Enero 2021

A este espacio le llamaré Bashou y los clásicos, dado que el propósito es buscar esas raíces de las cuales Matsuo Bashou, a quien llaman el “padre del haiku”, tomaba la semilla inspiradora para muchos de sus poemas.

Definir el haiku se hace cada vez más complejo que simple. Unos lo consideran estrictamente poesía, otros, un camino espiritual. No es mi intención en este espacio, entrar en definiciones, ni propias ni ajenas, sino, simplemente,  mostrar una faceta de este estilo lírico; una faceta que muestre el flujo constante, cambiante, evolutivo y derivativo de la poesía clásica japonesa.

Comenzaremos con un haiku que viene en una de las antologías de Kitamura Kigin — quien fuera maestro de Matsuo Bashou ­— llamada Zoku Renju. En él Bashou, toma un verso de un poema que Sugawara no Michizane — poeta, literato y político del periodo Heian — recita en su antología llamada Kanke Goshu, para construir su haiku.

Nacido en el año 845, Michizane alcanzó los más altos cargos dentro de la Corte, y llegó a ocupar el puesto de Doctor en Literatura en la academia que existía en la época para los nobles. Sin embargo, víctima de sus adversarios políticos, fue degradado a servir como oficial de bajo rango en la lejana zona de Dazaifu, actual Prefectura de Kyuushuu, falleciendo en este “exilio”. Luego de su muerte tuvieron lugar varias situaciones desafortunadas, como incendios por la caída de rayos en dependencias del Palacio Imperial, tormentas e inundaciones, y comenzó a correr la voz sobre “la maldición de Michizane”. Para aplacar su espíritu, le dedicaron el santuario de Kitano Tenmangu en Kyoto, le devolvieron póstumamente su título y rango, y se borró toda mención de su exilio de los registros oficiales. Después de 70 años, fue deificado como Tenjin, dios de la erudición. Se decía que Michizane amaba los ciruelos, por lo que todo un jardín de estos árboles se plantó en su santuario.

A continuación, el poema de Sugawara no Michizane que Bashou empleara como fuente:

家を離れて三四月、落涙百千行、万事皆夢の如し、時々彼蒼を仰ぐ

“desde que mi casa dejé treinta y cuatro lunas han pasado / lágrimas caen incesantes /  el pasado parece un sueño /  y ahora sólo a veces miro al cielo”.

Bashou toma, específicamente, el último verso del poema de Sugawara — 時々彼蒼を仰ぐ (tokidoki hisau wo afugu) y ahora sólo a veces miro al cielo ­— y lo utiliza como segundo verso de su haiku. El término hisauひさう, es un kake kotoba o palabra homófona de彼蒼 azul y 秘蔵 tesoro, y que al final deriva en soten蒼天 o cielo azul.

我も神の ひさうやあふぐ 梅の花

wa ga mo kami no    hisau ya afugu ume no hana

también yo levanto mi vista a la flor del ciruelo

Por lo tanto, mientras lo que en su exilio Michizane contempla es el cielo azul, que le mantiene conectado con su vida pasada en la capital, Bashou elige centrarse en los ciruelos de Tenmangu; demostrando, sus conocimientos de los clásicos, pero también su sensibilidad hacia la naturaleza.

Decidí dejar implícito en el “también yo”, la figura del dios Tenjin, o Michizane, que es mencionado en el primer verso del haiku. Por una parte para evitar que la traducción quedase pesada, pero también porque considero que trasmite mejor esa sutil conexión con el pasado.