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UNO

Cuando abres una puerta que da a la calle… es como si abrieras un libro. Cuando abres un libro… estás abriendo tu alma.

Atrás queda mi casa. Camino avenida abajo… Me gusta la ciudad: quizás porque entre tanta gente la ciudad no es de nadie; quizás porque, aunque camino sobre cloacas, por encima de todo solo hay cielo; quizás porque en la ciudad las noches no son más que un recuerdo.

Callejeo… En el devenir de la ciudad mis pisadas apenas se escuchan. Un paso, una letra… cientos de pasos, cientos de letras… palabras, huellas que me siguen y ya nunca me abandonarán.

Me muevo entre las sombras de antiguos edificios salpicados con cemento fresco. Espero al pie de un semáforo… sobre el asfalto, en una grieta, unas hierbas reverdecidas pregonan su silencio. Sin prisa, recorro las últimas manzanas que ocultan el arenal… El viento irrumpe con viveza, por instantes desordenado. En tan caótico ajetreo la vida huele a mar, sabe a mar en este día gris. Alcanzo El Muro, unos de los paseos marítimos de Gijón… las olas del mar Cantábrico se hacen sentir.

A un lado del paseo, la ciudad… Dos operarios colgados de una espejada fachada, en tarea desmedida, se afanan por sacar lustre a un sinfín de nubes grises. Una ventana se abre… ni siquiera así el cielo muestra su azul. Al otro lado, allí, donde la mar aparenta desbordarse por el margen de un folio… el horizonte… un tenso sedal del que prenden infinitos recuerdos. Embelesado, observo a la bruma avanzar… lo llena todo… el tiempo parece extraviado… La voz de una gaviota me saca de la contemplación… un súbito graznido que cercena el sedal y libera mis recuerdos allí donde han sido hallados, donde aún mantienen su nombre…

Camino, paso a paso. Mi piel se humedece:

 

Bruma en la bahía…

del mundo

solo quedan sus sonidos

 

Asturias, donde la tierra siempre es verde.

 

POLICÍAS

Un doctor, un sacerdote, un maestro, un carpintero, como tales son en parte hombres, humanos incompletos y, por consiguiente, asuntos apropiados para el senryu. Sobre todo en el Japón antiguo, las ocupaciones y profesiones eran rígidamente fijas e incambiables. Había algo no sólo feudalista sino más bien caracterizaciones teatrales en los tipos de personas. Incluso ahora, el padre debe ser como-un-padre, la abuela debe pensar, hablar y comportarse como una abuela. Hay poco margen para el desplazamiento, en otras palabras, pocas oportunidades para que cualquier persona sea libre, sea un ser humano. Sólo el escritor, mientras el senryu está fraguándose en su mente, es realmente libre, realmente humano.

***

 POLICÍAS

 

ANÓNIMO

Yoshi warushi mukai e dekite hashutsujo ga

Bueno y malo:

una comisaría

frente a nuestra casa.

***

 TETSURAKAN

 Shikaritai   yô na kao shite   junsa yuki

Un policía,

al parecer, buscando

a quien multar.

 

Es una peculiaridad del semblante de los policías japoneses. Es necesario que sea así porque evita la abierta desobediencia de los demás japoneses.

***

KAORU

 Poketto e ryôte wo irete ii junsa

Con ambas manos

en sus bolsillos:

amable policía.

 

Esto fue hace treinta años. Los policías eran en general arrogantes, rudos e insensibles. Ocasionalmente se encontraba un policía como el de arriba, cachazudo y de buen corazón, según podemos comprobar al verlo con sus manos enfundadas en los bolsillos de sus pantalones.

***

KOZUCHI

Waga tsuma ni atte junsa wa shita wo naki

 

Llora el gendarme

cuando se encuentra

con su mujer.

 

Al parecer aquí hay algo interesante y misterioso. Algo inexplicablemente humano en la conducta del policía que se conmueve al ver acercarse a su esposa. ¿Está avergonzado de sí mismo por ser policía o por estar casado? ¿Le avergüenza que alguien lo vea? ¿Está acaso –el pensamiento más extraño de todos—avergonzado de estar avergonzado?

***

SHUNU

Kôban e   honrai kû ga   tsukidasare

“Todo es vacío original.”

Lo llevan a la estación

de policía.

 

En el Zen escuchamos frecuentemente: muichimotsu chû mujinzô, “No tener nada es tenerlo todo”, pero en el caso actual, “ex nihilo nihil fit”, nada sale de la nada. En el senryu, el hombre burló la factura del restaurante, pero sus bolsillos estaban originalmente vacíos.

 

 Fuente:

Oriental Humour. Hokuseido Press. Tokyo, 1959

Japanese Life and Character in Senryu. Hokuseido Press. Tokyo, 1960

© Jorge Braulio

EL CAMINO DE LA INOCENCIA

LA CHOZA DEL HAIJIN

俳人の山小

fotokotori

Hace años, acostumbraba a caminar con mis nietos por la dehesa de Collado Mediano, el pueblo donde vivía en la Sierra de Guadarrama.

Estas caminatas estaban marcadas por las constantes preguntas de los críos, curiosos ante los asombros que nos producían las pequeñas cosas que se aparecían ante nosotros. Todo era fascinante y a la vez natural. La Realidad era pura magia: las aves, las vacas, las flores, los bichos, las nubes, y hasta los guijarros y las rocas gigantescas que se nos antojaban fortalezas. Y digo “nos” porque tenía la fortuna de sentirme con ellos, una niña más.

Y por supuesto, les hablé del haiku, que ya, de alguna forma, nacía de sus observaciones. “Vamos a ver si encontramos haikus en el camino” Y les gustó el juego, tanto, que me apremiaban a anotar en mi libreta todo lo que veían. Estos haikus fueron verbalizados allí mismo, en nuestros paseos, por Rodrigo cuando tenía 6 años de edad.

camino de piedras;

por la curva aparecen

un montón de vacas

 

agachado,

mi hermanito sopla

molinillos de viento*

*vilanos de diente de león

 

mientras hablo con mi abuela

las flores del romero

¡son moradas!

 

viento frío

las moscas quietas

en las flores del romero

 

huele a hierba

por el camino

dos pajaritos verdes

 

No deja de asombrarme la capacidad de conectar con lo que ES de los niños que miran el mundo con sus ojos puros y sin pretensiones.

No sé qué de todo esto que compartimos en la edad de la inocencia, habrá hecho mella en su alma. Espero que algo resuene en ella con la suficiente fuerza como para eclipsar o al menos compensar, la aparición de los Pokemons en sus vidas.

Es mi deseo esperanzado que recuerden con cariño a esta abuela rebelde, que mientras el mundo les empujaba a mirar la pantalla de un móvil, ella les invitaba a observar ese otro mundo que latía, vivo, en las briznas impregnadas de rocío o en las boñigas humeantes de las vacas.

Mercedes Pérez para ERDH 2018

AÑO NUEVO

La mañana del día de Año Nuevo es de puro ocio, de un no hacer, ni siquiera pensar.

Me levanté con el sol ya alto, pero aún ascendiendo por los cielos del este, y ahora cantan y revolotean las ciguas, distante se oyó el pájaro bobo, sopla una brisa fresca, ha llegado un colibrí. Todo sobre un gran silencio de los humanos que descansan de sus fiestas, sus afanes y sus máquinas.

El tiempo tiene el encanto de una primavera, de un primer día del mundo, de un transcurrir ilusionado. Nada ha sucedido en el año. Todo es expectativa. La rueda de la fortuna comienza un nuevo giro. A mis pies, como una extensión de mis extremidades, se ha acomodado el perro. Silencio y ciguas acaparan la atención.

Cielo del primer día.

¿A quién le gusta

el té de tilo?

 

Silencio y ciguas.

De repente el ruido

de un motorista.

 

 

Entrega nº 14. 26 de mayo

Han pasado seis o siete años desde que estoy postrado en la cama, enfermo, y desde hace dos años he renunciado por completo a las salidas, incluso a las que pude hacer en carro chino, que tal vez podrían haber sido dos o tres al año, no sé. No puedo así conocer, ni siquiera un poco, el nuevo aspecto de Tokio, que, por lo que dice la prensa y mis visitantes, cambia a gran velocidad. Lo sé por ellos, porque ver algo por mí mismo, está fuera de mi alcance. Estas son algunas de las cosas que no he visto, y he quedado con ganas de hacerlo:

* imágenes en movimiento

* carreras de bicicletas y otras acrobacias

* los leones y avestruces de la Reserva Zoológica de Ueno

* el acuario de Asakusa

* lo primates y nutrias que pusieron en el Jardín Botánico de Asakusa

* lo que queda después de retirar los escombros de las ruinas de un puesto de Guardia quemado

* la estatua del Señor Kusunoki, en Marunouchi

* el teléfono automático y los buzones postales color bermellón

* las cervecerías

* las danzas de mujeres con sables y el teatro occidental

* undôkais (demostraciones deportivas) femeninas en pantalones marrones

Y no tengo el tiempo libre para continuar mi enumeración

 

                   … notas de las fuentes y comentarios propios

 

– Los carros chinos en español, pousse-pousse en francés, Rickshaws en inglés, y Jinrikisha en japonés, fueron inventados, al parecer, en 1868, por un samurái de Kioto que quedó parapléjico y quería viajar sin tantos movimientos como ocasionaba el tradicional uso de los palanquines. Su uso disminuyó desde los años 20. Shiki, aunque estaba enfermo, todavía podía haber hecho algunas salidas en estos carros entre 1896 y 1900.

– Las primeras sesiones de cine tuvieron lugar en Japón en 1896 en Kobe, y luego en Tokio en marzo de 1897. La primera sala usada como sala de cine, fue el Tokyo Kabuki-za, inaugurado en junio de 1899.

– Las primeras carreras de bicicletas japonesas tuvieron lugar en Yokohama en julio de 1895.

– El zoológico de Ueno se inauguró en 1882 y es el más antiguo de Japón.

– El acuario de Asakusa, fue inaugurado en octubre de 1899, por iniciativa privada.

– El Jardín Botánico de Asakusa, conocido como el Asakusa Hanayashiki, fue inaugurado en 1853. Fue el primer jardín botánico de Japón y se convirtió en un parque de atracciones en 1947.

– El castillo de Shogun en Edo se quemó en 1873. Luego, con el tiempo, también, una serie de treinta y seis de sus puestos de guardia (llamados mitsuke). Sin duda, Shiki alude a la destrucción de uno de ellos, el de Ushigome, que tuvo lugar en 1902.

– Se decidió erigir una estatua de bronce de Kusunoki Masashige (1294-1336), famoso general del Periodo de las Dos Cortes, en 1890, pero no se completó hasta 1896, y se erigió finalmente en Marunouchi, en 1900.

– En Japón, a principios de la década de 1870, y por iniciativa de Maejima Hisoka (1835-1919), se introdujo un sistema de correo postal nacional eficaz, creado según el modelo inglés, con unos característicos buzones bermellón.

– El comienzo de las llamadas “salas de cerveza” o cervecerías, en Japón, se puede fechar en julio de 1897 en Osaka, y en 1899 en Tokio.

– Las danzas con espadas que comenzaron a principios de la era Meiji se hicieron cada vez más populares, hasta el punto en que incluso en aquella época, las mujeres comenzaron a practicarlas (a veces incluso reemplazando la espada con un abanico).

– El desarrollo de los lazos occidentales-japoneses en teatro parece que llamó la atención de Shiki. Kawakami Otojiro y la compañía de Sada Yacco tuvieron gran éxito en Europa entre 1899 y 1902. Por otro lado, en 1901 se publicaron las obras de Ibsen en japonés.

– El undōkai, es un típico festival deportivo japonés que se celebra en las escuelas. La primera «reunión deportiva» (undo-kai) celebrada en Japón fue el 21 de marzo de 1873, organizada por un profesor de inglés de la Escuela de la Armada. Este tipo de demostración se generalizó en las escuelas masculinas desde la década de 1880, y luego en las escuelas femeninas casi a fines de siglo, con el desarrollo de la educación superior.

ENTREGA Nº 13. 25 DE MAYO

Al final de su carta, Koshû me escribe: “Siento mucho haber permanecido tanto tiempo en silencio, pero, a decir verdad, imagina el inmenso dolor que es para mí recordar el momento de nuestro viaje a Shinagawa, cuando apenas teníamos aquel pequeño farol, y ahora, estás ahí, postrado en tu cama de enfermo”.

Este episodio del pequeño farol, permanece continuamente en mí y me resulta absolutamente imposible de olvidar; pero cuando compruebo que Koshû, que tiene mucha experiencia en ese tipo de situaciones, todavía se acuerda de él, me confirma que, sin duda, el acontecimiento posee un encanto singular.

El hecho de que alguien se recueste y vuelva a contar aquellas buenas historias del pasado, aunque sea un enfermo carente de cualquier atractivo o seducción, que habitualmente cuenta solo sus infamias, no le quita nada de chispa a la historia.

Aquel episodio tuvo lugar en primavera, a finales de marzo del año 27 de la era Meiji, creo recordar. Por supuesto, no podía imaginar ni por un segundo que, cuatro meses más tarde, estallarían los resplandores y truenos de grandes fuegos de guerra sobre Corea.

Convencido por Koshû, un quejica caprichoso que no paraba de protestar, y firmemente convencido de que la paz reinaba en nuestro mundo, pensé en pasar un domingo en el parque Ômiya, y tras salir hacia allá, como los cerezos aún no estaban en flor, nos dimos la vuelta y nos detuvimos en Meguro, en un establecimiento que se llamaba, creo, “El Ryokan de las Peonías”. Mientras esperamos, estirando un poco las piernas, una joven de 16 o 17 años, vino a servirnos los brotes de bambú de arroz que habíamos pedido, sin levantar la vista del suelo.

En su cara, rebosante de gracia femenina, flotaba también algo de ingenuidad, y su gentileza…, no parecía apenas perturbarse por estar en un establecimiento como ese, y ejercía sobre la gente un encanto extremo, por lo que, sin decirle nada a Koshû, me percaté de que mi corazón se aceleraba. Creo que él también sentía lo mismo, y cuando ella nos trajo un farol, él le dijo: «¿No nos acogerías una noche en tu posada? Pero ella respondió con frialdad: «Es absolutamente imposible», y Koshû, que ya lo sospechaba, no intentó entablar negociaciones, sino que guardó silencio.

Luego nos sumergimos en una agradable conversación y, de forma inesperada, él sugirió volver a caminar: “¿Regresamos a Shinagawa? Como no está demasiado lejos, ¿caminamos?”. Inmediatamente acepté la atractiva propuesta y ambos estuvimos de acuerdo en irnos. Como la noche era muy oscura, la joven encendió una pequeña lámpara portátil, un farol, y nos acompañó afuera. «¿Cómo vamos a Shinagawa?», le preguntamos, y ella dijo: «¿A Shinagawa? Encaminaos hacia la izquierda, y más adelante, girad a la derecha … esperad, ¡os pondré sobre el camino!», y ella tomó la iniciativa con un paso rápido, llevando la pequeña lámpara. La seguimos más de cien metros y llegamos a una especie de esquina con un desvío entre los matorrales, en medio de la nada: «Si atravesáis los arrozales, no podéis equivocaros, solo hay un camino», dijo ella, dándonos su pequeño farol. Se lo agradecimos y nos dispusimos a marchar. Al poco oímos: «¡Un momento!» Y se volvió, corriendo unos diez metros, mientras estábamos allí, titubeando, sin entender muy qué pretendía. Llegó hasta nosotros y, mirando dentro del farol, introdujo una pequeña piedra. Luego dijo ¡adiós, buen camino! Y con estas palabras desapareció en la misma oscuridad por la que había venido.

El encanto de ese momento…, ese pequeño camino, bien al final del campo, bien en medio de la espesura…, yo, con mi pequeño farol en el corazón de la oscuridad, y esa hermosa chica… su pequeña piedra… todo, todo eso, sigue vivo en mí hoy todavía, y así, aunque a veces me atormente sobre mi cama de enfermo, nunca podré olvidar la magia de aquel momento.

Luego, Koshû y yo, frente a un viento helado de primavera, en plena noche, caminamos y caminamos a través de los campos de arroz a Shinagawa. La ciudad había sido medio destruida por un incendio, pero las llamadas casas de placer, continuaron su actividad en lo que llamaban barracones temporales, ofreciendo un espectáculo inusual. Como el propio nombre de «barracones temporales» le gustó mucho a Koshû, se puso a observar discretamente a través de las ventanas de bambú a las chicas de ese submundo, que se hacinaban unas contra otras, rodillas contra rodillas, dentro de una pequeña cabaña rodeada de esteras de paja. Mientras, yo estaba quieto detrás de él, algo distraído, y de repente una llama alcanzó mi mano y me sorprendí. Bajé la cabeza y descubrí que la vela del farol que llevaba en mi mano, se había quemado por completo y su fuego había alcanzado el marco mismo, de manera que algunos fragmentos de ese pequeño farol comenzaron a arder y a soltar chispas.

unas cabezaditas…

es breve la noche de primavera

en el Hostal de las Peonías.

(Utatane ni / Haru no yo asashi / Botan-tei)

 

Noche de primavera,

al salir del hostal

un pequeño farol.

(Haru no yo ya / Ryôri-ya o deru / Kochôchin)

 

Noche de primavera.

Sin blasón alguno titila

un pequeño farol.

(Haru no yo ya / Mumon ayashiki / Kochôchin)

 

                   … notas de las fuentes y comentarios propios

 

– Kazuo Kojima (1865-1952), más conocido como Koshû, fue un periodista que colaboró ​​con el mismo periódico que Shiki, el Nihon. Estuvo en la parte continental para cubrir la guerra sino-japonesa de 1894-1895, al mismo tiempo que Masaoka Shiki. Posteriormente, comenzó una carrera política.

– El reconocido escritor Ryûnosuke Akutagawa afirmaba en la revista Byôchû Zakki, (1927): «No me canso de leer y releer la historia del pequeño farol, en una cama de enfermo seis pies de largo”. Era un artículo titulado “Notas dispersas de un enfermo” y fue apenas escasos meses antes de su muerte.  Akutagawa, frecuentaba la casa de Natsume Sōseki, discípulo y cuidador de Shiki, quien ejercería en él una notable influencia.

– El año 27 de la era Meiji, es 1894.

– Japón envió tropas a Corea en junio de 1894, y en julio tuvo lugar la primera batalla naval con la China de la dinastía Qing. El tratado de paz, consagrando la victoria de Japón, sería firmado en abril de 1895. Desplazado en el continente como corresponsal de guerra, justo antes del final de las hostilidades, Shiki cayó gravemente enfermo durante su viaje de regreso, en mayo. A partir de ese momento, su salud irá disminuyendo. Aquí relata uno de sus últimos viajes felices.

– El parque Òmiya está en las afueras nororientales de Tokio (Saitama). En la actualidad tiene un museo de Bonsáis con 6 de los viveros más importantes de todo Japón. También tiene en su interior un santuario sintoísta, el Santuario Hikawa.

– Meguro es un viejo barrio al este de la capital. Reconstruido en 1947, es uno de los 23 barrios especiales que conforman la ciudad de Tokio. Poco podía pensar Shiki que, unas décadas después, el lugar sería también visitado pero por su moderno parque, con sabor al Japón tradicional, llamado Meguro Sky Garden. Está preparado para disponer de flores aromáticas las 4 estaciones del año y desde él, se alcanza a ver el monte Fuji.

Un Ryokan es un tipo de alojamiento tradicional japonés que originalmente se creó como albergue u hostal, para hospedar visitantes a corto plazo. Hoy se utilizan como hospedajes de lujo para visitantes, sobre todo occidentales. El gran haijin Eizô Yamamoto (1758 -1831), tomó el nombre de estas modestas hospederías: Ryokan. Él escribió:

al irse el ladrón,

se llevó todo menos

la luna desde la ventana.

Shinagawa fue una ciudad y hoy es un barrio que se encuentra al sur de Tokio, otro de los llamados 23 barrios especiales de Tokio. En él nacieron la Emperatriz Michiko, y del director de cine Akira Kurosawa.

– El hecho de introducir piedras en los faroles portátiles, era para estabilizarlos cuando no estaban bien compensados.

LUZ DE PALABRAS PARTE 4: TIERRA

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tarde de viento:

apenas un recuerdo

en el camino

Coriolano González Montañez

piedras quebradas

con aristas agrestes

siguen sin lluvia

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

sobre la tierra

apenas unos trazos

¿quién dejó huellas?

Coriolano González Montañez

varios colores

se extienden por el cráter

desde el origen

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

entre la niebla

por más que miro y miro

solo montañas

Coriolano González Montañez

el mar de nubes

avanza entre las cimas

sin alcanzarlas

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

como una flor

esta roca se yergue

y se marchita

Coriolano González Montañez

las viejas toscas

marcan el horizonte

sin detener el viento

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

la sequedad:

las raíces del pino

buscan la tierra

Coriolano González Montañez

una raíz,

para encontrar la tierra,

crece sin ruido

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-Fotografía: Grettel Kegel Zamora

tierra reseca:

las raíces quedaron

al descubierto

Coriolano González Montañez

en el bosque húmedo

un ramo de raíces

aferra un árbol

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

sobre la arena

las huellas se entrecruzan:

no hay caminos

Coriolano González Montañez

el viento cruza

el rumbo de las dunas;

hoy ya no hay sendas

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

solo las dunas:

¿qué queda más allá

del horizonte?

Coriolano González Montañés

infinidad

de arena hasta los cielos

¿dónde hay desierto?

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 3: FUEGO

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

tras los matojos

las laderas quemadas:

no queda nadie

Coriolano González Montañez

brotan espigas

en la ladera oscura

de las cenizas

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

después del fuego

otra vez ramas verdes:

mares de nubes

Coriolano González Montañez

el árbol negro

sin hojas y sin nidos,

no tiene sombra

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

cuatro agujeros

al sol del mediodía

erosionados

Coriolano González Montañez

el risco rojo

asoma su lava acre

entre la sombra

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tierra quemada:

unos pequeños cráteres

desperdigados

Coriolano González Montañez

laderas ásperas

enfrían por la noche

su lava pétrea

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

en el desierto

también en los senderos

plantas de espinos

Coriolano González Montañez

el sol de estío

caldea hierbas y arbustos

en púas grises

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

escalofrío:

hogueras de San Juan

entre la arena

Coriolano González Montañez

noche de brasas

y vuelos de andoriñas:

llega el solsticio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

piedras volcánicas:

a lo lejos la sombra

de la montaña

Coriolano González Montañez

inmensidad

de lavas y cañadas

¡ojos pequeños!

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

sobre la arena

varias rocas dispersas

¿dónde el volcán?

Coriolano González Montañez

una llanura

de lava rota y fría

hasta el silencio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 2: AIRE

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

el viento arranca

las hojas de los árboles:

manto de ramas

Coriolano González Montañez

Vientos alisios

dispersan hojas secas

de árboles fríos

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-Fotografía: Grettel Kegel Zamora

viento de otoño:

las hojas se columpian

y no se caen

Coriolano González Montañez

la brisa agita

el vuelo de las hojas

hasta el final

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

tela de flores:

movida por el viento

muestra la tierra

Coriolano González Montañez

se alza aire cálido

con murmullo de telas:

viento de sur

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

pareo al viento:

los colores se mezclan

y se confunden

Coriolano González Montañez

un viento nuevo

agita lo que encuentra:

el equinoccio

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velun

la ola rompe

contra el acantilado:

¡cómo salpica!

Coriolano González Montañez

ecos de rocas

y estallidos de espuma:

regresa el viento

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velun

serenidad:

ahora el charco refleja

otros océanos

Coriolano González Montañez

el charco limpio

tiene el color del cielo

sin tocar nubes

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

nubes de lluvia:

caen las primeras gotas

sobre mi rostro

Coriolano González Montañés

el viento esparce

el salitre de la ola:

olor a mar

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

en esta tarde

solo el viento y el mar

son compañía

Coriolano González Montañez

las brumas frías

acercan la tormenta:

mar sin azul

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

 

 

LUZ DE PALABRAS PARTE 1: AGUA


Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

la bajamar:

posado entre los charcos

un zarapito

Coriolano González Montañez

marea baja;

susurra entre las grietas

un trinador

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Fátima Martín Rodríguez

anochecer:

las olas detenidas

bajo la luna

Coriolano González Montañez

el agua brilla

por todo el horizonte:

desciende el sol

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

este madero

que las olas arrastran

¿de dónde viene?

Coriolano González Montañez

flota un madero

desde mares remotos

hasta esta orilla

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Grettel Kegel Zamora

algas y piedras

arrastran los dibujos

de otras orillas

Coriolano González Montañés

algas y piedras

derramadas por olas;

todo es distinto

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

gotas y espuma

bullen en los rompientes:

un microcosmos

Coriolano González Montañez

la marea alta

cubre con sus espumas

las rocas negras

Fátima Martín Rodríguez

—….—-

Fotografía: Yäel Elejabeitia Velu

estos burgados

cruzando sus caminos

trazan mapas

Coriolano González Montañés

sendas de arena,

deslizan los burgados

con sed de mar

Fátima Martín Rodríguez

 

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

el saladar:

los límites del agua

desaparecen

Coriolano González Montañez

el mar de alisios,

en la costa bermeja,

borra los pasos

Fátima Martín Rodríguez

—-….—-

Fotografía: Victoria Badía Fernaud

quietud del agua:

apenas una sombra

entre los médanos

Coriolano González Montañez

la brisa ondula

el charco de la orilla:

la luna asoma

Fátima Martín Rodríguez