Septiembre 2021

CONSTRUIR

Rasca el asfalto
en mitad de la noche
una hoja seca.

DECONSTRUIR

Lo compuse la otra noche (concretamente la madrugada del 24 de agosto) al sentir el sonido áspero de algunas hojas secas, de esas que cansadas del calor al final del verano, deciden desprenderse de la rama y caer prematuramente para disolverse en la naturaleza, empujadas por alguna suave ráfaga de viento. Me conmovió su sonido, rasposo, misterioso, obstinado, que agrandaba el misterio de la noche. Y no perdí tiempo en encender la luz de la mesita de noche y pergeñar por escrito la impresión que a la mañana siguiente ordené en forma de haiku. En realidad, la hoja u hojas no rascaban el asfalto –esta es una palabra urbana– sino el suelo empedrado de la parte de atrás de mi casa de campo. Escribir, sin embargo, “empedrado” me parecía un término poco adecuado y sentía que rompía el ritmo; esa sílaba de “dra” no me gustaba nada. A riesgo, pues, de no ser fiel a la experiencia vivida, elegí el de “asfalto” que, además, me daba las cinco sílabas del primer verso.  Las mentiras de los poetas.

   Pero de lo que yo deseaba escribir en la entrega de este mes es acerca de un principio más, el sexto, de la lista de cualidades a las que, según el ideario de Matsuo Bashō, debe ajustarse el haiku.  El pasado mes fue el de inspiración poética. Hoy, toca el de resonancia o eco. Este principio, junto con el de fragancia y reflejo, son los tres que más contribuyen a hacer del haiku una verdadera poesía de la sensación, en oposición a la poesía del sentimiento o del intelecto, más favorecida por la tradición poética occidental. Los tres principios, esencialmente impresionistas,  hicieron las delicias de los poetas simbolistas y, poco después, de los modernistas de Europa y América Latina cuando, deslumbrados, descubrieron el haiku allá a fines del siglo XIX y comienzos del XX.

   La resonancia es la capacidad del haiku de crear un eco, de sugerir un sonido. Este efecto sinestésico tiene una larga tradición, creo, en muchas tradiciones poéticas del mundo. Pensemos solo en los versos tan musicales de Rubén Darío. Dicen que Virgilio se distinguía por la musicalidad de sus versos. Lo que tiene de especial la resonancia del haiku es, por un lado, su protagonismo en un poema de diecisiete sílabas; por otro, la mágica capacidad para sugerirle al oído la ausencia del sonido, el silencio.  El célebre haiku del salto de la rana de Bashō a mí personalmente me impacta no tanto por la acústica de su tercer verso (“ruido de agua”, mizu no oto), sino por el silencio que preludia el repentino salto de la rana en el viejo estanque, así como por las reverberaciones acústicas –también visuales en la superficie del agua– del sonido que lentamente va cesando hasta recuperarse el profundo silencio inicial.

    Voy a incluir tres haikus espigados de la antología de R. H. Blyth que me han parecido maravillosos por incluir en su brevedad este principio de la resonancia. Por ejemplo, este de Santōka:

Mizuoto to                                              Acompañado

Issho ni sato e                                        del sonido del agua,

Orite kite                                                 bajé a la aldea.

¡Qué sencillez de poema, y qué buena compañía la del poeta!

Los otros dos son de Buson. El primero también tiene como escena la noche, esa mágica bóveda que amplifica cualquier sonido.

Yomosugara                                 Toda la noche    

Oto naki ame ya                          sin un sonido, excepto

Tane dawara                                la lluvia en la paja

“Paja” es la traducción libre de los sacos de la cáscara del arroz que los campesinos dejaban en los arrozales al final del verano.

O este magnífico de un ciervo en un día lluvioso:

Mi tabi naite                                   Baló tres veces

Kikoezu narinu                              y ya no se le oyó más,    

Ame no shika                                 al ciervo en la lluvia.

Dice Makoto Ueda que la resonancia se presenta cuando el ánimo del poema se encuentra más activo, inquieto, mientras que la cualidad de fragancia –de la que escribiré en mi próxima entrega– tiene como objeto una atmósfera en profundo sosiego. No hay, pues, contradicción entre ambos principios. De hecho, el ruido de la hoja seca no me hubiera llamado la atención de no haber sido por la calma profunda de esa noche de agosto.

 

Audios Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba

De tarde, en la granja / todas las vacas comiendo / menos una

Marlon Guerra Chinea. Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba.

 

 

En la orilla del mar, / frente a las olas / recibiendo la brisa fresca

Melissa Guerra Chinea. Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba.

 

 

El cuadro de mi abuela / se menea con el viento / el Día de primavera

 Melissa Guerra Chinea. Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba.

Iluminaciones

El satori o iluminación puede llegar a través de mil caminos. Así se afirma en “La barrera sin puerta”, un texto clásico del budismo zen escrito en el siglo XIII por el maestro chino Wu-men Hui’hai, pero hay que cruzar esa barrera, apaciguando la mente alocada y discursiva, creando un espacio vacío donde pueda expresarse -o, mejor dicho, experimentarse- lo inefable. Un viejo maestro, Nan-chüan, marcó para siempre el norte del Zen: «Tu mente ordinaria: ése es el camino». La sonrisa del discípulo ante la flor que le mostraba el Buda en silencio fue el signo de que había comprendido, y a él le transmitió el más precioso, espiritual y trascendental de todos los tesoros, la Verdadera Ley que carece de nacimiento y muerte. Otras veces, el «satori» llega a través del murmullo de un arroyo, al contemplar la estrella de la mañana o al escuchar el golpe de un guijarro contra un bambú… La poesía en general, y el haiku en particular, es uno de esos caminos, como nos recuerda Octavio Paz comentando el célebre poema de Bashô sobre las cigarras: “El pasaje no puede ser más nítido. Mediodía en un lugar desierto: el sol y las rocas. Lo único vivo en el aire seco es el canto de las cigarras. Hay un gran silencio. Todo calla y nos enfrenta a algo que no podemos nombrar: la naturaleza se nos presenta como algo concreto y, al mismo tiempo, inasible, que rechaza toda comprensión. El canto de las cigarras se funde al callar de las rocas. Y nosotros también quedamos paralizados y, literalmente, petrificados. El haiku es satori”. Lo mismo puede decirse del haiku más famosos y más comentado del maestro japones, el del “viejo estanque”: “En la primera línea -escribe Paz- encontramos el elemento pasivo: el viejo estanque y su silencio. En la segunda, la sorpresa del salto de la rana, que rompe la quietud. Del encuentro de estos dos elementos debe brotar la iluminación poética. Y esta iluminación consiste en volver al silencio del que partió el poema, sólo que ahora cargado de significación. A la manera del agua que se extiende en círculos concéntricos, nuestra conciencia debe extenderse en oleadas sucesivas de asociaciones…”

                Este “sabor de zen” -compartido por otros “caminos” de perfección, como el sumie, el ikebana o el kiudo– se intensifica -a veces, de manera paradójicamente sutil- en los jisei no ku o “poemas de adiós”, una tradición de la poesía japonesa, especialmente entre los monjes y los samuráis. El ejemplo más intenso es el “cero” de Shisui (1725-1769): “En sus últimos momentos, los seguidores de Shisui le pidieron que escribiera un poema a la muerte. Cogió un pincel, pintó un círculo, tiró el pincel y expiró”. Un anónimo condenado a muerte espera seguir escuchando al cuco en la otra vida; Kaisho guarda por última vez en su kimono la piedra de tinta; Kari se entristece al ver cómo las flores de cerezo se transforman en nubes que vienen a saludarle (para escoltarle -según la tradición budista- al más allá); Kasenjo (que fue geisha antes de hacerse monja) percibe en el fragor del mar “abismos de frío inconmensurable”; Kizan se pregunta quién cuidará el crisantemo cuando él se haya ido; Renseki confiesa que ya limpiado el espejo de su corazón y ahora refleja la luna; A Uko el canto del ruiseñor le hace olvidar su edad; Tomoemon, actor de kabuki, escucha una melodía y se ve entrando a escena en otro escenario… Ginko ve que su vida se funde como la nieve de primavera; Choshi ve un  pájaro migratorio tomando el camino del oeste hacia el paraíso de la Tierra Pura. Y Kigen se asombra, a sus 71 años, del tiempo que ha durado una gota de rocío… Iluminaciones que evocan otras más cercanas: las de nuestros místicos, las de Rimbaud, o el poema “Matina” de Ungaretti, brevísima impresión captada en Santa Marí La Lonja el 26 de enero de 1917:

                “M’ilumino
                 d’inmenso”

***

Septiembre 2021

Rompen las olas
contra el acantilado.
Sol de poniente.


Se pone el sol.
Varadas en la arena
las posidonias.
 

Arribazones
de posidonias. De improviso
salta un pez.


Banco de peces.
Ribeteada de espuma
la orilla.

Corre en la orilla
un cangrejo a esconderse
entre las rocas.

 En el pedrero
una estrella de mar.
Sube la marea.

Pleamar.
Escarban en la arena
las gaviotas.

Llega de la isla
el graznar de las gaviotas.
Olor a jazmín.

Huele a jazmín
en la calle que da al mar.
Luna casi llena.

Reflejos de luna
en las olas. Entrechocar
de guijarros.

Playa de chinarro.
Surca un velero
la mar en calma.

Mar sin olas.
El vaivén de las algas
bajo los destellos.

 

Septiembre 2021

Yûyake ga umi ni hikari o atsumeteru

La puesta de sol
ha juntado toda la luz
en el mar

Niño japonés de 11 años

                 La profesora  Mayra Rosa Soris Santos nos comparte en esta nueva entrega,  la tarea que lleva adelante con el Taller de iniciación de Haiku: “Haijines del Sol Naciente” para niños de 7 a 10 años de Santa Clara, Villa Clara,  Cuba.

Así nos lo cuenta:

           Desde hace algún tiempo me rondaba la idea de realizar un proyecto de haiku con niños. Vivo en un lugar donde la poesía japonesa no es muy conocida, no puedo concebir que ese sendero tan fabuloso sea casi virgen en esta región. El haiku se tiene que divulgar, el haiku cambia la vida, me ha cambiado a mí, me ha hecho mejor persona en todos los sentidos. Pero no deseo quedármelo, quiero compartirlo, que mis coterráneos también amen el haiku y conozcan sobre Basho, Buson, Issa, Shiki, Onitsura, Santoka, Vicente Haya…, que desde hace cinco décadas escritores cubanos cultivaron este tipo de poesía. Y quien mejor que los niños  con su inocencia y espontaneidad para que me secunden a traer  el haiku a Santa Clara.

            Con esta idea surgió el Taller de Iniciación del haiku  con la participación de cinco pequeños del barrio, todos con una edad entre siete y diez años.

            A la llegada del verano abrimos el Taller, en el último momento pensé que no iba a resultar, que no se iban a entusiasmar, pero al contrario, fue maravilloso, los niños no tienen límites. Los amé al instante y ellos a mí, captaron las ideas con mucha atención y avidez. Fue un verdadero placer andar junto a ellos.

La interacción con los niños  se produjo a través de juegos, dibujos, la proyección de imágenes, recuerdos de viajes… Se Planificaron dos encuentros al mes: uno en el aula y otro en contacto directo con la naturaleza que nos rodea.

            Luego de cuatro encuentros, decidimos ponerle un nombre al taller. Les propuse algunos sugerentes, pero no, ellos eligieron a su gusto: ¨Haijines del Sol Naciente¨. Hemos formado un equipo que en cada encuentro se consolida. Me animan y a la vez me asustan porque no quiero defraudarlos jamás.

             Cuando escribían su primer intento de haiku, de pronto Marlon, el más pequeño de siete años comenzó a llorar, me quedé estupefacta…, pensé que no se sentía bien en el taller que le incomodaba estar allí, pero solo se equivocó en una palabra y no quería que le quedara mal.

            Nalia, de ocho años, entusiasta y vivaracha, comentó al término del primer encuentro: ¨¿Vamos a volver? No quiero que este taller se termine nunca, ni aunque sea viejita¨.

            Marlon, en ocasiones, se asoma al balcón de su casa observando el horizonte y le dice a sus padres: ¡Ahora que nadie me moleste, estoy viendo un haiku!

            Cuando realizamos el tercer encuentro en el Parque Infantil  Camacho, Elier  de nueve años se hizo un pequeño  rasguño en un brazo, Melissa de diez años exclamó: ¨Vamos a ver qué le pasa a nuestro amigo, somos uno para todos y todos para uno: ¡Haijines del Sol Naciente adelante!¨ Todos corrieron hacia Elier, lo consolaron y abrazaron.

            Van a verme extra clase y llevan intentos de haikus. Cuando fui escuchando sus primeros intentos a partir de unas imágenes que les mostré, me embargaba la emoción, no lo podía creer: ¡Estaban escribiendo haikus!

            Una selección Los haikus escritos por los niños del taller fueron publicados en la revista digital española: El Rincón  del Haiku. Sección del profesor Vicente Haya:

Elier Bazan Infante
Edad: 9 años
Colegio: Mártires del Moncada

Atardecer –

Todas las vacas comen,

una me mira.

*

Gorrión en la calle.

Son cuatro

las ramitas que recoge.

*

Llega la noche.

Aún de visita

en otra casa.

 

Liz Daniela Morales López
Edad: 10 años
Colegio: Ramón Pando Ferrer

Día de calor

Una mariposa

volando hacia mi

*

 Noche de estrellas,

veo una luna llena

en el mar.

 

Melissa Guerra Chinea
Edad: 10 años
Colegio: Ramón Pando Ferrer

El cuadro de mi abuela

se menea con el viento

el día de primavera

*

En la orilla del mar

frente a las olas

recibiendo la brisa fresca.

 

Otros haikus:

Jason Espino Gutiérrez
Edad: 7 años
Colegio: Mártires del Moncada

Libro de Lectura.

Una hormiga se metió

dentro de la U.

Yasniel Izquierdo Casanova
Edad: 7 años
Colegio: Ramón Pando Ferrer

Mucho frío.

El pollito se hizo caca

en mi mano.

 

Yelizabeth Sánchez Martínez
Edad: 6 años
Colegio: Ramón Pando Ferrer

Las hormigas

hicieron huequitos

 a los caramelos

*

Mami lavando.

El sol entero

dentro del cubo.

 

Marlon (7 años)

Sol de la mañana.

Las rosas se mueven

con el viento.

*

Las estrellas

brillan de noche

como la luna

 

Elier (9 años)

Noche de luna.

El lago enorme

Parece de plata.

*

Noche estrellada.

El paisaje nocturno

Parece pintado.

 

Liz Daniela (10 años)

Llega la primavera.

Un gato en la hierba,

quiero llevármelo.

*

Caminado.

En el árbol

Vi esa rana.

 

Melissa (10 años)

Nos medimos

Mi hermano creció un tin

y yo nada.

*

Lago de noche.

Las estrellas en vela

de las montañas.

 

Nalia (8 años)

Tarde noche en el campo

Una vaca flaca comiendo.

*

Noche más clara

Se rompe en el lago

la luna llena

Audios:

Marlon Guerra Chinea. Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba.

Melissa Guerra Chinea. Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba.

 

Melissa Guerra Chinea. Escuela de Villa Sta. Clara. Cuba.

Haiku 31

燈をカで人あるさまや梅が宿

Hi o okade hito aru sama ya ume ga yado

No hay luz
pero alguien está dentro-
la casa del ciruelo.

Podemos desglosar este poema según su punto de vista gramatical y contextual:

燈 [hi: luz, lámpara], 置カで[okade: forma negativa de poner, colocar, dejar],  人[hito: hombre, persona], ある[aru: ser, tener], さま [sama: estado, apariencia; también forma de respeto propia del lenguaje honorífico –sonkeigo- que se emplea después del nombre de una persona. Implica respeto y su uso es obligatorio en diversas circunstancias sociales. Enfatizan la distancia social o la diferencia de rango.  Actualmente, se emplean formas como “san”, “shi”, etc. Para los niños, de forma coloquial se utiliza “chan”]. や[ya: partícula], 梅[ume: ciruelo], が[ga: partícula], 宿[yado: casa, posada, alojamiento].

Sin duda, la importancia del tono y aquello que “no hay, no existe todavía” y la técnica de yuxtaposición dominan el poema (luz, oscuridad, la nada y la presencia, la fugacidad del ciruelo y la presencia de la casa).

Septiembre 2021

Este mes les traigo un hermoso haiku de Bashou, que tiene su inspiración en un clásico del período Heian: el Makura no soushi de Sei Shounagon.

Sei Shounagon era hija de Kiyohara no Motosuke, erudito y poeta, y nieta de Kiyohara no Fukayabu, otro gran poeta de la época del Kokin Wakashuu.

Sirvió en Palacio como dama de compañía de la Emperatriz Teishi, y creó el estilo «zuihitsu», crónica autobiográfica ensayística con su Makura no soushi o Libro de la almohada, el cual comienza con su visión de las cuatro estaciones y las características que ella más aprecia en cada una. Hoy nos centraremos con la que precisamente abre el texto que es Primavera y que he traducido así:

春はあけぼの。やうやう白くなりゆく山ぎはすこしあかりて、紫だちたる雲のほそくたなびきたる。

Haru wa akebono. Youyou shiroku nari yuku yamagiwa sukoshi akarite, murasaki dachitaru kumo no hosoku tanabikitaru.

La primavera es el amanecer. El cielo de medianoche, sólo por sobre las montañas del este se va poniendo un poco blanco, y allí las nubes son de un violeta un poco más rojo.

Las palabras claves de este poema, y que son las que Bashou toma para el suyo, son akebono (amanecer) y murasaki (púrpura o violeta).

曙はまだむらさきにほとゝぎす

akebono wa nada murasaki ni hototogisu

en el amanecer aún púrpura el cuco chico

Vemos de nuevo una combinación de significados, o también podríamos llamarle proceso, entre el poema original y aquel que lo inspiró. Sei Shounagon está refiriéndose a la primavera, sin embargo, el poema de Bashou habla del verano dado el uso del kigo “hototogisu” o cuco chico. También puede interpretarse como una transición, en la que todavía queda algo de la primavera en las nubes, pero aun así el canto del cuco chico nos indica la llegada de la estación estival.

Existe, además, otra relación literaria, y es que, supuestamente, Bashou compuso este poema cuando visitaba Ishiyama-dera donde se dice que Murasaki Shikibu compuso parte de su Genji monogatari. Ahora bien, algunos estudiosos dicen que, en realidad, esa relación se creó para fomentar el turismo, sobre todo dado que la cita es del Libro de la almohada.

Septiembre 2021

La luna llena
No importa a donde vaya,
el cielo me es ajeno

– Chiyo-ni
(Tradc. Vicente Haya)

 

«11. Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.

  1. Asegurar los derechos humanos de las mujeres y las niñas y terminar con toda la violencia contra ellas.
  2. Promover la participación activa de las mujeres en todos los aspectos de la vida económica, política, cívica, social y cultural, como socias plenas e iguales en la toma de decisiones, como líderes y como beneficiarias.
  3. Fortalecer las familias y garantizar la seguridad y la crianza amorosa de todos sus miembros.»

(de la Carta de la Tierra)