Todas las entradas de: el rincón del haiku

La voz del haiku en Ido

Clicar aquí para ver el vídeo

El ido es una versión reformada del Esperanto que en 1907 fue elegida oficialmente por la Delegación para la Adopción de una Lengua Auxiliar Internacional como el mejor proyecto de lengua  internacional de todas las existentes.

En esta cuarta entrega de Voces del Haiku, agradecemos la colaboración de Antonio Martínez que nos ha traducido al Ido los haikus de haijines cubanos.

 

Abril 2021

Haibun 18

Hágase tu voluntad

  El chorrito, paciente, discurre por el musgo tierno y esponjoso. Atraviesa la caña dispuesta a modo de caño, y cae a la pileta de piedra en una suerte de alegre danza. Todo es sencillez: el agua que fluye, el musgo que la absorbe y la caña que permite el paso. Casi no se aprecia dónde está el manantial.
Ingeniería de la naturaleza. Y yo embelesado mirando la escena.

   Huele a estiércol de unos corrales cercanos.

   No sé por qué pero me viene a la mente la frase de los evangelios: “Hágase tu voluntad”. Confianza ciega en los brazos de lo que suceda. ¿Así de fácil?

   Pasa una mosca, se posa un instante en la caña y continua dirección al establo.

   Las respuestas aquí, en plena naturaleza, cuestan en salir. Es como si junto a esta sencilla fuente y al cercano corral, todo está contestado.
No hay nada más que decir. Porque ya el propio decir es romper el círculo del agua: las nubes… las entrañas de la tierra… el musgo… la caña… para al fin llegar a la pileta.

   Del viejo corral se oye algún balido.

 Decido seguir caminando. Juntando mis manos para crear un cuenco las acerco al chorrito y bebo.
¡Qué fresca!

Un trago de agua
mirando el horizonte.
Cielo sin nubes.

 Enrique Linares
Valéncia (España)

Abril 2021

Koi koi to iedo hotaru ga tonde yuku

“Ven, ven,” le dije,
pero la luciérnaga
se fue volando

Onitsura a la edad de 7 años

                       Compartimos en esta entrega una experiencia puntual que sucedió en el taller del 5º grado.   Si bien en una oportunidad estuvo publicada en HELA, me parece que el intercambio que se produjo en el taller y que quedó registrado a partir de las ilustraciones y los haiku producidos, valen la pena releer o bien darlo a conocer para quienes no hayan tenido la oportunidad de leerlo.

            En esa clase dos compañeros del quinto grado, compartían sus haiku para ilustrarlos. A  los niños generalmente les gusta ilustrar sus propios trabajos y son bastantes celosos de entregar su producción para que sea otro el que dibuje. Sin embargo, es un buen ejercicio porque la imagen podrá o no, dar cuenta del haiku.

A veces suceden cosas como ésta cuando dos compañeros deciden intercambiar sus haiku para ilustrarlos al estilo Haiga

El haiku en cuestión era:

En el campo
con gusanos en su interior,
un pajarito

Cuando Nicolás finalizó el dibujo le mostró esto a Luciano, el autor del haiku:

Luego de mirar el dibujo Luciano le dijo:

–           Ese dibujo no es lo que yo escribí. No es lo que vi en el campo de deportes – intentaba explicar.

–           ¿Cómo que no? Por el campo está caminando un pajarito comiendo gusanos – le dijo Nico.

–           Los gusanos los tiene adentro ¿entendés? , a – den –  tro – , le aclaró.

–           Claro, se los come y le van cayendo en la panza – insistía Nicolás

–           Nada que ver, el pajarito estaba muerto. Los gusanos que tenía estaban adentro porque  se  estaban comiendo el cadáver – dijo Luciano

Silencio… esos que se producen en el aula cuando hay desconcierto.

           No  dice eso que vos decís, el pajarito de tu haiku no está muerto.

–           ¡Uy!¿Entonces lo tengo que hacer otra vez? No sé ¿Qué hago?

Y fue lo último que escuché por un rato. No fue necesario que Luciano pida ayuda. Ahí estaban deliberando los dos. Entre ellos hablaron del lugar. Algo alcancé a oír. El campo era el campo de deportes de la escuela, es un club cercano al colegio. La tarde estaba soleada. Al pájaro no pudieron identificarlo, no llegaron a ponerse de acuerdo si era o no una paloma  y los gusanos eran “millones de millones” de  larvas.

Luego del trabajo compartido, llegó esta propuesta:

Tarde en el club
Un pajarito muerto
lleno de larvas

Nico volvió a dibujarlo.  Ahora tenía la aprobación de Luciano.

Tengo la certeza de que esta experiencia ha sido un aprendizaje de  haiku para Luciano y para Nicolás.  Sobre el compañerismo y el trabajo compartido que tan naturalmente surge de los niños, aún tenemos mucho por aprender. Sin dudas el haiku nace de manera individual, pero es grupalmente como se logra una producción más acabada.

Compartimos otros Haiga que realizaron otros alumnos del mismo taller. En esta oportunidad  lo hicieron a partir de haiku de maestros japoneses traducidos al  español.

Un poco de calor
para que en el cerezo
una a una se abran las flores.

HATTORI RANSETSU (1654-1707)


Un bello barrilete
 se levanta
de la choza del mendigo.

KOBAYASHI ISSA (1763 –  1827)

 


A cada soplo del viento
la mariposa,
cambia de lugar en el sauce.

MATSUO BASHŌ (1644 – 1694)

Abril 2021

CONSTRUIR

La primavera.
Caída, ¿soñando qué?
La roja camelia.

DECONSTRUIR

Quise escribir un haiku sobre las flores del cerezo, ahora que lo tengo en plena flor en mi jardín, pero me salió este otro cuando bajaba la vieja escalera donde, junto al muro, crece un camelio. Siempre me han llamado la atención estas flores

especialmente en el momento en que caen al suelo, sin marchitarse, y, si tenemos la suerte de estar en ese momento ahí, cuando se desploman estas flores relativamente pesadas de carnosos pétalos, produciendo al caer un sonido profundo, sedoso, eterno. Es difícil no recibir una carga de espíritu poético cuando lo oímos. Yo no tuve la suerte de oírlo estos días en que está en flor, pero sí que me llegó de algún modo el espíritu poético para componer este haiku cuando vi algunas de sus flores rojas.

Hace tiempo que deseaba hablar a los amigos del Rincón del Haiku sobre “espíritu poético”, el regalo de los dioses que nos permite volar sin el peso de la gravedad de formas ni tradiciones ni cánones.

Makoto Ueda en un libro titulado Literary and Art Theories in Japan, publicado en los años sesenta por la Universidad de Michigan, tiene un iluminador artículo sobre los principios poéticos que regían el arte de Matsuo Bashō. Este poeta, dice Ueda, no escribió nada parecido a un manual poético, pues parece que pensaba que unas reglas fijas sobre cómo componer haikus podían frenar la imaginación creativa del haijin. Pero sus discípulos, especialmente Kyorai y Dohō, basándose en conversaciones con el maestro, sí que formularon diez principios poéticos que el mismo Bashō en cartas y diarios de viaje parece que había refrendado en varias ocasiones.  Estos son los diez principios del arte de Bashō según estas fuentes:

Espíritu poético, sabi, shiori, esbeltez,  inspiración, fragancia, eco, reflejo, sencillez y ligereza.

   Me voy a proponer comentar cada uno de estos diez principios en las entregas sucesivas al Rincón que haré en los próximos meses. Hoy toca, entonces, decir algo de ESPÍRITU POÉTICO.

  Es de los diez, la unidad importante, como el pastor es la unidad más importante en el rebaño de sus ovejas (aquí, nueve ovejas). El espíritu poético no cambia en mil años ni en diez mil: siempre estaba ahí. Según Bashō, todos los estilos del haiku caen en una de estas dos categorías: el que posee cualidades que trascienden tiempo y espacio (tienen un atractivo universal) y el que está anclado en el gusto de los tiempos (pueden tener frescura de expresión). Pero los dos proceden, como el agua de una fuente, del mismo manantial: el espíritu poético.  De Bashō son esas conocidas palabras con que define el espíritu poético:

«El espíritu poético lleva al poeta a seguir el camino del universo y a intimar con las cosas de cada estación del año. Para alguien con espíritu poético todo lo que ve es una flor y todo lo que imagina se convierte en una luna. Los que no ven la flor no se diferencian de los bárbaros, y los que no imaginan la luna son como las bestias…»

Al buen entendedor…

Dharani: el primer poema

Gate Gate Paragate Parasamgate Bodhi Svaja
Sutra Corazón

En sentido general, poetizar es crear, traer al mundo algo nuevo. Pero, normalmente, pensamos la poesía como la creación de poemas; traer algo nuevo al mundo a través de la palabra. Crear con la palabra es una actividad tan propiamente humana como el lenguaje mismo; al punto que donde hay humanos hay poesía. Pero ¿cuál fue el primer poema?

Normalmente se dice que el primer poema, en el sentido del más antiguo, es la epopeya de Gilgamesh. Pero en este texto quiero enfocar la cuestión de forma algo diferente y para ello quiero llamar la atención sobre un género poético típico de la tradición budista llamado Dharani.  Definir un dharani es complejo ya que no tenemos claro qué es. Tal vez lo mejor que podemos hacer es describirlos. Aquí un dharani del Sutra del loto:

anye manye mane mamane chitte charite shame shamitavi
shante mukte muktame same avishame sama same
kshaye akshaye akshine shante shame dharani
alokabhasha pratyavekshani nivishte abhyantaranivishte
atyantaparishuddhi ukule mukule arade parade
shukakshi asamasame buddhavilokite dharmaparikshite
samghanirghoshani bhasyabhasya shoddhi mantra
mantrakshayate rute rutakaushalye akshara
akshayataya abalo amanyanataya

Los dharanis son colecciones de letras ordenadas como si formaran palabras y oraciones pero que, de hecho, no tienen significado en ninguna lengua conocida. Son poemas hechos de palabras sin significado, o cuasi-palabras. Y, en la medida en que divorcian el significado de la palabra, queda la pura sonoridad de las letras.

Pero el dharani no es puro sonido, la articulación de estos sonidos en una forma coherente da la sensación de que, al leerlo, se trata de una lengua desconocida, de palabras y oraciones cuyo significado simplemente desconocemos o hemos olvidado.

Los dharanis suelen encontrarse dentro de textos religiosos más amplios conocidos como sutras. Los sutras son hilos textuales que articulan las enseñanzas de budas y sabios. Dentro de estos textos, el dharani suele ser presentado como una recitación dotada de poder, dada por aquellos que han alcanzado la iluminación. Se cree que son capaces de ofrecer algún tipo de ayuda o salvación a quien los recita y que son el corazón más profundo de la enseñanza, en que se codifica la verdad última de ésta. Así entendemos que, etimológicamente, “dharani” venga de la raíz sánscrita dhr que significa “preservar o mantener”. Y tampoco es casual que de esta misma raíz venga “Dharma”, que refiere, entre otras cosas, a la enseñanza de buda.

El dharani es el resguardo del Dharma, es donde se preserva la enseñanza última de budas y maestros, es donde recae su poder salvífico. Y, a la vez, es incomprensible para nosotros. No podemos más que intentar emular este decir sagrado incomprensible con los sonidos de nuestras letras. Por esto, cuando se traduce un dharani se intenta replicar el sonido con la escritura fonética de la nueva lengua.

El dharani suele asociarse a otra forma literaria de la tradición sánscrita que es el mantra. Ésta puede entenderse como recitaciones sacras que intentan replicar los sonidos primigenios con los que las deidades crearon el cosmos. Se supone que los humanos no podemos reproducir perfectamente estas palabras creadoras y sólo nos queda la imitación de sus sonidos con el mantra. En este sentido, mantras y dharanis son intentos de preservar los primeros poemas, las creaciones primigenias a través de la palabra.

Pero esta preservación es ella misma un acto poético que usa el lenguaje de una forma nueva, despojándolo de su significación tradicional, descomponiéndolo hasta su pura sonoridad para, desde ahí, imitar los poemas primigenios. En el dharani hay dos poemas o, mejor dicho, es un poema sobre otro poema.

Según como se le quiera ver, el dharani puede ser el primer o el último poema. Puede ser el primero en tanto imita el acto poético primigenio de crear con la palabra. Nos permite también imaginar la génesis del lenguaje, con su asociación de sonidos en espera de ser significados. ¿No será que estos dos actos son uno y el mismo?

Pero, desde otra perspectiva, es el último poema en tanto implica una descomposición del lenguaje y una renuncia al significado. El dharani es tal vez la última metáfora en tanto renuncia al sentido tradicional del lenguaje pero no lo remplaza por otro. Por eso hay algo en este tipo de poema que incomoda, no sabemos si estamos hablando en una lengua sagrada más allá de nuestra era cósmica o estamos asistiendo a la desintegración del lenguaje y al regreso al sonido. De lo humano a lo animal. O tal vez el dharani no es nada de esto y su verdadero sentido queda codificado eternamente como enigma.

Marzo 2021

Sombra de árboles:
la mariposa trae
luz de otra vida.

Kobayashi Issa
(trad. Fernando Rodríguez-Izquierdo, del libro «Luz de otra vida» de editorial Satori)

«La elección es nuestra: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más.»

(de la Carta de la Tierra)

Primavera, cambio de aliento

En la sangre, un hervor, savia urgida, ímpetu. Nunca baja del cielo la diosa coronada de flores; emerge desde lo abisal, desde la honda casa tenebrosa donde el polvo cubre la puerta y el cerrojo y de donde nadie vuelve más que transfigurado en pujante semilla, en impetuoso presagio y, al fin, en flor de fuego.

                La primavera es siempre anticipación, barrunto, un cambio de aliento que se traduce en “vagas ansias tercas”. Al principio es un pálpito imperceptible que puede prender en una mirada, en el mínimo sabotaje de un color, en la súbita embriaguez de un aroma, en un rebullirse de las más remotas y calladas entrañas del alma. Algo llama sin eco, como para sí mismo, una leve sonrisa en la severa dormición del ser. De pronto -¡oh prodigio!- emerge con delicada furia, taladrando los hielos, la flor del edelweis, “flor de nieve” y “pie de león”. Ya todo es posible. Es como si la osadía de una frágil flor solitaria desencadenase la tempestad floral. El más tímido gesto, cuando es irrevocable, cobra la urgencia de un conjuro.

                En la memoria se amotinan deidades de muerte y de resurrección: la Coré ática; la Flora y la Feronia latinas; los eslavos Yarilo y Kupala; la lituana Pergrube; Osiris, Tammuz o Adonis, en el Mediterráneo extremo y nuestro; el insaciable dios del sol que exige el palpitante corazón del más bello cautivo azteca… ¿Quién no ha soñado, entre ese maremagnum de exaltación y de crueldad, de magia homeopática y de prostitución sagrada, con la perfecta flor de fuego que otorga un poder ilimitado a su dueño y que estalla al filo de la medianoche con luz cegadora? Para merecerla, hay que trazar un círculo mágico en torno a sí y resistir a los monstruos y a la seducción de las sirenas. Sólo entonces se logra el prodigio: dominio sobre la belleza, poder sobre el poder, comprensión del lenguaje de los árboles en levitación.

                ¿No es la primavera la estación que materializa los sueños? Basta con resistir valerosamente para que el dragón se convierta en princesa. He ahí los signos visibles: primeras violetas, primeros narcisos amarillos, primeras golondrinas. Pero más allá y más adentro, en el seno del surco propiciatorio, la primavera nos conjura a una transformación apasionada: es el tiempo del todo amor, corona y gloria de una larga paciencia. Emerge la raíz, aletea la crisálida, se rebulle lo adormecido, ¿Cómo permanecer en el hosco sopor? ¿Cómo desentenderse de esa urgidora alquimia íntima?

                Arrecian los signos. Los bakongo del Zaire llaman a marzo “lluvia femenina”, transidos de su verdeante frescor. Los chinos consagran a ese mes el número 8, el sabor ácido, las puertas interiores, la suspensión de las hostilidades. Los eslavos sueñan con la “hierba innominada” que permite adivinar el pensamiento o con la deslumbrante “flor de fuego”. Es el perfecto equinoccio, el equilibrio entre las negras noches y los blancos días en el tablero cósmico que los magrebíes disciernen por la higuera: cuando su hoja se presenta tan larga como la oreja del ratón. Un calendario egipcio del siglo XVIII acumula sutiles modificaciones: “Las serpientes abren sus ojos… Los gusanos de seda crecen. Vienen las golondrinas… Sopla el viento del Este… Las granadas maduran… Comienzan a salir bruscamente las rosas…” La primavera es un tiempo sagrado, hierofánico, que reitera el tiempo original. Es también el espacio del paraíso y su eterna nostalgia. Desde la magia del origen desciende el vehemente reclamo:

“Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado,

do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura”.

                Germinal y celeste, la primavera llega como desde otro mundo, inesperada como todo lo maravilloso. Hacia el sur, sobre una colina que yo me sé, un almendro impaciente la anticipaba cada año. A mi Valle del Jerte llega puntual pero desmedida, desbocándose por la flor del cerezo, ahogándose en su propio derroche. Cómo la siento, con qué embriagadora sensualidad, barroca y frágil… Primavera de las criaturas del agua y de la tierra, del fuego y del aire; primavera que junta exceso y plenitud, carnaval y pascua. La rosa “enflorece” en una antigua canción sefardí tentando a la pasión, pero es también símbolo de silencio, “sueño de nadie bajo tantos párpados”, rosa azul del olvido. ¿Por qué ese empeño de la Tierra? ¿Cuántas primaveras necesitamos para despertar?: “una sola ya es demasiado para la sangre”.

***

 

Marzo 2021

HAIBUN 16

  “…Volverás a mi huerto y a mi higuera
Por los altos andamios de las flores”…Miguel Hernández

Mi padre siempre robaba gajitos, cuidaba amorosamente sus plantas, inventaba jardines en las veredas, propias y ajenas y luego las plasmaba en óleos y acuarelas. Yo, simplemente las disfrutaba, pero pasaba de ellas.

Cuando partió, mudé a mi casa todas las que pude, en un intento de hacerlo presente. Casi todas florecieron, pero sus orquídeas tardaron cinco años en alzar sus varas (no sin culpa, lo atribuí a mi inexperiencia o mi descuido).

Esta mañana el jardín huele a albahaca y a tierra húmeda. Un colibrí visita el tronco de naranjo donde estaban arraigadas, ese es el lugar del milagro.

Es 2 de noviembre y desde entonces, dedico mis mañanas a descifrar los mensajes del jardín, pongo mis pies sobre las huellas de padre y me abro a al misterio…

Día de muertos:
las orquídeas de padre
todas en flor.

María Rosalía Gila
Buenos Aires. Argentina

 

HAIBUN 17

Hierbas aromáticas

Estación insular en el trópico, casi todo es voluble, exceptuando el verano. Primera luna llena del otoño al hemisferio norte, y aún las plantas, se siguen agostando. Qué pudiera decir de inaudito, si en las hierbas se ve reflejado.

Puesta de sol
entorna la albahaca
sus hojas verdes

Maikel Iglesias
Cuba