Doce

El ábrego ya se cansó de jugar con las hojas… La lluvia anuncia lo que está por venir. A lo lejos pueden verse en las montañas las primeras nieves… Hace frío… un frío que no se si ha llegado de lejos o siempre ha estado dentro de mí…

Atrás quedó la calidez del “viento de las castañas”, ahora sopla un viento nuevo, del noroeste… siempre enérgico, siempre lleno de incertidumbre. Trae nubes densas, voraces, que se tragan, presurosas, cualquier indicio de luz… Llega el invierno y con él miles de pequeños pájaros que dejaron atrás cientos de kilómetros. Petirrojos, mosquiteros, lavanderas enlutadas… no sé si los empuja el frío… no sé si el frío llega prendido en sus diminutas alas… no sé…

Camino junto al río. Una bandada de azulones nada entre los jirones de la bruma que flota sobre la superficie del agua. Todo late a un ritmo lento… el paisaje se atisba semidormido en un sueño teñido en blanco y negro… La vida, agazapada en el silencio, aguarda la llegada de otros vientos… Respiro, profundo… se disipa en el aire el vaho que sale de mi boca… por un instante la bandada de azulones parece nadar entre los jirones que deja mi aliento.

La niebla tiene mucho de misterio, todo lo que está al alcance de la mano es diáfano, sin embargo, al mirar más allá nada es fácil de discernir; bastan unos pocos pasos para que aquello que asomaba distorsionado se vuelva nítido y aquello que teníamos como certeza se torne incertidumbre…

Camino, paso a paso… El invierno será largo, quizás muy largo… mas siempre volverán a soplar nuevos vientos de primavera…

 

Nada parece lo mismo…

En la casa derruida

ha crecido un árbol

 

Dedicado a “Tíni”

Asturias, donde la tierra siempre es verde.