Entrega nº 14. 26 de mayo

Han pasado seis o siete años desde que estoy postrado en la cama, enfermo, y desde hace dos años he renunciado por completo a las salidas, incluso a las que pude hacer en carro chino, que tal vez podrían haber sido dos o tres al año, no sé. No puedo así conocer, ni siquiera un poco, el nuevo aspecto de Tokio, que, por lo que dice la prensa y mis visitantes, cambia a gran velocidad. Lo sé por ellos, porque ver algo por mí mismo, está fuera de mi alcance. Estas son algunas de las cosas que no he visto, y he quedado con ganas de hacerlo:

* imágenes en movimiento

* carreras de bicicletas y otras acrobacias

* los leones y avestruces de la Reserva Zoológica de Ueno

* el acuario de Asakusa

* lo primates y nutrias que pusieron en el Jardín Botánico de Asakusa

* lo que queda después de retirar los escombros de las ruinas de un puesto de Guardia quemado

* la estatua del Señor Kusunoki, en Marunouchi

* el teléfono automático y los buzones postales color bermellón

* las cervecerías

* las danzas de mujeres con sables y el teatro occidental

* undôkais (demostraciones deportivas) femeninas en pantalones marrones

Y no tengo el tiempo libre para continuar mi enumeración

 

                   … notas de las fuentes y comentarios propios

 

– Los carros chinos en español, pousse-pousse en francés, Rickshaws en inglés, y Jinrikisha en japonés, fueron inventados, al parecer, en 1868, por un samurái de Kioto que quedó parapléjico y quería viajar sin tantos movimientos como ocasionaba el tradicional uso de los palanquines. Su uso disminuyó desde los años 20. Shiki, aunque estaba enfermo, todavía podía haber hecho algunas salidas en estos carros entre 1896 y 1900.

– Las primeras sesiones de cine tuvieron lugar en Japón en 1896 en Kobe, y luego en Tokio en marzo de 1897. La primera sala usada como sala de cine, fue el Tokyo Kabuki-za, inaugurado en junio de 1899.

– Las primeras carreras de bicicletas japonesas tuvieron lugar en Yokohama en julio de 1895.

– El zoológico de Ueno se inauguró en 1882 y es el más antiguo de Japón.

– El acuario de Asakusa, fue inaugurado en octubre de 1899, por iniciativa privada.

– El Jardín Botánico de Asakusa, conocido como el Asakusa Hanayashiki, fue inaugurado en 1853. Fue el primer jardín botánico de Japón y se convirtió en un parque de atracciones en 1947.

– El castillo de Shogun en Edo se quemó en 1873. Luego, con el tiempo, también, una serie de treinta y seis de sus puestos de guardia (llamados mitsuke). Sin duda, Shiki alude a la destrucción de uno de ellos, el de Ushigome, que tuvo lugar en 1902.

– Se decidió erigir una estatua de bronce de Kusunoki Masashige (1294-1336), famoso general del Periodo de las Dos Cortes, en 1890, pero no se completó hasta 1896, y se erigió finalmente en Marunouchi, en 1900.

– En Japón, a principios de la década de 1870, y por iniciativa de Maejima Hisoka (1835-1919), se introdujo un sistema de correo postal nacional eficaz, creado según el modelo inglés, con unos característicos buzones bermellón.

– El comienzo de las llamadas “salas de cerveza” o cervecerías, en Japón, se puede fechar en julio de 1897 en Osaka, y en 1899 en Tokio.

– Las danzas con espadas que comenzaron a principios de la era Meiji se hicieron cada vez más populares, hasta el punto en que incluso en aquella época, las mujeres comenzaron a practicarlas (a veces incluso reemplazando la espada con un abanico).

– El desarrollo de los lazos occidentales-japoneses en teatro parece que llamó la atención de Shiki. Kawakami Otojiro y la compañía de Sada Yacco tuvieron gran éxito en Europa entre 1899 y 1902. Por otro lado, en 1901 se publicaron las obras de Ibsen en japonés.

– El undōkai, es un típico festival deportivo japonés que se celebra en las escuelas. La primera «reunión deportiva» (undo-kai) celebrada en Japón fue el 21 de marzo de 1873, organizada por un profesor de inglés de la Escuela de la Armada. Este tipo de demostración se generalizó en las escuelas masculinas desde la década de 1880, y luego en las escuelas femeninas casi a fines de siglo, con el desarrollo de la educación superior.

ENTREGA Nº 13. 25 DE MAYO

Al final de su carta, Koshû me escribe: “Siento mucho haber permanecido tanto tiempo en silencio, pero, a decir verdad, imagina el inmenso dolor que es para mí recordar el momento de nuestro viaje a Shinagawa, cuando apenas teníamos aquel pequeño farol, y ahora, estás ahí, postrado en tu cama de enfermo”.

Este episodio del pequeño farol, permanece continuamente en mí y me resulta absolutamente imposible de olvidar; pero cuando compruebo que Koshû, que tiene mucha experiencia en ese tipo de situaciones, todavía se acuerda de él, me confirma que, sin duda, el acontecimiento posee un encanto singular.

El hecho de que alguien se recueste y vuelva a contar aquellas buenas historias del pasado, aunque sea un enfermo carente de cualquier atractivo o seducción, que habitualmente cuenta solo sus infamias, no le quita nada de chispa a la historia.

Aquel episodio tuvo lugar en primavera, a finales de marzo del año 27 de la era Meiji, creo recordar. Por supuesto, no podía imaginar ni por un segundo que, cuatro meses más tarde, estallarían los resplandores y truenos de grandes fuegos de guerra sobre Corea.

Convencido por Koshû, un quejica caprichoso que no paraba de protestar, y firmemente convencido de que la paz reinaba en nuestro mundo, pensé en pasar un domingo en el parque Ômiya, y tras salir hacia allá, como los cerezos aún no estaban en flor, nos dimos la vuelta y nos detuvimos en Meguro, en un establecimiento que se llamaba, creo, “El Ryokan de las Peonías”. Mientras esperamos, estirando un poco las piernas, una joven de 16 o 17 años, vino a servirnos los brotes de bambú de arroz que habíamos pedido, sin levantar la vista del suelo.

En su cara, rebosante de gracia femenina, flotaba también algo de ingenuidad, y su gentileza…, no parecía apenas perturbarse por estar en un establecimiento como ese, y ejercía sobre la gente un encanto extremo, por lo que, sin decirle nada a Koshû, me percaté de que mi corazón se aceleraba. Creo que él también sentía lo mismo, y cuando ella nos trajo un farol, él le dijo: «¿No nos acogerías una noche en tu posada? Pero ella respondió con frialdad: «Es absolutamente imposible», y Koshû, que ya lo sospechaba, no intentó entablar negociaciones, sino que guardó silencio.

Luego nos sumergimos en una agradable conversación y, de forma inesperada, él sugirió volver a caminar: “¿Regresamos a Shinagawa? Como no está demasiado lejos, ¿caminamos?”. Inmediatamente acepté la atractiva propuesta y ambos estuvimos de acuerdo en irnos. Como la noche era muy oscura, la joven encendió una pequeña lámpara portátil, un farol, y nos acompañó afuera. «¿Cómo vamos a Shinagawa?», le preguntamos, y ella dijo: «¿A Shinagawa? Encaminaos hacia la izquierda, y más adelante, girad a la derecha … esperad, ¡os pondré sobre el camino!», y ella tomó la iniciativa con un paso rápido, llevando la pequeña lámpara. La seguimos más de cien metros y llegamos a una especie de esquina con un desvío entre los matorrales, en medio de la nada: «Si atravesáis los arrozales, no podéis equivocaros, solo hay un camino», dijo ella, dándonos su pequeño farol. Se lo agradecimos y nos dispusimos a marchar. Al poco oímos: «¡Un momento!» Y se volvió, corriendo unos diez metros, mientras estábamos allí, titubeando, sin entender muy qué pretendía. Llegó hasta nosotros y, mirando dentro del farol, introdujo una pequeña piedra. Luego dijo ¡adiós, buen camino! Y con estas palabras desapareció en la misma oscuridad por la que había venido.

El encanto de ese momento…, ese pequeño camino, bien al final del campo, bien en medio de la espesura…, yo, con mi pequeño farol en el corazón de la oscuridad, y esa hermosa chica… su pequeña piedra… todo, todo eso, sigue vivo en mí hoy todavía, y así, aunque a veces me atormente sobre mi cama de enfermo, nunca podré olvidar la magia de aquel momento.

Luego, Koshû y yo, frente a un viento helado de primavera, en plena noche, caminamos y caminamos a través de los campos de arroz a Shinagawa. La ciudad había sido medio destruida por un incendio, pero las llamadas casas de placer, continuaron su actividad en lo que llamaban barracones temporales, ofreciendo un espectáculo inusual. Como el propio nombre de «barracones temporales» le gustó mucho a Koshû, se puso a observar discretamente a través de las ventanas de bambú a las chicas de ese submundo, que se hacinaban unas contra otras, rodillas contra rodillas, dentro de una pequeña cabaña rodeada de esteras de paja. Mientras, yo estaba quieto detrás de él, algo distraído, y de repente una llama alcanzó mi mano y me sorprendí. Bajé la cabeza y descubrí que la vela del farol que llevaba en mi mano, se había quemado por completo y su fuego había alcanzado el marco mismo, de manera que algunos fragmentos de ese pequeño farol comenzaron a arder y a soltar chispas.

unas cabezaditas…

es breve la noche de primavera

en el Hostal de las Peonías.

(Utatane ni / Haru no yo asashi / Botan-tei)

 

Noche de primavera,

al salir del hostal

un pequeño farol.

(Haru no yo ya / Ryôri-ya o deru / Kochôchin)

 

Noche de primavera.

Sin blasón alguno titila

un pequeño farol.

(Haru no yo ya / Mumon ayashiki / Kochôchin)

 

                   … notas de las fuentes y comentarios propios

 

– Kazuo Kojima (1865-1952), más conocido como Koshû, fue un periodista que colaboró ​​con el mismo periódico que Shiki, el Nihon. Estuvo en la parte continental para cubrir la guerra sino-japonesa de 1894-1895, al mismo tiempo que Masaoka Shiki. Posteriormente, comenzó una carrera política.

– El reconocido escritor Ryûnosuke Akutagawa afirmaba en la revista Byôchû Zakki, (1927): «No me canso de leer y releer la historia del pequeño farol, en una cama de enfermo seis pies de largo”. Era un artículo titulado “Notas dispersas de un enfermo” y fue apenas escasos meses antes de su muerte.  Akutagawa, frecuentaba la casa de Natsume Sōseki, discípulo y cuidador de Shiki, quien ejercería en él una notable influencia.

– El año 27 de la era Meiji, es 1894.

– Japón envió tropas a Corea en junio de 1894, y en julio tuvo lugar la primera batalla naval con la China de la dinastía Qing. El tratado de paz, consagrando la victoria de Japón, sería firmado en abril de 1895. Desplazado en el continente como corresponsal de guerra, justo antes del final de las hostilidades, Shiki cayó gravemente enfermo durante su viaje de regreso, en mayo. A partir de ese momento, su salud irá disminuyendo. Aquí relata uno de sus últimos viajes felices.

– El parque Òmiya está en las afueras nororientales de Tokio (Saitama). En la actualidad tiene un museo de Bonsáis con 6 de los viveros más importantes de todo Japón. También tiene en su interior un santuario sintoísta, el Santuario Hikawa.

– Meguro es un viejo barrio al este de la capital. Reconstruido en 1947, es uno de los 23 barrios especiales que conforman la ciudad de Tokio. Poco podía pensar Shiki que, unas décadas después, el lugar sería también visitado pero por su moderno parque, con sabor al Japón tradicional, llamado Meguro Sky Garden. Está preparado para disponer de flores aromáticas las 4 estaciones del año y desde él, se alcanza a ver el monte Fuji.

Un Ryokan es un tipo de alojamiento tradicional japonés que originalmente se creó como albergue u hostal, para hospedar visitantes a corto plazo. Hoy se utilizan como hospedajes de lujo para visitantes, sobre todo occidentales. El gran haijin Eizô Yamamoto (1758 -1831), tomó el nombre de estas modestas hospederías: Ryokan. Él escribió:

al irse el ladrón,

se llevó todo menos

la luna desde la ventana.

Shinagawa fue una ciudad y hoy es un barrio que se encuentra al sur de Tokio, otro de los llamados 23 barrios especiales de Tokio. En él nacieron la Emperatriz Michiko, y del director de cine Akira Kurosawa.

– El hecho de introducir piedras en los faroles portátiles, era para estabilizarlos cuando no estaban bien compensados.

LUZ DE PALABRAS PARTE 4: TIERRA

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tarde de viento:

apenas un recuerdo

en el camino

Coriolano González Montañez

piedras quebradas

con aristas agrestes

siguen sin lluvia

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

sobre la tierra

apenas unos trazos

¿quién dejó huellas?

Coriolano González Montañez

varios colores

se extienden por el cráter

desde el origen

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

entre la niebla

por más que miro y miro

solo montañas

Coriolano González Montañez

el mar de nubes

avanza entre las cimas

sin alcanzarlas

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

como una flor

esta roca se yergue

y se marchita

Coriolano González Montañez

las viejas toscas

marcan el horizonte

sin detener el viento

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

la sequedad:

las raíces del pino

buscan la tierra

Coriolano González Montañez

una raíz,

para encontrar la tierra,

crece sin ruido

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-Fotografía: Grettel Kegel Zamora

tierra reseca:

las raíces quedaron

al descubierto

Coriolano González Montañez

en el bosque húmedo

un ramo de raíces

aferra un árbol

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

sobre la arena

las huellas se entrecruzan:

no hay caminos

Coriolano González Montañez

el viento cruza

el rumbo de las dunas;

hoy ya no hay sendas

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

solo las dunas:

¿qué queda más allá

del horizonte?

Coriolano González Montañés

infinidad

de arena hasta los cielos

¿dónde hay desierto?

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 3: FUEGO

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

tras los matojos

las laderas quemadas:

no queda nadie

Coriolano González Montañez

brotan espigas

en la ladera oscura

de las cenizas

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

después del fuego

otra vez ramas verdes:

mares de nubes

Coriolano González Montañez

el árbol negro

sin hojas y sin nidos,

no tiene sombra

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

cuatro agujeros

al sol del mediodía

erosionados

Coriolano González Montañez

el risco rojo

asoma su lava acre

entre la sombra

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tierra quemada:

unos pequeños cráteres

desperdigados

Coriolano González Montañez

laderas ásperas

enfrían por la noche

su lava pétrea

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

en el desierto

también en los senderos

plantas de espinos

Coriolano González Montañez

el sol de estío

caldea hierbas y arbustos

en púas grises

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

escalofrío:

hogueras de San Juan

entre la arena

Coriolano González Montañez

noche de brasas

y vuelos de andoriñas:

llega el solsticio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

piedras volcánicas:

a lo lejos la sombra

de la montaña

Coriolano González Montañez

inmensidad

de lavas y cañadas

¡ojos pequeños!

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

sobre la arena

varias rocas dispersas

¿dónde el volcán?

Coriolano González Montañez

una llanura

de lava rota y fría

hasta el silencio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 2: AIRE

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

el viento arranca

las hojas de los árboles:

manto de ramas

Coriolano González Montañez

Vientos alisios

dispersan hojas secas

de árboles fríos

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-Fotografía: Grettel Kegel Zamora

viento de otoño:

las hojas se columpian

y no se caen

Coriolano González Montañez

la brisa agita

el vuelo de las hojas

hasta el final

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tela de flores:

movida por el viento

muestra la tierra

Coriolano González Montañez

se alza aire cálido

con murmullo de telas:

viento de sur

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

pareo al viento:

los colores se mezclan

y se confunden

Coriolano González Montañez

un viento nuevo

agita lo que encuentra:

el equinoccio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velun

la ola rompe

contra el acantilado:

¡cómo salpica!

Coriolano González Montañez

ecos de rocas

y estallidos de espuma:

regresa el viento

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velun

serenidad:

ahora el charco refleja

otros océanos

Coriolano González Montañez

el charco limpio

tiene el color del cielo

sin tocar nubes

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

nubes de lluvia:

caen las primeras gotas

sobre mi rostro

Coriolano González Montañés

el viento esparce

el salitre de la ola:

olor a mar

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

en esta tarde

solo el viento y el mar

son compañía

Coriolano González Montañez

las brumas frías

acercan la tormenta:

mar sin azul

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 1: AGUA


Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

la bajamar:

posado entre los charcos

un zarapito

Coriolano González Montañez

marea baja;

susurra entre las grietas

un trinador

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

anochecer:

las olas detenidas

bajo la luna

Coriolano González Montañez

el agua brilla

por todo el horizonte:

desciende el sol

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

este madero

que las olas arrastran

¿de dónde viene?

Coriolano González Montañez

flota un madero

desde mares remotos

hasta esta orilla

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

algas y piedras

arrastran los dibujos

de otras orillas

Coriolano González Montañés

algas y piedras

derramadas por olas;

todo es distinto

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

gotas y espuma

bullen en los rompientes:

un microcosmos

Coriolano González Montañez

la marea alta

cubre con sus espumas

las rocas negras

Fátima Martín Rodríguez

—….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

estos burgados

cruzando sus caminos

trazan mapas

Coriolano González Montañés

sendas de arena,

deslizan los burgados

con sed de mar

Fátima Martín Rodríguez

 

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

el saladar:

los límites del agua

desaparecen

Coriolano González Montañez

el mar de alisios,

en la costa bermeja,

borra los pasos

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

quietud del agua:

apenas una sombra

entre los médanos

Coriolano González Montañez

la brisa ondula

el charco de la orilla:

la luna asoma

Fátima Martín Rodríguez

 

LUZ DE PALABRAS: PRESENTACIÓN

Luz de palabras

Luz de palabras es un proyecto que trata de mezclar en una misma obra la simplicidad y belleza del haiku (poema japonés) con la transmisión de la imagen a través de la fotografía.

La obra intenta reflejar la similitud de ambas ramas artísticas; ambas encuadran un acontecimiento que llama la atención sobre el artista para transmitirlo ya sea a través de la imagen o de las palabras.

Un haiku es un poema breve de diecisiete sílabas en las versiones occidentales, que suele estar organizada en tres versos. El haiku no tiene título ni rima en japonés y destaca por su simplicidad. Es una forma poética predominantemente sustantiva, de expresión sencilla y concisa.

En cuanto al contenido, el haiku refleja lo que está sucediendo en este lugar, en este momento. El poema suele tratar de la naturaleza, de la realidad y de lo percibido por los sentidos. Es una apreciación directa de un acontecimiento, a menudo trivial, que llama la atención del poeta, el cual lo espiritualiza y eleva por encima de su pequeña trascendencia.

Justamente por “encuadrar” un acontecimiento que llama la atención al poeta, es por lo que el colectivo de fotografía ha querido “encuadrar” o “enfocar” a través de imágenes, a modo de haiku. De ahí la similitud entre las dos ramas artísticas y el objetivo del proyecto.

De este modo, en primer lugar, las fotógrafas han capturado a modo de haiku un acontecimiento real, basado en la naturaleza canaria, un suceso acontecido en ese instante que le llama la atención. Posteriormente, los poetas han reinterpretado ese instado fotografiado a través de un haiku.

Los autores han querido desarrollar y estructurar el proyecto continuando con la estética japonesa. Para ello han dividido la obra en los cinco elementos tradicionales japoneses: agua, tierra, aire, fuego y vacío. Así, cada elemento descrito contendrá la visión tanto del escritor como del colectivo fotográfico de dicho elemento japonés.

 -.-

La luz de la palabra enfocar el instante

a través de imágenes y haikus

 de Fátima Martín Rodríguez

  

Haikus de Coriolano González Montañez y Fátima Martín Rodríguez

Fotografía de Colectivo Coordenada 7

 Luz de Palabras titula una experiencia de presencia y conmoción, la huella de un acontecimiento y su instante, contemplar lo encontrado y ser consciente de ello sin fantasía ni arquitectura. Capturar un instante y su esencia desnuda en un rastro que talla una imagen y unas palabras: la grafía de la luz, y recíprocamente, la luz de palabras. Este es el desafío que se planteó el Colectivo de fotografía artística Coordenada F7 (Grettel Kegel Zamora, Fátima Martín Rodríguez, Yaël Elejabeitia Velu y Victoria Badía Fernaud) y el poeta Coriolano González Montañez al tratar de aunar en una misma obra artística la simplicidad y la belleza del haiku con la transmisión de la imagen a través de treinta y dos imágenes y sesenta y cuatro haikus.

El elemento decisivo que se capta es una vivencia instantánea que al percibirse deben acallar los pensamientos y las explicaciones. Después será expresado a través del haiku y de la fotografía sin artificio, buscando el mundo tal como es. Sin embargo, la percepción más depurada siempre será alterada por la subjetividad. Se trata de mostrar la naturaleza, no de explicarla, pero a su vez la conmoción del artista encuadra porciones de un acontecimiento bajo el influjo de una selección y de una elección personal.

Por “encuadrar” un acontecimiento que llama la atención al artista, es por lo que el Colectivo de fotografía Coordenada F/7 ha querido “encuadrar” o “enfocar” a través de imágenes, a modo de haiku. De ahí la similitud entre las dos ramas artísticas y el objetivo del proyecto. Los haikus, a lo largo de la historia, se acompañaron de pinturas haiga, imágenes del espíritu de los monjes zen. Poema y pintura se integraban en una única composición. Es fácil encontrar una estrecha correlación entre haiku y fotografía y por tanto, resulta natural entonces agrupar poema e imagen en un mismo espacio expresivo.

El proceso creativo de ambas artes tiene similitudes: la percepción del acontecimiento es un momento haiku que impresiona los sentidos del poeta tal como impregna la mirada del fotógrafo y la luz, el sensor de la cámara fotográfica. El paso siguiente depura la experiencia, selecciona los elementos esenciales como el revelado separa las luces de las sombras en la imagen, y la impresión de esta imagen en su soporte expresa lo vivido como los versos que componen el haiku.

Luz de Palabras ha recorrido este camino creativo en un territorio singular, las Islas Canarias, islas volcánicas abrazadas por el Atlántico y acariciadas por los alisios y la calima. Por tanto, su naturaleza es la protagonista de esta obra artística y se reivindica un reencuentro con ella, con el paisaje desapercibido al que da la espalda los tiempos contemporáneos. De este modo, en primer lugar, los fotógrafos han capturado a modo haiku un acontecimiento real en la naturaleza canaria y los poetas han reinterpretado ese instante fotografiado, a través de un haiku literario.

Los autores han querido desarrollar el proyecto bajo la brisa de una estética japonesa, en un homenaje a la cultura que ha originado este modelo poético. Con esta intención, se han orientado las imágenes hacia una verticalidad que trae el aroma de la disposición característica de las ilustraciones niponas. Otro aspecto que acerca la obra a la civilización del sol naciente ha sido la división de esta en los cinco elementos tradicionales de este país oriental: agua, tierra, aire, fuego y vacío. Así, cada uno contiene la visión del escritor y del fotógrafo de dicho elemento japonés. Tales elementos se vinculan y son captados en la textura del territorio canario, en su paleta de colores, su flora y su fauna, su evolución y acontecer.

Los cinco elementos en el Japón se sustentan en diversas filosofías (Gogyo, con orígenes chinos, y Godai, basada en el budismo con ciertas influencias del hinduismo y que dará lugar a los “Cinco grandes”, más conocido en Occidente por el libro de Miyamoto Musashi, Gorin-no-sho (El Libro de los Cinco Anillos), en el que explica los diferentes aspectos del manejo de la espada mediante la asignación de cada aspecto de un elemento. Así, en este proyecto artístico, el equilibrio de significaciones con el entorno natural canario se ha reflejado en numerosos aspectos de sus ingredientes:

El elemento “tierra” (Chi) representa los objetos duros, los sólidos del mundo. El paisaje canario alude a su origen volcánico en sus piedras, rocas y lavas, aparecen los estratos, las grietas, los acantilados, las montañas, las arenas costeras y las dunas de la aridez. Emocionalmente, el chi se asocia principalmente con la estabilidad, la física y la gravedad. El “agua” (Sui) representa el líquido, lo fluido, las cosas sin forma en el mundo. La adaptación y el cambio aparecen en el fluir del mar atlante que baña las costas insulares, el salitre y las olas, las brumas de los vientos y sus lluvias, los charcos entre los riscos de las orillas. Ka significa “fuego” y representa a la fuerza moviéndose en el mundo. El calor, la unidad y la pasión, la motivación y el deseo aparecen en el magma creador de las islas, en el estío, el sol que seca las plantas y las tradiciones del fuego de estas islas. El “viento” (Fu) es el crecimiento, la expansión y la libertad de movimiento. Alisios y brumas de los montes, mar de nubes, brisas marinas que encienden las olas y mueven las telas o el olor a mar. Fu ofrece en la obra la respiración de las islas y su naturaleza limítrofe, de partidas y llegadas, desde y hacia los confines del mundo. Y llegamos a Ku más a menudo traducido como “vacío”, o “cielo”, el elemento primordial que protagoniza la energía, el éter, las cosas más allá de nuestra experiencia cotidiana, el espíritu, el pensamiento y energía creativa. Su importancia lo sitúa como el más alto de los elementos, entendido como el “todo”, creador de los demás elementos, origen de lo que existe, productor de la invención, del arte que llena, que ocupa, lejos de la consideración occidental que lo considera la “nada”, la soledad o la ausencia que tanto vértigo produce. Tiene, una fuerte afinidad con la poesía japonesa, en concreto el haiku persigue la plenitud de un instante en un ramo de palabras, y ofrecer al lector su unión con toda la existencia. Si esto se logra, y en esta ocasión, reforzado por la imagen fotográfica, la obra artística transforma los momentos más mundanos en algo especial. Según el zen, son estas conmociones lo que conduce a la iluminación sobre la verdadera naturaleza de la existencia. En la obra Luz de Palabras, el “vacío” ha sido el vórtice de un debate conceptual y plástico para su plasmación y se presenta en toda su intensidad con la absoluta carencia de soportes físicos, sin imágenes ni palabras, ya que el Ku es el generador de los demás elementos y se esparce en el fondo de toda la obra artística.

Cada haiku y su imagen correspondiente tienen su kigo, su estación del año, en las palabras que aluden a cada intervalo temporal, que si bien, en las antípodas orientales son conocidos los cerezos en flor, ruiseñores o sauces para la primavera, libélulas o lirios para el verano, la luna de la cosecha o espantapájaros para el otoño y los patos mandarines, ranas o granizo para el invierno, Luz de Palabras ofrece sobre este territorio atlántico, las hogueras de San Juan, la llegada de andoriñas, los alisios, el oleaje violento, los matorrales secos, el viento sur, los zarapitos en la costa, el vuelo de las hojas secas del monte y el mar en calma. Además, la paleta de colores de las imágenes con rojos caldeados, azules frescos, amarillos secos y grises agrestes, ayudan a asociar el marco estacional del instante.

Estas poesías y fotografías no solo son expresiones de la sensibilidad poética y plástica, sino de las reacciones más rotundas que se producen ante el entorno natural que nos rodea. Por tanto una invitación al que la contempla y la lee a participar de la conmoción plena que la generó.

 

Entrega nº 12. 24 de mayo

(Continúa de las entregas 10 y 11) En el centro de la undécima imagen de Bunpô se representa una pendiente rectilínea. Que sea tan rectilínea ya tiene algo de audaz. Delante de este terraplén, hay un pequeño molino de agua girando. En la parte superior de la pendiente se dibuja a un viajero, pequeño, con un sombrero de caña. Paisajes así existen, pero muy rara vez se representan en una pintura.

En la duodécima imagen de la derecha, un viajero con un sombrero da limosna a un peregrino, también con sombrero. El peregrino extiende un cacillo, y el viajero no se detiene, deja caer su limosna, girándose hacia atrás, y es lo más expresivo de cuanto está sucediendo en ese momento. Debe notarse que la acción sucede al borde del mar, junto a algunos juncos que crecen allí, y en la distancia hay uno o dos barcos: se trata de un tema de lo más común, pero se aborda de una manera bastante interesante.

La decimotercera imagen a la derecha es un dibujo de paisaje, y revela todos los conocimientos de Bunpô. La escena tiene lugar en un camino de montaña: en el centro y parte superior, podemos ver un pequeño personaje listo para pasar a la otra parte de la ladera; a la derecha del camino se encuentra un gran árbol, frondoso y alto, de varios toises de altura. El dibujo se ejecuta con un pincel rápido. Debido a ese gran árbol, este paisaje puede dar al principio algo de miedo, aunque está claro que luego emerge a salvo desde un profundo barranco y finalmente es una imagen que da sensación de bienestar.

En la decimocuarta imagen a la derecha, un entrenador de monos muestra a su animal dando vueltas a la entrada de una granja; levantando las cintas que cuelgan a modo de cortina ornamental sobre la puerta. Dos niños lo miran. Uno de ellos debe tener cinco o seis años, y el otro dos o tres. Se puede pensar que son hermanos. A ambos lados de la entrada hay tramos de esteras, donde se seca el trigo o algo así. En el lado de la casa, un pequeño seto de crisantemos. Estos crisantemos enanos dan muchas flores. Este dibujo no muestra un simple paisaje campestre exitoso, también es un lugar muy agradable.

En la imagen decimoquinta de la derecha, dos mendigos están tumbados en un lugar donde la hierba crece en abundancia.

En la decimosexta imagen a la derecha, se dibujan en gran escala la basa de un pilar de pórtico y la parte baja de una gran cryptomeria. Entonces entendemos que estamos frente a un santuario. En el lado, un ilusionista arrodillado presenta sus trucos. Se ha levantado y anudado las mangas, colocó un abanico desplegado en el suelo, tiene la mano derecha abierta ante sus ojos y esparce pequeños objetos que parecen trozos de papel. Esta es una de esas ocasiones en las que podemos decir: «Primavera del tercer mes, encanto de las flores caídas». Como el ilusionista está pintado en primer plano, no se representa a ningún espectador. Todos estos detalles, muestran una originalidad sin igual.

La decimoséptima imagen a la derecha es de dos o tres viajeros en una carretera bordeada de árboles, pero no tiene nada de especial; lo único sorprendente es que tal vez los personajes están del otro lado de los pinos.

En la imagen decimoctava a la derecha, podemos ver el Monte Fuji en el otro lado de un brazo del mar. Tampoco hay nada en particular, pero como es la última imagen de la colección, este paisaje tiene una elegancia discreta.

Para finalizar, y, en otras palabras, las imágenes de Bunpô presentan una originalidad de diseño que se reconoce fácilmente. El pincel es rápido, pero el contenido es denso. A primera vista, uno podría pensar que estas pinturas son descuidadas, pero en realidad son extremadamente elaboradas. Pintores como Bunpô son raros. Es realmente lamentable que su valor sea tan poco reconocido por el público.

 

… comentarios propios

 

  • En el dibujo de Bunpô, aparece un personaje con sombrero oriental cónico, de caña. Estos sombreros suelen ser de bambú o frecuentemente de caña de cárex (laîche).
  • El toise es una medida de longitud, equivalente a dos metros de altura. El traductor al francés optó por referir esta medida de la Francia prerrevolucionaria. En la red pueden encontrase convertidores directos del toise a medidas japonesas más comunes como el chô y el ri.
  • Hay una referencia a la cryptomeria japónica, de la que ya se explicó en una entrega anterior que en Occidente se ha incrementado el uso del término «sugi» para referirse a este árbol, denominación más adecuada que el usado antiguamente en inglés, «cedro japonés», porque el sugi no es un auténtico cedro (Cedrus).
  • La basa es la parte inferior de una columna.
  • El Monte Fuji es el más alto del país. Todo un símbolo. Considerado sagrado desde la antigüedad, su ascenso les estuvo prohibido a las mujeres hasta la era Meji.
  • Puesto que Shiki hace referencia a unos setos de crisantemos, aprovechamos la ocasión para referir una recopilación de haikus que citan dicha flor:

CRISANTEMO

El crisantemo es un signo de longevidad en la cultura japonesa, simbolizan una larga vida. La leyenda asegura que el crisantemo guarda el secreto de la vida eterna. Los japoneses adoptaron esta flor como emblema nacional e insignia de la familia imperial La planta se utiliza en momentos de celebración o de otros eventos importantes. Las flores son de diferentes colores Hay un «Festival de la Felicidad» en Japón que homenajea esta flor. Florece en noviembre.

 

BASHÔ (1644-1694)

no hay ni una mota

de suciedad, en la blancura

del crisantemo

 

muy suavemente,

se yergue el crisantemo

tras el chubasco

 

budas antiguos

en Nara… y un perfume

de crisantemos

 

sorbiendo té,

los monjes en silencio

¡los crisantemos!

 

tardas sólo un poco,

y los crisantemos en la boca

¡se han convertido en vinagre!

 

Bashô toma con alguien un sake y les han servido una tapa (sakana) de crisantemos. Con la charla dejan de “picar”, y el sabor del crisantemo se va avinagrando.

 

el crisantemo

es delgado y débil,

pero tiene su destinado capullo

 

después de los crisantemos,

a excepción del largo nabo,

no hay nada

 

KAKIMOTO TAE (1928- )

 

rodeada de crisantemos,

paso la mano por mis mejillas

que son ásperas

 

SEIFU-NI (ENOMOTO SEIFUJO) (1732-1814)

 

la mariposa es vieja,

pero mi alma

juguetea en los crisantemos

 

OTSUCHI (1808-1872)

 

un blanco crisantemo…

igual que él,

nos marchitamos.
BUSON (1716-1784)

 

tú que cultivas crisantemos…

eres esclavo

de los crisantemos

 

el blanco del crisantemo:

¡de tan precioso color

no hay otro!

 

en silencio

antes de la llegada de los anfitriones.    Ver Siguiente

las peonías

 

OSHIMA RYOTA (1718-1787)

 

sin palabras la anfitriona

el invitado

… y el crisantemo blanco

 

KOSUGI ISSHÔ ó ICHIMATSU (1652-1688)

 

vuelven mis ojos

fatigados, al blanco

crisantemo…

 

NATSUME SOSEKI (1865-1915)

 

¿quién vive aquí?

es toda una locura

de blancos crisantemos

 

Crisantemos salvajes…

Entre las hojas de mi agenda

metí una flor

 

como suena:

mi nombre es

criador de crisantemos

 

Da potrillos la yegua,

y la vaca novillos.

Crisantemos silvestres

 

Reencarnado,

¡tan feliz!

Un crisantemo en otoño

 

YASEN ( -1748)

 

algo más alto

el blanco crisantemo

en el crepúsculo

 

MIURA CHORA (1729-1780)

 

alrededor,

del blanco crisantemo,

todo es belleza

 

KOBAYASHI ISSA (1763-1828)

 

flota en el aire…

olor a orina, olor

a crisantemo

 

TAKAHAMA KYOSHI (,1874 – 1959)

 

duerme el perro

con su cabeza entre las patas…

los crisantemos.

 

TANEDA SANTÔKA (1882-1940)

 

a media noche,

me han robado un crisantemo:

el hoyo en la tierra

 

WATANABE SUHIA (1882-1946)

 

tras el cercado,

crisantemos silvestres:

luna lluviosa

 

SUGITA HISAJO (1890-1946)

 

resplandeciente,

se curva el crisantemo

bajo la luna

 

MIZUHURA SHUOSHI (1892-1981)

 

toda mi vida

se serena mirando

al crisantemo

 

TAGAMI KIKUSHA-NI (1753-1826)  Autora del famoso pergamino. Kikusha = Choza de crisantemos

 

engullendo nubes y brumas,

dispuesta a atravesar el camino

de la montaña de los crisantemos

       con otra traducción:

hacia las nubes

crisantemos en el camino –

respirar su aroma

 

Escrito junto al templo Urin (bosque de nubes)

 

RYÛNOSUKE AKUTAGAWA (1892-1927)

 

se marcha el otoño;

y empina el crisantemo

su flor entre las dunas

 

MASAOKA SHIKI (1867-1902)

 

crisantemos marchitos,

calcetines secándose en la cerca…

un día de sol

                                              con otra traducción:

se aja el crisantemo;

sobre la valla, hay tabis oreándose.

Precioso día

 

Soñando cada año

en los crisantemos

… sueño por ellos

 

OCHI ETSUJIN (1655 – 1739)

 

al lado de los crisantemos,

las florecillas rastreras del jardín

forman el cerco

 

TAKARAI (ENOMOTO) KIKAKU (1661-1707)

 

esta copa de sake,

quisiera admirarla cerca

de la flor del crisantemo

 

RYÛNOSUKE AKUTAGAWA (1892-1927)

 

pleno crepúsculo,

y aún blanquea el crisantemo

lejos del pueblo

Entrega nº 11. 23 de mayo

(Continúa de la entrega 10) La séptima imagen a la derecha pertenece más bien al género de dibujos de paisaje. Hay un pequeño camino que corre a lo largo de una colina, luego se divide en dos: un sendero continúa a lo largo de la colina a la izquierda, y el otro, cruza un puente y trascurre junto al agua. Tres pequeños personajes, que no exceden de una pulgada más o menos, animan el paisaje, si bien, no hay en realidad una necesidad particular de su presencia. No obstante, insertar este sencillo paisaje en el álbum, provoca un interesante efecto de variación.

La octava imagen de Bunpô, parece representar un alto junto al camino. Hay un palanquín en el suelo, cargado con un bonzo. Uno de los porteadores aparece con la boca llena de pasteles de arroz, que se antojan pegajosos. El otro, lleva en su boca una ristra de monedas engarzadas, las distribuye en sus manos y hace sus cuentas. A la izquierda, un hombre deja un baúl y fuma. A la derecha, un conductor de caballos coloca el equipaje en la montura: la actitud del conductor y el sentir del caballo que nota esta carga en su cuerpo, parecen apreciarse con gran nitidez.

Además, todavía hay una o dos personas más que parecen algo ocupadas. En las imágenes de Nangaku, cuando hay mucha gente, las personas tienden a aparecer agrupadas, mientras que en las imágenes de Bunpô, cuando hay varias personas, todos los personajes tienen alguna singularidad. Desde este punto de vista, también existe una clara jerarquía entre los dos pintores.

En la novena imagen, cuatro hombres portan un palanquín con viajero. El hombre que está adentro es excesivamente grande y va muy apretado. Nuevamente, no es mucho, pero tal idea llama la atención.

La décima imagen a la derecha muestra a un viajero acostado de lado, siendo masajeado. Junto a él, tiene un pequeño equipaje y un gorro para el viaje. Enfrente, un cenicero y una tabaquera. Se ha dejado una capucha puesta, está apoyado en su mano, sus ojos cerrados… parece que le gusta el tratamiento. El masajista, colocado detrás del viajero, le masajea las piernas. Solo su ojo derecho está abierto de par en par. El otro permanece cerrado, y su boca está desplazada a la izquierda. Detrás de ellos, tres faroles de papel se agrupan. Por supuesto, probablemente no estén encendidos. Tales faroles en la habitación de un viajero, demuestran que este es un albergue muy modesto.

                … notas y comentarios

  • Continuamos con esos dieciocho temas de los 18 dibujos de Bunpô, y aquí en esta entrega, comenta los cuatro siguientes: del 7 al 10.
  • Repetimos que si el lector o lectora quisiera encontrarlos directamente en el cuaderno escaneado, pueden verse en línea o descargar directamente pinchando aquí. Concretamente se hallan en las páginas 17, 19, 21 y 23.
  • Un palanquín, también llamado litera, suponía un medio de transporte que en algunas épocas jugaban el papel de los actuales taxis. En China, el palanquín se llamó Jianluan antes de la Dinastía Song y fue un medio de transporte especial en la China antigua. Jian significa “hombros” y Luan significa “carros”. Así, Jianluan se refiere a los carros cargados sobre los hombros, nombre que indica con claridad las características del palanquín y marca la diferencia esencial de éste en comparación con otros medios de transporte. El palanquín tiene unos 4000 años de historia en China. Según registros históricos, los primeros palanquines aparecieron a principios de la Dinastía Xia (siglo XXI a.C.).
  • En Japón los palanquines eran llamados Kago (駕籠). Estaban hechos de madera. Tenían una base pesada con una especie de almohadón donde se sentaba el pasajero. También solían contar con cuatro cortinas de bambú que se podían abrir y cerrar según las preferencias del mismo. Los trasladaban entre dos (a veces cuatro) personas.
  • La palabra bonzo, que se usa para llamar a los monjes budistas, procede de bonzû: 坊 , bō («habitación») y 主 , su («maestro»). Extensivamente, en nuestros días se ha hecho dolorosamente popular la palabra “quemarse a lo bonzo”.
  • Los Daifuku Mochi, son los pasteles de arroz de Japón, hecho de mochigomeもち米, un pequeño grano japonés de arroz glutinoso (también lamado pegajoso, cerulento o en perlas).
  • En oriente era frecuente entre la gente humilde, usar cuerdas para llevar cómodamente las monedas que tenían agujero, engarzadas unas a otras (en la actualidad, en Japón, tienen perforación las monedas de 5 y 50 yenes).
  • Sombrero, en japonés, es Kasa, o al menos se llama así a un tipo de sombrero tradicional del Japón muy usado en los viajes. Cuando la palabra es precedida por otra que especifica el tipo de sombrero, entonces, la se convierte en Gasa (Jingasa).

 

Décimo día. 22 de mayo

(mayo sigue siendo duro para Shiki. No hay entrega el 19, 20 y 21 de mayo)

Nota del traductor: En las entregas 10, 11 y 12, Shiki describe unos dibujos. A fin de que quien lee pueda observar lo mismo que hace más de 110 años observaba Shiki cuando escribía, se han buscado y localizado esos dibujos, y, excepcionalmente, se han insertado en los textos.

– Volvamos a los cuadernos de pintura de Nangaku y Bunpô que ya mencioné hace unas entregas. Traté allí de comparar sus respectivos méritos, pero fui criticado, con el pretexto de que algunos dibujos de Bunpô, teniendo algo de vulgar, no tienen nada que ver con los de Nangaku. Como no he visto otros trabajos de Nangaku, ni tampoco ninguno de gran formato, es difícil para mí decir claramente cuál de ellos es el mejor, pero es obvio que las obras de Bunpô muestran una imaginación mucho más rica y poseen un encanto mucho más sutil: uno puede juzgar fácilmente hojeando este libro. Sin embargo, es cierto que las obras de Nangaku muestran también una gran habilidad en la composición, la organización general y el manejo del pincel, y no hay necesidad de tratarlos con condescendencia. Es por esto que me permitiré más adelante dar mi decisión final, y yo tal vez debería contenerme al apreciar las obras de Bunpô recogidas en este catálogo, ya que está compuesto en principio por los dibujos que acompañan los poemas del viaje de Yosai, y por tanto su concepción general depende de ello, pero, sin embargo, al no estar aquí esos poemas, carezco de cierta información importante.

Lo que aparece en estos dibujos de viaje, probablemente se encuentre en la Gran Ruta del Mar del Este (Tôkai-do), que conecta a Edo con Kioto. En el cuaderno, como las imágenes que representan un concurso se dividen en dos campos, los dibujos de Nangaku siempre están puestos en el campo de la izquierda, y los de Bunpô a la derecha.

Comencemos con el primer dibujo a la derecha, que es pues de Bunpô: tres barcos pasan en primer plano y, en la distancia, cerca del horizonte, podemos adivinar un velero. Aparte de eso, ni montaña, ni tierra, ni isla … nada. La idea en sí misma ya es interesante. De hecho, no es una composición común haber puesto en primer plano la más grande de las tres embarcaciones, con una estructura de junco; y haber colocado un poco más atrás la que lleva a unos veinte pasajeros, acurrucados uno contra el otro. Un pintor ordinario necesariamente habría representado este barco con pasajeros más cerca, más o menos, al frente y centro de la imagen.

La segunda imagen a la derecha es la de una posada, tal vez el lugar de uno de los relevos, un sitio de parada en la Gran Ruta. En cualquier caso, ahí uno no se espera a ningún personaje trascendente. Tres hombres están representados. Uno de ellos rocía agua en el suelo frente a la puerta. Los otros dos tienden una cortina. Uno de ellos, en la parte inferior, sostiene un extremo de la tela; el otro, montado en una escalera, se cuelga en un lugar alto. Al pie de la escalera, unas sandalias, una escoba, un pequeño taburete y un recogedor de basura con suciedad. Estas son cosas muy pequeñas. ¿Y cuántas pinceladas tomó en total? Muy pocas. Parece que no tomó más de dos minutos para dibujar todo, y eso, no se puede lograr con métodos ordinarios.

La tercera imagen a la derecha representa un cruce: en medio de olas bastante grandes, dos “pasadores de gente” llevan a los pasajeros sobre sus hombros. Además, dibujando solo las olas y los hombres, sin nada de tierra, el pintor encuentra la manera para mostrar el río con fuerza, y desde ese punto de vista esta imagen se parece a la anterior con los tres barcos. Uno de los dos “pasadores de gente” se dibuja en un lado, el otro, detrás. Estas variaciones de formas son interesantes, pero tienes que ver realmente bien la imagen para entenderla.

Como no interpreto bien lo que representa la cuarta imagen de la derecha, me abstengo de comentar sobre ella.

La quinta imagen de la derecha se dibuja con un pincel rápido, bastante a su manera y, aunque es muy pequeña, sin embargo, se basa en un diseño extremadamente complejo. En el frente se dibuja una pequeña casa de dos metros sobre tres, con un letrero donde está escrito: moño y tonsura en media luna, por 16 mon. A través de la ventana lateral, vemos a un hombre rasurando a un guerrero bigotudo. Debajo de esta ventana, una escoba, y en el piso, junto a ella, algo así como un balde y una cubeta. Si suponemos que la ventana de la que acabo de hablar está girada hacia el este, entonces el lado contiguo, orientado hacia el norte, está ocupado casi en su totalidad por una gran pared, en cuya parte superior se abre una pequeña ventana, donde puso una maceta que debe ser una especie de campo de arroz en miniatura. Al lado de esta ventana rampa un gecko. El techo está cubierto de tejas, con algunos guijarros. Esta casa ocupa la mayor parte del frente del dibujo y está construida sobre un pequeño muro de piedra. Como esta pared tiene vista a un pequeño arroyo, en la parte de atrás vemos un pedazo de puente. Por lo tanto, si proporciona una descripción general de los lugares, debe ser un puesto de peluquería ubicado al final de un puente que cruza un río.

No solo es extremadamente atractivo, sino que solo Bunpô representa con un pincel todo un conjunto de detalles, tanto la ubicación de la casa como su estructura, sin olvidar nada. Él realmente tiene un talento increíble.

En la sexta imagen a la derecha, un guerrero tira de un caballo por el medio de una llanura con juncos chinos. De nuevo, no hay nada aparte de estas grandes hierbas, ni árbol ni dique; además, estas hierbas están más dispersas por abajo y más densas por arriba, de modo que la llanura parece vasta, siniestra y ligeramente ascendente. El guerrero y el caballo ocupan el centro de la imagen, un poco hacia arriba. No entiendo exactamente lo que representa este dibujo, pero como el caballo tiene una banda ventral y no está ensillado, uno puede preguntarse si no se trata de un caballo salvaje que un guerrero busca domesticar.

Es interesante el hecho de que él sea un guerrero, y no un palafrenero (se nota en el moño, la ropa y la espada), y también que muestra claramente la actitud brusca del caballo, asustado por el viento entre la hierba alta.

 

        … notas de las fuentes y comentarios propios

  • En la entrada del sexto día, ya hablamos de Watanabe Nangaku (1767-1813), que fue un pintor japonés, nacido en Kyoto; estudiante de Maruyama Masataka (Ōkyo); introdujo el estilo Maruyama-Shijo en Edo, donde enseñó; y de Kawamura Bunpô (1779-1821), que fue un grabador japonés del período Edo , un especialista en ukiyo-e.
  • También decíamos: “El álbum del Concurso Takurabe gafu que miraban Shiki y Kyoshi, bajo el título hoy de “Concurso de poemas locos escritos en los caminos de la costa (Kaidô kyôka awase)”, tiene dos volúmenes, incluye poemas de Yosai e ilustraciones de Watanabe Nangaku y Kawamura Bunpô. Las ilustraciones versan sobre dieciocho temas poéticos, de uno en uno, representados por cada uno de los dos artistas como si de una competición se tratara. Es una delicia, muy recomendable, y puedes verlo pinchando aquí”.
  • Shiki, comenta esos dieciocho temas de los 18 dibujos, y aquí en esta entrega, comenta los 6 (5 realmente) primeros de Bunpô que pueden observarse en el libro 2. En la siguiente entrega comenta otros 6 y en la siguiente los 6 restantes. Hemos podido localizar dichos dibujos, y se han insertado en el texto. Si alguien quisiera encontrarlos directamente en el cuaderno escaneado, pasamos a ubicarlos concretamente sobre dicho libro, que puede verse en línea o descargar directamente pinchando aquí.
  • Así, el primer dibujo que comenta Shiki, con tres barcos, puede verse en página 5 del documento referido.
  • El segundo dibujo que comenta Shiki, sobre una posada con tres hombres, puede verse en la página 7.
  • El tercer dibujo, de los contrabandistas cruzando el río cargando a otras personas, puede verse en la página 9.
  • El cuarto dibujo Shiki rehúsa a comentarlo al no apreciar el tema con claridad (página 11). Es este:
  • El quinto, de una barbería con un «gecko» en la pared, está en la página 13 del documento.
  • Y el sexto, en el que un guerrero sujeta un caballo entre las hierbas, está en la página 15.
  • En las páginas pares del pdf, pueden observarse las obras de Nangaku.
  • El traductor al francés, Lozerand, refiere la complejidad de la traducción de términos pictóricos del japonés que son muy técnicos y que finalmente traduce como: fuchi (composición) que significa la disposición de los diferentes elementos, kekkô (organización del conjunto) para la disposición, la estructura y fudetsuki (manejo del pincel) la forma de escribir o dibujar. De igual modo, ha traducido Shukô (un término fundamental de la estética de la época Edo que designa la idea original) como un truco particular con el que se trata un tema que puede ser reconocido.
  • Lo que se traduce como “pasadores de gente”, eran personas fuertes que ayudaban por unas monedas a otros viajeros más débiles a cruzar los ríos. Su labor era la de un barquero, pero vadeando el río con personas sobre sus espaldas. En ellos se vive, en parte, el mito de Caronte. Los había ocasionales, como meras personas que ante una circunstancia prestaban su ayuda puntual y solidaria, de donde surgió el conocido cuento zen de “dos monjes y una mujer”.
  • Yosai es uno de los pseudónimos del famoso escritor Ueda Akinari o Ueda Shûsei (1734-1809), autor de los reconocidos “Cuentos de luna y lluvia (Ugetsu monogatari)” y “Cuentos de lluvia de primavera (Harusame monogatari)”. Por otro lado, podemos ver los cuatro tomos originales en japonés del libro que Shiki refiere de Yosai –“Concurso de poemas locos sobre la Ruta de los Mares (Kaidô kyôka awase)”- en línea pinchando aquí. Por lo que Shiki comenta en la entrega, parece que no disponía del primer volumen.
  • Edo (estuario), ​ es el nombre que tuvo Tokio hasta 1868, año de la restauración Meiji.
  • El famoso Tôkai-dô, (Camino del Mar del Este), supuso un camino trascendental en la vida de Matsuo Bashô. Fue la más importante de las Cinco Rutas del Período Edo, conectando Edo (hoy en día Tokio) hasta Kioto, en Japón. A diferencia de la interior y menos transitada Nakasen-dō, Tôkai-dô transcurría a lo largo de la costa del mar del este de Honshu, de ahí el nombre de la ruta. Viajar a lo largo del Tokaido, fue un tema muy popular en el arte y la literatura de la época.
  • El reconocido artista Hiroshige -autor de Cien famosas vistas de Edo (Meisho Edo hyakkei, 1856-1858)-, representó cada una de las 53 estaciones de descanso (shukuba) de Tokaido en su obra “Las Cincuenta y Tres Estaciones de Tokai-dô”.
  • En cada una de las cincuenta y tres etapas que marcaron la Gran Ruta, se estableció un relevo para los viajeros y sus caballos. Una de ellas, es la que está representada en los dibujos que Shiki refiere.
  • El Mon fue la moneda de Japón desde el periodo Muromachi en 1336, hasta el periodo Meiji temprano en 1870. Co-circuló con el nuevo yen hasta 1891. El Kanji para mon es 文.
  • Un gecko es una lagarto propio de tierras cálidas. Se caracterizan porque no tienen párpados y se lamen los ojos para mantenerlos húmedos.
  • Los “juncos chinos” que aparecen en el dibujo aludido del guerrero y el caballo, parecen ser el Miscanthus Sinensis, llamado también «hierbas de pampa, susuki, suzuki y hierba de plata japonesa”.
  • La haijin Nishiguchi Sachiko (1925-) escribió:                                            suzuki en flor / la esposa, con veinte años, / y desaparecida.
  • Un palafrenero, según la RAE, es un criado que lleva del freno el caballo o sencillamente un mozo de caballos, muy numerosos por aquellos tiempos en Japón.