marzo 2020

CONSTRUIR

 

La talanquera.

De líquenes vestida

Ya nadie la abre.

 

DESTRUIR

Acompaño este haiku con foto de este humilde objeto –la talanquera– que todavía perdura bravamente en los alrededores del pueblo donde vivo. Es una puerta rústica y tosca hecha de palos de enebro que da acceso a los huertos o pequeñas propiedades agrícolas. La flanquean piedras y la corona un tosco tejadillo de paja, tejas, como en este caso, o una lancha. Su anchura permitía el paso de una caballería, pero, eso, sí, sin caballero pues su altura no daba para más. La foto la saqué en el paseo de ayer tarde. Por desgracia ya no se hacen nuevas talanqueras. Cuando se deterioran por el paso del tiempo, son sustituidas por feas puertas de hierro o, en algunos, casos, por abyectos somieres viejos.

Los etimologistas no se ponen de acuerdo sobre el origen de esta hermosa palabra. «Talanquera». Algunos dicen que mozárabe? Celta, dicen otros haciéndola derivar de «tranca». Pero lo que deseaba destacar es su desoladora y lastimosa belleza. Con mucho sabi dirían los que conocen la estética japonesa. Sin darme cuenta he contrastado, por un lado, el encanto que resalta el discreto color de los líquenes amarillentos, apenas perceptibles en la fotografía, aferrados a la madera de sus palos horizontales (también a sus viejas tejas), y, por otro, el abandono a que está sometida ella y la tierra a que da acceso ya que «nadie la abre» desde hace mucho tiempo.

Otra variación de este haiku, que deseché a favor del primero, es:

 

Nadie la abre.

Del huerto abandonada,

La talanquera.

 

Me gusta de esta variante la ambigüedad que presenta: ¿es el huerto quien mantiene abandonada a la talanquera o es el hortelano que ya no la abre? Aunque la palabra «huerto» es sugerente, la de «líquenes» me ha parecido más expresiva, inesperada, rica por su cromatismo. Esta riqueza acentúa mejor la humildad de la rústica puerta, ¿no?