Agosto 2022

Haibun 35

Hilos de araña

Las chicharras son lo único que se oye al llegar a los sembrados. Hasta que cesa el chirrido no se percibe la intensidad con la que cantan.

En el silencio se aprecian los trinos de dos gorriones que se posan, uno tras otro, entre las matas arrancadas de los calabacines quemados por el calor extremo de estos días. Un verdecillo de vuelo ondulante deja en el aire su reclamo rápido y agudo.

Dos vecinos conversan en la cercanías.

Del cerezo a la higuera hay algo que brilla. El destello va cambiando de posición y desvela los hilos de una telaraña. Primero se ilumina un extremo, luego el centro.  De pronto desaparece para volver a aparecer entre la menta y la albahaca. El pequeño punto de luz se desplaza en uno y otro sentido y un nuevo hilo aparece en el tramo donde le alcanza el sol del atardecer.

La sombra de las ramas de higuera se agita suavemente en la tierra. Es un movimiento casi imperceptible. Se agradece la escasa brisa que corre de vez en cuando haciendo que rocen unas hojas contra otras. El sonido, agradable y fresco, se detiene cuando vuelven a cantar las cigarras.

Hace tiempo que no llueve. El sol de la tarde ilumina la fina capa de polvo que se levanta al regar los frutales.

Cientos de hormigas huyen del agua conforme se va llenando el surco de las tomateras. Solo cuatro o cinco despistadas van en una hilera en sentido contrario.

La lagartija de cada día se detiene al sol.

Recién regadas las macetas, la luz se precipita con cada gota que cae desde las hojas de albahaca.

No muy lejos se oyen los golpes secos de alguien que trabaja la tierra. También los gritos alegres de unos niños bañándose.

Hablamos de los otros hilos de araña que no se ven, del arrendajo que anida en el bosque, de que este año aún no se ha visto al petirrojo.

-Casi seguro que viene cuando no estamos- dice.

Ajena al intenso acontecer e inmersa entre tanta vida, se me antoja que aquí estoy a salvo de todo y a la vez expuesta a todo. En un tiempo sin tiempo…un ser viviente más entre otros que habitan este huerto.

A la piel húmeda de mi pierna se pega un mosquito y se va. No se quien de los dos se ha cruzado en el camino del otro. Sea como fuere, algo hemos intercambiado en el encuentro. Un encuentro que para mí ha sido fugaz, quizás haya sido para él una eternidad… ¿quien sabe?…

Camino umbrío.

Se vuelve a mirarnos

la oveja rezagada

 

 

Mari Ángeles Millán “Hikari”
Girona (España)