Miércoles
El tiempo está cambiando. Tras las copiosas lluvias de abril, el frío, el fuego en la estufa al atardecer… luce ahora un sol radiante que, al tamiz de la humedad ambiente, aumenta la sensación de calor. El campo y el monte están tapizados de un verde inusitado por estas latitudes levantinas; no lo veremos más en todo el año. Flores de todos los colores menudean por doquier: el fucsia de las jaras y las corrigüelas, el amarillo de las castañuelas, las albaidas, las candileras, las siemprevivas que ya comienzan a ajarse, el blanco de las jarillas y del quiebraolla o romero macho, el azul de las centáureas, de los cardos, de las viboreras… En todos los árboles, renuevos, rebrotes, renacer de hojas de un verde claro, tierno, suave. Musgo en las umbrías. Al borde de los caminos surgen matas y arbustos que aguardaban en sus enterradas semillas el momento de dar a luz y crecer con vigor asombroso. Esta tarde de mayo el tiempo ha cambiado. Pica el sol. La naturaleza se apresura a alcanzar su esplendor antes de sucumbir al irrefrenable termómetro del verano que siempre se anticipa en estas insoladas tierras del Mediterráneo.
Fosca* en la tarde.
En la rama de un pino
canta la oropéndola.
*en el habla murciana significa -además de neblina- bochorno.
Jueves
En el norte hay otra luz. La frondosidad ubicua del verde, las nubes que permanecen inmóviles en el cielo, o lo surcan y desaparecen… El azul intenso del mar de aguas frías que baña las costas y se evapora en la raya difusa del horizonte… El gris de las montañas calizas, el blancor refulgente de la nieve que las cubre en invierno o de los gélidos neveros que persisten en verano y el incoloro evanescente de la niebla que se desliza por las laderas y los collados, o que se estanca en los bosques y lentamente se diluye y se despeja… Es primavera. Las hojas tiernas de las hayas, los nogales, los tilos, los avellanos, los arces, los prunos, los manzanos… ondean al viento destemplado que llega de la rasa litoral. Una yeguada pace en el prado colindante con mi casa. Lentamente va segando la hierba que crece por días rauda, fresca. Junto al trinar innumerable de los pájaros y el roce del aire en las ramas, el corte ritmado de las mandíbulas en el pasto.
Reverbera el sol
en la corteza
de los abedules
Viernes
Amanece orvallando. Tímidos pájaros cantan a la luz que tarda en expandirse por la aldea. Las hojas de los árboles rociadas de pequeñas gotas que se agrupan en el ápice y caen pesadas a la tierra. Lentamente se va desvaneciendo la tenue gasa de niebla atrapada en la arboleda o posada en las colinas… En la casa, el tictac del reloj, la luz mortecina que a duras penas entra por las ventanas, la luz artificial que se hace necesaria en esta oscura mañana de primavera, el silencio reinante moteado de amortiguados pitidos, silbos, trinos… 17º en el interior. 12º afuera. La mesa recogida del desayuno y ya preparada para la comida. La jarra a medio llenar con agua de manantial de la traída del pueblo. Un bolígrafo con el que acabo de anotar la lista de la compra. Un cuento infantil a mi derecha listo para contar a mi nieta en cuanto me llame por FaceTime desde London… Al frente, sobre la repisa de la ventana, una mariposa con cierto toque naíf pintada sobre una piedra arenisca regalo de la vecina que cuida la casa en nuestras prolongadas ausencias… Nadie aún en los caminos. Sólo el suave balanceo de las ramas del abedul en la leve brisa que llega del mar…
Día lloviznoso.
Volando a ras del suelo
las golondrinas.
Sábado
Desde mediodía no cesa de llover, mansa pero continuamente. Ya discurre el agua por los surcos de los caminos, como venas abiertas que se derraman. Nubes vaporosas cargadas de finas gotas van empapando el bosque a su paso. Por los canalones desciende la lluvia como un manantial que va llenando el aljibe que ha de proveer el suministro doméstico y regar el jardín durante el largo estío que se avecina. No cabe más agua en las flores cerradas, ni en las macetas, ni en las espigas inclinadas, ni en las hojas que la vierten sobre la tierra… En este atardecer perpetuo en que se ha convertido el día, el orbe se concibe y se alumbra con una luz ilimitada, indefinida, sin nombre aún, como en el albor de los tiempos.
Burbujas de lluvia
en los charcos del patio.
Pasa la niebla.