noviembre 2018

Al mediodía

la caída del glaciar

rompe el silencio.

 

Nombre del niño/a: Lucía Salvagni

Edad: 12 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

El mar azul

una gran ola acerca

al cangrejito.

 

Nombre del niño/a: Agustina Zecchi

Edad: 12 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

Mirar y oler

a las vacas del tambo

Las moscas zumban

 

Nombre del niño/a: Clara Boulay

Edad: 11 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

 

Pleno verano

nadando entre las olas

las aguavivas

 

Nombre del niño/a: Milagros Gonzalez Merlini

Edad: 11 años

Colegio: Villa Devoto School

Ciudad: Buenos Aires

País: Argentina

-.-

Once

Llueve… una lluvia mansa que parece hastiada de caer, cansada ya de hacerse oír una y otra vez. Llueve… y, sin embargo, allá donde miro todo brilla y el mundo parece por estrenar.

Camino, paso a paso. La lluvia resbala por mi cara… Flota en el aire, ajena a todo, una gaviota. La mar, brava, rompe contra los acantilados.

Desciendo por una de las escaleras que dan al arenal. En cada paso que doy una huella, una parte de mí… con cada gota de lluvia un vestigio, un trozo de cielo sobre la arena. La playa está desierta. Una ola muere a mis pies… la mar devora los recónditos silencios que brotan de una ligera bruma. Abandono la playa y retomo el paseo marítimo… por un instante, al igual que la gaviota, me siento ajeno a todo… puede que la mar también quiera devorar mis silencios.

Mientras camino observo un grupo numeroso de vuelvepiedras; apenas se les distingue entre las rocas, su quietud contrasta con todo el dinamismo que les rodea… sigue la lluvia, sigue el viento y el rugido de la mar, siguen las nubes su deriva… solo se detiene el mundo bajo el plumaje de estos minúsculos pájaros… Atrapado en su sosiego, también me detengo… por un momento soy mundo… por un momento soy eterno.

Atrás dejo el paseo marítimo… Mis pasos por las calles se vuelven agua. La ciudad alza su voz, áspera y enconada. Camino, entre coches, entre gente, camino por otro mundo… un mundo que nunca para. Se hace tarde, la ciudad se ilumina. La lluvia se acrecienta.

 

Bajo la tormenta

enmudece la ciudad…

un hombre camina descalzo

 

Ya en casa… aún perdura el recuerdo de la lluvia sobre mi cara.

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

ENTREGA Nº 25. 6 DE JUNIO.

Recientemente, desde la “casa del ermitaño de las fragancias”, también conocida como “la del que se tira pedos”, se pidió a personas expertas de diferentes provincias, que escucharan y analizaran detenidamente el canto de los búhos; y desde todos lados llegaron mensajes que sugieren que producen muchos y diferentes tipos de seductores cantos. Yo creo, sin embargo, que en su mayor parte son siempre iguales. En mi ciudad natal de Matsuyama, en Iyo, se hacen pronósticos meteorológicos, y se considera que cuando el búho canta de forma continua, va a llover, mientras que cuando lo hace con altibajos, al día siguiente hará buen tiempo. Es por ello que se presta mucha atención al canto del búho. En el mundo del haiku, el búho generalmente es kigo de invierno, y esto probablemente comenzó con este poema de Ensui en el “Chubasquero del mono” (Sakumino):

El búho,

al quedarse dormido

fue atrapado

fukuro wa / nemuru tokoro o / sasarekeri

 

Después, indagando de la misma manera con el búho real, encontramos en las Reglas de la Era Jôkyô (Jôkyô -shiki) el siguiente pasaje:

Los viejos manuscritos lo ubican en la sección «Otoño», pero no es un pájaro migratorio, ni un pájaro de temporada, además su terrible llanto proviene de su miedo al frío: debe ser sin duda incluido como kigo de «Invierno«.

Pero, básicamente, ¿en qué temporada canta el búho? Desde mi experiencia, en el parque Ueno, los búhos cantan todo el año, pase lo que pase, desde el final de la primavera hasta la mitad del otoño, y eso es lo que en cualquier caso experimenté desde mi llegada a Negishi. En las tardes de verano, cuando dejaba Kiji-chô para regresar a casa, la luna estaba brillando, un viento agradable me acariciaba y, cuando llegaba al parque Ueno, al alcanzar la parte posterior de la Escuela de Música, todavía podía escuchar el canto de un búho. Aunque venía todas las tardes desde la misma dirección, nunca traté de saber exactamente en qué árbol estaba cantando el pájaro. Como la enfermedad me obliga a recostarme, todavía escucho esta canción, incluso desde Negishi, y últimamente la escucho todas las noches desde esta, mi cama de dolor.

El búho comienza a cantar al atardecer, y a veces canta ya tarde en la noche; a veces también escuchamos dos pájaros cantando a dúo. A veces, un búho viene a cantar cerca de los árboles en nuestro jardín, pero cuando su canción es demasiado cercana, me da miedo. Entonces, cuando llegamos a mediados de otoño, cuando la noche se vuelve fría, ya no podemos escucharla.

Por lo tanto, el búho vive en Ueno hasta mediados de otoño, luego se va a anidar a otro lugar. A menos que se quede en estos lugares, pero entonces, ¿ya no canta? Me gustaría que alguien lo supiera.

Hablar del canto del búho siempre me hace pensar en «Christabel» de Coleridge:

“…And the owls have awakened the crowing cock;

Tu—whit! Tu—whoo!…”

Notas del traductor y las fuentes

  • Shiki llama en clave de humor a su propia casa como la “casa del ermitaño de las fragancias”, también conocida como “la del que se tira pedos”. Le hace más llevadero lo que supone estar encerrado tanto tiempo y con alteraciones gravísimas de su salud, úlceras, efectos secundarios de medicamentos y nutrición anti-astringente, alteraciones intestinales, etc. Volverá a hacerlo en entregas futuras.
  • Hoy Iyo es una ciudad independiente, pero… el dominio Iyo-Matsuyama (Iyo-Matsuyama han ) era un dominio japonés del período Edo, con sus distritos centrados en la actual Matsuyama, Ehime. De hecho, por ejemplo el castillo de Matsuyama (Matsuyama-jô ) es un castillo de montaña llana que se construyó en 1603 en el monte Katsuyama, y hoy está en la ciudad de Matsuyama, en la prefectura de Ehime, pero en su día era de la antigua provincia de Iyo.
  • Sakumino (chubasquero del mono) es una famosa colección de haikai de la escuela de Matsuo Bashó (1644-1694), publicada en 1691. Es considerada la obra maestra de la poesía de la escuela de Bashô. Contiene cuatro kasen renku así como unos 400 hokku, recolectados por Nozawa Bonchô y Mukai Kyorai bajo la supervisión del propio Matsuo Bashô. Convendría también ver a este respecto la traducción de René Sieffert (The Rain Coat Monkey, verso 42, sección «Invierno» del Libro I, op. cit., p. 17), que atribuye este verso a Hanzan d’Iga y no a Sensui. De hecho, cuando lleguemos a la entrega 33, de 14 de junio, podremos ver una rectificación de Shiki, que reconoce su cita de hoy como una errata.
  • La Era Jôkyô es una de las eras de Japón, que va después de la era Tenna y anterior a la era Genroku. Se extiende desde febrero de 1684 hasta septiembre de 1688. Los emperadores reinantes fueron Reigen-tennô y Higashiyama-tennô. Los textos referidos, son sin duda los Veinticinco artículos del Antiguo Bashô (Bashô-ô nijûgo kajô), un manual de composición haikai que no se vería publicado hasta 1726.
  • Para regresar a su casa de Negishi, Shiki, cuando todavía su salud se lo permitía, cruzaba el bosque/parque de Ueno. En la entrega 14 hicimos una referencia a él y su actual zoológico.
  • Shiki se mudó a Negishi en 1892.
  • Kiji-chô, literalmente «distrito del faisán», es la parte del distrito de Kanda, donde estaba la sede del periódico Nihon en la que trabajaba Shiki.
  • La Escuela de Música, hacía las veces del Conservatorio Nacional de Música y fue fundado en 1887.
  • Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), fue un poeta romántico inglés vinculado a William Wordsworth, fue muy popular en el Japón de la era Meiji. Él compuso su «Christabel» (con ficción vampírica) entre 1797 y 1816.
  • Shiki finaliza su entrega reproduciendo en inglés parte del texto al que alude. Es el principio del poema (Parte 1). En castellano:

“Es medianoche en el reloj del castillo.

Los búhos han despertado al gallo con su canto;

¡tu-piz! ¡tu -whoo!

Y escucha, ¡ahora de nuevo canta el gallo!”…

 

La puerta de cristal

En el mundo empresarial se ha ido extendiendo el uso de limitar las áreas de oficina con paredes y puertas de cristal, quizá reflejo de la aspiración a la transparencia que los tiempos van requiriendo.

Pero no de ahora, sino desde su construcción hará ya unas cinco décadas, la casa de ciguas y de perros tiene una ancha puerta corrediza en dos hojas de cristal. Esta puerta da al patio y permite que el verdor y la frescura de la lluvia y la claridad del sol ingresen a la casa.

Si bien para los inquilinos humanos esta puerta es placentera, no es lo mismo para los otros habitantes. Logsang Rampa, el monje que nos cautivó en nuestra adolescencia con sus relatos, al tocar el vidrio transparente pensó que estaba tocando la nada, y la calificó de fría.

Pues sí, la puerta de cristal cerrada, es como nada para las avecillas que vuelan en el patio y de repente se estrellan con una pared invisible. Y no solo ellas, también los perros en días de distracción y retozo han tenido su encontronazo con la puerta de cristal o la pared hecha de nada.

Las aves que regresan,

los días que se van.

Serenidad.

 

EL CAMINO DE LA REBELDÍA

LA CHOZA DEL HAIJIN

俳人の山小

EL CAMINO DE LA REBELDÍA por Mercedes Pérez

MASA SUZUKI – MASAJO (1906-2003)

“No pienso verme involucrada en un doble suicidio con el haiku, (matarlo a él mientras él me mata a mí). Si tengo que elegir entre el haiku y el amor, tiraré el haiku.”*

La historia de Masajo, por desgracia, no se diferencia en mucho de la de otras mujeres del mundo en la actualidad que, a pesar de los avances que se han conseguido en sus derechos, siguen padeciendo la presión de una sociedad patriarcal.

Conozco de primera mano una increíblemente parecida y que ha terminado con la huída de ella a otro país y su desprecio, para siempre, hacia una cultura que la ha hecho sufrir lo indecible por no querer ajustarse a normas sociales, injustas para con la mujer, y por decir ¡basta!

La biografía de Masajo nos muestra las dificultades a las que se enfrentó. Una vida en la que no era nada como individuo. Y no sólo por su condición social en una cultura que establece desde que naces lo que de ti se espera- cosa que ocurre con ambos sexos- sino además por el hecho de haber nacido mujer en una sociedad claramente machista. Amo Japón, pero no estoy ciega. No digo que sea una pauta, ni que todas las mujeres sufran lo mismo, pero no creo en las casualidades. Mucho queda por andar en el camino de la equidad entre géneros, y Japón no es una excepción.

Tengo la particular sensación de que Masajo optó por saltarse las normas del haiku y escribir poemas de amor, llamándoles como realmente le daba la gana, en un acto de suprema rebeldía ¿Cómo si no, sobrevivir? ¿Haciendo de nuevo, también en la expresión poética de su ser, lo que de ella se esperaba? ¡No! Se puso el mundo por montera y tiró hacia delante a pesar de saber la conmoción que producían sus poemas en el mundo del haiku.

Me pongo en su lugar y comprendo que quisiera hacerlo. Que quisiera hablar de ella. Que quisiera hablar de su amor, de su sexualidad y que quisiera hacerlo desde donde supuestamente no podía ni debía. No la justifico, pero no la condeno por ello. ¿Es lícita su actitud? ¿Cómo encajar su obra dentro del haiku? No puedo responder. Hay haikus suyos que me fascinan y su obra en general me llama mucho la atención aunque no los considere haikus.

Me la imagino decidiendo sin decidir, como tantas veces hacemos, que se acabó el ninguneo, se acabó el ser silenciada, se acabó la resignación y el pudor, se acabó la invisibilidad por ser mujer y por ser japonesa.

Fuyu no yo no kagami ni utsuru mono ni ware

 

Noche de invierno.

Cosas que se reflejan

en el espejo: yo. 

 

 

Mercedes Pérez para ERDH 2018

*PRÓLOGO INÉDITO DEL LIBRO 70 HAIKUS Y SENRYÛS DE MUJER http://elreflejodeuzume.blogspot.com.es/2011/11/el-prologo-inedito-de-70-haikus-y.html

*Haiku traducido por Vicente Haya

 

 

 

diez

Cuántas veces, buscando lo que creemos es un final, solo hayamos el principio de algo nuevo.

Llegó el otoño, retraído…con su melancólica mezcla del ayer y del hoy.

Alzo la vista. En lo más alto de un cedro cinco garzas reales apuntan con sus picos al cielo azul. Tres de ellas extienden sus alas… en suave planeo se dejan conducir por el viento… un vuelo que es viento, un viento que es aliento y suena a estertor.

Camino paso a paso… El sol, como si realizase un último esfuerzo, se aferra a mi piel. El corazón me late al ritmo de las hojas que caen… Las pisadas crujen. La luz del mediodía se desparrama sobre los árboles. El parque, poco apoco, pierde su voz mientras, lentamente, se desnuda como lo haría una amante primeriza.

Observo las aves, es tiempo de idas y venidas… unas llegan de la estepa rusa, otras inician su retorno hacia África… la vida continúa su ciclo. Una pareja de martín pescador muestra sus metálicos colores entre la maleza. Las libélulas se aparean antes de su letargo. El vacío que dejó el interminable ajetreo de las garcetas bueyeras se llena con el silencioso estar de los cormoranes. Y yo allí, viéndolo todo… sintiéndolo todo… como el mismo otoño, un poco retraído, colmado con un algo del ayer y otro algo del hoy.

Guardo la cámara fotográfica en la mochila. Pronto serán las tres, la hora de comer. Desde la rama de un castaño me observa una ardilla… no suelta su fruto. Gira en el aire la hoja de un arce… cierro los ojos… el aire lleva un sereno olor a bosque…

Paso a paso, regreso a casa arropado de otoño…

 

La luz del sol

entre las hojas mustias del ciruelo…

palpita el pecho de un raitán

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde

Semi no koe

けふ切の声を上けり夏の蝉

kyô-giri no koe wo age keri natsu no semi

alzando la voz

en su último día

cigarra de verano

                                                 Issa Kobayashi

 

Así que era esto… La primera vez que en el jardín de Kôfukuji encontré una exuvia (vaya palabro) de cigarra recuerdo pensar eso. Bueno, en realidad lo primero fue un susto, uno pequeño, porque pensé que estaba viva…

 

Joe qué susto. A pesar de estar ya casi al borde del invierno, al verla ahí entre la hierba del jardín, aunque patas arriba, he pensado que estaba viva. En todo el tiempo que llevo aquí no había visto ninguna. Es bastante grande, más de lo que imaginaba, pero no pesa nada sobre mi mano.

Ya casi ha anochecido y en mi pequeña casa del templo, casi tan vacía como la cigarra que fue, debería estar haciéndome la cena. Sin embargo no puedo por menos que buscar en Internet el famoso haiku de Bashô. Aquel del significado, o la falta de él más bien, de algo de una cigarra…. Vaya memoria de pez la mía, vacía sí, espléndidamente vacía como una exuvia …

«Desde lo alto del árbol cayó sin el menor significado la cáscara de una cigarra»

Una cáscara. Qué curioso. Como si fuera un fruto, seco, más que cae del árbol. Imagino sus largos años bajo tierra, su postrera exploración nocturna, su metamorfosis mágica, siempre mágica. Y su canto, claro. Su voz.

Miro el bichejo, ahora junto a la ventana parece un fantasma asomándose al atardecer. A lo mejor por estar aquí recuerdo el manga de Masamune Shirow “Ghost in the Shell”. Qué asociaciones de ideas tan raras. Será la soledad….

 

Aquella no fue la única tarde que encontré una cáscara de cigarra. Quizá con el viento de otoño, o cediendo a su propio devenir, iban desprendiéndose de los alcanforeros o del bambú, no sé, pero al menos otra sí que encontré. Esta vez casi sin susto.

 

La pareja de ex-cigarras dejan pasar la luz de la mañana como los cristales de mi casa. Me gustan estos días de casi invierno con la tibieza de un sol limpio en el aire. El sonido claro de alguien que corta bambú junto al sendero atraviesa la estancia hasta mi futón. Debe ser Izumi, el ayudante del abad. Dudo si asomarme a la ventana y saludarle.

Pues sí, es él. Cuatro palabros mal dichos en japonés… le enseño las ex-cigarras.

-Semi, hai hai, semi, kara, natsu, koe, min-min… Ríe. Izumi siempre ríe.

Vaya… tengo que aprender más japonés. Palabros sueltos.

 

Min-min… Nunca imaginé que las cigarras hicieran min-min en japonés. Es una bonita onomatopeya.

En Nagasaki nunca escuché la voz de las cigarras. Sin embargo al mirar los caparazones vacíos de lo que fue, siempre me parece escucharlas. Min-min…

Es como si la cigarra no pudiese ser otra cosa que su canto.

Tampoco volví a encontrar más caparazones. Creo que fue justo cuando empecé a buscarlas.

 

Sin el menor significado. ¿Así son todas las cosas?

 

La pequeña casa en el jardín de Kôfukuji, qué vacía debe estar ahora, sin el menor significado salvo para mí. No puedo evitar pensar en ella una y otra vez. Mi mente, esa de las asociaciones raras, esa transparente como una exuvia de cigarra, forcejea una y otra vez con lo que es y con lo que ya no es.

Así como el vacío acaba por llenar todas cosas, todos los recuerdos, lamento, casi sin querer, con un susto pequeño, no haberme dado cuenta. No haber estado presente al final del último momento.

Alzar la voz una última vez. Un haiku del último momento, un jisei, como lo son todos los buenos haikus. Sin poder ser otra cosa que una voz, apenas nada.

Quisiera estar en ese último día, de verdad estar. Sin caparazón, sin alma. Quisiera la transparencia de un canto de cigarra al final del verano. Al final de todo.

Decir bien claro la limpieza del cielo invernal y la risa del amigo, y la mano del hermano y el olor del bambú recién cortado. Decir sin más la cigarra que no está y el abrazo de mi padre, y aquel gato salvaje que sin saber por qué se acercó una vez, y después se fue.

Decirlo todo y decir la nada. Y para nada. Sin poder evitarlo. Sin el menor significado.

Decir y callar.

La voz de la cigarra.

Todo el silencio que viene después.

 

El alma de la cigarra hizo un último viaje, el más largo, conmigo. Cuando volví a mi tierra meses después.

Algo de mí mismo, caído desde lo alto de alguna parte, vacío, está aquí también aunque yo no lo vea, aunque no pueda oírlo. Aunque ya apenas sea yo.

Qué hermosa la tarde. Qué bella su quietud sobre la hierba, en las hojas del otoño.

 

¿Así que era esto?

 

Cigarras. Sobre mi mano el pequeño peso de la nada que es. Que fue. Atravesada por la luz.

Min-min-min…

Octubre 2018

Casas de Juan Núñez.

Atacadas las palomas 

por una zorra.

 

Cristian Sánchez Pagán

13 años

C. Diocesano de Albacete

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Tarde veraniega.

Un rayo de sol

alumbra el árbol.

 

Félix Martínez Gonzáles

13 años

C. Diocesano de Albacete

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Al despertarnos,

desde el piso catorce:

la brisa y el mar

 

Alejandro Prior Pérez

14 años

Colegio Diocesano de Albacete.

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Anaranjada

detrás del cabo:

la cresta de sol.

 

Jonathan García Quiñones

14 años

Colegio Diocesano de Albacete.

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