Octubre 2022

CONSTRUIR

Largo paseo
con Zarca sorda y vieja.
Primeros fríos.

DECONSTRUIR

¿Quién es Zarca? Quizás vaya contra el espíritu del haiku, decirlo. Sí, sería más poético dejar en el misterio la identidad de Zarca. Sin embargo, “deconstruir” es eso: una traviesa aguja que pincha la fantasía de la burbuja multicolor del poema. Por eso, hago justicia a esta sección de Deconstruir revelándolo.

Zarca es mi perra. Tiene una particularidad: un ojo de cada color. Además, tiene diecisiete años, una edad muy avanzada para su raza Pointer (adjunto foto). Ya no oye cuando la llamo para comer ni para sacarla de paseo y debo buscarla alrededor de la casa. Pero como sé que le gusta pasear todavía, la llevo conmigo estas mañanas de principios de otoño en que ya sentimos en la piel la bajada de la temperatura y los erizos de las castañas amarillean. Mi haiku es para ella.

El mes sin dioses

En el calendario lunar japonés, octubre es “el mes sin dioses” (kami nashi zuki), cuando -según un relato mítico- los kami o deidades de todo el país abandonan Ise para reunirse en Izumo y decidir las bodas del año siguiente; por eso, en el santuario y en la región de Izumo, octubre es “el mes de los dioses” (kami ari zuki), cuya presencia es acogida con todos los honores. La religión originaria, el sintoísmo, diviniza las fuerzas naturales o sobrenaturales, alentando a vivir en armonía con ellas y a mantener el culto a los antepasados. El budismo zen busca el “despertar”, la iluminación o satori, a través de la meditación y otras prácticas; un camino difícil pero abierto a todos, en un proceso que se resume así: «Antes de la iluminación, los ríos eran ríos y las montañas eran montañas. Cuando empecé a experimentar la iluminación, los ríos dejaron de ser ríos y las montañas dejaron de ser montañas. Ahora, desde que estoy iluminado, los ríos vuelven a ser ríos y las montañas son montañas».

Con el tiempo, sintoísmo y budismo se han ido entreverando e incluso diluyéndose uno en otro.  Bonchô, un poeta del siglo XVII, relaciona ya ambos mundos: “un templo zen: / caen agujas de pino, / el mes sin dioses”. El templo (con la esvástica nipona o la rueda del dharma, las puertas, las campanas y las grandes estatuas de Amida o de Kannon) se asocia más al budismo, pero el último verso de Bonchô reafirma la tradición del santuario sintoísta, precedido por el rojo encendido de los torii, las cuerdas trenzadas de papel de arroz y los perros leones guardianes, antes de adentrarse en el espacio de oración y de ofrenda, umbral del reino de las divinidades. El santuario de Ise, corazón del shinto –“camino de los dioses”-, guarda uno de los tres tesoros sagrados de Japón: el espejo que hizo salir a Amaterasu, diosa del sol, de la cueva donde se había recluido dejando al mundo entero en tinieblas… (Los otros dos tesoros son la espada -que se encuentra en el templo Atsuta de Nagoya- y la joya -custodiada en el Palacio Imperial de Tokio-).

                Octubre, mes sin dioses, sugiere melancolía y recogimiento. En el silencio de las largas noches frías, el murmullo sagrado del Gloria al Buda Amida, el nembutsu, se extiende en oleadas por el espacio infinito, como si reclamase una presencia por ausencia… Pero octubre es también la estación que evoca la serie pintada por Hiroshige a mediados del siglo XIX: “Flores de otoño a la luz de la luna”, entre ellas el clavel silvestre (nadeshiko), incluido por Sei Shônagon entre las “cosas encantadoras”, junto al rostro de un niño dibujado en un melón, los huevos de pato y también sus nidos…  Octubre es el mes de la caza del halcón, el mes del sake nuevo -vino de arroz que se ofrece como primicia a las deidades-, y el pretexto para recordar a Bashô, fallecido el 12 de octubre de 1694, que había escrito en uno de sus diarios: “¡Ay, no fui capaz de escribir un solo poema…! Sin embargo, en ese preciso momento, la luz de la luna caía en un ángulo de mi habitación, pasando por las hojas y grietas de la pared.  Al prestar atención al ruido de las aldabas de madera, y a las voces de los aldeanos cazando gamos silvestres, sentí en mi corazón la soledad del otoño y dije a mis acompañantes: ‘Vamos a beber bajo el brillante resplandor de la luna…’”

***

Octubre 2022

El dia ha aixecat cobert i la boirina humiteja l’ambient. Surto d’hora a caminar. Ahir al vespre es va albirar un estol de cigonyes, que van fer parada en el seu viatge cap a terres més càlides, i m’agradaria acostar-me. Tot i que els darrers anys han sovintejat, encara és novetat.

Em dirigeixo cap a la plana. Allà els camps ofereixen un bon espai obert. A hores d’ara, ja han estat llaurats i femats. Els grocs de la colza i els daurats del blat han deixat pas al marró de la terra, aquest matí més intens per la humitat. Alguns conreus de blat de moro encara puntegen el paisatge de verd.

La frescor matinal es deixa sentir, com les olors, que a aquesta hora semblen més netes. Al llarg del camí es barregen la dolçor del fonoll, arrasat en desbrossar els marges, amb la fortor àcida dels fems abocats als camps, l’olor de la terra molla amb la subtil olor de la boira.

matí emboirat

cargols aquí i allà

per tot el marge

També les orenetes, arrenglerades als fils elèctrics, preparen la seva marxa. Una mica més enllà, s’acosten algunes cigonyes planant de baixada. Que elegant és, el seu vol¡

M’emociona acostar-m’hi! Fins avui, sempre les havia vist a distància. Tiro cap allà, acostant-me a poc a poc, fins a agafar un rec que hi ha entre dos camps. El terra és ben moll, encara hi ha aigua de les pluges d’aquests darrers dies. Tant és. Continuo endavant, traient tan sols el cap de tant en tant, fins a arribar a uns matolls, ja força a prop.

olor de fems

claquegen les cigonyes

al camp proper

-.-

El día ha amanecido cubierto y la neblina humedece el ambiente. Salgo temprano a caminar. Ayer al atardecer, se divisó una bandada de cigüeñas, que hicieron un alto en su viaje hacia tierras más cálidas, y me gustaría acercarme. Pese a que en los últimos años se las ha avistado con frecuencia, todavía es novedad.

Me dirijo hacia el llano. Allá los campos ofrecen un buen espacio abierto. A estas alturas, ya han sido labrados y abonados. Los amarillos de la colza y los dorados del trigo han dejado paso al marrón de la tierra, esta mañana más intenso por la humedad. Algunos cultivos de maíz todavía puntean el paisaje de verde.

La frescura matinal se deja sentir, como los olores, que a esta hora parecen más limpios. A lo largo del camino se mezclan la dulzura del hinojo, arrasado al desbrozar los márgenes, con el fuerte olor ácido del estiércol vertido en los campos, el olor de la tierra mojada con el sutil olor de la niebla.

mañana de niebla

caracoles aquí y allá

por todo el margen

También las golondrinas, puestas en fila en los hilos eléctricos, preparan su marcha. Algo más allá, se acercan algunas cigüeñas planeando de bajada. ¡Qué elegante es su vuelo!

¡Me emociona acercarme! Hasta hoy, siempre las había visto a distancia. Voy hacia allá, acercándome despacio, hasta coger una reguera que hay entre dos campos. El suelo está bien mojado, todavía hay agua de las lluvias de estos últimos días. Da igual. Continúo adelante, asomando la cabeza de vez en cuando, hasta llegar a unos matorrales, ya bastante cerca.

olor a estiércol

crotoran las cigüeñas

en el campo cercano

Octubre 2022

Salgo a recorrer la primavera que se esparce por la estepa con una variedad de colores en verdes: claros, oscuros, intensos, suaves.

En este jardín entre planicies, cañadones, arenas, arcillas, rocas, pedregales sus colores se unen con el de las flores, tejen una paleta de amarillos, rosas, rojos, azules, blancos, violáceos… se mezclan, se difuminan, entre olores característicos de todo el espacio

El detalle del tomillo tan agradable, que tienta a no moverse para que la piel deje que resbale por cada centímetro; otros son acres como el duraznillo, el botón de oro,…

No podían faltar ruidos del viento que sin pedir permiso se mete entre la vegetación y cada tanto juega con la arena a formar pequeños remolinos, shhhh shhhh.

Se despiertan las voces  de  pájaros, que son música para los oídos, un  yal negro; por el suelo la viudita; de mata en mata los chingolos,  otros de lugares que no logro detectar.

También son gritos o silencios los de aves en busca de sus presas: lechuzas, halcones, aguiluchos, caranchos.

Volviendo al espacio inmediato  puedo ver el detalle de flora y fauna.

Paso corto y mirada larga

Pedregal
Rayos de sol
en los zapatitos de reina

Sobre  un molle.
El canto
del yal negro

El sol acompaña la caminata, el frescor se siente.

Regresando lleno mis sentidos con herbáceas de flores muy delicadas y que pronto desaparecen como las estrellitas, el junquillo silvestre (marancel), cerastium, y otras más duraderas como el alfilerillo, patas de perdiz, magallana, calafate,…

En una pequeña planicie las violetas silvestres muestran la belleza de sus flores amariposadas.

Octubre 2022

Haibun 37

Orbayu 3

El siguiente haibun tiene sus precedentes en Orbayu, el haibun número 15, de febrero de 2021; y en Orbayu 2, el número 26, de noviembre de 2021, a los que puedes acceder directamente clicando sobre ellos.

El amanecer se adentra en el bosque que cubre la niebla. El camino asciende la montaña.

El orbayu se hace lluvia, a veces, la lluvia se hace orbayu. Chubasqueros que se ponen y se quitan.

Los peregrinos con grandes ponchos de plástico que cubren

 las mochilas parecen animales fantásticos que salen de la niebla, en el corazón del bosque, y vuelven a ella.

Un peregrino. Todos los peregrinos. Somos siempre el mismo, un único peregrino que sale y entra en la niebla.

Nada más.

 En el amanecer, la llovizna hace visibles todas las telarañas.

Caminamos, hacemos planes para otros viajes. Hablamos, callamos. Los ciclistas, avisando con un tintineo, como criaturas de otro mundo que atravesaran el bosque, nos pasan saludando con la cabeza.

En cada rama de retama una tela y en cada hilo de la tela gotas de lluvia.

Ayer mariposas

Mojadas por la niebla

hoy solo las arañas en las telas

(Chame)

Debemos estar en lo alto de una montaña porque la niebla se espesa por momentos. Sin árboles, sin vallados.

Por un momento esta blancura que nos rodea.

Sin palabras, sin principio ni final.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El viento arrecia. Nos abrigamos todo lo que podemos. El camino por fin comienza a descender.

No sabemos a dónde hemos ascendido, no sabemos a dónde descendemos. Las arañas, qué colores tan vivos, jalonan imperturbables las veredas, suspendidas en el aire, en la nada.

La niebla se aclara un poco, el canto de un pájaro suena en alguna parte.

Apenas un trazo oscuro, un instante, golondrinas que aparecen entre la niebla. Volando a ras de la hierba. Entre las vacas que pacen sin ruido.  

Llegamos a La Espina sobre las once. En el Rincón de Vanesa un pincho y caña y café con leche. Y dejamos que las mochilas también descansen un rato.

De vuelta a la intemperie. A un lado y otro del camino los robles comienzan a perder las hojas. Caminamos. Encontramos. El veterano peregrino inglés que en español solo sabe decir  “así así…” y “fatal”.

Los caminos embarrados y encajados en el terreno, como corredoiras, nos obligan a caminar como funambulistas entre charcos que parecen estanques. Las raíces de los castaños asoman en los taludes esquivando el aire y volviendo a la tierra.

Una rana salta en el pequeño arroyo que discurre junto al sendero. Un gran abedul, con los pequeños retoños que brotan de sí, perfila la claridad más allá, en los prados. 

El albergue municipal de Tineo está descuidado y desangelado. Afuera, con una ramita de fresno limpio de las botas el barro traído de la montaña. El sol, qué hermoso. Un mirlo rebusca entre la hojarasca.

Dos señorucas vestidas de faena caminan despacio, charlando, al otro lado de la pequeña valla. Una lleva una carretilla con patatas. “La vida. Cuando empiezas a disfrutar se termina”. Su acento es campestre, hermoso.

El mirlo sigue rebuscando. El sol, su brillo, en la hojarasca revuelta.

El camino es la vida. Pienso de repente, no sé por qué. Acabará en Pola de Allande, pronto. Demasiado pronto, y sufro. Me desangelo como este lugar.

Me gustaría no desconfiar. No prejuzgar. Sé que yo, ese yo sin mí, cuando yo no estoy, no es así. Como el orbayu. Un poco frío a veces. Un poco sin estar del todo. A veces… 

La ramita de fresno… con el barro de la montaña, me sobrecoge de pronto tirarla al suelo sin más. No sé por qué. Deseo por un momento que hubiese aquí mismo una telaraña que la recogiera. Una tela transparente como el aire, solo visible bajo el rocío de la mañana.

Remoloneamos por el pueblo hasta la hora de cenar. Café Montesol. Tranquilo y pulcro. Sándwich vegetal. La señora me pregunta si me pone un filetito. Al final el sándwich vegetal llega sin huevo y con jamón york. Me esperaba algo así. La simpatía, la empatía, de la señora alimenta algo en mí que sin pasar por la boca nutre directamente el corazón.

Al volver al albergue Tineo ha desaparecido en la niebla de la noche. Solo algunas luces, allí abajo, justo donde perdimos el camino correcto.

Sueño que sueño.

gotas de rocío

la telaraña recoge moras

desprendidas anoche

 

Félix Arce Araiz (Mômiji)
Santander (España)

Octubre 2022

Durante octubre, que es también mi mes de cumpleaños, llegan los poemas de fines de otoño al mundo del haiku. Y el de esta ocasión, como sucede a menudo en las escasas líneas que utiliza el haijin, es simple, con un toque de humor, tal vez, pero de una profundidad insospechada.

Para este haiku, Bashou se inspira en un zuihitsu ―género literario incomprendido en occidente, que yo defino como crónica autobiográfica ensayística― el Tsuredzure gusa de Kenko Houshi ―escrito entre el 1330 y el 1332― uno de los tres grandes zuihitsu junto al Makura no soushi de Sei Shonagon y el Houjouki de Kamo no Choumei. En esta obra que se compone de un prefacio y 243 pasajes, Kenko relata su vida como monje budista retirado en las montañas, junto con pensamientos sobre el budismo, la muerte y la impermanencia, aunque también incluye pasajes dedicados a la belleza de la naturaleza, o alguna anécdota jocosa.

Hoy nos centraremos en el pasaje 98, en el que habla sobre las lecciones que le dejó la lectura del Ichigon Houdan (Magníficos Pequeños Sermones), de inicios del siglo XIV. La segunda reflexión que menciona es: “Aquel con sus pensamientos fijos en el mundo por venir no debe poseer ni siquiera un pote de encurtir”; esto último se refiere a un pote de cerámica para almacenar vegetales preservados en salvado de arroz y sal. Y es este pote de pasta de salvado de arroz el que Bashou utiliza en este haiku que compuso a sus 48 años, en el templo Yoshinaka-dera.

秋の色ぬかみそつぼもなかりけり

aki no iro nukamiso tsubomu nakari keri

colores otoñales, ni un pote de pasta de salvado de arroz queda

Se dice que Bashou compuso este haiku mientras contemplaba un retrato de Kenko en Yoshinaka-dera. Queda a nuestra interpretación decidir si el significado que quiso expresar es una queja, dado que el final de la estación trae consigo escasez; si es una reflexión sobre la importancia de la frugalidad en un mundo materialista; o simplemente, un bello poema para una tarde otoñal.

Me despido deseándoles un excelente comienzo de estación, ya sea otoño o primavera dependiendo del lugar del mundo en que lean estas palabras, y que cada día les traiga un poema para confortar el alma. ¡Hasta el próximo mes!

Haiku 44

44  

これきりに徑盡たり芹の中
Kore kiri ni komichi tsukitari seri no naka

Aquí termina
el camino,
rodeado de perejil.


Desglose:

 これ [kore: este, aquí (arcaísmo)] きり [kiri: fin, termina; también significa niebla], [ni: partícula], [komichi: camino], 盡たり [tsukitari: agotar], [seri: perejil], [no: partícula], [naka: medio].

 

Comentario y notas culturales:

Con dos kanji chinos arcaicos e inusuales (徑 y 盡) se nos presenta este haiku sobrio, nítido que presenta, desde su sencillez, todo un abanico de sugerencias abiertas al lector.

 Ya hablamos, en el haiku número 17, sobre este Festival de las Siete Hierbas (七草の節句 nanakusa no sekku); el plato gastronómico por excelencia es el okayu, un tipo de arroz, que se consume para protegerse de los demonios, favorecer la longevidad y la buena suerte. Tiene un valor diurético, depurativo, tras las comidas de Año Nuevo. Las siete hierbas son: perejil japonés (seri), jaramago blanco, borriza, pamplina, lampsana, nabo y rábano. Este festival se celebraba el séptimo día del primer mes lunar y cambió al 7 de enero tras la revolución Meiji.