Archivo de la categoría: Haibun (Coord. María Ángeles Millán)

Selección mensual de María Ángeles Millán de haibun de diferentes autorías.

Mayo 2021

Haibun 19

Al final del camino

Llueve, llueve… la lluvia golpea las calles… golpea, golpea, golpea mi alma. Una lluvia que martillea el mundo, lo ablanda, lo ahoga… una lluvia fría y pagana. Llueve, se diluye mi sombra entre tanta agua.

Paso a paso recorro calles que parecen extraviarse en otras calles… La vida se aquieta en soportales sombríos, bajo aleros destartalados, en marquesinas mancilladas por grafitis enmarañados… la ciudad parece cansada.

Llueve… piso aceras encharcadas… charcos de lluvia de ayer, de lluvia de hoy. Travieso, salta mi reflejo de charco en charco… un reflejo que se ondula, que se asoma y se esconde… un reflejo hecho de ayer, un reflejo hecho de hoy.

Llueve, llueve… cuelga entre las sombras de un callejón el maullido de un gato… llueve, llueve… brota el silencio de entre las heridas del asfalto. Llueve… una lluvia gris de frío tacto.

Un año nuevo, un viejo sentir… empapado de lluvia y silencio camino sin saber a dónde llegaré, sin saber siquiera si habré llegado. Charco a charco, salto a salto, a mi espalda se va desvaneciendo la ciudad…

 

Año nuevo…
Sobre la tumba de mi padre
gotean las flores de tela

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

Alfredo Benjamín Ramírez Sancho,
Asturias (España)

-.-

Haibun 20

La parada

Incansables, vuelan los vencejos por toda la ciudad. Sus aleteos y gritos se hacen notar al regreso del mercado. En la parada, una anciana diminuta  sonríe mirando al cielo.

Sentada, con las piernas colgando como una niña, espera el autobús. En el regazo, la compra, en su cabeza, un moño blanco y una pequeña peineta de nácar semioculta en la tirante melena. Con el mandil de casa, que esconde a duras penas una falda negra y las medias rotas, limpia un ojo que llora.

<<El viento de poniente, sabe usted>>, le dice al hombre que a su lado, tecleando el móvil la ignora.

En la sombría calle, a punto de alcanzarse el mediodía, la luz de una sonrisa se desvanece.

 calor de asfalto,
la blusa de la anciana
huele a cebolla

 

 Marga Alcalá,
Valencia (España)

Abril 2021

Haibun 18

Hágase tu voluntad

  El chorrito, paciente, discurre por el musgo tierno y esponjoso. Atraviesa la caña dispuesta a modo de caño, y cae a la pileta de piedra en una suerte de alegre danza. Todo es sencillez: el agua que fluye, el musgo que la absorbe y la caña que permite el paso. Casi no se aprecia dónde está el manantial.
Ingeniería de la naturaleza. Y yo embelesado mirando la escena.

   Huele a estiércol de unos corrales cercanos.

   No sé por qué pero me viene a la mente la frase de los evangelios: “Hágase tu voluntad”. Confianza ciega en los brazos de lo que suceda. ¿Así de fácil?

   Pasa una mosca, se posa un instante en la caña y continua dirección al establo.

   Las respuestas aquí, en plena naturaleza, cuestan en salir. Es como si junto a esta sencilla fuente y al cercano corral, todo está contestado.
No hay nada más que decir. Porque ya el propio decir es romper el círculo del agua: las nubes… las entrañas de la tierra… el musgo… la caña… para al fin llegar a la pileta.

   Del viejo corral se oye algún balido.

 Decido seguir caminando. Juntando mis manos para crear un cuenco las acerco al chorrito y bebo.
¡Qué fresca!

Un trago de agua
mirando el horizonte.
Cielo sin nubes.

 Enrique Linares
Valéncia (España)

Marzo 2021

HAIBUN 16

  “…Volverás a mi huerto y a mi higuera
Por los altos andamios de las flores”…Miguel Hernández

Mi padre siempre robaba gajitos, cuidaba amorosamente sus plantas, inventaba jardines en las veredas, propias y ajenas y luego las plasmaba en óleos y acuarelas. Yo, simplemente las disfrutaba, pero pasaba de ellas.

Cuando partió, mudé a mi casa todas las que pude, en un intento de hacerlo presente. Casi todas florecieron, pero sus orquídeas tardaron cinco años en alzar sus varas (no sin culpa, lo atribuí a mi inexperiencia o mi descuido).

Esta mañana el jardín huele a albahaca y a tierra húmeda. Un colibrí visita el tronco de naranjo donde estaban arraigadas, ese es el lugar del milagro.

Es 2 de noviembre y desde entonces, dedico mis mañanas a descifrar los mensajes del jardín, pongo mis pies sobre las huellas de padre y me abro a al misterio…

Día de muertos:
las orquídeas de padre
todas en flor.

María Rosalía Gila
Buenos Aires. Argentina

 

HAIBUN 17

Hierbas aromáticas

Estación insular en el trópico, casi todo es voluble, exceptuando el verano. Primera luna llena del otoño al hemisferio norte, y aún las plantas, se siguen agostando. Qué pudiera decir de inaudito, si en las hierbas se ve reflejado.

Puesta de sol
entorna la albahaca
sus hojas verdes

Maikel Iglesias
Cuba

Febrero 2021

Haibun 15

Orbayu

Creo que anoche soñé con salamandras. Con la salamandra que vimos volviendo al albergue. Qué grande. Por un momento pensé que no era real. Que era el juguete de un niño olvidado en la acera, tras la lluvia.

Pensando en salamandras salimos al orbayu en la mañana. Apenas lluvia, apenas aire. Qué difícil salir de la ciudad, qué difícil encontrar el camino hacia la intemperie.

Capilla del Carmen en Llampaxuga. Amamos estos lugares. Pequeños, recogidos. La de peregrinos que se habrán asomado a la cancela de su puerta cerrada para ver la imagen de la Virgen. Y a los valles tan verdes al reemprender el camino.

Dekoboko, arriba y abajo. Recuerdo otros caminos, qué lejos… Cuesta arriba y cuesta abajo toda la mañana. El orbayu está y no está. En el brillo de las hojas de las plantas que no conozco. En el cielo tan blanco que rebosa sobre las montañas.

Boiguina. Una tostada y un buen café con leche justo a tiempo. Curioso nombre para un pueblo. Bromeamos. Los peregrinos van y vienen. Entran y salen de la posada junto al camino.

Es agradable esa sensación de pertenecer a una corriente. A veces pasamos nosotros a algún peregrino, a veces nos pasan ellos. Está sin estar la corriente que peregrina al corazón de las montañas. El tiempo y todos los pasos que fueron están aquí.

Flores en las mochilas. Lilas, tréboles, hinojo, menta. El orbayu no deja de caer…

Junto al río. En la fronda de viejos castaños que renuevan sus hijuelos pese al paso del tiempo y las tormentas parece que algo aguarde. Junto al puente.

Un peregrino más que mira la corriente desde el pretil. Solo un momento. En algún lugar de la enramada un mirlo canta.

Sin dejar de caminar nos rascamos la espalda mutuamente. Comemos moras. Sin dejar de caminar charlamos, callamos. El sonido de los palos sobre el camino al ritmo desigual acompasado de nuestros pasos

primeras moras,
el eco de un mugido
desde la montaña

                                       Chame

Paladín aparece en el fondo del valle, casas blancas sobre verde, como la maqueta de un niño.

Entre dos manzanos los colores de la ropa tendida. Un milano traza espirales más allá del bosque.

Villa Palatina. El pincho de tortilla recién hecho para nosotros. El acento de la señoruca es cálido y musical. Antiguo. Un niño grande caza moscas por el jardín con una raqueta. Se está bien aquí. Las mochilas cargadas de flores prendidas parecen no pesar tanto cuando reemprendemos el camino.

Arroyo y sendero parecen entrecruzarse por momentos. Serpentea bordeando prados con vacas echadas que miran sin mirar el pie de las montañas. A veces el bosque es tan espeso que el sendero parece horadar la fronda. Un túnel donde hasta el aire es verde.

Mojados por la llovizna,  caracoles arracimados en la grieta de un poste de madera.

Grado. Qué cansancio. Al final del día el albergue municipal está lleno y buscamos alternativas. La Quintana. Una antigua casa de indianos con la fachada carmesí y molduras blancas. Dos torres. Es magnífica. Mientras espero hago tiempo charlando con el dueño. La historia de una casa, la historia de una familia. En el suelo de la cocina, naranjas madurando sobre papel de periódico.

Después de una vuelta por el pueblo cenando al caer la tarde.  La tranquilidad de haber caminado lo suficiente.

Se está bien aquí. En este lugar y en este momento. Las comadres charlan y juegan al parchís en una mesa no lejos de nosotros. Ríen como niñas. La vida. ¿Será esto?

 Caminar lo suficiente. ¿Existe eso realmente?

De vuelta en el albergue charlamos sentados en el jardín, palabras pequeñas, risa sencilla, silencios.  Qué noche tan serena… Las naranjas caídas en el suelo pierden su color al pie de los árboles.

una vuelta en el aire
el milano
desaparece en la niebla

Félix Arce Araiz (Mômiji) 
Santander (España)

Enero 2021

Haibun 14

Despertares

Abro los ojos: detrás de la cortina desgastada, aparece la estrella de la mañana. Para contemplarla a gusto, sin causar molestias, me deslizo en la oscuridad hasta el desván. Me paro sobre un cajón y me asomo a la ventana. Permanezco ahí hasta que el brillo de Venus se hace imperceptible. Al acomodar las cajas que moví, encuentro en una reja de madera, entre folios y carpetas con olor a moho, un fólder que daba por perdido. A la luz de la mañana releo unas fotocopias de Aurelio Asiain, quien asegura que el verano en Kyoto empieza el cinco de mayo desde hace siglos. Me doy cuenta del porqué de la traducción que hace Antonio Cabezas de samidare, y creo entender por qué los haicaistas brasileños dan otra versión de ese vocablo al traducir el haibun de Bashô, La casa de los caquis caídos, basándose en Bill Higginson, que tuvo en sus manos el original.

Cantan unos pajarillos, de esos comunes, sin nombre específico. Sube un olor a tortilla tostada. Quisiera bajar corriendo; pero, me detiene otro hallazgo: el último enunciado de la prosa que tradujo Rosa Clement, es un guiño, un puente que lleva hacia el contraste del haicai. Con los apuntes en la mano, bajo pensando en Kyorai , ese poeta de la estirpe de Whitman, The Magnificent Idler.

 Luz de sol –
Letras borrosas de niño
en la pared

                                                                                                                    Jor
(Jorge Moreno Bulbarela)
Xalapa, Veracruz (México)

 

 

Haibun 13

 Atardecer de septiembre. En la ciudad desolada y calurosa decido ir a la farmacia. Mientras espero afuera – por respeto al distanciamiento social y obligatorio – un sonido leve me llama la atención. Levanto la vista y el contraste entre el azul del cielo y el rosado de las flores de lapacho me dejan sin respiración. De repente cae una flor rosada que baja como en suspenso y en caída directa. Vuelvo a mirar hacia el cielo  atraída por  las flores que van cayendo

Cae una flor rosada…
Al levantar la vista
la luna creciente

cof

    Después de comprar el remedio vuelvo a casa disfrutando cada paso. Todavía tengo latente el milagro recién presenciado cuando sucede otro.

Sobre la sombra
de los dientes de león
un caracol

Llego a casa agradecida por tanta maravilla cotidiana.

 

                                     Julia Guzmán (Aniko)
Córdoba, Buenos Aires (Argentina)

 

Noviembre 2020

Haibun 12

La pezuña de vaca

 Desde hace días que se produce un nuevo sonido en la madrugada: el trote de un caballo –que intuyo- tira de un carro. El clap clap   clap clap se amortigua un poco al llegar a la esquina cerca de casa, aún es temprano pero algunos vehículos pasan esporádicamente.

Cruce de calles.
El trote de un caballo
levanta el paso

Me pregunté ¿Qué pasó este lunes que no escuché al caballo?, ¿su conductor se habrá dormido o…le habrá pasado algo…? ¿no estará infectado? El martes me levanté temprano, entre los vahos del té se me produjo una sonrisa, estaba escuchando venir el clap clap  clap clap…

 Aclara el día.
El sonido de un caballo
acercándose

Más tranquilo, el día siguiente escuché desde la cama el –casi para mí- clásico sonido del caballo pasando por mi calle a la misma hora. Pensé “va como si fuese sólo”, ni un sonido a carro, ni un grito del carrero… Humm…¿llevará barbijo? El carrero claro… Mañana me voy a levantar a verlo.

El jueves me desperté justo cuando el caballo estaba pasando…Me dije para adentro mañana me levanto temprano a escribir y a la hora de siempre voy a esperar llegar el sonido… Hablando de sonidos parece que los pichones “del alero” se están poniendo grandecitos…

Lejos un carro
con ruedas de auto…
Piar de pichones

 Hoy viernes sí, hoy voy a ver pasar el caballo tirando del carro con su carrero. ¿Le molestará si le saco una fotografía…?, vaya a saber…     ¡Ahí viene!, pronto abro la puerta de calle y… un auto para al verme en la vereda, el conductor baja el vidrio y me pregunta ¿Señor ésta calle va para el cementerio…? Le hice seña que no sabía y miré las flores de la pezuña de vaca…

Aroma de flores 
El carrero de todos los días
a la misma hora

                                                                  Jorge Alberto Giallorenzi “Hitotsu”
Chivilcoy, Buenos Aires (Argentina)

 

 

 

OCTUBRE 2020

Haibun 11

Bajar cada mañana, bien temprano, por la pista forestal que conduce al embalse. En las laderas del camino van brotando día a día las flores de las tápenas, como una sorpresa, como un humilde milagro. El sol ya se alza entreverado del verde ramaje de los pinos reverdecidos por las lluvias abundantes de la primavera. Aún no cantan las chicharras. De aquí y de allá llegan gorjeos de pájaros desconocidos, camuflados en la fronda, surcando el aire como una exhalación de un árbol a otro con su canto fugitivo.

 

Líquenes en las rocas.

El frescor de la mañana

en el pinar.

 

Paco Ayala      “Lentisco”
La Geja, Ojós, Murcia, España

 

 

Septiembre 2020

Haibun 10

Huerto de las estrellas

Hay silencio en los huertos. Cuando los humanos callamos, aparecen sonidos antes imperceptibles. Los pájaros ocupan entonces el espacio sonoro de esta tarde calurosa.  Lejos, en el pinar, el chirriar incesante de las cigarras. Por encima de los cultivos grazna un cuervo.

Existe una constante música de fondo que siempre suena aunque nadie la oiga.

Se agitan levemente la hojas del cerezo. Unos higos, aún verdes,  reciben la luz del ocaso.

Aletea una y otra vez, sin oírse, la mariposa. ¿Como sonará esta mariquita comiendo pulgones en las hoja del calabacín?. La tierra se hace barro en los surcos regados.

 Los dos molinillos de la niña del vecino no paran de girar. Me pregunto si conseguirán espantar a algún pajarillo. Vuelve de jugar con sus amigos. Tiene cinco años. Lleva unas trenzas africanas que le llegan hasta la cintura.

Cuando le digo que está muy guapa, hace un gesto rápido con las manos y mueve las trenzas. -¡Me las ha hecho mi abuela! -, responde.

Mira hacia arriba y dice: – Sabes?…mi mamá y mi hermanito son dos estrellas del cielo -.

Me enseña un trozo de madera con un cielo pintado donde se lee: “Huerto de las estrellas”.

Su yaya* lo colgará en la verja de la entrada. Le digo que es muy bonito y sale corriendo en busca de su papá.

Vuelven los sonidos de la naturaleza.  ¿Qué pasaría…?., ¿qué pasaría si los humanos adultos calláramos?.

Un petirrojo vuela de un sembrado a otro. El canto del grillo sucede al de las cigarras. En la trampa para mosquitos hecha de vinagre y azúcar ha caído un escarabajo.

¡Cuántas cosas desapercibidas!. ¿Harán ruido al crecer las plantas y los árboles a pesar de que nadie las oiga?,  ¿y las nubes…se desplazan así, en silencio?…

Brisa en la lavanda.

Agarrado a una flor

el saltamontes

* yaya: abuela

María Ángeles Millán
Girona (España)

Agosto 2020

Haibun 9

La misma calle

Atardece, me adentro de prisa en  la callejuela de tierra, a ambos lados una hilera de casas multicolores con sus pequeños jardines luciendo flores de pascua,  algunos vecinos a caballo y en bici regresan del trabajo, sobre los tejados sobrevuelan bandadas de palomas en una franja de cielo sin nubes.

Los charcos medio secos muestran guajacones serpenteando. El anciano que lee un libro sentado en un quicio me sonríe mientras se arregla la bufanda. Embriaga el olor a frituras de maíz del kiosco cercano, dos perros callejeros le hacen ruedo mientras un grupo de niños, todavía en uniformes escolares, juega a la pelota en la calle estrecha.  Tropiezo con una presilla de pelo, la pongo en mi bolso,  dicen que es de buena fortuna.

 

Algarabía de niños

Las piedritas entran

en las sandalias

 

 Casi llegando a las cuatro esquinas, el vendedor de especias arrastra su carretilla embutido en un abrigo impermeable, con voz melodiosa pregona a los cuatro vientos: “El buen comino en grano y molido, llevo ajo puerro pa la yuca con mojo, ají cachucha verde y maduro,  bijol y cilantro pal caldo santo…” Lo intercepto y compro cilantros.

Cierra la calle  una cañada de aguas albañales arrastrando un gallo muerto custodiado por tilapias. Tomo el trillo que separa los sembrados de lechugas, acelgas y zanahorias. Los últimos rayos de sol se reflejan en los surtidores del regadío.

 

De vuelta a casa

En el portón el perro,

la cola: un reguilete

 

  Mayra Rosa Soris
Santa Clara (Cuba)