Luz de palabras
Luz de palabras es un proyecto que trata de mezclar en una misma obra la simplicidad y belleza del haiku (poema japonés) con la transmisión de la imagen a través de la fotografía.
La obra intenta reflejar la similitud de ambas ramas artísticas; ambas encuadran un acontecimiento que llama la atención sobre el artista para transmitirlo ya sea a través de la imagen o de las palabras.
Un haiku es un poema breve de diecisiete sílabas en las versiones occidentales, que suele estar organizada en tres versos. El haiku no tiene título ni rima en japonés y destaca por su simplicidad. Es una forma poética predominantemente sustantiva, de expresión sencilla y concisa.
En cuanto al contenido, el haiku refleja lo que está sucediendo en este lugar, en este momento. El poema suele tratar de la naturaleza, de la realidad y de lo percibido por los sentidos. Es una apreciación directa de un acontecimiento, a menudo trivial, que llama la atención del poeta, el cual lo espiritualiza y eleva por encima de su pequeña trascendencia.
Justamente por “encuadrar” un acontecimiento que llama la atención al poeta, es por lo que el colectivo de fotografía ha querido “encuadrar” o “enfocar” a través de imágenes, a modo de haiku. De ahí la similitud entre las dos ramas artísticas y el objetivo del proyecto.
De este modo, en primer lugar, las fotógrafas han capturado a modo de haiku un acontecimiento real, basado en la naturaleza canaria, un suceso acontecido en ese instante que le llama la atención. Posteriormente, los poetas han reinterpretado ese instado fotografiado a través de un haiku.
Los autores han querido desarrollar y estructurar el proyecto continuando con la estética japonesa. Para ello han dividido la obra en los cinco elementos tradicionales japoneses: agua, tierra, aire, fuego y vacío. Así, cada elemento descrito contendrá la visión tanto del escritor como del colectivo fotográfico de dicho elemento japonés.
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La luz de la palabra enfocar el instante
a través de imágenes y haikus
de Fátima Martín Rodríguez
Haikus de Coriolano González Montañez y Fátima Martín Rodríguez
Fotografía de Colectivo Coordenada 7
Luz de Palabras titula una experiencia de presencia y conmoción, la huella de un acontecimiento y su instante, contemplar lo encontrado y ser consciente de ello sin fantasía ni arquitectura. Capturar un instante y su esencia desnuda en un rastro que talla una imagen y unas palabras: la grafía de la luz, y recíprocamente, la luz de palabras. Este es el desafío que se planteó el Colectivo de fotografía artística Coordenada F7 (Grettel Kegel Zamora, Fátima Martín Rodríguez, Yaël Elejabeitia Velu y Victoria Badía Fernaud) y el poeta Coriolano González Montañez al tratar de aunar en una misma obra artística la simplicidad y la belleza del haiku con la transmisión de la imagen a través de treinta y dos imágenes y sesenta y cuatro haikus.
El elemento decisivo que se capta es una vivencia instantánea que al percibirse deben acallar los pensamientos y las explicaciones. Después será expresado a través del haiku y de la fotografía sin artificio, buscando el mundo tal como es. Sin embargo, la percepción más depurada siempre será alterada por la subjetividad. Se trata de mostrar la naturaleza, no de explicarla, pero a su vez la conmoción del artista encuadra porciones de un acontecimiento bajo el influjo de una selección y de una elección personal.
Por “encuadrar” un acontecimiento que llama la atención al artista, es por lo que el Colectivo de fotografía Coordenada F/7 ha querido “encuadrar” o “enfocar” a través de imágenes, a modo de haiku. De ahí la similitud entre las dos ramas artísticas y el objetivo del proyecto. Los haikus, a lo largo de la historia, se acompañaron de pinturas haiga, imágenes del espíritu de los monjes zen. Poema y pintura se integraban en una única composición. Es fácil encontrar una estrecha correlación entre haiku y fotografía y por tanto, resulta natural entonces agrupar poema e imagen en un mismo espacio expresivo.
El proceso creativo de ambas artes tiene similitudes: la percepción del acontecimiento es un momento haiku que impresiona los sentidos del poeta tal como impregna la mirada del fotógrafo y la luz, el sensor de la cámara fotográfica. El paso siguiente depura la experiencia, selecciona los elementos esenciales como el revelado separa las luces de las sombras en la imagen, y la impresión de esta imagen en su soporte expresa lo vivido como los versos que componen el haiku.
Luz de Palabras ha recorrido este camino creativo en un territorio singular, las Islas Canarias, islas volcánicas abrazadas por el Atlántico y acariciadas por los alisios y la calima. Por tanto, su naturaleza es la protagonista de esta obra artística y se reivindica un reencuentro con ella, con el paisaje desapercibido al que da la espalda los tiempos contemporáneos. De este modo, en primer lugar, los fotógrafos han capturado a modo haiku un acontecimiento real en la naturaleza canaria y los poetas han reinterpretado ese instante fotografiado, a través de un haiku literario.
Los autores han querido desarrollar el proyecto bajo la brisa de una estética japonesa, en un homenaje a la cultura que ha originado este modelo poético. Con esta intención, se han orientado las imágenes hacia una verticalidad que trae el aroma de la disposición característica de las ilustraciones niponas. Otro aspecto que acerca la obra a la civilización del sol naciente ha sido la división de esta en los cinco elementos tradicionales de este país oriental: agua, tierra, aire, fuego y vacío. Así, cada uno contiene la visión del escritor y del fotógrafo de dicho elemento japonés. Tales elementos se vinculan y son captados en la textura del territorio canario, en su paleta de colores, su flora y su fauna, su evolución y acontecer.
Los cinco elementos en el Japón se sustentan en diversas filosofías (Gogyo, con orígenes chinos, y Godai, basada en el budismo con ciertas influencias del hinduismo y que dará lugar a los “Cinco grandes”, más conocido en Occidente por el libro de Miyamoto Musashi, Gorin-no-sho (El Libro de los Cinco Anillos), en el que explica los diferentes aspectos del manejo de la espada mediante la asignación de cada aspecto de un elemento. Así, en este proyecto artístico, el equilibrio de significaciones con el entorno natural canario se ha reflejado en numerosos aspectos de sus ingredientes:
El elemento “tierra” (Chi) representa los objetos duros, los sólidos del mundo. El paisaje canario alude a su origen volcánico en sus piedras, rocas y lavas, aparecen los estratos, las grietas, los acantilados, las montañas, las arenas costeras y las dunas de la aridez. Emocionalmente, el chi se asocia principalmente con la estabilidad, la física y la gravedad. El “agua” (Sui) representa el líquido, lo fluido, las cosas sin forma en el mundo. La adaptación y el cambio aparecen en el fluir del mar atlante que baña las costas insulares, el salitre y las olas, las brumas de los vientos y sus lluvias, los charcos entre los riscos de las orillas. Ka significa “fuego” y representa a la fuerza moviéndose en el mundo. El calor, la unidad y la pasión, la motivación y el deseo aparecen en el magma creador de las islas, en el estío, el sol que seca las plantas y las tradiciones del fuego de estas islas. El “viento” (Fu) es el crecimiento, la expansión y la libertad de movimiento. Alisios y brumas de los montes, mar de nubes, brisas marinas que encienden las olas y mueven las telas o el olor a mar. Fu ofrece en la obra la respiración de las islas y su naturaleza limítrofe, de partidas y llegadas, desde y hacia los confines del mundo. Y llegamos a Ku más a menudo traducido como “vacío”, o “cielo”, el elemento primordial que protagoniza la energía, el éter, las cosas más allá de nuestra experiencia cotidiana, el espíritu, el pensamiento y energía creativa. Su importancia lo sitúa como el más alto de los elementos, entendido como el “todo”, creador de los demás elementos, origen de lo que existe, productor de la invención, del arte que llena, que ocupa, lejos de la consideración occidental que lo considera la “nada”, la soledad o la ausencia que tanto vértigo produce. Tiene, una fuerte afinidad con la poesía japonesa, en concreto el haiku persigue la plenitud de un instante en un ramo de palabras, y ofrecer al lector su unión con toda la existencia. Si esto se logra, y en esta ocasión, reforzado por la imagen fotográfica, la obra artística transforma los momentos más mundanos en algo especial. Según el zen, son estas conmociones lo que conduce a la iluminación sobre la verdadera naturaleza de la existencia. En la obra Luz de Palabras, el “vacío” ha sido el vórtice de un debate conceptual y plástico para su plasmación y se presenta en toda su intensidad con la absoluta carencia de soportes físicos, sin imágenes ni palabras, ya que el Ku es el generador de los demás elementos y se esparce en el fondo de toda la obra artística.
Cada haiku y su imagen correspondiente tienen su kigo, su estación del año, en las palabras que aluden a cada intervalo temporal, que si bien, en las antípodas orientales son conocidos los cerezos en flor, ruiseñores o sauces para la primavera, libélulas o lirios para el verano, la luna de la cosecha o espantapájaros para el otoño y los patos mandarines, ranas o granizo para el invierno, Luz de Palabras ofrece sobre este territorio atlántico, las hogueras de San Juan, la llegada de andoriñas, los alisios, el oleaje violento, los matorrales secos, el viento sur, los zarapitos en la costa, el vuelo de las hojas secas del monte y el mar en calma. Además, la paleta de colores de las imágenes con rojos caldeados, azules frescos, amarillos secos y grises agrestes, ayudan a asociar el marco estacional del instante.
Estas poesías y fotografías no solo son expresiones de la sensibilidad poética y plástica, sino de las reacciones más rotundas que se producen ante el entorno natural que nos rodea. Por tanto una invitación al que la contempla y la lee a participar de la conmoción plena que la generó.