Viento de otoño. (kire)
No se mueve el caballo
que carga piedras
Midori-Yo
(trad. Antonio Cabezas)
En este haiku de Midori-Yo, el kire lo encontramos al final del primer verso. Hay quienes se preguntarán qué podrían tener en común el viento otoñal y un caballo inmóvil que carga piedras. Y lo que tienen en común es el suceder a la vez, el coincidir en espacio y tiempo.
Cuando el poeta pasa de sentir el viento a ver al caballo cargado que no puede moverse, suma distintos elementos. Es el momento de su asombro: nada menos que un ser viviente cargado que debe avanzar en un día de viento y se niega a ello o simplemente no puede.
Siempre las distintas partes en que el kire divide a un haiku al yutaxponerse se potencian. No se siente lo mismo frente a un caballo cargado que no avanza en un día de clima agradable, que frente a un caballo cargado de piedras que no avanza en un día de viento. Todo esto el haiku no lo dice, pero está, es el lector quien debe verlo para poder así recrear la experiencia que conmocionó al haijin.
En las manos de la madre
tiemblan las cenizas del héroe. (kire)
La línea férrea
Takaya Soshu
(trad. Alfredo Lavergne)
En cambio en este haiku de Takaya Soshu, el kire se presenta al final del segundo verso, donde hay un cambio brusco de contenido. Siempre en el kire de una cosa se pasa a otra sin explicaciones y el lector debe ver, o más bien sentir o intuir, porqué el haijin las ha relacionado. Hay cortes que son muy suaves y en ellos es más fácil relacionar las dos partes del haiku, pero otras veces, como en el caso de este poema, el corte es más bien brusco, hay un gran salto al vacío, un espacio de silencio que es parte del poema y que lo hace casi inasible. Además tenemos la ambigüedad de ese tercer verso que amplifica la resonancia del haiku, porque si bien puede referirse a una línea de ferrocarril en la que trasladan las cenizas del hijo, también puede estar refiriéndose a esa continuidad de uno que hay en los hijos y que sólo la muerte puede cortar. Lo mágico de la ambigüedad en el haiku es que no se nos pide que nos decantemos por una, recibimos todas las posibilidades, y eso amplifica nuestros sentimientos.
Haciendo un fuego
bajo un nido de vencejos (kire)
¡La lluvia nocturna!
Shirao
(trad. Vicente Haya)
En este otro haiku de Shirao tenemos un ejemplo claro para ver cómo donde hay kire se realiza una yuxtaposición de contenidos y uno puede, gracias a ello, percibir la unidad de la experiencia.
Sin lugar a dudas las partes que se yuxtaponen, aunque en un primer momento no lo detectemos, tienen una relación; no siempre es una relación que se pueda entender con el intelecto como en este caso (fuego- nido- peligro- lluvia- salvación) porque al ser fundamentalmente relaciones de esencia, se captan mejor por medio de la intuición.
Resumiendo: el haiku, a pesar de su brevedad, presenta normalmente dos partes. De la confrontación de estas dos partes, separadas por lo que los japoneses denominan kireji ( palabra cortante que se utiliza para señalar el kire), surge el efecto fundamental del haiku.
El «kire» resulta ser así el elemento estructurador del haiku en la medida en que, yuxtaponiendo las dos partes, la mente se ve allí obligada a saltar entre dos conceptos y unirlos. Eso permite la recreación del instante como una unidad mayor que la suma de sus partes.
Por ello el kireji, ha llegado a considerarse indispensable en el haiku tradicional y aunque hoy en día este formalismo se ha superado y es posible, pues, encontrar haiku sin kireji, casi siempre en un poema haiku encontraremos pausas de pensamiento bien definidas basadas en el significado.
© Isabel Pose, 2019