Abril 2020

HAIBUN 01

Con frecuencia las ocho de la tarde me sorprenden en algún afán, casi siempre en el estudio: una habitación sin ventanas, con un plátano enano y con una claraboya plástica que la ilumina desde primera hora. Cuando llueve es acogedora, el goteo pacífico sobre el plástico opaco te traslada a la calle abrigada.

Todos estos días regidos por decreto, a menos cinco, Llanos cruza por el pasillo y abre la ventana de la cocina. Desde esa ventana se pueden ver: algunos perros paseados y algún peatón que camina arrimado a la pared con humildad frailesca; el aparcamiento del restaurante iluminando automáticamente las plazas vacantes y luces que repiquetean tras ventanales entornados.

Llevamos unos días algo grises. No son solo las nubes, ni la luz. Son otras cosas que van dibujando unos almendros sin horizonte. Más de viento, brisa y aire.

En la terraza han aguantado algunas macetas: el jazmín, el aloe regalado, dos cactus, otra que huele a limón… y se han secado: la hierbabuena, la de guindillas picantes y alguna otra que ignoramos el nombre. Estamos deseando que llegue el momento de reponer flores otra vez y que el mueble se pinte de colores y aromas, inesperados y verdes.

No hemos tirado ninguna maceta – aún no – las dejamos ahí, con la última esperanza, por si alguna sabe rebrotar.

En estas quincenas de decretos vivimos pendientes de que venzan los eslóganes solidarios, los memes ingeniosos y los besos que nos dan miedo.

El barrio es callado; una calle peatonal con bolardos automáticos controlan el paso de oeste a este.

Desde la ventana de la cocina se ven algunos perros paseados …

ya oigo los aplausos,

otra vez a las ocho

en la ventana

Jose Ángel Cebrián Martínez
(Albacete, España)

-.-

HAIBUN 02

Huracán

Afuera llueve.

Dentro, en mi habitación, también. Hilillos de agua corren pared abajo. Varios recipientes capturan las filtraciones del techo. Con la última mecha del farol ojeo un álbum de fotos: mis viejos, mis hijas cuando pequeñas, aniversarios, navidades, amigos, amores, otros instantes de mi bregar.

La casa está a oscuras. Oscura y fría, a pesar de los treinta grados de temperatura. Cada vez que sopla el viento se cortan la electricidad y el futuro, dando paso a las memorias. Agotadas las baterías de la radio, hace varias horas no sé cuál será el rumbo del huracán. Hace varios años no sé cuál será el rumbo de mi vida.

Afuera ruidos.

Dentro, silencio… todo cuanto percibo penetra del exterior. La lluvia en el techo, las ráfagas en la ventana, algún objeto en el patio o azotea vecina que vuela o es arrastrado.

Afuera se inunda.

Dentro, las fotos y yo.

Noche de otoño.
El viento del sur
inclina el flamboyán.

 Lázaro Alfonso Díaz Cala
Cuba