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MURMULLO

Haibun infantil 2

(En la Sierra de Segura, Jaén)

Hay sitios a los que querría ir más a menudo. Puedes escuchar los pájaros, puedes ver las nubes, puedes sentir el viento, puedes oler las flores, puedes escuchar el murmullo del río, puedes escuchar una cascada lejana, puedes sentir la hierba fresca bajo tus pies. ¡Tantas cosas que casi no se pueden hacer en la ciudad!

Esos sitios son los pueblos y las aldeas, algunos y algunas casi abandonados. Sitios donde no vive mucha gente. Sitios donde, a veces, solo vive una persona, o dos, o tres…o casi nadie. Gente que se resiste a irse del sitio en el que han vivido toda la vida porque allí lo tienen todo…o casi todo.

En algunos de estos pueblos y aldeas, hasta hace muy poco tiempo, no había ni luz ni agua. Antes, la luz y el agua eran las de la Naturaleza: la luz del sol (y la de la luna cuando estaba llena) y el agua de la lluvia, de la nieve derretida, del río…Ese río que, cuando llueve, recoge el agua y ese campo que, cuando llueve, recupera los olores perdidos en la ciudad.

huele a romero…

el murmullo del río

es más cercano

Mirar al exterior de nosotros mismos

En la base de todo poema haiku está esa mirada indispensable hacia el exterior de nosotros mismos. Una mirada que implica centrar la atención en otra cosa que no sean nuestros pensamientos, preocupaciones, o proyectos.

Mirar con atención algo externo a nosotros nos libera de estar solamente dentro de nuestro mundo mental.

 

Recogiendo el kimono

un paso

sobre el barro de primavera

     

                                                             Sumiko Ikeda

 

Nos va permitiendo romper el caparazón en el que nos hemos encerrado, porque aunque nuestros ojos vean y nuestras manos toquen y nuestros oídos oigan, muchas veces es un ver y tocar y oler la superficie de las cosas. Para que lo percibido a través de los sentidos de verdad nos llegue, nos emocione, nos conmocione, es necesario haber desplazado el foco de nuestra atención hacia el exterior.

 

 

Todas las piedras

del templo Ishiyama,

bañadas por la luna.

 

                                           Sukehiro Noriko

 

    “Escuche todos los sonidos, el susurro, la leve brisa entre las hojas. Vea la luz sobre esa hoja y observe el sol que se levanta tras el cerro, sobre la pradera. Y el río seco, o ese animal y aquellas ovejas al otro lado de la colina, obsérvelas. Mírelas con ese sentimiento de afecto, de protección en el que uno siente que no desea causar daño a cosa alguna”, dice Krishnamurti en “Cartas a las escuelas II” y esas mismas palabras puede decirlas cualquiera que quiera transmitir como debe ser esa forma de mirar el mundo a la que debe aspirar todo haijin. Porque mirar con un sentimiento de proximidad que nos acerque y posibilite alguna conexión con los otros seres vivos, con la naturaleza, con las cosas en general que suceden a nuestro alrededor, es indispensable para escribir un buen haiku.

 

De la bandada de los chidori,

uno va perdiendo fuerzas

y el viento lo recoge

 

                                                 Chiyo-Jo

 

Practicar este tipo de poesía nos lleva a mirar con atención nuestro entorno; la luna distante que flota en el cielo se nos hace de repente más pronunciada en la conciencia. Deja de formar parte de la indiferencia del decorado, donde no tenía ningún interés en particular para nuestra conciencia, y ahora esa misma luna destaca con una presencia nueva. Las cosas se nos hacen más próximas, más intimas.

 

Atravesando el cielo,

tan clara y plateada

la luna sola.

 

                                               Seisensui Ogiwara

 

    Al desplazar el foco de atención hacia esa montaña lejana, hacia esos árboles en su ladera, hacia la lluvia del otoño, hacia cualquier suceso externo que percibimos a través de nuestros sentidos: descubrimos el mundo, sentimos la vida, y quizá escribiremos algún buen haiku.

 

HAIGA 1. CON EL MISMO PINCEL

Con el mismo pincel que un haijin escribe su haiku en el papel, también puede pintar lo que ha percibido en ese instante de conmoción ante un suceso que no lo dejó indiferente en el mundo. Ambas pinceladas, escritura e imagen, se convierten en una obra única que potencia el aware percibido. Así es una obra HAIGA, al menos así, en sus inicios.

HAIGA es un término compuesto por dos palabras:    HAI que refiere al poema haiku y GA, a imagen, pintura. Si bien es una práctica muy antigua, el término haiga es bastante moderno. En su obra, Blyth, dice que no se usaba ese término ni en la época de Shiki.

Una obra haiga entonces, es una expresión japonesa compuesta por una pintura y un haiku. Si bien constituyen una obra presentada en un mismo espacio, ambos se complementan entre sí. De esta manera el aware que es el basamento del haiku es también el mismo que se expresará en la pintura.

         La obra se fundamenta en una simple pero profunda emoción que intenta transmitir. Por lo tanto, la escena que se expresa, conforma una unidad entre el haiku y la imagen representada.

La pintura con tinta negra, sumi-e, es una técnica de pintura que utiliza los mismos elementos que se usan en la escritura: papel artesanal de arroz, pincel, tinta negra y tintero (los cuatro tesoros del pintor).

Haciendo historia, el japonés era una lengua sin escritura hasta la llegada de los ideogramas chinos, que en japonés reciben el nombre de kanji. Recién hay testimonio de escritura japonesa a partir del año 538. Con su avance, los poetas fueron de los primeros en dejar plasmado por escrito sus producciones. El “Kokinwakashu”, más conocido como “Kokinshu”, compiló 1.111 poemas antes del fin del primer milenio, alrededor del año 900.

La aparición del sumi-e en Japón se produjo una centuria antes, pero su difusión mayor y esplendor se realizó en el período Muromachi (siglo XIV-XVI). Este tipo de pintura había llegado de la mano de los monjes budistas.

Muchos denominan erróneamente al haiku como “poema zen”, tal vez la confusión se deba a la amplia difusión que tuvo esta expresión poética entre quienes practicaban el budismo. Sumado a ello, la práctica del ZEN GA o “pintura zen” se difundió junto con el budismo desde los monjes hasta los granjeros y miembros de la corte. Todo esto generó la combinación justa para la práctica conjunta: texto y pintura.

En el haiku  las imágenes internas se yuxtaponen entre sí. Igualmente una obra haiga contiene una yuxtaposición entre el haiku y la pintura. Esta imagen no es necesariamente una representación del haiku ni viceversa, sino que ambas haiku e imagen se complementan entre sí constituyendo una unidad, una obra en sí misma que es más que la suma del haiku y la pintura. La obra única resultante, amplía la posibilidad de percibir el aware expresado.

En sus inicios los haiga eran dibujados y escritos por el mismo autor. Hirata Shusui, artista japonés del siglo pasado, consideraba que lo ideal en el haiga es que una persona escriba el haiku y otra distinta realice la pintura. En este caso es fundamental que el aware expresado en el haiku sea percibido por el pintor que complementará la obra. La interacción que se dará entre ellos debe ser lo suficientemente estrecha para que la obra resultante no pierda la emoción, el sentimiento que generó el haiku.

         Desde principios del siglo XVII cuando comienza la difusión del haiku durante el período Edo, comenzaron también a crearse los primeros haiga de la mano de quienes practicaban el arte del haiku.

Un ejemplo de ello son los realizados por Basho. Él tenía un alumno, Morikawa Kyoriku, quien a su vez le enseñaba pintura. Entre ambos fueron creando haiga en los que compartían haiku y pintura.

Sin embargo es Nonoguchi Ryūho el que fue considerado como el fundador de los haiga. Si bien desde mucho tiempo antes ya había algunos autores que pintaban y escribían sus haiku en el mismo papel, es Ryūho el que comenzó a realizar este tipo de obra con frecuencia al principio del siglo XVII.

Entre los autores de haiga reconocidos además de Matsuo Bashō, encontramos a Kobayashi Issa, Matsumura Goshun, Kaga no Chiyo, Sakai Hōitsu, Sengai Gibon, Enomoto Kikaku, Hakuin Ekaku, Yosa Buson y Nonoguchi Ryūho entre otros.

 

 

 

Takeshita Shizunojo

Takeshita Shizunojo

Takeshita Shizunojo es una de las haijines japonesas de pre-guerra. Aunque no es muy conocida en Occidente ha sido una figura importante en Japón y sus haikus perduran en el tiempo.

 

tebukuro toru ya yubiwa no tama no usugumori

guantes de mis manos-

en la perla del anillo

una nube delgada

 

Nacida en Fukuoka el 19 de marzo de 1887 como la primera hija de Takeshita Hōkichi y su esposa Fuji, recibió una buena educación, especialmente en literatura, prosa, waka japonés y poesía china y desde muy joven se sintió atraída por el haiku.

En 1912, cuando tenía 25 años, se casó con Mizuguchi Hanzō, más tarde director de la escuela agrícola de Fukuoka, que fue aceptado de buen grado en la familia Takeshita ya que el padre de Shizunojo no tenía hijos varones que le sucedieran.

 

kotoshi nao sono fuyubōshi sodaizuma

el Año Nuevo,

pero con el mismo sombrero de invierno,

mi gran marido.

 

El matrimonio tuvo cinco hijos, dos varones y tres mujeres.

 

Uno de sus haikus más famosos es éste:

 

Mijikayo ya chichi zeri naku ko wo sutechimao ka

noche corta de verano –

¿debo ignorar a mi bebé

que pide leche?

 

Acerca de este haiku la autora comentó en determinada ocasión:

“Expresa el grito sincero de una mujer en un momento dado, cuando se encontraba perdida espiritual, física y materialmente, atrapada mitad por ella misma y mitad por las viejas costumbres en este período de transición.”

 

En 1919 comienza a tomar clases con Yoshioka Zenjido, editora de la revista Amanogawa, pero todavía no encuentra su camino en el haiku. Ella deseaba escribir haiku sin las restricciones que determinadas escuelas propugnaban. Más tarde, en 1928, se convirtió en estudiante de Takahama Kyoshi, durante un viaje que éste realizó a Fukuoka, logrando ser aceptada al año siguiente como nueva integrante de la revista haiku Hototogisu gracias a la calidad de sus poemas.

A lo largo de los años compaginó su labor como madre y esposa con el haiku, arte que le apasionaba. Su vida transcurría con normalidad hasta que el 25 de enero de 1933, cuando tenía 46 años, Hanzō, su esposo, murió repentinamente de una hemorragia cerebral. Ella, lejos de amilanarse, cuidó a sus hijos sola, trabajando como bibliotecaria en la biblioteca de la prefectura. Tras la pérdida de su marido, se volcó aún más que antes en el haiku.

 

Tsuma yuku to seiten haru no yuki wo furu

mi marido se fue –

copos de nieve de primavera

caen del cielo azul

 

 

mame fuete masumasu hikaru yubiwa kana

Cuantos más callos,

más radiante

brilla mi anillo.

 

sokubaku no zeni wo ete eshi asebo wa mo

una miseria es lo que gano,

junto con frecuentes

sarpullidos por calor

 

 

En 1937 ayudó a formar la Liga de Estudiantes de Haiku, reuniendo estudiantes amantes del haiku de Tokio, Kyushu y otras universidades. Su revista Seisōken es dirigida por su hijo mayor Yoshinobu. Más tarde, Nakamura Kusatao también participó en la dirección de la revista que lanzaría a Kaneko Tōta y otros grandes talentos.

 

ame  kaze ni mokumoku to shite mozu no fuyu

en la lluvia y el viento,

no chilla en absoluto

el alcaudón en invierno

 En 1940 se publica su libro Hayate (Viento racheado) que incluía 335 poemas.

Pero el 14 de agosto de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial terminaba con una derrota del Imperio Japonés, sufre un nuevo golpe en su vida: Yoshinobu, su hijo, muere de tuberculosis a la temprana edad de 31 años. Shizunojo tenía 58 años en ese momento.

 

yo nagaki me kaiko no gotoku ine ireri

toda la noche-

una mujer dormida

como un gusano de seda

 

En esta época también pierde gran parte de los campos que había heredado de su abuelo a través de las reformas agrarias. A pesar de tener una afección renal crónica, y con el fin de preservar la tierra restante, unas cinco hectáreas, construyó una pequeña cabaña en esos terrenos y se dedicó al cultivo de arroz, que enviaba a sus hijos en Fukuoka, al tiempo que cuidaba de su débil madre.

 

taku no kai shinkai  no fu wo  hiso  to him

conchas sobre la mesa

ocultan las melodías

de las profundidades del mar

 

kakizome ya osana oboe no manyooka

primera caligrafía escrita –

un poema del Manyo-Shu

recuerdo de mi infancia

 

El día dos de enero en Japón las personas toman el pincel por primera vez en el Año Nuevo.

 

shūu kinu omoki seii wo  omokarashime

“Un día de octubre, despedí a un amigo que había sido reclutado a causa de la guerra con China”

la lluvia otoñal

hace que su uniforme pesado

sea aún más pesado

shoko kurashi yūbe oboro no shoma asobu

la biblioteca al atardecer –

jugando en el crepúsculo primaveral

los duendes de los libros

 

En 1949, comenzó a dirigir la comunidad haiku en la Universidad de Kyūshū, actividad que continuó hasta el final. Murió el 3 de agosto de 1951, a los 64 años, en el Hospital Universitario de Kyūshū como consecuencia del empeoramiento de la enfermedad renal que padecía desde hacía muchos años.

Encontró su último descanso con su marido y su hijo mayor. En la lápida se pueden leer las palabras Ryokuin ya «Oh, la sombra del verde»

 

kosaku sōgi ni kakawari mo naku ine to Naru

sin preocuparse

por la disputa de los inquilinos,

las plantas de arroz han crecido.

 

 

Sanka moyu kenkon no yami ni yurugi  naku

fuego en las montañas –

entre el cielo y la tierra

oscuridad como siempre

 

ka no koe no naka ni shisaku no ito wo eshi

en el zumbido del mosquito,

un hilo de pensamiento

comienza en mi mente

katakuna ni nikki wo kawanu onna nari

obstinadamente

rehúsa comprar un diario

esta mujer.

hifun ari hakishi suika no shushi kuroku

dolor y rabia-

escupo negro y negro

semillas de sandía

ten ni kengyū chi ni onna ite kate wo ou

El Pastor resplandeciente en el cielo,

una mujer se inclinó

bajo un paquete de comida

 

Escrito el 7 de julio de 1949.Según la leyenda, el 7 de julio es la única noche del año en la que los amantes celestiales, Altair, el pastor, y Vega, la tejedora, tienen permitido reunirse. Cuatro años después del final de la guerra, todavía había una grave escasez de alimentos y así lo refleja la autora en este haiku.

 

Takeshita Shizunojo kubun shū (La colección de haiku y prosa de Takeshita Shizunojo) se publicó en 1964.

 

 

Nieve feroz-

¿Cuántas cosas

dejo sin escribir?

 

-.–.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

Para realizar este artículo se han consultado las siguientes fuentes:

Los haikus han sido traducidos desde el inglés, por lo que pueden existir variaciones respecto al japonés original.

La Luna (haibun infantil 1)

Introducción

La luna y otros haibun” es (era) un librito, como su nombre indica, de haibun, pero de haibun para niños que llevaba guardado en los cajones virtuales de internet durante un tiempo. Estuvo a punto de publicarse, pero por problemas económicos…poderoso caballero es don dinero, nunca llegó a ver la luz.

Soy maestro de profesión y siempre he intentado llevar el haiku, como forma poética creativa y activa al aula. Es por ello que me decidí a hacer un librito de haibun infantil. Algunos de estos haibun, no todos, los leyeron mis alumnos.

Cuando se me propuso una serie anual, pensé en esta colección de haibun infantiles ocultos en internet y en mi memoria y creí que la oportunidad que me daba “El Rincón del Haiku” era inmejorable para publicarlo y hacerlo visible.

Gracias.

 LA LUNA

Haibun infantil 1

La luna. Unas veces redonda; algunas veces, oculta y otras veces creciendo o decreciendo…De todas las formas y maneras y a todas las personas nos llama la atención… Nos despierta un “¡oh!”, nos quedamos mirándola asombrados.

Pero, sin duda, la luna que más “¡oh!” nos despierta es precisamente aquella que cabe en la exclamación. La luna llena. Tan redonda, tan luminosa, tan bella.

No hay nadie que no se asombre ante su grandeza. ¿Quién no ha visto la luna llena, grande y redonda, y no ha dicho: “¡mira!”?

La luna no nos deja de asombrar y la vemos desde niños. Esa luz en medio de la noche, en medio de la oscuridad. Esa luz que se reparte igual por toda la Tierra. La podemos ver en la ciudad, en el pueblo, en la aldea…pero donde mejor se ve, sin duda, es en el campo abierto…donde ningún edificio ni ningún rascacielos la puede ocultar…

En las ciudades se oculta en algunas calles…La ocultamos, pero la encontramos…porque la luna está ahí, aunque el hombre, quizá sin pensarlo, quizá sin saberlo, casi la hace desaparecer en algunas zonas de la ciudad.

entre dos calles

que nadie recorre,

la luna llena

 

 

 

 

 

 

 

 

Dejar de ser los protagonistas

Introducción

En el prólogo del libro “Nieve, luna, flores” de José María Bermejo, leemos: “La engañosa facilidad del poema ha inundado las antologías con millones de frivolidades”, el mismo Bashô había dicho que una vida entera apenas da para unas cuantas iluminaciones: “El que crea de tres a cinco “haikus” durante su vida es un poeta de “haiku”. El que llega a diez es un maestro.”

Evidentemente un conocimiento poco profundo del tema nos lleva a escribir mal, y puede ser poco profundo aunque se hayan leído varios libros sobre el tema y se tengan conocimientos “intelectuales”. No en vano un viejo texto chino da esta pauta, tan válida para el pintor como para el poeta: “Dibuja bambúes durante diez años, hazte un bambú; después olvida todo lo que sepas de bambúes mientras estás dibujando.”

O sea que, si bien estamos ante una forma de poesía sencilla, porque al haiku la sencillez le es tan fundamental como sus pocas sílabas, no es menos cierto que la sencillez del haiku no es fácil, que su facilidad solo es aparente. Un signo de la riqueza del haiku lo encontramos en las paradojas que constituyen su esencia: utiliza la palabra para transmitir lo que no se puede decir con palabras, transmite un instante y en ese instante la misma eternidad, se sirve de lo concreto para llegar al símbolo, de la sensación para atraer lo espiritual.

En estas entregas trataré de compartir esa parte de aprendizaje, intuiciones y reflexiones que estoy transitando, pues para llegar a expresar nuestras percepciones en forma de poema haiku debemos embarcarnos en un camino de despojamiento, de trabajo interior que nos lleve a disolver nuestro ego y nuestra vanidad para no volcar en nuestros intentos de haikus todo lo que debe callarse.

 

Dejar de ser los protagonistas

 “Una de las funciones del haiku es transformarnos, abandonar

nuestros laberintos mentales y oxigenar nuestro mundo interior”

Vicente Haya

  

Dejar de ser los protagonistas de nuestros haikus no es algo que resulte fácil, principalmente porque estamos acostumbrados a que todo gire en torno nuestro. Incluso, puede llevarnos trabajo reconocer que nos hemos priorizado sobre el resto de cosas que están sucediendo en ese mismo momento y en ese mismo lugar.

Por dar un ejemplo, en este haiku:

 

El perro arrastra

hasta mis pies helados

la rama con nieve.

 

puede parecer que el frío es el protagonista, y por ende la rama, el perro y la nieve. Y, sin embargo, el “yo” no solo está presente sino que toma relevancia y salta a un primer plano en esos “pies helados”.

Quitarnos de en medio, dejar de ser el tema de nuestros haikus, es una de las primeras tareas que debemos afrontar si deseamos si deseamos escribir con haimi, con sabor de haiku. Para conseguirlo debemos dejar de creernos el centro del mundo; es entonces cuando, tal vez, de esa misma vivencia podremos escribir algo así:

 

La rama con nieve

que el perro arrastra

va perdiendo la nieve

 

Porque cuando uno se sabe solo un elemento más de una escena, se pueden ver otras cosas que suceden. Cosas que si somos los protagonistas, perdemos de vivir conscientemente. Para que nuestros “pies helados” no sean lo más importante de un momento vivido, debemos considerarnos una parte más del todo, y así “la rama con nieve que va perdiendo la nieve” captará nuestra atención, nos permitirá vislumbrar un pellizco de lo inefable, sentir un aware más profundo.

 

Mientras llevemos el “yo” a cuestas nos empeñaremos en decir lo que pensamos, lo que queremos, lo que sentimos. Por ello, cuando nos iniciamos en el “camino del haiku”, una de las primeras cosas sobre la que debemos trabajar es sobre nuestro “yo”; un buen maestro nos ayudará a entrar en ese proceso de desprendimiento de capas de importancia y de soberbia desde las que es imposible escribir uno de estos breves poemas y pretender que sea un haiku.

 

Solo cuando no nos consideremos el centro de nada, aquello que escribimos y que parece representar solo una escena objetiva, y que de hecho lo hace, tendrá profundidad y significado; pero para lograrlo el poeta debe estar embarcado en un camino de despojamiento que le permita percibir el mundo. Sentir el mundo para ser capaz de asombrarse con sencillez por la vida que se manifiesta. Esa “vida” que hace posible el asombro, la conmoción, el aware, que intentará transmitir en su poema. Esto es lo maravilloso del camino del haiku, nos va mostrando el mundo, nos va puliendo, nos amplía la mirada, y nos vamos relegando, mixturando con la vida.

 

Audios de Zoe, 4 años (Navarra, España). 08

Ina* deja / las huellas mojadas / mientras paseamos

             *Ina es la perra de Zoe, una Golden retriever.

-*-

El arcoíris / se encuentra / con las cigüeñas

-*-

La tierra / se está mojando / con el agua blanca

-*-

                             Zoe, 4 años (Navarra, España)

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 2: AIRE

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

el viento arranca

las hojas de los árboles:

manto de ramas

Coriolano González Montañez

Vientos alisios

dispersan hojas secas

de árboles fríos

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-Fotografía: Grettel Kegel Zamora

viento de otoño:

las hojas se columpian

y no se caen

Coriolano González Montañez

la brisa agita

el vuelo de las hojas

hasta el final

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tela de flores:

movida por el viento

muestra la tierra

Coriolano González Montañez

se alza aire cálido

con murmullo de telas:

viento de sur

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

pareo al viento:

los colores se mezclan

y se confunden

Coriolano González Montañez

un viento nuevo

agita lo que encuentra:

el equinoccio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velun

la ola rompe

contra el acantilado:

¡cómo salpica!

Coriolano González Montañez

ecos de rocas

y estallidos de espuma:

regresa el viento

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velun

serenidad:

ahora el charco refleja

otros océanos

Coriolano González Montañez

el charco limpio

tiene el color del cielo

sin tocar nubes

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

nubes de lluvia:

caen las primeras gotas

sobre mi rostro

Coriolano González Montañés

el viento esparce

el salitre de la ola:

olor a mar

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

en esta tarde

solo el viento y el mar

son compañía

Coriolano González Montañez

las brumas frías

acercan la tormenta:

mar sin azul

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

 

María Isabel Vidal Angeleri

UNAS PALABRAS DE LA AUTORA 

Soy María Isabel Vidal Angeleri. Nacida en Caleta Olivia, Provincia de Santa Cruz, Argentina.

Profesora en Ciencias Naturales. Especialista en gestión de Centros Educativos. Artista plástica. Actualmente jubilada.

Me inicié en el haiku en Paseos.net en el año 2009 y en El Rincón de Haiku en 2010. Me resulta gratificante el contacto con la naturaleza, observar el despliegue de la vida en el mar y en la estepa que son los ambientes que nos rodean. Es muy emocionante. El haiku me posibilita esto que para mí es una filosofía de vida.

Participé en Periodista Digital en: “Ensaya tu haiku” (2009-2010) Taller del Prof. Vicente Haya.

Cada día sigo aprendiendo con los comentarios de compañeros y la lectura de otros materiales.

*************************

Primeras luces.

El color de la violeta

que está entre el hielo

*

Matas en flor…

Zigzaguea una mara

sendero arriba

*

Aves migratorias…

Se deshace la espuma

entre las piedras

*

Aún la nieve…

Por la senda en penumbras

un zorro gris

*

Bajamar

La cachorra regresa

trayendo un alga

*

Tarde de abril.

Con cada ola el sonido

entre las piedras

*

Sol en la estepa.

Corretean entre matas

crías de zorro

*

Trae el gaviotín

un cornalito en el pico

Frescor de ocaso

*

Viento de otoño.

Sobre la roca pequeñas

bellotas de mar

*

Tarde de enero.

Sin más se abrió la espata

del agapanto

*

Junto a la violeta

se inclina una espiga.

Ninguna nube

*

Dentro del viento…

el vuelo de las crías

de golondrina

*

Con sámaras de olmo

ha hecho su nido

el trepador

*

En la camelia

un pimpollo a reventar

Copos de nieve…