Todas las entradas de: el rincón del haiku

HAIKU: una senda para olvidarse de sí mismo

En las próximas ocho entregas, iré publicando la ponencia que presenté en el II encuentro de Haiku en Gilet, Valencia (España) a finales de abril del 2023. Espero con esta reflexión poder contribuir al camino de los que hemos encontrado en el haiku una vía espiritual más que un lugar de reconocimiento literario.

Días en los que llueve,
se emociona
el monje Ryōkan.[i]

1. Introducción

Este texto pretende ser un aporte a uno de los asuntos más controversiales en nuestro tiempo: el asunto del “yo”. Esta reflexión ya está abierta en el corazón de todos los que se acercan al haiku como un camino espiritual, como un camino para acceder a lo sagrado, el lugar donde el sujeto y el objeto no tienen necesidad de ser diferenciados.

Escribir haiku, como muchos lo saben y aprecian, es un camino consciente de renuncia al “yo”, esa entidad o presunción de entidad que se afana tanto por el reconocimiento, al tiempo que nos atenaza y restringe vitalmente.

Para muchos de nosotros, el camino consciente de nuestras búsquedas espirituales se inicia con un momento de crisis o ruptura interior o quizás antes, como herederos y emisarios de esta “energía de salida”, como la nombra de forma tan apropiada el poeta José Manuel Martin Portales (ÚLTIMA PALABRA, p. 69) en su reflexión sobre la “pregunta sin respuesta”, sobre la pegunta por el sentido:

no hablo del preguntar que viene del pensamiento
sino de la pregunta, sin más, que se ha hecho existencia (…)

Para mi exposición elegí de marco de referencia las enseñanzas del budismo, dada, por supuesto, mi condición de sacerdote zen en formación. Uno de los grandes maestros del budismo zen (chan) en china del siglo VII, Huangbo (Obaku en japonés) decía que “los seres humanos tienen miedo de arrojarse al vacío porque no saben que el vació no es vacío”. El camino budista, como tantos otros caminos espirituales, es un camino que invita a la liberación, a salir de los límites estrechos de una vida centrada en sí misma, ego centrada.

El punto de partida del budismo es sin duda alguna la pregunta por el sufrimiento. Esa fue la pregunta que Siddharta Gautama Shakyamuni, más conocido como El Buda (el Despierto, el Iluminado), enarbolo después de haber experimentado él mismo una profunda crisis interior al contemplar y reflexionar sobre la condición humana atrapada en las dolorosas experiencias del envejecer, enfermar, morir y aferrarse a los objetos de sus deseos inagotables.

Cada uno de nosotros parte de la consciencia de su propia experiencia vital. En mi caso, parto de la consciencia de la multiplicidad de tendencias, manifestaciones y búsquedas encarnadas. Me presento con varios nombres: soy Juan Felipe Jaramillo, médico, padre, abuelo, amante, panadero, profesor universitario; el sacerdote zen Sanriki; el haijin Diente de León; el iniciado Bunkua Navingama… Es decir, soy una multitud de “yoes”, a veces consonantes, muchas veces disonantes, un tejido vital hecho y deshecho continuamente por condiciones algunas impuestas otras frutos de este andar tanteante hacia un más allá siempre impreciso, pero más vasto y libre que el de los horizontes conocidos en las formas provisionales con las que me he definido.

Yo hace mucho
pisaba y aplastaba
caracoles.[ii]

(Onitsura – m.1738)

NOTAS:

[i] El amado monje y poeta Ryokan escribió algunas de las poesías más apreciadas por los seguidores del zen. Este es un pequeño poema en que deja de lado el cuidado promovido por el haiku y se expresa con una forma poética que pone a pensar, que hace reflexionar y que invita a reconocer su humanidad con nombre propio. La mirada del lector se dirige no al suceso, si no al “yo” Ryokan. “(…) el uso del propio nombre hace que el haiku se mal logre aún más, haciendo que el “yo” sea demasiado implícito y olvide que, principalmente, el haiku debe hablar del exterior, no de nosotros mismos.” HAIKUS DEL YO, M. Concepción Cabrera G. Tesis de grado, U. de Sevilla dirigida por Vicente Haya, p. 87

[ii] Un yo que recuerda un tiempo en que pisaba y aplastaba caracoles (¿un niño travieso, un joven impetuoso, un adulto torpe?) Es un moje zen y seguramente lo recuerda y dice porque ya no lo quiere volver a hacer. La crueldad y el feísmo no hace fácil el encuentro con el aware de este haiku que más bien pone a pensar y por lo tanto más parece un senryu. La presencia dominante del yo y de la anécdota personal ocultan el suceso. “Un ‘yo’ muy presente solo muestra la necesidad de la persona de sobresalir dentro de su obra, no dejando paso para lo importante en el haiku: mostrar el impacto que te causó algún elemento de la naturaleza”. HAIKUS DEL YO, M. Concepción Cabrera G. Tesis de grado, U. de Sevilla, p. 87

Haiku 52

52

公達に狐化たり宵の春

Kindachi ni kitsune baketari  yoi no haru

El zorro
se disfraza de noble,
noche de primavera.

Buson también mostró predilección por los seres fantásticos, yôkai, y las metamorfosis de animales, que adquieren la apariencia de humanos (especialmente monos, conejos y zorros). Aquí no habla la Naturaleza, sino el poeta. Forma parte de una tradición, ya utilizada por Bashô. Todo ello forma parte del principio estético de風狂 fûkyô o “locura poética”:

猿殿の夜寒訪ゆく兎かな

sarudono no / yosamu toiyuku /  usagi kana

Visitando al señor mono
en esta fría noche
¡Un conejo!

Tradicionalmente se pensaba que los zorros se disfrazaban o cambiaban de forma para engañar a los humanos. Vistiéndose de atractivos hombres o mujeres para seducir a los incautos. En ocasiones, además de hechizarlos, les afeitaban sus cabezas como muestra Bashô:

[Prefacio]: “es un día auspicioso de febrero: Zekitsu tiene su cabeza afeitada para convertirse en estudiante de medicina, y yo le felicito por ello”.

はつうまに狐の剃りし頭哉

Hatsu muma ni / kitsune no sorishi / atama kana

Primer día del caballo1
la cabeza afeitada
por un zorro.

Buson comparte esta afición la comparte con su compañero de haikai y amigo Shôha. Buson es autor de una serie (妖怪絵巻 yôkai emaki) con 8 ilustraciones y texto ad hoc de monstruos y sucesos extraños (guerreros que en vez de cabezas muestran melones o sandías, ejércitos de “liliputienses” junto a un samurái que los observa atónito, el espíritu de un árbol gigante, etc). Esta serie fue creada entre 1754 y 1757 durante su estancia en Miyazu.

Podemos citar, por ejemplo, dos de los 212 haikus inéditos (hasta 2015) de Buson:

傘も化けて目のある月夜哉

Karakasa mo bakete me no aru tsukiyo kana

También mi paraguas
se transforma en un ojo,
esta noche de luna.2

El poema hace referencia a Karakasa o monstruo paraguas, es decir, paraguas antiguos que se transforman en yôkai cuando cumplen los cien años. Suele tratarse de un paraguas con dos brazos, un ojo y una pierna (gracias a la cual realizaba saltos).

El otro inédito con la misma temática heterodoxa:

薮入の神女町過る夕哉 [inédito]*

yabuiri no/ shinnyo yogiru/ yû kana

En las vacaciones del criado
un antepasado cruza el pueblo
¡en plena noche!

 

– es la primera vez, según nos consta, que se traducen estos dos poemas lejos de Japón-

Notas:

1 El “primer día del caballo” sucede en cualquier mes lunar, pero es realmente significativo en el segundo mes lunar (febrero), día para la adoración de la deidad (Inari), patrona de comerciantes y agricultores, cuyos santuarios sintoístas aparecen rodeados de zorros esculpidos (sus asistentes).

2 Disponible en ビブリア : 天理圖書館報 = Biblia : revista de la Biblioteca Central de Tenri (144), 88-125, 2015-10 (aparecen publicados los 212 haikus inéditos de Buson, correspondientes al volumen primavera y verano); ビブリア : 天理圖書館報 = Biblia : revista de la Biblioteca Central de Tenri (145), 81-110, 2016-05 (volumen otoño e invierno). Mi entero agradecimiento a Setsuko Takeoka, quien me facilitó una copia de dichos volúmenes aún no publicados en formato libro.

El Nuevo Haiku Emergente por Itō Yūki (traducción)

¡VERSIÓN ACTUALIZADA!

 

El Nuevo Haiku Emergente

La evolución del Haiku Japonés Moderno y el Incidente de la Persecución del Haiku

por Itō Yūki
Traducción al español de Jaime Lorente

VERSIÓN ACTUALIZADA A NOVIEMBRE DE 2023 

Novedad! Actualizado el libro «El Nuevo Haiku Emergente» de Itō Yūki, con la traducción de Jaime Lorente. Junto a la entrevista de Ido Wenzel sobre el ensayo (2007) ahora se añade una entrevista de Jaime Lorente a Itō Yūki (2023) para cerrar definitivamente este trabajo, buscando más respuestas al desarrollo del haiku japonés en el siglo XX.

Texto inicial:
Si bien el documento es de 2007, pero Itô Yûki ha realizado una pequeña actualización del documento y lo ha publicado en junio de 2023. El traductor al español Jaime Lorente ha recibido autorización para utilizar dicha revisión y traducir los pequeños cambios que ha habido y que indica en el documento. Además, resulta muy interesante porque se añade una entrevista de Udo Wenzel a Yûki de 2007, sobre el ensayo en cuestión, con mucha información extra de interés. La entrevista se titula: «Perdona, pero no olvides. Haiku moderno y totalitarismo».

Descarga gratuita desde:

NUEVO HAIKU EMERGENTE (versión actualizada noviembre de 2023)

Gyōga Manroku 仰臥漫録. Diario de Shiki descargable

Ya se han traducido los tres diarios de Shiki al español. Puedes leer el Gyōga Manroku 仰臥漫録, el más íntimo, capítulo a capítulo clicando aquí o bien puedes descargarlo en un solo pdf y gracias a la colaboración de la Editorial Sabi-shiori clicando aquí abajo.

 Gyōga Manroku de Shiki en pdf

Que lo disfrutéis.

Poniendo el ‘Makoto’ en práctica: Hitorigoto, de Onitsura.

Corregido y actualizado a 7 de noviembre de 2023

Se añade la traducción del artículo de Peipei Qiu titulado «El makoto de Onitsura y el concepto daoísta de lo natural», como broche de oro a esta edición ya cerrada.

Un documento fundamental sobre/del considerado autor de primer haiku.

Descargar aquí gratuitamente el pdf:

Poniendo el makoto en práctica. Hitorigoto de Onitsura

 

El cielo azul de Shiki-an – El mundo de Shiki visto tumbado

(puedes descargar todo el diario en un solo pdf clicando aquí)

 

『子規庵の青空」 ―臥して見る子規の世界

Masako Hirai    平井雅子

Como decíamos en la entrada pasada, la profesora Hirai añadió a la traducción del diario de Shiki, la de algún otro documento y también un artículo de su autoría que incluye algunos fragmentos de Shiki, también traducidos por ella misma. Incluimos dicho artículo para cerrar el diario y este pequeño homenaje de gratitud a la profesora Hirai.

El cielo de la habitación de Shiki: ¡Boca arriba, observa y registra!

por Masako Hirai

La última casa de Shiki en Negishi, Tokio, estaba ubicada en un tranquilo barrio tradicional de casas pequeñas, entre las montañas de Ueno y el área de entretenimiento tradicional; y el tren urbano de la línea Yamate se podía escuchar de manera intermitente incluso en aquellos días de Shiki. La casa era uno de esos edificios adosados en alquiler, que solían estar habitados por samuráis de clase baja durante la Era Edo que inmediatamente precedió al tiempo de Shiki. Tenía una sala de estar, un dormitorio pequeño (el de Shiki), dos dormitorios aún más pequeños (los de su madre y su hermana), una pequeña cocina y un pequeño jardín modesto con algunos árboles y plantas, que Shiki cuidaba.

 

Imagen.-Croquis del jardín y la casa de Shiki-an cuando éste vivía, basado en escritos, tankas, haikus, dibujos y fotografías de Shiki y las personas de su entorno.

 

Shiki tenía veintiocho años cuando se mudó a esta casa, dejó la Universidad de Tokio y comenzó su carrera como periodista y crítico dos años antes, y aquí pasó sus últimos ocho años, excepto durante su breve visita a China como corresponsal de guerra que terminó con su tos con sangre, su hospitalización en Kobe y varios meses de descanso con Sōseki en Matsuyama. Poco después de su regreso a Tokio, Shiki se vio obligado a permanecer en cama, por lo que durante seis años y medio estuvo acostado y sufrió dolores cada vez mayores, casi interminables. Continuó escribiendo haiku, ensayos y críticas que sentaron las bases del haiku moderno e influyeron en la poesía en general, y él hizo esas acuarelas, cuyo secreto quería encontrar en su habitación.

Eran unos días despejados, tanto el cuatro como el cinco de mayo, cuando visité la casa de Shiki, que ahora es un museo. Con cuidado me quité los zapatos y me acerqué a la pequeña entrada. Justo en frente, pude ver la sala de estar, que debe haber estado llena cuando se juntaron hasta 22 personas para hacer haiku, como en el retrato de Izan. Desde esta sala de estar se podía observar el dormitorio de Shiki, pero en el umbral había un cartel que decía “No entrar”. Era una habitación sagrada donde murió el poeta. Afortunadamente, me concedieron un permiso especial para entrar en la sala después de que cerraran el museo.

Tan pronto como entré en la habitación, me acosté, primero imitando la postura de Shiki en una fotografía que estaba expuesta. Estaba acostado sobre su lado derecho, ya que su lado izquierdo y su cadera finalmente tenían siete heridas abiertas que supuraban pus, mientras que su rodilla izquierda, doblada, nunca podía estirarse por el dolor. Desde esta posición terriblemente limitada, primero observé el cielo azul, un azul que ocupaba hasta dos tercios de la vista, tanto desde el espacio abierto como a través de las puertas corredizas de vidrio que Kyoshi logró conseguir para él. Dado que su ropa de cama acolchada estaba extendida sobre el suelo del tatami, miré hacia arriba y tuve una vista que era inimaginable para cualquiera que estuviera de pie o sentado en la habitación, o para cualquiera que estuviera al aire libre. Saqué mi libreta y una pluma estilográfica, pero mi mano derecha estaba entumecida por el dolor de estar presionada contra el tatami, un piso enmarañado. Decidí recostarme, levantando ligeramente el lado izquierdo y la cadera.

De esta manera, observé y dibujé el cielo, el enrejado de ramas de bambú que sobresalía recortando filas triples de cuadrados azules o trapecios en el cielo, lo que debía impresionar a Shiki con la perspectiva, los cristales cuadrados de las ventanas que también se alinearon cuidadosamente para mostrar el cielo, un cielo azul, y los arbustos verdes tan bajos y pequeños que parecían que estaban cerca.

Imagen: Jardín de Shiki, pintado por Akira Masaoka

La habitación estaba medio a oscuras, con rayos de sol oblicuos que iluminaban, como para tallar, la malla de junco del tatami, y destacando sus cenefas de tela negra que dividen el suelo. Lo más sorprendente fue el azul y el brillo del cielo que parecía venir a través del gran espacio lleno de luz bailando en la brisa. Algo se estremeció en el cielo, solo unas pocas hojas en el enrejado, pero, oh, cómo bailaban en la brisa, tan libres y llenas de luz.

Todo esto mientras dibujaba, sosteniendo mi cuaderno con fuerza en mi mano izquierda. Mantenerlo así requería un esfuerzo. Si Shiki quería dibujar una flor, la sostenía con su tablero de dibujo en su mano. Mi dibujo se interrumpía con frecuencia por el secado de la pluma porque tenía que sostenerla hacia arriba, recostada en el suelo. Constantemente tenía que sacudir la pluma estilográfica para dejar caer la tinta. Shiki debe haber tenido un problema similar, y me di cuenta de la cantidad de problemas y paciencia que tuvo Shiki para mojar su pincel o pedirle a alguien que lo hiciera por él. Comenzaron a dolerme el cuello y los hombros, y mis manos y codos se estaban poniendo rígidos, pero estaba decidida a dibujar al menos durante media hora para poder tener una idea de cómo debe haber sido para Shiki “observar y registrar”, el significado de Gyouga-Manroku.

Entonces recordé que en su autorretrato Shiki se dibujó a sí mismo sobre sus manos y rodillas, sosteniendo un pincel para pintar un cuadro.

 

 

También pintó una mantis que, con grandes ojos, largas rodillas articuladas y un gran trasero que se asomaba a través de sus alas, levantaba su mano en forma de hoz como si estuviera a punto de ofrecer algo, una semejanza simbólica de su propia figura pictórica.

Tumbado en la cama durante diez años,
yo, como una mantis,
pongo esos brazos
y cojo un pincel.

«Coraje y espíritu de lucha»: pintura y escritura de Shiki

De cara al jardín, me acosté de frente y me levanté un poco, arrastrando la rodilla rígida y torcida que, sabía, le causaba tanto dolor a Shiki. Mis manos, que notaba cómo soportaban la mayor parte de mi peso, pronto se entumecieron, y un dolor agudo y eléctrico me recorrió los codos cuando los retiré a la vez, para sacudirlos. Si asumió esta posición durante el período de su observación y pintura, no pudo hacerlo hasta el final, cuando ya su hermana o un amigo debían sostenerle el tablero de dibujo.

Hay puntos de vista contrastantes del diario de Shiki. Algunas personas se sienten atraídas por su alegría, sencillez y valentía. Otros enfatizan el largo sufrimiento, la soledad y la autocompasión que trajo la enfermedad. Un crítico señala su efecto doloroso como el “frío desapego” de Shiki, incluso en su ensayo sobre su paseo favorito. Previamente, pero ya unos veinte años después de Shiki, un crítico romántico interpretó el efecto como la “hermosa refracción” de sus ojos que convirtió su enfermedad en un sacrificio simbólico al espíritu de su época: la devoción de su talento poético más fino al “casi-esfuerzo inútil” de vivir en una era que pedía prosa, la Era Meiji con su emperador simbólico que exigía dicho servicio. Desafortunadamente, no tengo espacio para discutir el contexto histórico, pero tengo algo que decir sobre la vida de Shiki, que no puede descartarse como un sacrificio heroico y romántico. No es la “distorsión” de su visión, sino su simple y directa comunicación con el cielo lo que observé desde su posición postrada en su habitación. Esto no fue escapismo ni mera ingenuidad, como ilustraré a continuación.

Encuentro una sencillez terrible tanto en Gyouga-Manroku como en algunos otros ensayos en los que Shiki describe su enfermedad y la vista desde su habitación.

Me acuesto de nuevo, exhausto por el cambio de vendajes. “Hoy hace mucho calor, ¿debería limpiar tu habitación?” pregunta mi madre. Sí, me parece bien. La madre coloca otra ropa de cama en la sala de estar y dice: “Ve tú”. La mera distancia menor a 2 metros me parece de 4.000 km, lo que me intimida. Eventualmente me decido, me levanto y logro estar a cuatro patas. Pero mi pierna izquierda está inmóvil debido al dolor. Coloco una “almohada para los pies”, del tamaño de un pie, debajo de la articulación de la rodilla izquierda, y me arrastro así, centímetro a centímetro. Habiendo cruzado el peligroso umbral, no tengo ningún percance en el camino antes de llegar hasta la ropa de cama en la sala de estar, me subo al futón y me acuesto, esta vez poniendo mis pies hacia las puertas corredizas de papel (hacia el jardín) y mi almohada en el norte. Después de este ejercicio inusual, de repente siento hambre, me alegro. Mamá está abstraída en el borde de mi habitación, mirando hacia afuera, con una escoba en las manos con la que pretendía barrer el suelo. “Escucho las voces de un encuentro de atletismo en Ueno”, murmura para sí misma.

(Shiki, “Mi enfermedad” – traducción propia)

Aquí, hay algo así como una visión ampliada de una mosca herida, haciendo un ejercicio desesperado para alcanzar su objetivo. No existe heroísmo, ni romanticismo, ni siquiera autocompasión en este simple registro de detalles, aunque nos atraigan como una poderosa realidad. ¡Qué suspiro de alivio y logro cuando llega al futón! No muy lejos de él, su madre está abstraída, mirando hacia afuera con una escoba en las manos, y murmura a medias sobre las voces de los jóvenes atletas que escucha en la distancia. Algo en esta madre, y en el espacio detrás de ella, supera todas las ideas y sentimientos. Ella se ha mantenido al margen y ha observado, impotente, todos los sufrimientos y esfuerzos por los que ha pasado su hijo. Ya no llora dramáticamente por la pérdida o la ganancia, sino que simplemente se preocupa por su hijo y toma y siente cada día según vienen las cosas. Es la voz y el alma de una madre así lo que oímos en las palabras: “Oigo la voz del encuentro atlético…”. ¿La madre y el hijo están celosos de los atletas? ¿Las voces jóvenes les provocan dolor y desesperación? No lo creo. Como si olvidaran sus dolores diarios y su estado desmoronado, la madre y el hijo miran hacia el cielo brillante, respirando el aire por donde vienen las voces. Hay ondas de libertad y gratitud en el aire. El momento debe haber caído sobre la mente humana extraordinariamente sencilla de Shiki que podría estar “contenta” con el “hambre de este ejercicio inusual”. La figura abstracta de la madre, sus palabras simples y los ojos de Shiki que, involuntariamente, siguen sus ojos al espacio, creo, componen una de las imágenes más memorables de la prosa japonesa.

En otro ensayo, Shiki describe su jardín. Al principio, el jardín era pequeño y casi desnudo, con algunos árboles y flores comunes traídas por sus vecinos, pero lo llama “mi cielo y mi tierra” cuando regresa después de un año, después de haber sobrevivido a una grave hemoptisis a su regreso de China. También nombra sus últimos ensayos breves “Una cama de enfermo de seis pies de largo” para significar su mundo, ahora confinado al tamaño de su cama.

El jardín ahora tiene una sombra más atractiva que el año pasado, y uno o dos grupos de crisantemos blancos florecen torcidos en su forma salvaje. Frente a esta vista y recordando los días pasados, me siento abrumado por las emociones. Mi frágil cuerpo vencido por la alegría de simplemente haber sobrevivido, murmura un canto-oración, pero las lágrimas caen sin darme cuenta. Estas flores comunes y este pequeño y estrecho jardín, ¡cómo podría soñar que me iban a conmover tanto!

(Shiki, “Mi pequeño jardín” – traducción propia)

Por un lado, su mundo es extremadamente pequeño; por otro, afirma haber encontrado “el cielo y la tierra” en su jardín. Creo que no fue sólo el alivio de su supervivencia lo que le hizo pensar así. Tampoco escapó a un mundo sentimental o estético centrado en sí mismo. Algunos de nosotros hemos tenido la experiencia de regar una maceta que parece muerta, y seguir cuidándola por si acaso tuviera algo de vida, y ¡oh! la sorpresa y la alegría un día cuando notamos un brote joven, frágil pero con pequeñas hojas verdes. “Bien hecho, pequeña planta. ¡Eres hermosa!” Nosotros lloramos. Aquí hay una pista de la experiencia de Shiki.

En esos “uno o dos grupos de crisantemos blancos torcidos”, Shiki descubrió el cielo y la tierra, porque “recordar los días pasados” también significaba recordar los días en que esos crisantemos perseveraron a través de las estaciones, viviendo desconocidos, y florecieron con tal vitalidad “salvaje” para afrontar su regreso. Lloró porque se conmovió. En esos uno o dos grupos de crisantemos, Shiki encontró ojos para ver toda la vida en la tierra, que respira el aire y la luz bajo el cielo ilimitado.

Obviamente Shiki no siempre vio el cielo azul. Gyouga-Manroku registra su deseo de muerte en el dibujo de un cuchillo y un punzón, con las palabras “Kohaku dice, ven”. Sin embargo, el cielo que vio y registró, estando tendido, era espacioso, vívido y lleno de luz. Respirando esa luz y ese aire de libertad, vivían las flores de Shiki y su literatura.

Masako Hirai
平井雅子

La contemplación estética y la muerte

En nuestra entrega anterior hemos hablado un poco acerca del aware y el mujôkan. En particular es importante recordar la importancia de ese sentimiento de la impermanencia de las cosas. Pensar en la impermanencia del mundo (mujôkan, 無常感) es ponernos directamente en una posición afectiva y reflexiva frente al mundo y a la vida. No se trata, solamente del hecho de que el mundo fenoménico es inescencial y transitorio, sino que cuando el ser humano se abre a ese hecho, se pone en una particular apertura emocional ante el mundo que lo rodea. En occidente la consciencia de nuestra finitud muchas veces llevaba consigo el sentimiento de angustia. Heidegger decía que esa angustia (o luego el aburrimiento) eran las tonalidades afectivas que ponían al ser humano (Dasein) ante el ser y su interrogación. Podemos interpretar eso como la interpelación de la negatividad al ser humano, y cómo ese ser humano reacciona con emociones que (al menos de primera intención) buscan huir o negar esa negatividad. Podríamos decir que el mujôkan es también una tonalidad afectiva que nos pone frente al ser, pero es una tonalidad diferente a la angustia. De la misma manera, el ser de las cosas nos interpela desde la consciencia de la fugacidad de todo cuanto nos rodea, nos pone ante los entes, nos cuestiona por los sentidos que pueden tener cada uno de ellos, y aún así, la respuesta es serena y conmovida.

En el pensamiento budista, se busca activamente neutralizar la ilusión del ego. El yo, no es algo substancial, no es algo que tenga una existencia absoluta o fundamental, es un aparecer de formas e imágenes cuya esencia es siempre, en última instancia, el vacío (mu, 無). El caer de las flores de cerezo, el desvanecimiento del rocío en la mañana, lo efímero de ruido en el agua del estanque al que acaba de saltar la rana; todas esas escenas suponen la misma realidad que el yo que las experimenta. Lo efímero de cada una de esas cosas nos vincula con lo efímero de nuestra propia vida y consciencia, y con lo efímero de las montañas, los bosques, el cielo y la tierra. Robert Wicks diría que lo único constante es un ahora, este instante, frente al que todo es contingente, y naturalmente ese ahora es efímero (2005: 94)[1]. La consciencia, el yo, es el flujo de imágenes, de posibilidades de actos, es como un río cuya realidad no está en otro lado que en el fluir mismo. En el budismo, se cree en la reencarnación, se cree que renacemos tras la muerte, y lo hacemos indefinidamente a menos que logremos la iluminación, el satori (悟り), que podríamos decir que es la plena consciencia de la insustancialidad del mundo y de nosotros mismos. Curiosamente ese “yo” que renace no es la consciencia con su continuidad (como identificaban a la persona filósofos como Locke, Hume, Parfit, etc.), es una entidad que es sufrimiento mientras no reconozca su inesencialidad. De esta manera, no hay razón para aferrarnos a esta existencia, a esta consciencia ni a este momento. No hay razón para tratar de buscar “algo” que permanece en el cambio, ya que lo constante es el fluir. Así mismo la muerte misma se nos aparece como la desaparición de ese “yo” que más que conservar, debo buscar disolver.

El maestro Soyen Shaku nos dice:

… nosotros los budistas creemos que los hombres aparecen en esta tierra una y otra vez y no descansarán hasta que se haya alcanzado el fin, esto es, hasta que hayan alcanzado su ideal de vida; porque las vidas siguen prevaleciendo. Es una característica peculiar de nuestra fe que apela poderosamente a la imaginación japonesa, que la vida del hombre no está limitada solo a esta existencia, y que, si él piensa, siente y actúa con verdad, nobleza, virtud y desinterés, vivirá para siempre en esos pensamientos, sentimientos y obras… (Soyen Shaku 1907: 1)[2]

Lo que sobrevive a ese hombre, no es su yo, ni su consciencia, ni su perspectiva sobre las cosas. Los pensamientos, sentimientos y obras sobreviven como sobrevive un poema, como una experiencia que se manifiesta y se recrea cada vez que alguien piensa en ella. La “verdad” de ese hombre, no es para “él”, ni para “su” salvación, sino que es algo que se entrega al mundo, que se manifiesta, aunque su protagonista no exista más.

El mujôkan es esa apertura al mundo desde la perspectiva de la contingencia de todo, empezando con la del propio yo. Desde esta perspectiva, la muerte siempre está presente, no como la destrucción o desaparición del algo precioso, sino como el desatarse de un ramo de pensamientos, sentimientos y obras que se vierten en el cosmos, integrándose en él. La belleza de la flor de cerezo que cae no es solamente análoga a, por ejemplo, la belleza del samurai que muere luego de haber llevado su deber hasta el final; ambas situaciones son iguales en naturaleza, en ambas el ser se ha entregado plenamente al mundo, ha suscitado aware, y se ha disuelto en el inexorable paso del tiempo. Cada emoción, pensamiento, u obra humana es parte de la naturaleza, está integrada en ella y en su fluir. Contemplar estas cosas (mono, 物), con la perspectiva del mujôkan, no solo nos lleva a una reflexión, sino que nos dispone afectivamente de una manera concreta y nos abre a que esa contemplación sea una experiencia estética. En esa dimensión, el aware (哀れ) adquiere toda su profundidad.

[1] WICKS, Robert. 2005. “The Idealization of Contingency in Traditional Japanese Aesthetics”. En: The Journal of Aesthetic Education, Vol. 39, No. 3 (Autumn, 2005), pp. 88-101. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/3527434, el 19-12-2016.

[2] SOYEN, Shaku. 1907. “The buddhist conception of death”. En: The monist, Vol. 17, No. 1 (January, 1907), pp. 1-5.

 

Jeancarlos K. Guzmán Paredes
Pontificia Universidad Católica del Perú

https://www.instagram.com/jean.philosophie/
https://www.facebook.com/Jean.philosophie25

MÁS ALLÁ DE SHIKI

Hace cien años, de haber contado con las traducciones de la obra de Shiki, José Torres Orozco, médico y filósofo, habría incluido al haijin en el ensayo El estado mental de los tuberculosos (Un poeta filósofo: Giacomo Leopardi), que escribió en su celda del Hospital General de México, días antes de morir a causa de la tisis, incurable en esos tiempos.

      Seguramente, José Torres se habría conmovido al leer el episodio de la “señorita Watanabe”, esa encantadora dama de la que se enamoró Shiki a primera vista, y lo habría utilizado para ejemplificar aquello que denomina “las derivaciones propias del eretismo bacilar”. Ese affaire, efectivamente, nos cautiva desde el principio y aguardamos el desenlace de la historia llenos de esperanza. La presencia de la “señorita Watanabe” viene a ser más real que la de Shimamoto, la evanescente dama de Al sur de la frontera, al oeste del Sol, de Murakami.

SHASEI

Shiki renovó el haiku. Precisando: revitalizó la práctica del haiku y renovó sus principios. Su principio más importante, el shasei, es equívoco. Para algunos significa boceto, esbozo, algo que tiene que ver con la no completud del haiku. Otros lo consideran pintura o fotografía. Para no sufrir más despistes vayamos a uno de sus kus.

kaki kueba

kane ga narunari

hôryû-ji

 

Al comer caqui

resonó la campana

del templo Hôryû

                                          (trad. Antonio Cabezas)

El suceso ocurrió en el templo Tôdai-ji, pero, el poeta, a fin de expresar más adecuadamente su estado de ánimo, lo cambió por el del templo Hôryû-ji.

El shasei, aquí, esbozo o pintura de la vida, es modificado en virtud del principio de “realismo selectivo” para lograr la veracidad o makoto. Claro, para Shiki, el haiku es una forma literaria, un poema.

El Dr. José Torres diría que la idea fija de la muerte, propia de los enfermos bacilares, hace que el poeta relacione el sonido de la mordida del caqui con la campana y, para lograr una expresión más gráfica, anota el nombre de otro templo, famoso por sus huertos de caqui.

Como ejercicio, bajo principios que no consideran el haiku como un poema convencional, y, para evitar esa mentirijilla artística, se recomendaría al haijin dejar abierto el último verso, para que los lectores colaboren. Así, en vez de mencionar el nombre del templo, referirse a él escribiendo “ese templo”, “aquel templo”, etc.

Probando:

kaki kueba

kane ga narunari

are tera ya

 

Al comer caqui

resonó la campana

Aquel templo  

 

Kyoshi Takahama, el discípulo de Shiki que se hizo cargo de Hototoguisu, al fallecer su maestro, despierta gratos recuerdos de este lado del Atlántico. Nempuku Sato, un discípulo suyo, llegó a Brasil con la misión de cultivar el “haicai” entre los inmigrantes. Kyoshi, en tanto defensor de los principios de Shiki, fue criticado por los poetas disidentes, entre ellos Shûôshi.

Mizuhara Shûôshi publica en 1931, en la revista Ashibi, un manifiesto: Verdad natural y verdad literaria. Considera que los principios de la escuela basada en el Shasei corresponden más bien a la actividad científica que al haiku. Que el científico se encarga de describir fielmente la naturaleza, y esa reproducción de la realidad constituye la verdad natural. Este criterio de ciencia es decimonónico, y como Shûôshi era médico y los médicos de esos años, en su mayoría, seguían siendo positivistas, uno queda a la espera de que concluya afirmando que lo bello es lo verosímil.

La verdad literaria, según Shûôshi, consiste en un retrato, no de la naturaleza sino de las emociones del haijin.

Si nos basamos en ese criterio literario, el poema de la mordida del caqui tiene todo el derecho a presentar el templo que refleje exactamente el estado de ánimo del autor. Afortunadamente Shiki, en sus últimos días, predicó el daguerrotipo en lugar de la selfie.

VICISITUDES DE UNA RANA

Saitô Sanki (1900-1962), un haijin occidentalizado que impulsó el nuevo haiku (shinkô haiku), cuyo seudónimo significa “tres demonios”, considera que el valor poético del ku de la rana no depende de si el autor vio o no el estanque, sino de la emoción que las palabras “estanque, rana, ruido” puedan transmitir al reunirse en el texto del poema.

Interesante afirmación, sin embargo, la frase y la oración que encierran esas palabras siguen siendo problemáticas para nosotros. Y seguimos sin saber cómo saborear ese ku.

Hasegawa Kai, un haijin de la actualidad, califica el haiku basado en el realismo objetivo como garakuta haiku (haiku basura), y propone utilizar la imaginación creativa al componer haiku.

Acerca de la ranita, opina que Bashô escuchó el ruido del agua, un hecho real, el cual completó en su imaginación. Así que el ku resulta mitad real y mitad imaginado.

Respetable opinión, la de Kai; sin embargo, seguimos con el ansia de paladear ese ku tan sencillo, tan simple como el agua. Si es un mito, recordemos que el rito renueva el mito. Si la lectura del haiku es un rito ¿por qué la nuestra no lo renueva? ¿Cuál será la manera adecuada de leerlo? ¿Habrá que recurrir a la enseñanza del pino? ¿Será posible eso en nuestra tradición?

De Shiki a Kyoshi, el mensaje del Corazón-Bambú

子規から虚子へ、『心竹」のメッセージ

por Teiko Inahata      稲畑汀子

«Corazón-Bambú»: el espíritu de la naturaleza como haiku y como regalo, de Shiki a Kyoshi»

NT: Dado que el Gyouga-Manroku está depositado en el Museo Memorial de Kyoshi junto a otros importantes documentos del haiku (ver imagen), la profesora Masako Hirai, seguramente agradecida por la deferencia de ceder el diario para su traducción al inglés, añadió en esa traducción un artículo de Teiko Inahata sobre documento que encontró trascendente: el carteo entre Shiki y Kyoshi, y una fotografía de lo que el maestro envió al alumno: un “corazón-bambú”. Fieles a lo dispuesto en su traducción y recopilación por la profesora Hirai, a continuación, pasamos a reproducir en castellano, el resultado de su traducción.

Esta es una cita parcial de la conferencia pronunciada por la Sra. Teiko Inahata, nieta de Kyoshi y actual editora de Hototogisu, en conmemoración del centenario de la muerte de Shiki en el 36º Encuentro Nacional de Haiku en honor a su obra (organizado por la revista de haiku Hototogisu). El mensaje de «Corazón-Bambú» simboliza el espíritu del haiku, que fue transmitido de Shiki a Kyoshi; y es también «un mensaje para aquellos que recuerdan la mente de Shiki y el intento de Kyoshi por ser una respuesta».

Fue en mayo de 1891 (el 24º año de Meiji) cuando Kyoshi contactó por primera vez a Shiki, que era de la misma prefectura y estudiante de la Universidad Imperial en aquella época. Kyoshi escribió a Shiki a través de Hekigotō. Kyoshi tenía entonces 18 años y estudiaba en el Instituto Iyo. Shiki tenía 24 años y cursaba el segundo año en la Universidad Imperial de Tokio, tras haberse trasladado del departamento de Filosofía al de Literatura Japonesa. Ya tenía experiencia en la clasificación de haiku, enseñaba haiku en el alojamiento de Tokiwakai* y escribía artículos de viaje, aunque no le iba muy bien en la universidad y empezaba a pensar en dejarla.

La carta de Kyoshi estaba llena de ingenua pasión:

Hace tiempo que he oído hablar de ti …. No puedo evitar admirarte, y creo que es porque tengo los mismos gustos que tú, así que puedo ser valiente… Me inclino ante ti y te ruego que en adelante me corrijas a veces y me enseñes sin escatimar tu reprimenda, y así serás un salvador.

Shiki respondió a la carta inmediatamente:

Te ruego que prestes un gran servicio a la nación. Nunca desaproveches tus aptitudes. No hay persona que no anhele la llegada de hombres de talento y eruditos en derecho, economía, política y medicina. Sin embargo, también se necesitan auténticos eruditos de la literatura… Dices que me acompañarías, aunque nos separaran miles de kilómetros. ¿Cómo puedo ser reacio a tener una amistad con usted? Sin embargo, no tengo claro cuál es el campo de estudio que sería más útil para el país…

En junio, renunciando a su examen final, Shiki regresó a Matsuyama tras recorrer Kisoji. Fue entonces cuando Kyoshi conoció a Shiki por primera vez. Conocido como poeta de haiku, Kyoshi, a partir de octubre, compuso asiduamente haiku y se los enviaba a Shiki a Tokio para que criticara y corrigiera su trabajo. Sin embargo, en enero de 1892 (el 25º año de Meiji), Kyoshi recibió un inesperada y muy severa carta de Shiki, adjuntando unas hojas de bambú rayadas que llamaba «Shin-Chiku» (Corazón-Bambú, ver imagen) con haiku escritos en rojo sobre ellas:

Seido [Hekigotō] me escribió contándome que te quejabas de que no podrías ganarte la vida siendo escritor. Si realmente dijiste eso, no puedo evitar suspirar. ¿Has nacido para ganarte el pan de cada día? Aunque mi vida esté en declive, te daré la mitad de mi pan si abandonas la idea de dejar de ser escritor para ganarte la vida. Te ruego que sigas intentándolo. Y espero que aceptes este pequeño regalo llamado «Shin-Chiku» (Corazón-Bambú) como epílogo. Es de mi jardín. Apenas llega a 1 shaku*, pero no mengua ni siquiera bajo las heladas y la nieve. Espero que aprecies la naturaleza de esas hojas, aunque estén manchadas con el polvo de la ciudad.

De hecho, Shiki había dejado el alojamiento que le proporcionaba Tokiwakai* en diciembre del año anterior y había alquilado una habitación. Así que estaba escribiendo su novela Tsuki no Miyako (La ciudad de la luna) en la pobreza. Su progreso era difícil y lento, y se irritó cuando supo por Hekigotō que Kyoshi decía que no podría ganarse la vida como escritor. Debió de ser por eso por lo que se enfadó y envió la carta a Kyoshi.

No obstante, este intercambio se debió a un malentendido. Kyoshi no había hecho nada para merecer que Shiki se lo reprochara, pero aun así entendía lo que Shiki quería decir en realidad. Kyoshi explicó que era Hekigotō quien le había malinterpretado. Kyoshi aclaró la situación, diciéndole a Shiki que Hekigotō se había reunido con él el verano anterior y le había dicho: «Puede que seamos escritores, pero aun así no deberíamos ignorar el ganar la comida y el vestido», y el propio Kyoshi había argumentado en contra del comentario, escribiendo un ensayo al respecto. Continuó en su carta a Shiki:

Sin embargo, no digo que no vaya a disculparme contigo. ¿Por qué? Me complace que tomaras nota de cualquier palabra mía, sin escatimar esfuerzos, para amonestarme y reprenderme como ha hecho tu carta. Y, de hecho, las lágrimas resbalaron por mi rostro sin darme cuenta, mientras leía tu carta, tan llena de simpatía.

Además, compuso un ensayo, «No puedo ganarme el pan», y se lo envió a Shiki.

Shiki no tardó en darse cuenta de que había sido un malentendido y devolvió a Kyoshi una carta en la que elogiaba el ensayo.

Este Corazón-Bambú, que ahora se exhibe en el Museo Conmemorativo de Kyoshi, todavía parece enviar un mensaje a aquellos que recuerdan la mente de Shiki y el intento de respuesta de Kyoshi, y la amistad entre estos dos escritores.

Notas.-

Tokiwakai. Fundación educativa de la familia Hisamatsu, el antiguo jefe samurái de la zona de Matsuyama, que ayudaba a los jóvenes a ir a Tokio y estudiar, proporcionándoles becas y un dormitorio.

Shaku: Unidad de longitud de unos 30,3 cm

Materiales de referencia

《参考資料》

Junto al Gyoga Manroku se suelen exhibir otros documentos y materiales que suponen una referencia al diario, realizados en la misma época y que por algún motivo finalmente no quedaron incluidos plenamente en él.

Hay materiales que suponen una referencia de Shiki que nunca se llegaron a publicar y se escribieron de forma paralela al diario. Por ejemplo, el manuscrito de Shiki titulado «Agonía» (también depositado en el Museo Memorial de Literatura  de Kyoshi).

El manuscrito, sin terminar, comienza con

«Son aproximadamente las 8:00 de la tarde y la temperatura de mi cuerpo es de alrededor de 38,5 grados. Me duelen la barriga, la espalda y las nalgas…»

Nunca se publicó ni se terminó, y se desconoce la fecha de escritura, pero por su contenido, se puede suponer que fue alrededor de 1902, que coincide con la época en que se escribió “Gyoga Manroku”.