Aprender de una flor de colza. Sobre la importancia del kiyose mexicano.

A Carlos, con agradecimiento

Ser siempre estudiante es algo que encaja bien con este lugar. Ser muy bueno en aprender nos hace maestros, ah, pequeña gran verdad escondida en todas las cosas.

Entonces, recuerdo que hubo un maestro zen que buscaba aprender hasta de un niño.

Algo he encontrado en el espíritu de esta tierra que me hace reflexionar. Hay muchas maneras de aprender, pero sólo se profundiza poniendo el corazón. Y con todo, nuestro aprendizaje es sólo un modesto paso en un camino.

(Pensado tras una conversación con alguien de México).

Preámbulo

Hace varias semanas mi amigo Carlos Viveros y un grupo de estudiantes latinoamericanos pasamos en nuestras bicicletas por un campo repleto de flores amarillas muy fragantes llamadas en Japón na no hana 菜の花 (literalmente: flor de verdura). Ese día, le pregunté a Carlos si sabía cómo se llama esta flor en español y me dijo que se trataba de una planta pariente de la canola. Durante los días de marzo y abril he visto a las na no hana cuando doy un paseo por el campo, tanto en los campos cultivados como en los terrenos baldíos y junto a los arroyos. Mi vecindario, llamado Hanabatake 花畑 (campo de flores) comparte el paisaje agrícola con el semi-urbano y, pese al estado de emergencia por la epidemia que también azota a Japón, todavía es posible caminar por los campos. Mi pregunta a Carlos estaba en parte motivada por el interés en cómo traducir al español, o castellano, esta flor que aparece en varios poemas antiguos y modernos. Aquella pregunta se convirtió en el comienzo de una ruta de exploración por las relaciones entre la poesía y el medio ambiente, y de una herramienta poética y ecológica que se resguarda el mundo del haiku: el saijiki y kiyose.
Na no hana 菜の花 (la “flor de verdura”) cultivada frente a un jardín de niños en Japón. Marzo de 2020, Tsukuba.

Poco tiempo después de aquella anécdota, y de una conversación con Carlos sobre la posibilidad de crear palabras estacionales (llamadas kigo) del medio ambiente de México, vi que Cristina Rascón y el equipo de Haiku y Kigo publicaron un Diccionario kiyose japonés y Diccionario kiyose mexicano en la página http://haikukigo.com. En esta página web se puede consultar en línea y de manera libre dos tipos de diccionarios en español: el Diccionario kiyose japónés, de palabras estacionales japonesas, y el Diccionario kiyose mexicano, que es una propuesta de kiyose de palabras estacionales de México. [1] A continuación, intentaré explicar qué es un kiyose japonés.

De manera general, un kiyose (季寄せ) es un diccionario sintético de palabras estacionales llamadas kigo 季語 que se utilizan en el haiku tradicional. El kiyose es la versión abreviada de un compendio más extenso llamado saijiki (歳時記). Las palabras estacionales, o “los kigos” (como yo les digo a veces) son palabras que se refieren a la flora, fauna, fenómenos astronómicos, asuntos de la vida cotidiana (como las comidas y bebidas) y las celebraciones. Algunos ejemplos de esas palabras son la flor de cerezo (sakura), el faisán (kiji), y el melón oriental (uri), que tanto gustaba al poeta Bashō. Algunos kigos pueden ser muy generales, como decir pino para evocar al invierno o melón para el verano, sin embargo, la mayoría tienden a ser un poco más específicos, por ejemplo, el pájaro anteojitos blanco o mejiro (en vez de un pájaro cualquiera). Algunos otros son realmente especializados, por ejemplo, oborozuki, para decir “la luna que asoma entre nubarrones en primavera”. Es a partir de lo específico que comienza lo delicado y sensible, pero gratificante, de la traducción.

En cuanto a los saijiki y kiyose, estos nacieron como listas, glosarios, recopilaciones o colecciones de palabras, y podemos decir que tampoco son diccionarios en un sentido ilustrado o enciclopédico, sino que pertenecen a su propia evolución dentro de la extensa construcción de la cultura-naturaleza japonesa a lo largo de siglos de poesía y artes[2]. El primer saijiki japonés se llamó Manantiales de la montaña (Yama no i) y se publicó en 1647 en el periodo Edo.[3] Actualmente, los saijiki y kiyose se encuentran muy difundidos, con numerosas versiones e impresiones, y son herramientas de consulta para las personas interesadas en la poesía y las artes tradicionales japonesas.

Volvamos a nuestras “flores de verdura” trasplantadas al español, pues he llegado a un punto en el que quiero introducir las siguientes preguntas: por qué es poética y ecológicamente interesante un kiyose mexicano y, qué beneficio ecológico podrían traer los kiyose y saijiki mexicanos. Ambas son preguntas ecopoéticas, y asumen de antemano que la poesía, o el mundo de lo poético, es como una caja de herramientas con impacto medio ambiental. De paso, adelanto que, plantea un reto a poetas, escritores y artistas, pero también a biólogos, ecólogos, ecologistas, educadores, niños, gestores de jardines botánicos y proyectos de divulgación, sobre la manera en cómo conocemos nuestro hogar, nuestro vecindario, o si se prefiere a la naturaleza.

Al prestar atención al Diccionario kiyose mexicano noto que se trata de una propuesta que asume la importancia de la diversidad de lenguas, grupos y culturas, y que además experimenta con las posibilidades, de aquello que se dice académicamente en inglés cross-pollination, es decir, la polinización cruzada entre culturas. Y no sólo eso, pues también estos géneros japoneses plantean una visión post-literaria, para armonizar y complementar, ciencia y poesía en la construcción de una conciencia ecológica sensible, en la que sea tan importante el nombre científico de la “flor de la verdura”, como los usos y costumbres, y las palabras del corazón que nos habla sobre ella.

Dos tipos de flores. El kiyose japonés y el mexicano.

De acuerdo con la página de Haiku y Kigo, este Diccionario kiyose japonés es fruto del trabajo de traducción que hizo la escritora y traductora Cristina Rascón de 500 palabras estacionales, recopiladas por Kenkichi Yamamoto (en su famoso Kiyose de 1986) al que “añade palabras de origen mexicano presentes en el saijiki original japonés, así como palabras no estacionales, sumando en total 547 palabras”. El segundo, el Diccionario kiyose mexicano comprende, inicialmente, 334 palabras seleccionadas por Cristina “quien trasladó la lógica de la estacionalidad de palabras nacionales de Japón a la cultura mexicana”. Una característica de este kiyose mexicano es que “Nace de trasladar la lógica de la estacionalidad de las palabras del diccionario original japonés a la flora, fauna, vida cotidiana y celebraciones de México, tomando en cuenta no sólo palabras en español, sino también términos cuyo origen proviene de lenguas originarias como el náhuatl, el maya, entre otras.” Como precisa su autora, por tratarse de la versión abreviada “no encontrarás explicaciones de historia de la literatura, haikus como ejemplo o imágenes, pero sí encontrarás la clasificación de a qué estación y subestación pertenece la palabra en cuestión, así como la clasificación de a qué categoría pertenece.”[4] (Rascón 2020)

Si fuese sólo una traducción del Kiyose de Yamamoto ya sería bastante loable, sin embargo, quiero destacar que la propuesta ha ido más allá de la mera traducción literal de un kiyose japonés. Hay una intención, en ambos proyectos, de concebir, germinar, y hacer nacer una sensibilidad mexicana, que pone este proyecto en la vanguardia de lo que es pensar sobre traducir. El pensamiento en estos diccionarios no es el de presentar algo exótico al orbe literario hispánico, sino adaptar cierta lógica, con el cuidado de aquello que se transplanta, a un ambiente nuevo. Este ambiente es el suelo del español que es más como un lugar de encuentro de varias lenguas, entre ellas las muchas lenguas indígenas. Su visión es clara, no sólo hay que reconocer la raíz indígena que está grabada en el origen mismo de nuestras palabras, sino convocar el aporte necesario que tienen los poetas en lenguas indígenas en el camino del haiku en México y, yo diría, en el camino de la ecopoética en todo el continente.[5]

A continuación, exploremos la parte técnica. ¿De qué tipo de herramienta hablamos? Comenzaré por buscar la famosa na no hana “flor de verdura” en el Diccionario kiyose japonés. Cito textualmente la entrada:

Flor de colza, flor de nabo o flor de mostaza.

Estación: primavera (春)
Categoría: plantas(植物)

Flor de colza, flor de nabo o flor de mostaza. Na no hana, 菜の花, なのはな. Lit. Flor de vegetal (flor de Brassica).

Observemos esta entrada en particular, es como la que podríamos encontrar en un diccionario botánico, o en el glosario de un libro sobre la biodiversidad de un ecosistema. Los tres nombres: flor de colza, flor de nabo y flor de mostaza, nos sugieren que na no hana es un nombre común y genérico para estas especies. La mención del nombre científico nos ayuda a precisar que se trata de especies que forman parte del árbol genealógico, o comunidad tribal, de Brassica, la cual incluye a especies silvestres, domésticas, y cimarronas. En Brassica encontramos especies comestibles como nabos y verduras de hoja, especies que se consideran malezas, y otras (como la canola o colza) que se aprovechan para obtener aceite comestible. En un saijiki japonés a esta entrada se le añade, por ejemplo:

  1. Una ilustración, o fotografía de la planta.
  2. Palabras y expresiones estacionales emparentadas, algo así como “sembradío de flores de colza”.
  3. Descripción general de la planta y su relación con la cultura moderna. Una descripción de cómo es la planta (flores amarillas, fragantes, hierbas estacionales) y qué tipo de lugar ocupa actualmente en la región, por ejemplo, se puede decir que esta planta actualmente se cultiva extensamente como fuente de aceite en la región de Kansai, por lo que es común ver grandes terrenos cubiertos de amarillo en la primavera.
  4. La información literaria. Qué referencias literarias se conocen de esta flor, quizá alguna cita famosa, verso o dicho popular. En este caso, se puede incluir que “un campo de flores de colza” (“na no hana no hanabatake”) es el inicio de la famosa canción “Oborozduki” de Tatsuyuki Takano (1876-1947).
  5. El punto de vista científico. En el que se incluye la información botánica de la flor, si se trata de una planta nativa o introducida, su periodo de florecimiento, sus propiedades medicinales etc.
  6. Poemas ejemplares. Una selección de haikus o poemas donde aparece esa planta[6]. Yo pongo aquí uno de Natsume Sōseki.

菜の花の中に小川のうねりかな

Na no hana no naka ni ogawa no uneri kana

En medio de flores
de colza, las ondas
del arroyo

                                  Natsume Sōseki

Se puede pensar en la lista anterior, para pensar en lo que podría decirse, por ejemplo, de un manzano en la sensibilidad de un inglés, del tanti rao para un shipibo, o del nopal para quien creció en Santa Rosa, Querétaro. Es una tarea lenta, pero que fructifica. En Japón hay algunos saijiki con 5000 palabras y su lista crece y se actualiza, con plantas que no había hace quinientos, o apenas cien años (varias de ellas americanas, como el chayote que en japonés se conoce como melón de hayato, ハヤトウリ), animales y fenómenos climáticos nuevos. Algunas cosas también se van borrando mientras las nuevas llegan, pues se trata de la herramienta viva de un proyecto cultural vivo[7]. El loable trabajo de la traductora ha sido abrirnos la puerta a ese mundo de raíz honda que no desdeña la ciencia, sino que la incorpora. El mundo de una herramienta poética, y yo diría también de una herramienta ecológica.

Finalmente, cuando observamos un saijiki o kiyose moderno, estamos frente a un proyecto híbrido, que nace en el lugar de encuentro de la poesía, la observación científica, y la memoria. Na no hana es la flor que refiere a muchas especies y variedades de Brassica, y también es la flor de los poemas y canciones de distintas personas que han observado las flores amarillas llegar con la primavera. La parte poética añade algo único, y es la cualidad de una relación que no es nunca la misma, pues allí donde alguien se percata que florecieron las junto un arroyo, tres siglos más tarde alguien dice que florecieron en un vertedero clandestino, o junto a la cerca de un laboratorio de partículas elementales. Aquí hay un asunto ecológicamente importante: los poemas traen a nosotros un conocimiento que se ha guardado en el corazón humano de otro ser con vida y que da cuenta de la calidad de su relación con éste. En el saijiki, el conocimiento botánico, geográfico, histórico, que es un conocimiento ecológicamente importante, se amplía gracias al conocimiento poético que incluye, sentimientos, costumbres, usos culinarios, medicinales, sensaciones, recuerdos, sueños y chistes. Todo ello se actualiza siempre en los ojos de quien lee y convierte esta herramienta en algo valioso para el aprendizaje del mundo que llamamos hogar. Se trata de una herramienta que quizá supera en rango y profundidad de las relaciones entre ser humano-naturaleza a la que podría encontrarse en una enciclopedia. Si la enciclopedia es un proyecto humano del conocimiento, el saijiki, y su versión abreviada, el kiyose, son otra alternativa.

Colofón.

Este artículo es también un llamado a los jardines botánicos, a las páginas de divulgación, periódicos y otros proyectos similares para voltear a ver a la ecopoética. Proyectos como el kiyose, guardan similitudes con los glosarios ecopoéticos, y recopilaciones poéticas en antologías, recuentos, memorias, cancioneros, diarios, etc. En estos días en los que gran parte de los seres humanos hemos tenido que tomar refugio y resguardar nuestras actividades a un circuito limitado o moderado, se vuelve importante el tema de la calidad de nuestro hogar, un tema que es también por los aspectos cualitativos en nuestras relaciones con las plantas y animales, el clima, las comidas y bebidas, y las celebraciones. Ante la situación de desastre y crisis actual, los poetas y escritores, que al igual que los científicos son vulnerables y mortales, se preguntan qué hacer y cómo hacer. Cómo enderezar este rumbo torcido, que se ha torcido al atentar, desdeñar u olvidar contra nuestro bienestar y habitación en el mundo. Hogar es el entorno donde se come, se trabaja, se cría y donde descansan nuestros sueños y donde se nutren nuestras relaciones superficiales y profundas. ¿Qué tan bien queremos comprender el lugar donde hacemos hogar? Si podemos percibir a los seres frágiles que se marchitan como las flores de estación, el alegre canto de los gorriones, a los seres que perdurarán más allá de nuestro paso como el sabino o ahuehuete; o si aprendemos a respetar a los seres que migran como las mariposas monarcas, entonces sí empezaremos a comprender de manera íntima lo que debemos cuidar.

En adelante quiero hacer mi contribución a este proyecto, recolectando haikus, y kigos, que pudieran conectarse de alguna manera con el kiyose o saijiki mexicano, japonés, o indoamericano. Por ello, lector, mis próximas contribuciones estarán orientadas a esta tarea.

Primera recopilación, de la meseta de Anáhuac

Acahual

ESTACIÓN: VERANO (finales) y OTOÑO (principios)

CATEGORÍA: Flor

Acahual. Del náhuatl acahualli: «tierra baldía». Alfombra de oro silvestre, planta herbácea de flores amarillas con usos medicinales. Florece en grandes cantidades en los llanos y tierras baldías en agosto y septiembre.[8] Con este nombre se designa a varias especies de flores amarillas y anaranjadas de la familia Asteraceae, entre ellas:

Simsia amplexicaulis, Heterotheca inuloides, Tithonia tubiformis, Melampodium divaricatum.

Varias de estas especies están consideradas como malezas y hierbas para forraje. Algunas también como plantas medicinales para el tratamiento de heridas, por sus propiedades desinfectantes y cicatrizantes (árnica mexicana), y otras más tienen propiedades para curar padecimientos de la bilis y la bronquitis. También sus flores son importantes para la producción de miel. En México se comercializa una rica miel de abeja de alta calidad llamada “miel de acahual” que es cremosa como la mantequilla.

¿Na no hana?
—flor de canola—
(pero me acuerdo
del acahual)

Sol VerdeEl acahual creciendo con los nopales en la tierra de mi cuñado. Santa Rosa, Querétaro. Septiembre, 2018.

 

Bibliografía

Melchy Ramos, Yaxkin. 2019. Meditaciones Del Pedregal. Visiones Ecopoéticas. México: Astrolabio.

Miura, Satomi. 2015. “Representaciones de Los Alimentos En La Poesía de La Época Premoderna de Japón: El Kigo de Matsuo Bashō.” Estudios de Asia y África 50 (3): 759–778.

Rascón, Cristina. 2020. “Haiku y kigo | Diccionario en español.” Haiky y Kigo. 2020. En línea. Disponible en http://haikukigo.com/.

Kigosai Saijiki『きごさい歳時』En línea. Disponible en: http://kigosai.sub.jp/

Fotografías

Yaxkin Melchy Ramos Yupari

-.-

[1] En la página de Haiku Kigo se dice que dicho proyecto se trata de un homenaje al haikuísta, poeta y filósofo mexicano Arturo González Cossío (Ciudad de México, 1930-2016). También participa Diana Lucinda González de Cossío.

[2] Esta evolución parte con la adaptación de la tradición de las cuatro estaciones en la poesía y artes chinas a las tierras japonesas alrededor del siglo VIII. La influencia de la cultura-naturaleza China en la poesía y artes japonesas se ha mantenido de manera variable, pero constante por siglos.

[3] Para conocer más sobre la evolución de las palabras estacionales y estos compendios recomiendo un interesante artículo: “Representaciones de los alimentos en la poesía de la época premoderna de Japón: el kigo de Matsuo Bashō” (Miura 2015). Disponible en línea en:

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-654X2015000300759 .

[4] En este punto invito al lector a explorar la herramienta. La cuál tiene una interfaz amigable y fácil de usar e incluye una buena sección de preguntas y respuestas orientadas a las personas con interés por los haikus, la cultura japonesa y la traducción.

[5] A muchos mexicanos se nos plantea el reto de cómo empezar a construir la ecología poética y la poética ecológica sobre lo que ha sido colonizado, saqueado, violentado, y cuando no, muchas veces negado y discriminado por nosotros mismos. Lo que planteo es que la idea de naturaleza como hogar poético en México debe ser una tarea abierta a la polinización cruzada y a un nuevo (moderno, pero alternativo) enraizamiento de nuestras raíces, ya sea en urbes como Atizapán de Zaragoza, biorregiones como el Itsmo de Tehuantepec o el territorio de diversas naciones.

[6] Para construir esta lista me he basado en un saijiki en línea japonés llamado Kigosai: http://kigosai.sub.jp

[7] Pienso que sería posible rastrear fenómenos como el calentamiento global en una tradición como el haiku. Pasando por un pueblo a los pies de Monte Hokkyō hay una estela que tiene grabado un haiku escrito hace aproximadamente cien años. En este haiku se habla de la nevada que había cubierto de blanco dicha montaña. Sin embargo, este año 2020, no hubo paisajes blancos cubiertos de nieve en esa región.

[8] (Parte que tomé de mi glosario en Meditaciones del Pedregal). (Melchy Ramos 2019)