Entrega nº 66. 17 de julio

-Si digo que la educación de las niñas es necesaria para cuidar a los enfermos, puede haber alguien que malinterprete y crea que hablo de que hagan estudios superiores de Enfermería; pero esa no es mi intención. Estoy hablando de educación ordinaria. Estoy hablando del conocimiento común que debe enseñarse a todas las chicas. Esta es, por supuesto, la educación que se imparte en las escuelas primarias superiores, y eso no quita para que, en la medida de lo posible, sería bueno que las mujeres vayan accediendo a unos mayores niveles de educación, a los impartidos en las Universidades para mujeres.

Normalmente, las mujeres lo hacen lo mejor que pueden y van sacando todo para adelante, pero cuando hay un paciente, el conocimiento necesario para tratarlo es totalmente deficiente, lo cual es extremadamente molesto. Las mujeres tienen muchas tareas domésticas que hacer, y cuando de buena mañana se reencuentran con una persona enferma, tienen que priorizar las emergencias y centrarse en lo que es más importante, porque si no posponen lo que no es urgente, no pueden atender los cuidados. Ciertamente es necesario hacer las tareas del hogar, pero cuando alguien ignora el lamento de un enfermo para ponerse a limpiar cada rincón, no pueden pretender que están cumpliendo debidamente sus tareas. Dependiendo del diseño de las instalaciones, podemos abandonar la limpieza diaria y hacerlo cada dos o tres días. Puedes cocinar el arroz de una vez o cocinarlo en dos veces, o incluso puede traerse el arroz de una tienda cercana.

No es preciso preparar las guarniciones, se pueden comprar algunas en el vecindario. Pero también puede suceder, para seguir los gustos del paciente, que sea necesario cocinar cosas especiales en casa. En tales casos, se debe tener cuidado al sazonar, o si el enfermo está impaciente, se debe poder cocinar rápidamente. ¡Supongamos que un paciente dice que quiere comer esto o aquello, y además que necesita comerlo de inmediato! Si faltan los brazos, y nadie en particular está vinculado al trabajo en la cocina, puede ser necesario preparar la comida mientras se permanece cerca del paciente. No parece particularmente difícil, pero creo que pocas mujeres son capaces de superar esa tarea. ¿Por qué? Porque carecen de los conocimientos necesarios, conocimientos comunes.

Cuando observamos lo que están haciendo las mujeres, nos damos cuenta de que se pasan mucho tiempo en tareas poco resolutivas, y eso es porque sus formas de hacer las cosas son ineficientes. Cuando mueve algo del punto A al punto D, no necesita ponerlo necesariamente primero en el punto B, luego llevarlo al punto C, y finalmente llegar al D, pero eso es lo que hacen las mujeres. Por lo general, eso no supone un problema, pero en caso de emergencia la cosa no funciona en absoluto. Con los estudios ordinarios, podrían hacer frente. Y para desarrollar este conocimiento, nada mejor que la educación ordinaria.

Aún así, siempre habrá algunos que todavía se seguirán preguntando que “para qué puede venir bien dar a las mujeres acceso a los estudios: como no es habitual que leer un libro sea inmediatamente útil, es suficiente por ahora el darles los conocimientos básicos”.

 

Notas del traductor y las fuentes

– Shiki plantea el viejo conflicto entre lo urgente y lo importante: no todo lo urgente siempre es importante, ni todo lo importante siempre es urgente. A veces sí, coinciden ambas cosas, claro.

– Los intelectuales del comienzo del período Meiji, como Fukuzawa Yukichi, habían sido llamados para organizar la educación de las mujeres, que habían tenido acceso a la educación primaria en 1872, pero no fue hasta 1899 que se publicó el Decreto sobre los Centros de estudios superiores para mujeres, cuyo número aumenta en el momento en que Shiki escribe.

– Shiki volverá a hablar sobre la cocción del arroz en la entrega 73.