Haibun 48
Sopa de invierno
Pelar y cortar cebollas es un ejercicio de limpieza. Los ojos y la nariz comienzan a producir lágrimas y mocos. Entra la premura de sonarse rápidamente.
A veces, también sirve para limpiar el alma. Es una buena excusa para llorar a lágrima viva sin que nadie pregunte porqué.
Mi padre, que padeció toda la vida de asma, solía poner una partida al lado de la cama para respirar mejor. La piel transparente que hay entre capa y capa también servía para que las gasas no se pegaran a las heridas.
Lo que sea que emana de las cebollas me está afectando…
Los almendros ya tienen brotes. El sol ha deshecho casi toda la escarcha. Aún quedan restos de su brillo en las coles.
Un gato color canela merodea por el techo de las barracas.*
Pongo atención para no cortarme. El cuchillo que uso es de hoja ancha. Nunca me han gustado los cuchillos. Las navajas, en cambio, me recuerdan la calidez de las manos paternas partiendo un trozo de tocino apoyado sobre el pan. ¡Qué destreza!
Cojo dos hojas de salvia…las chupo mientras acabo de partir lo necesario para la sopa.
Del cerezo cae una hoja. Recogeré dos o tres del montón para secarlas entre los libros.
Una nube tapa el sol de la mañana. No tarda en desplazarse empujada por el viento frío.
De nuevo vamos a poder disfrutar del calorcillo…
Nieve en las montañas.
El vecino ahumando
carne de cerdo
Angeles Millán (Hikari)
Palamós (Girona) España
*Caseta o albergue construido toscamente y con materiales ligeros.