CORTAR EL BAMBÚ

Era el último día del congreso, cuando Mercedes Pérez “Kotori” bajó la mano y habló:

– “Para mí, es un camino de liberación del yo”.

En aquella sala de conferencias de la Universidad de Albacete, estaba a punto de cerrarse el Primer Congreso de Haiku y la pregunta en torno a una posible definición del género estaba en el aire.

Once años después, aún recuerdo la conmoción que supusieron aquellas palabras en el corazón de un licenciado en Filología Hispánica de 30 años… Con todo mi ser, quise resistirme a aquella sentencia que mi ignorancia tildaba de “blasfemia”. En el silencio de mi mente egótica, alimentada con calificaciones, autorías, valoraciones y censuras, un torbellino de frases sinsentido asomaban como caramelos para un niño malcriado:

– “Pero si yo también formo parte de este mundo, ¿por qué voy a tener que desaparecer? ¿Acaso mi vida es menos importante que la de un árbol? ¿No sería mejor que yo también pudiera existir? ¿Por qué tendría que desvanecerme como si nada…?”

“Yo, mí, yo…” Y así fui extendiendo el laberinto. Corredor tras corredor; esquina tras esquina; sin ningún centro. Muerto de miedo. Buscando la forma de no desaparecer, de no morir, de no perder aquellos sabores que tanto esfuerzo me habían costado alcanzar y que me habían dicho que eran realmente valiosos…

Nos mudamos de una tina

a otra tina…

¡Cuanta palabra sin sentido!1

.

Resbalo… y caigo

Todo en la montaña

sigue su curso 2

¡Qué sabor guardaban los haikus de Issa y Santoka!

Pero, a pesar de los versos, a pesar de los libros, de este maravilloso foro y de los paseos en soledad, solo hubo una persona capaz de cortarme el dedo que falsamente levantaba para expresarme, como ese monje que copiaba la sabiduría de su maestro zen, quien levantaba su dedo para expresar la verdadera naturaleza de la iluminación. Le estaré agradecido por siempre al Maestro Vicente Haya por ello.

Equivocado, ignorante y desorientado, no me había percatado del lastre tan enorme que aún cargaba: mi “yo” a cuestas, en cada verso, en cada puesta de sol, en cada flor…

Siempre construyendo, siempre eligiendo, siempre interpo-niéndose… Me di cuenta de que seguía siendo Occidental hasta la médula, con algunos pequeños resquicios, por los que, algunas veces, penetraba el sol naciente.

Agradezco la invitación con la que me ha honrado el equipo de ERDH. Poco puedo aportar a lo expuesto y compartido por todos los que amamos el haiku que no se haya dicho ya, salvo algunas líneas y un intento de bálsamo que alivie un poco el cansancio de pies de los que vagamos aún en el laberinto del “yo”, de forma consciente o inconsciente.

Hoy sé que mi camino debe ser el de la liberación, la muerte y la superación de mi ego; hoy sé que, sin poder vaciarme de mí mismo, jamás podré dejar que el sonido de lo sagrado resuene en el mundo…¿Y quién soy yo para seguir interponiéndome a Ello por más tiempo? Por eso hay que cortar el bambú: para comenzar a vaciar su interior y crear una flauta para el Buda. Ser flautas y dejar que la melodía de lo sagrado recorra nuestra existencia y se exprese tal cual es: pura.

Espero poder compartir con todos vosotros este camino, las experiencias y las posibles recetas que un occidental puede aprender para dejar de ser, por fin, occidental y comenzar a convertirse en algo más completo: en un ser sintiente, alejado de la discriminación, el egocentrismo y el dualismo, con una consciencia más apta para plantar y dejar crecer los frutos del haiku. Lejos de las eternas preguntas: «¿es posible el haiku fuera de las fronteras de Japón?» «¿Cómo comienzo a dejar mi ego de lado?»

Por fin, puedo volver al último día del Primer Congreso de Haiku, en Albacete, junto a mis buenos amigos, y oír nuevamente a Kotori . Por fin, puedo sentir que mi corazón sonríe con  sus palabras.

Espero que estas entregas sean propicias para todos.

Agradecido de vivir entre vosotros.

Viento.

 

1 Traducción de Vicente Haya, “Parte V. El haiku es un camino de extinción del “yo”. 88. El haiku nos invita a comenzar un viaje”, en Aware, iniciación al haiku japonés , Kairós, p. 292.

2 Traducción de Vicente Haya, “La montaña”, en Taneda Santoka. El monje desnudo. 100 haikus. Miraguano Ediciones, p. 187.