Todas las entradas de: el rincón del haiku

enero 2018

Carrera en la playa.

La gaviota picotea

a un pez muerto.

 

Nombre del niño/a: Lola Rotman

Edad: 10 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


Luz apagada,

en la puerta del cuarto

un grillo.

 

Nombre del niño/a: Eugenia Romano

Edad: 10 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


Domingo de otoño

En el pino más alto

se posa un pájaro.

 

Nombre del niño/a: Luna Romero

Edad: 10 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


Mañana nublada,

picotea en la nieve

un pajarito.

 

Nombre del niño/a: Mora Rocchetti

Edad: 10 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina


© Colegio: Villa Devoto School

Buenos Aires, Argentina

nanakusa

                             七草や黙って打つも古実顔

nanakusa ya damatte utsu mo kojitsu kao

 

moliendo las siete hierbas…

una sabiduría antigua

su rostro en silencio

Issa Kobayashi

 

Sol, nubes, bosque, una montaña…

Kôfukuji. Esta mañana de enero en el templo junto al río Nakajima que atraviesa Nagasaki. Nanakusa no sekku. El festival de las siete hierbas. Daikon, seri… buf.. apenas me acuerdo de ninguna… Masu me lo explicó en su casa, hace días, en Año Nuevo. Y también el kagami mochi, pastel arroz espejo literalmente, ese adorno tan típico japonés que hay en todas las casas y comercios japoneses por estas fechas. Dos mochi redondos, uno más pequeño sobre otro más grande, la daidai, una especie de naranja agria pequeña con una hoja bien verde sobresaliendo.

Sol, nubes, bosque, una montaña…. Eso me dijo Masu que simbolizaba, según él, esos tres elementos. El sol del daidai apareciendo sobre la blancura de las nubes de mochi. El bosque insinuándose en esa hoja solitaria. Una montaña…. Masu tiene teorías, y buenas, para todo. Da gusto escuchar. Da gusto no saber.

“Antes de que los pájaros de China lleguen, arranca las siete hierbas silvestres y ponlas en tu mano….”

A veces, los ancianos canturreaban esa cancioncilla mientras majaban las siete hierbas en torno al siete de enero, tras las fiestas de Año Nuevo. Esa cancioncilla o algo parecido…. Me dice Masu. Retazos de palabras que hablan de retazos de palabras…

Hace pocos días, justo al volver de Oita, Izumi llamó a mi ventana y me invitó a acercarme al templo principal para asistir a la ceremonia de las siete hierbas.

En los templos es costumbre que el siete de enero se invite a todo el que quiera a participar de este “desayuno” especial a base de nanakusa gayu, una especie de gachas de arroz aderezadas con un majado de las siete hierbas de la fortuna.

En esta mañana de enero el templo junto al río aún brilla con la lluvia de la pasada noche. A la entrada todavía los zapatos de quienes me precedieron.

Una señora sentada sobre sus talones guarda silencio frente a un altar. ¿Ora? Descalzo en el tatami siento un pudor extraño, transparente.

En la estancia más al fondo el abad Matsuo san sirve las gachas a los pocos allí presentes. Asistido en todo momento por Izumi san que abre y cierra la olla que permanece humeante sobre el irori, el tradicional hogar japonés excavado en el suelo y con forma cuadrada. A un lado otro recipiente con el arroz, blanco, sin más, imprescindible en toda comida japonesa. Y el té. El té verde. En mi bandeja busco como por inercia el sol. ¿Podría valer el jengibre? No sé….

El sol, el de verdad, el de afuera, deja su luz sobre las plantas del jardín al que está abierta la sala.

La montaña… Ummm… la montaña casi la puedo oler. Siento su presencia más allá del cementerio que asciende por la colina, tras el templo. Buscando el cielo cubierta de árboles y soledad.

Oigo el silencio de la montaña ahora mismo en una mujer mayor que ora o pide frente a kanjis que no sé leer.

El pastel de arroz espejo. Qué cosas. ¿Será todo esto el reflejo de algo tan grande o tan pequeño que no puedo ni tocar? Tan lejano y tan cercano que ni siquiera puedo ver. Imaginar. Tan antiguo, tan presente. Tan callado…

El sabor del nanakusa gayu es soso. No tiene nada de especial. Como la lluvia, o una montaña, como un hoy cualquiera.

El shimenawa, las sogas hechas con paja de arroz, junto al resto de adornos de Año Nuevo se quemarán en breve. Y el kagami mochi se romperá en pedazos para comerlo en una ocasión especial dentro de un par de sábados o domingos. El kagami biraki, la apertura del espejo.

Intento sacar una foto al vapor que exhala la olla. El miedo a olvidar, a perder momentos como este, me lleva a menudo a ejercicios fatuos e inútiles así. Como fotografiar humo. Las sonrisas de los asistentes rompen en silencio el contraluz de algo que no está dentro ni afuera.

Matsuo san posa incluso cazo en mano, sonriente, para que el gaijin tenga su momento no-momento guardado a buen recaudo.

Al salir del templo me calzo con parsimonia. Por un momento pienso en caminar descalzo sobre la hierba húmeda. Cruzar el jardín bajo el sol de la mañana que se abre y tocar despacio las antiguas vigas de madera que sostienen la montaña que no se ve.

Algunas nubes, muy blancas, parecen llegar del mar y buscar el bosque, más allá de la colina cubierta de tumbas de piedra. La luz brilla sobre una lluvia antigua y transparente.

 

nanakusa…

a nada sabe

el aire de la montaña

 

-*-

 

 

 

 

 

ENERO 2018

Por Xaro Ortolá “destellos”

 

A Elías Rovira nuestro “Papa Noel” del haiku

¡¡¡FELICES DÍAS!!!

 

uvas de Año Nuevo,
mientras tañen campanas
comienza a llover…

-Xaro La, destellos

 *

 

El calendario de astrología oriental lo-tho es un calendario lunisolar, es decir, el año se compone de 12 o 13 meses lunares, comenzando y terminando con luna nueva. Cada año es representado por uno de los doce animales con completa sintonía con los cinco elementos. Esta astrología milenaria estudia energías astrales externas, internas y secretas, se deriva de las observaciones de las nubes, los arco iris, el viento, los truenos, los pájaros y otros animales. En oriente, llega en el momento en que comienza a producirse el primer deshielo de la primavera.

Según los distintos almanaques, usaremos estas características ancestrales para ubicar las fechas del calendario en las que cada mes del año se asocia con un animal y un elemento, similar al zodiaco chino, con el consiguiente orden: Conejo, dragón, serpiente, caballo, cabra, mono, gallo, perro, cerdo, rata, buey y tigre; los elementos también aparecen en un orden: Fuego, tierra, hierro, agua y madera.

En tiempos antiguos el Año Nuevo para Japón coincidía con el calendario chino, al inicio de la primavera; pero desde 1873 esta fecha fue ajustada al calendario gregoriano y por ende coincide con el 1 de enero.

Para los humanos el comienzo del nuevo año es un tiempo sagrado y de auspicios, un tiempo para estar con la familia y con la fe de cada uno. Es un alegre momento de reconciliación y celebración.

 

CONEJO

“El conejo y la luna”

Pint. de Ohara Koson 小原 古邨 (1877–1945)

 *

 Conejo de fuego

Un conejo roe

la hierba iluminada –

Almendro en flor

 

-Gorka Arellano “Ge-érgon”

 

*

Conejo de tierra

Un sol brumoso…

las huellas de las liebres

por el sembrado

-Xaro Ortolá “destellos”

 

*

Conejo de hierro

Le da una brizna
al conejo enjaulado
Viento terral 

-Jorge Braulio Rodríguez “JB”

 

*

Conejo de aire

Hierbajos altos.

Ahora aquí, ahora allá,

brinca un conejo.

-Anna M Santolaria “Estela”

 

*

Conejo de agua

Cae la tarde,

entre las lechugas

quieto, un conejo

-Isabel Rodríguez “Isa”

 

*

Conejo de madera

Bruma invernal,
la cola de un conejo
ladera arriba.

– Leticia Saavedra “Hadaverde”

 

*

Estimad@s compañer@s de camino, este año a petición de los administradores de este foro de ERDH a los que agradezco su confianza, escribiré un artículo durante doce meses… Gracias a este gesto, me gustaría compartir el presente espacio con los haikus de otros haijines contemporáneos.

_()_

 ***

 

Jorge Moreno Bulbarela

 

 

 

 

UNAS PALABRAS DEL AUTOR

Nací en una población pequeña que está, por decirlo así, dentro de la naturaleza. Al emigrar a la capital tuve nostalgia de la vegetación y el reino animal. Esto, aunado a la vida agitada de la ciudad, que no deja mucho tiempo disponible, hizo que me inclinara hacia un género poético muy especial que reúne el culto a la naturaleza y la brevedad. Donald Keene fue mi guía. Pasaron los años, vino el nuevo siglo, que trajo el uso generalizado de las computadoras, y me uní a los cibernautas que cultivan el haiku.

Jor

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Recién salida

del caparazón:

cigarra de alas húmedas.

*

Llega el otoño.

El color de la aurora

en el volcán.

*

Rama de fresno.

El canto de ese pájaro

que oía la abuela.

*

Noche sin nubes.

El temblor de la sombra

del cardo santo.

 *

Hierba crecida.

Sobresale la tierra

de un hormiguero.

 *

Volando bajo:

el ruido de las alas

de un zopilote.

 *

Un crujido en la cañada.

Las puntas del bambú,

entre la brisa.

*

Ya sólo suena

el gotear del alero.

Cocuyos* en el patio.

(*cocuyos: en mx., luciérnagas)

*

El olor

y de nuevo el mugido.

Día de niebla.

 *

Fresno viejo.

Un perro, lentamente,

se acerca a su sombra.

*

La sombra del haya

empieza a moverse:

fresco murmullo.

*

Par de libélulas:

una sola sombra

junto al charco.

 *

Oscuridad.

El chorro de la orina

de una vaca.

 *

Cañada fresca.

En el cielo las líneas

de una espejitos*

(*espejitos: mariposa de alas transparentes)

 *

Otro balido

de la hondonada.

La pinta le responde.

 *

 

Introducción

en el valle

En Valle Gran Rey el tiempo se aquieta y la mirada se pasea en el continuo asombro. El sincretismo de la naturaleza y del entorno rural se entrecruza con el aire marino de un horizonte que se pierde en la silueta de otras islas y otros atardeceres. en el valle recoge haikus y haigas deudores de años de contemplación y de paseos por orillas, malecones y senderos.

 

Nombre de la serie : en el valle

Haigas: Patricia Herrera Fernaud

Haikus: Coriolano González Montañez

Audios de Zoe, 4 años (Navarra, España). 08

Ina* deja / las huellas mojadas / mientras paseamos

             *Ina es la perra de Zoe, una Golden retriever.

-*-

El arcoíris / se encuentra / con las cigüeñas

-*-

La tierra / se está mojando / con el agua blanca

-*-

                             Zoe, 4 años (Navarra, España)

 

Entrega nº 15. 27 de mayo

Pedí prestado un libro llamado “Compendio de travesuras (Kyôgenki)”, leí dos o tres piezas, y me interesaron muchas cosas por varios motivos. No sé en qué condiciones se desarrollaron ese tipo de comedias, pero, aun así, cuando las ves en el escenario al mismo tiempo que el Nô, este último tiene cierto refinamiento (y sigue siendo poco conocido para gente sin cultura), del que el otro carece. Parece que sus bromas se diseñaron para tener un encanto cómico y vulgar al tiempo (todo lo contrario de la seriedad y la elegancia del Nô), y que de esa manera pudiera ser apreciado por la gente común, a la que también el estilo de Sarugaku o Dengaku de la antigüedad, les resultaba más cercano a la comedia que el teatro Nô.

En cualquier caso, estos espectáculos antiguos se dividieron en dos ramas: por un lado, la parte seria, se convirtió en el Nô; y por otra, una parte cómica, que ha quedado exclusivamente para escenificar bromas. Puede que ya se escribieran en tiempos remotos, pero en general se cree que empezaron a ser escritos a mediados del período de Ashikaga, al comienzo de la era Tokugawa. Así, las comedias (o farsas) son aún más interesantes cuando comprendemos que dan testimonio de las costumbres y el lenguaje de esta época. Dejo de lado por el momento la cuestión atrayente de la broma para concentrarme en las observaciones, conocimientos y curiosidades históricas que aportan. Tomemos, por ejemplo, la pieza titulada “Vinagre y jengibre”, que representa a un comerciante de vinagre y un comerciante de jengibre: la trama de la obra es, por supuesto, que ambos se jactan de tener más beneficios que el otro. Entonces entendemos que esas pequeñas empresas existían en ese momento y que eran tiendas itinerantes. Además, el vendedor de vinagre se llama Izumi no kuni, y el de jengibre Yamashiro no kuni, lo que permite conocer la región de origen de sus productos. También aprendemos que el vinagre se almacenó en tubos de bambú, llamados «tubos de vinagre» y el jengibre en envases de paja. Al observar el vocabulario, también entendemos que la palabra utilizada para vender vinagre es sukon y para vender jengibre hajikamikon, lo que no carece de interés. Realmente no sabemos si este sufijo -kon tiene algún significado, pero podemos pensar que es quizás una contracción de la palabra kaó que significa «comprar». Entonces, notamos las palabras shóbai o akinai para designar negocios, comercio, lo que demuestra que desde ese momento ambos términos fueron utilizados. El vendedor de vinagre aborda al vendedor de jengibre diciendo o-Nushi, y el otro responde usando Sochi, por lo que se entiende que dichas palabras se utilizaron luego para apelar a otras personas. En mi provincia de origen (Iyo), estos dos términos todavía se usaban comúnmente con el mismo sentido que en la época de mi niñez. Además, en una etiqueta del vendedor de jengibre, encontramos la siguiente oración:

«En este paquete de paja, solo hay productos de linaje». Eso es porque, en el pasado, los mercaderes de jengibre eran invitados al Palacio Imperial, donde incluso los recibían con un poema (no me pregunten más). En otras palabras, el término «linaje» (keizu) parece ser una palabra comúnmente utilizada para decir que algo tiene un origen del cual uno puede estar orgulloso.

Por otro lado, al ver los términos Sukihari Shôji («paneles correderos de papel fino tensado») o Karakami Shôji («paneles correderos de papel chino tensado») uno finalmente entiende que lo que otros llaman Sukihari Shôji, es lo que habitualmente nosotros llamamos Kamihari no Shôji, y lo que llaman Karakami Shôji, es lo que nosotros llamamos Karakami, a secas. Muy curioso lo de que según cuándo y dónde, las mismas cosas tengan nombres intercambiados.

Todavía quedan muchos hechos curiosos sobre costumbres y lenguaje por conocer; y muchas cosas nos seguirán siendo incomprensibles si no se realiza una investigación profunda. Cuando con el tiempo lo vayamos averiguando, todo este trabajo será aún más interesante.

 

  • Notas de las fuentes y comentarios propios

 

 

– El Compendio de travesuras es una serie de cuatro colecciones de comedias o «farsas» (kyogen), publicadas durante el período Edo, entre 1660 y 1730, y contiene un total de unas cuatrocientas piezas. Ilustrado y fácil de leer, fue ampliamente distribuido entre la población.

– El teatro Nô, es un drama lírico japonés que tuvo su apogeo en el siglo XVII. Se le considera refinado, siendo más popular el llamado Kabuki.

– El estilo Sarugaku, significa literalmente «payasadas» y era un antiguo formato para mero entretenimiento, de origen chino.

– El estilo Dengaku, significa literalmente «danzas agrarias», y eran frecuentemente dedicadas a las deidades locales.

– Los mediados del período de Ashikaga, al comienzo de la era Tokugawa, se corresponden aproximadamente con nuestros siglos XV y XVI.

– En algunos textos de la época, el término jengibre era también el usado para referirse a pimienta.

– Se habla de dos regiones de Japón vinculadas a la producción de vinagre y jengibre respectivamente: el país de Izumi, alrededor de la ciudad de Sakai, cerca de Osaka, y el país de Yamashiro, que corresponde a la parte sur de lo que hoy es Kioto.

– Sobre los diferentes sentidos de las palabras, cabe recordar que el idioma nacional unificado (el japonés de hoy) defendido por Ueda Kazutoshi (Kokugo no tame / La causa del idioma nacional, 1897-1903) aún no estaba establecido en ese momento. El lenguaje estándar no triunfaría hasta 1905.

– Recordamos nuevamente que Shôji es en la arquitectura tradicional japonesa , una puerta, una ventana o un separador de ambientes que consiste en papel translúcido sobre un marco de madera que sostiene un enrejado de madera o bambú. Karakami es el papel chino.

haikus de motocicleta

 

Me gusta salir de paseo en mi moto sin un destino claro…. solo salir y tomar la primera carretera dejando que el aire y el viento me den en la cara… seguir mi instinto y dejar que sean las decisiones de cada momento las que determinen el camino a tomar permitiendo que me guíen la intuición y el corazón.

Es un auténtico placer disfrutar del cielo abierto y las nubes cuando se reflejan en el faro de la moto o el sol parece seguirnos a través de los pinos… Acompañado por el sonido lento y ronco del motor de mi Kawasaki el paseo se torna a veces un auténtico estado de belleza y gozo mientras viajo por el paisaje dejando que las curvas vayan dando paso a un nuevo descubrimiento. A veces acontece que algo del paisaje se hace único e irrepetible quedando prendido de mi alma para siempre… un momento de eternidad… y sin embargo tan efímero.

El corazón se abre ante la contemplación del milagro durante un instante que se vuelve eterno… pero el devenir imparable del tiempo y el espacio reclama de inmediato la atención al presente, a lo siguiente… siempre en el presente, siempre en la presencia, pero con el deseo de nunca olvidar la belleza de lo acontecido…

Así son los paseos en motocicleta. Libertad total y control preciso, límites claros e intuición despierta, firmeza y pasión, fluir siempre atentos al presente y trazar las curvas de forma precisa para nunca salirnos del camino, contemplar la belleza pero sin dejarnos arrastrar a la ensoñación. El alma libre, el corazón sujeto… como el aware y el haiku…

Así quiero que sea también esta sección… como un paseo en moto por el arte del haiku y la ilustración… el mundo del Haiga… dejando que me guíe el corazón en las palabras y los gestos, dejando que a cada curva una nueva técnica, un tipo de pincelada, una fotografía o el uso de la nuevas tecnologías nos permitan adentrarnos con libertad y frescura en el mundo del haiku… su aroma… su estructura… su arte… su forma… su evocación… pero sin perder nunca el camino ni aflojar la firmeza con que se debe trazar un haiku.

En ocasiones cuando llegamos al destino contemplamos el lugar y nos maravillamos disfrutando de su belleza efímera y de la forma en como ese mismo destino dota de sentido a nuestro propio viaje…

En otras ocasiones es el propio viaje el que dota de sentido al lugar al que hemos llegado y es la forma en como lo hemos hecho y cada paso los que nos hacen apreciar el propio viaje como un destino en sí mismo…