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EL CAMINO DEL SILENCIO

LA CHOZA DEL HAIJIN

俳人の山小

fotokotori

Hay un valle en la comarca del Bierzo, en León, que se llama El Valle del Silencio. Cuenta la leyenda que en el siglo X un hombre santo llamado Genadio, eligió una cueva de este frondoso valle para orar en meditación. Un día, intentando concentrarse para tal menester y no lográndolo debido al murmullo del río que discurría a sus pies, golpeó el suelo con su cayado y al grito de “cállate” le ordenó que fluyera en silencio. Desde entonces, el obediente río Oza se desliza silente entre las raíces de castaños centenarios.

Al margen de la soberbia de Genadio que todavía no había comprendido que el problema no estaba en el río sino en su mente, la leyenda nos ilustra para ver como desde tiempo inmemorial, el buscador espiritual necesita de lugares inmersos en la naturaleza y alejados de las concentraciones humanas con el propósito de hallar la anhelada paz interior.

Puede que el camino definitivo en el haiku sea éste, el del silencio, quizás porque se ubica en ese espacio que roza lo intangible y que, obstinadamente, nos empeñamos en buscar más allá de nosotros mismos.

Ese es uno de los retos del haijin: aceptar ser y estar en ese silencio –vacío que deja al descubierto los monstruos vociferantes que nos habitan. De pronto nos enfrentamos a miedos ancestrales como los que sentimos cuando por primera vez meditamos, o cuando en mitad de una noche estrellada, en campo abierto, te envuelve un firmamento profundo, cuya sola contemplación produce un vértigo tan real que amenaza con succionarte. Entonces tomamos conciencia, o deberíamos, de que no somos nada ni nadie, al menos nada ni nadie por encima de lo que nos rodea. Y eso da mucho miedo porque perdemos la falsa identidad a la que nos hemos aferrado para sobrevivir.

En los confines del templo,
se oye cortar bambú:
lluvia fina en la noche

寺ふかく竹きる音や夕時雨  SHÔHA

  

*Haiku traducido por Vicente Haya

 

 

CRIATURAS ALADAS

     Los que frecuentan el patio de mi casa son las ciguas y los perros. Los perros porque me siguen dondequiera que voy si le es permitido. Las ciguas, en su entera libertad, porque les place.

Pero de los patios vecinos, de las afueras de la urbanización, del entorno del río o vaya usted a saber de dónde, llegan ocasionalmente otras visitantes fugaces, aladas y rápidas como un soplo de brisa. Vienen zumbadores a libar en el aire el néctar de las orquídeas y las flores de Pompeya, vienen diminutas avecillas, como las reinitas o el cigüiriyín, a buscar cosas pequeñas que solo ellas ven.

Vienen abejas, trabajadoras y solas, vienen raramente mariposas, vienen o aquí mismo crecen los tenaces mosquitos.

Ya no, pero en otros tiempos tuvimos la dicha de ver en el patio al pájaro bobo, con su largo pico, su vientre bermejo y su extraña calma. Ahora solo oímos de vez en vez su grito ronco en árboles vecinos. También, más armoniosos, gritan los pájaros carpinteros, que no nos visitan nunca, empeñados en su labor en la copa de los árboles altos.

Y en alguna época del año en el atardecer cruzan en bandadas numerosas las madame sagá, de pecho amarillo.

Y el ruiseñor, solitario, del lado de la calle llena el espacio a ratos largos con su melodía de siempre primavera.

Ay, los países del aire.

 

Dìa nublado.

Ruiseñores y ciguas,

¿qué es lo que dicen?

 

 

Siete

Todo viaje tiene algo de vagabundeo, de búsqueda interior, de despedida… aunque, quizás, viajar no es más que una excusa para renovar todo aquello que ya creemos desgastado…

En la estación de tren un efervescente trajín aviva la mañana. El calor se hace notar… el sol parece haber puesto en fuga hasta las mismísimas sombras. Contemplo las vías… en ellas siempre cabe la esperanza de que exista algo más allá.

A la indicación de un pitido, sin los titubeos de las viejas locomotoras, se pone en marcha el tren… busca el destino que marcan las solitarias vías. Lentamente la ciudad cambia su pelaje. Las residencias, alineadas milimétricamente, dan paso a los nuevos polígonos industriales… enmascarados con fachadas espejadas absorben todo lo que les rodea. Avanza el tren, a mi izquierda puede verse la vieja siderurgia amodorrada bajo un eterno manto rojizo, al otro lado, por tramos, se vislumbra una carretera paralela a las vías. Un camión cargado de carbón se dirige hacia la central termoeléctrica -una hacedora de luz que ennegrece el agua de la ría-. Con un pequeño traqueteo el tren se sacude los últimos restos de la ciudad.

Se angosta la ruta… el roce del convoy con la maleza se hace sentir dentro del vagón… Un poco más allá un maizal agranda el espacio… bajo un cielo sin nubes posan dos cuervos sobre una rama seca.

Lentamente el paisaje se detiene… el tren abre sus puertas… se cuelan en el vagón aires de fiesta… El pequeño pueblo costero, Candás, está concurrido… tenderetes, terrazas, banderines de colores colgando entre las fachadas… y gente, mucha gente que se desenvuelve entre los olores de la sidra y las sardinas a la plancha…

Tras la comida, busco las afueras para darme un descanso… las casas blancas destacan sobre una mar azul…

Huele a eucalipto…

en el bosque

hay una fuente que gotea

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

Seis

Delineado por el viento… mudo… quizás sabedor de que simplemente con su presencia queda articulado todo vocablo. Ancestral… sagrado y mundano… custodio de todo y de nada… sobre su alcorque se yergue el árbol.

Salgo de casa, apenas necesito treinta o cuarenta pasos para encontrarme con los primeros árboles… si te paras a contemplarlos se diría que cantan… mas sólo es el algarabío de unos gorriones que encuentran refugio entre sus ramas. Como llevado por la brisa, prosigo con el paseo… la ciudad también parece hablar… mas sólo es el algarabío de una multitud que busca refugio en unas calles abarrotadas.

Hileras de ciruelos rojos, de aligustres, de plátanos de sombra agitados al son que determina el viento del nordeste, tamarindos, magnolios, tilos, abedules, encinas y un largo etc. que hacen de ellos infinitos ríos vegetales sobre cauces de asfalto.

Un paso… otro… y otro… un deambular por las aceras de la ciudad que casi siempre termina por llevarme a un parque… allí, donde más árboles hay, donde más puedo admirarlos, donde más siento su alma… un alma de otro mundo que se aferra a la tierra como si fuese humana. El tiempo se diluye entre el hipnótico agitar de millares de hojas. Me siento atrapado en un vaivén en el que no puedo dejar de preguntarme si los árboles, sin su ceguera, podrían vivir en la ciudad… y así, sin saber, soy como el ave que halla amparo entre esos indescifrables seres leñosos.

Desciendo por una escalinata de piedra que me acerca a lo más hondo del parque… El vacío, unido a uno de los bancos de madera que flanquean los peldaños de piedra, acapara mi atención…

 

Los años han tronchado

al viejo ciruelo…

sigue su vuelo el mirlo

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

Antonio Martínez Rubio

 

 

 

 

 

Unas palabras del autor

Mi nombre es Antonio, pero soy conocido como «antoka» en el mundo del haiku, fruto de una casualidad y un juego de palabras entre «antonio» y el gran «Santôka», al que, como otros muchos haijines, «venero». Soy maestro en Villlarrobledo, un pueblo de Albacete. Soy miembro de la AGHA desde su fundación. He publicado tres libros de teatro infantil en la editorial CCS y ahora se publicará en otoño mi cuarto libro. En el haiku fui miembro del consejo de redacción de HELA, he participado en antologías de haiku y resulté ganador «ex aequo» del V Concurso Internacional de Haiku de la Facultad de Derecho. El haiku me ha hecho conocer sensaciones y personas que quedarán marcadas para siempre en mi memoria particular.  Y en ello estamos…

 ****************

  

Se pone el sol.

Una fila de hormigas

cruza el camino.

 *

 Solo una vela

ilumina la ermita.

Atardecer.

 *

 

Sol de la tarde.

Al borde del camino,

unas botas viejas.

 

*

 

huele a romero…

el murmullo del río

es más cercano

 

*

 

calla el cuervo –

el sonido de la lluvia

en las hojas

  

*

 

Mirando al pueblo

seca el sudor de su frente.

Azada en tierra.

 

 *

 

noche sin luna…

el olor de la paja

tras la tormenta

  

*

 

antes de la lluvia…

la cigüeña blanca

se pierde en la niebla

  

*

 

grazna un cuervo…

la brisa mueve

unas flores de malva

  

*

  

silencio…

la lluvia de anoche

en las hierbas del camino

  

*

  

qué blanco el cielo

de este amanecer…

llovizna invernal

  

*

 

cielo nublado –

en la tumba sin nombre

se extiende el musgo

  

*

 

Atardece…

Aún quedan dondiegos

por abrirse

  

*

 

Niebla otoñal…

El vuelo de un cuervo

sobre el viñedo

  

*

 

amanecer…

la voz del melonero

rompe el silencio

junio 2018

ANIMALITOS DE DIOS

Calendario oriental

 

A Enrique Linares

(director de la revista Hela)

Diligente, respetuoso y paciente compañero

pero sobre todo amigo.

 *

suenan cencerros…

el agua del pilón

se ha congelado

-Xaro La

 

***

CABRA

Caroline R. Young

Pintura en seda china

 *

Cabra de fuego

 Almendro en flor,

una cabra se empina

hacia la luz

-Estela

*

tarde con sol-

la blancura del choto

sobre la hierba

-María

 

Cabra de tierra 

Llovizna de otoño,

los brincos del baifo

entre las piernas.

-Hadaverde

 

Cabra de hierro 

Rayo en la noche;

la cabra tensando

su propia soga

Barbarroja

*

Senda umbría

Tironeando de la soga

bala el cabrito

-Ruben Saró

 

Cabra de aire  

Tirando del choto

cruzamos

entre las cabras preñadas

-Mavi

*

¡dong-dong, dong-dong!

El cencerro de hojalata

¡vuelve a sonar!

-Cristian

*

Brisa de primavera-

De una oveja a otra

salta la urraca

-Gorka

 

Cabra de madera

 

Olor a estiércol,

en el pelo del baifo

briznas de hierba

-Hadaverde

 

Cabra de agua

Junto al arroyo,

oculta en las matas

suena un cencerro

– Manuel Orzas

*

suena un cencerro;

se lanza a la poza

el galápago

-José Antonio Gonzalez

***

 

Saludos compañer@s haijin@s del mundo

 

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junio 2018

Brisa en el campo,

el olor de las flores

va y viene

.

Nombre del niño/a: Micaela González Merlini

Edad: 10 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

Playa casi vacía

caen sobre el mar

los rayos del sol.

.

Nombre del niño/a: Micaela Gonzalez Merlini

Edad: 10 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

Una ardilla

chilla y chilla

sin poder bajar

.

Nombre del niño/a: Juanita Vailati

Edad: 9 años

Colegio:  Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

Al mediodía

un colibrí chupa el néctar

de los jazmines

.

Nombre del niño/a: Ornella Izzo

Edad: 10 años

Colegio:  Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-