En la pintura oriental, el Vacío está presente de una forma notoriamente clara, expresado por medio del espacio no pintado. Éste es un elemento constitutivo de la obra, no es la mera falta de pintura. Este Vacío se complementa equilibradamente con lo pintado, relacionando de esta manera lo visible con lo invisible.
Tal vez sea ese espacio no pintado una de las características más visibles en una obra sumie. Más allá de las temáticas representadas, a simple vista se percibe la blancura de los fondos y la ausencia de multiplicidad de imágenes. La simpleza y la sencillez de unos pocos trazos realizados con el negro-gris le dan esa impronta tan sabi wabi.
Si se observan las obras orientales de sumie, podrán notarse que hay un desplazamiento fuera del centro del papel de los motivos pintados. Este lugar central, total o parcialmente se le otorga al vacío ya que es la fuente desde donde surge la creación de la obra, el lugar por donde fluye el KI, la energía.
Los elementos pintados, por su parte se ubicarán en posiciones más laterales, incluso de manera incompleta y asimétrica. De esa manera el ojo observador irá recorriendo toda la obra fluyendo dinámicamente con la energía entre los elementos plasmados en el papel. El vacío es además el continente de la obra.
De la misma manera ocurre con el haiku, el Vacío se expresa en el silencio, está presente en lo no dicho, pero esa presencia silenciosa es una presencia dinámica. El haiku surge del silencio y las palabras de un haiku dicen mucho menos que el silencio que las rodea.
A diferencia de otro tipo de poemas en el que el lector es “espectador – receptor” de la construcción del poeta, en el haiku hay una invitación al lector a participar. El haiku con su silencio evoca, moviliza, sugiere, coloca al lector en presencia de lo invisible y éste, por su parte, siente y complementa haciendo visible lo invisible.
No debemos caer en la tentación de pensar que el haiku es una especie de adivinanza que el autor le juega al lector, ni que lo no dicho sea algo expresamente omitido para generar una especie de ola de misterio transformando el haiku en un indescifrable.
Lo no dicho es inherente al momento haiku, no es algo que el haijin deliberadamente omite para hacerlo más interesante o misterioso. El haijin es el que debe ser capaz de percibir en el aquí y ahora, en el instante haiku, ese misterio que encierra el suceso en sí mismo y que tan solo se muestra ante él para darlo a conocer tal como lo ha percibido.