Las formas entran al corazón de la mano de la luna y el sol. Si el don está presente, viviremos abiertos a ellas, como flores que reciben un nuevo día. La luz es nuestra guía y nuestra maestra: nos va mostrando con dulzura el ritmo de la existencia: desde la sutil presencia de cada albor, pasando por la intensidad precisa de su cénit, hasta la sublime desaparición y el ocultamiento, que todo lo unifica… ¡Qué similitud con la vida posee el paso diario de la luz! Podría decirse que nos otorga la posibilidad de ir aceptando y comprendiendo la belleza de lo efímero de cada existencia.
El único enemigo del corazón, como siempre, es la inconsciencia de la rutina, la repetición diaria y el enfoque egocéntrico.
Un pez salta y su belleza atrapa nuestro corazón: la luz nos lo ha mostrado junto al mar, al cielo, a las nubes… ¿Cómo no llegar a sentir que somos uno?¿Que no estamos conectados? Y, sin embargo, aceptamos y postulamos que somos seres individuales, con un camino o propósito individual. El puente desde el que conectamos con toda la existencia siempre ha estado tendido, por eso a veces olvidamos que lo estamos transitando, que formamos parte de él, que somos él.
No hay un mar y un ser separados; ni un pez y una persona desconectados: todo se está produciendo aquí y ahora, mientras se va difuminando hacia la desaparición. Es un hermoso viaje en un teatro de sombras. No podemos saber qué factores mueven y organizan esta existencia, pero, para sentirla y disfrutarla, solo hay que dejarla ser tal y como es, dejando que se manifieste esta rutina de la eternidad que también está en cada uno de nosotros:
“ Toda la luna y todo el cielo se reflejan en una gota de rocío en el pasto, en una gota de agua. La iluminación no perturba a la persona, así como la luna no perturba el agua. Una persona no obstaculiza la iluminación, así como una gota de rocío no obstaculiza la luna en el cielo”[1].
En todas las religiones existen las figuras y los mitos solares. A lo largo de todo el planeta, nuestra especie siempre ha reverenciado a la luz, de hecho, hasta la hemos copiado, enorgulleciéndonos de nuestro pequeño logro. Pero el cuerpo y el corazón de cada persona siente algo distinto ante un amanecer o ante cualquier ocaso que no puede ser reproducido electrónico. El ser humano no está hecho para convivir con ello diariamente; pero sí lo está para sentir la comunión que nos otorgan la luna y el sol, para aprender de su nacimiento y su declive, de su tránsito, de su aparición y su ocultamiento, de su intensidad y de su debilidad…
Nacer en la luz, junto a todo; morir en la luz, junto a todo. Mientras tanto: esta canción en el corazón.
Para el beneficio y la felicidad de todos mis amigos de “El Rincón del Haiku”.
Viento.
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[1] DOGEN, Eihei, Genjo-koan (La realización del asunto fundamental), en https://www.oshogulaab.com/ZEN/TEXTOS/Genjo-koan.html