En la tarde anduve con los perros por el área verde en las cercanías del río Isabela.
Me interné por sendas que sólo ahora, en la época de sequía, se hacen transitables. Los matojos conservan sus flores secas y el verdor de la yerba comienza a marchitarse.
Aún así hay espacios de yerba tupida, donde Bu, el galguito joven, parecía flotar en los brincos de su veloz carrera.
Y entre la maleza, qué bueno encontrar una corriente de agua, clara y silenciosa, que deja ver las piedrecitas tranquilas de su fondo.
Ya cayendo el sol retornamos. Acompañados por la brisa.
Canto de ciguas.
Los perros, detenidos,
olfatean.
El agua clara.
Donde se ve la tierra
y se ve el cielo.