(En La Geja, mi solitaria casa en el corazón de la Sierra de las Coronas -Ojós, Murcia-, son muy frecuentes, sobre todo en invierno, los temporales de viento que llegan a durar hasta tres días consecutivos. La casa, ubicada en el Cañadico de La Geja (antigua variedad de trigo que hoy ya no se cultiva), sufre las embestidas del viento que campa por sus fueros a lo largo de la cañada y se estrella contra sus altos muros rectilíneos).
El viento aullando por las ventanas,
entrando
por las aberturas de la casa,
bramando
en las ramas desnudas,
en las acículas de los pinos,
en la hojarasca, en los cerrojos,
en las ranuras, en los cristales
en las aristas, en los balcones,
en las barandas,
en los tejados…
llamando incesante en agitada espiral
con su aldaba invisible,
con su lengua inquieta
que no alcanza el alma a descifrar.
Insomnio.
Noche sin luna.
El silbido del aire
por las rendijas.