta wa kotogotoku aomi keri

 

práctica de flauta

campos de arroz

un verdor que lo cubre todo

Issa Kobayashi

 

Sentado en seiza el maestro de shakuhachi espera a su alumno. Un sencillo té verde sobre el tatami. Llega un señor tan mayor como el propio maestro. Reverencias, apenas un susurro que no alcanzo a entender.

El alumno hace una reverencia al cojín sobre el tatami, como en el zen pienso yo, y se sienta también en seiza frente al maestro. Un pañuelo delante de las rodillas. Despacio, tranquilamente. El maestro examina las partituras y extiende una sobre el cojín, frente a su alumno. Este le corresponde con una reverencia.

Silencio.

El único requisito para estar aquí es que guarde silencio. Miro como el alumno toma entre sus manos el shakuhachi, la flauta tradicional japonesa de ocho pies (literalmente shakuhachi) y se lo acerca a los labios.

Silencio.

Un silencio que se alarga hasta tensar el mío. Por un momento pienso que le pasa algo, que se le ha olvidado tocar, que no ve la partitura….

De pronto ese silencio se rompe, bueno no, en realidad no se rompe. Ese silencio… no sé… De pronto suena un leve viento que no sé cómo ni de dónde viene.

Las notas… las no-notas, no sé… ese sonido de ese viento parece llegar desde las montañas que rodean la ciudad, se transforman unas en otras como deslizándose por el filo de las hojas del bambú.

Un sonido que se hace silencio, un silencio que se hace sonido…

Levemente sinuosas, las hileras de arroz joven recorren el campo recién anegado. En el fondo, o en el cielo, unas pocas nubes se mueven apenas con el viento que sopla levemente. La mochila me pesa cada vez más desde que el sendero comenzó a empinarse. Aún queda un trecho hasta el santuario y el sol a esta hora de la tarde cae de plano sobre los arrozales.

Sentado junto al agua cristalina miro los renacuajos quietos junto a los brotes de arroz mientras bebo agua y como un onigiri. Qué silencio hay aquí. Ahora. Justo cuando el viento mueve un poquillo las hojas verdes del arroz y alivia mi pies recalentados. Me quito el kasa, el sombrero de junco, para sentir ese viento en el pelo aunque sea por un momento.

Shinmai. Así se llama al arroz joven. Recuerdo de pronto. También significa “principiante”. Qué bonito, pienso sin saber por qué. Como el arroz joven. Un principiante en todo. Lleno del verdor de las cosas que comienzan a vivir. Abarcarlo todo con una mirada tan transparente como esta agua que se llena de todo sin aferrarse a nada y sustenta el arroz que será. Ajeno al peso de las cosas o su voluntad, como el viento…

Qué silencio hay aquí. Sí.

Un silencio que se hace sonido, un sonido que se hace silencio…

El alumno ha finalizado. Un nuevo silencio que desde el aire va depositándose sobre todas las cosas. Una reverencia al maestro. Serenidad.

El maestro da la vuelta al cojín y repite algunos fragmentos. En frente, su alumno no mueve ni un músculo. Asiente tan levemente con los ojos entornados que apenas alcanzo a verlo.

El maestro concluye y sonríe. Hace una reverencia a su alumno.

Suena un claxon. Ah, estamos en la ciudad, es verdad. Se me había olvidado. Sobra la ciudad aquí y ahora.

Después de la clase el maestro me muestra su casa. La colección de shakuhachi, las fotografías de sus maestros, ilustraciones de los “monjes de la nada”, los kumosô, esos tan llamativos de la secta fuke con la cesta en la cabeza para no distraerse absolutamente con nada. Caminar y tocar el shakuhachi, y ya está. Por un momento me imagino así. Con un cesto en la cabeza. Pero sin tocar nada. Y dando tumbos a trompicones de aquí para allá.

Al salir de la casa del maestro ya es de noche. Algunos copos de nieve parecen materializarse desde la oscuridad hasta adquirir blancura. Son muy pocos. Quizá los primeros de la nevada que vendrá.

No hay viento y caen sobre mi cara haciéndose nada serenamente. Su sabor es frío y breve.

Boroboro. Pienso de pronto, no sé por qué. Una onomatopeya. Algo que se desmorona, algo que está cayendo, como las lágrimas o el arroz. Qué cosas tienen los japoneses… lágrimas o arroz… Recuerdo a Santôka con sus manitas lamentándose del arroz derramado…

En la serena quietud de la noche parece que los primeros copos han sido también los últimos. No hay viento. No hay nada.

Silencio.

Pienso en el verano que fue, en el que será. En el verdor recién estrenado del arroz joven.

febrero 2018

por Xaro Ortolá “destellos”

ANIMALITOS DE DIOS

Calendario oriental

 

A Grego Dávila, un ser todo bondad, un Bodhisattva de incógnito

 

cae la noche… 

la perra más pequeña 

ladra a los truenos 

 

-Xaro La, destellos

 *

El día 16 de febrero, se celebra el Año nuevo lunar del “Perro de Tierra” LOSAR. Reorganizamos pues el almanaque lunar para poder celebrar el evento aportando por consiguiente los haikus pertinentes a dicho tema.

Este tipo de astrología de cálculo de los ciclos temporales lunares, está considerado como un arte sagrado, el conocimiento de las estaciones y de los elementos permite predecir las circunstancias auspiciosas.

Los cinco Kham o cinco elementos externos: madera, fuego, tierra, metal y agua, se relacionan directamente de forma interna con los doce signos del zodiaco, aportando sus distintas características y peculiaridades de cada signo y de forma secreta, por la observación de los ciclos de la energía cósmica, que siempre ha estado implícita en la verdadera luminosidad de la naturaleza humana.

El estudio del (llamémoslo) milagro de la naturaleza y sus ciclos: flores de ciruelo en primavera, calor en verano, caquis en otoño, nieve en el invierno… tienen un tiempo que corresponde más o menos a lo calculado. La naturaleza (no manipulada) en su pureza intrínseca se guía libremente por todos esos elementos climáticos tales como las lluvias, la sequía, el calor o el frío, la nieve o el deshielo…etc. No es de extrañar pues que haya haikus donde aparecen kigos de distintas estaciones, porque la naturaleza lo establece de esta manera y el haijin lo recoge con completa autenticidad (así debería de ser) como buen notario. ¡Cuánta responsabilidad!

En este haiku de Sampû (discípulo de Bashô) encontramos todas las estaciones aconteciendo simultáneamente en el mismo tiempo con una deliciosa sincronía.

Flor de cerezo,

cuco, luna, nieve…

y acaba el año

-Sugiyama Sampû (1647-1732)

Flor de cerezo: primavera.
Cuco: verano.
Luna: otoño.
Nieve: invierno.

 

PERRO

16 de febrero 2018

“Año del Perro de Tierra”

Perros, perritos, perrazos

Queridos compañeritos de camino, protectores terrenales, bonachones, fieros, cariñosos, pesaaaados, juguetones, gruñones, saltarines, dormilones…

 *

Perro de fuego

 Echado el perro

al resol de la siesta,

se lame el pene.

-Juan Francisco Pérez “Raijo”

 

Perro de tierra 

Luz de las brasas.

En las uñas del perro,

barro incrustado

– María Victoria Porras “Mavi”

 

Perro de hierro

Tarde estival,

las caricias del niño

al perro muerto

-Félix Arce “momiji”

 

Perro de aire

Cada día

camina más despacio…

la perra ciega

José Julio Sastre “Unsui”

Perro de agua

Perro en la hierba.

El rocío brillando

sobre su hocico.

-Susana Benet “Palmira”

 

Perro de madera 

juego de niños:

un perro se une, aunque

no entiende nada

-Fructuoso Soriano ”Frutos”

 

¡FELIZ AÑO DEL PERRO DE TIERRA!

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