Haibun 19
Al final del camino
Llueve, llueve… la lluvia golpea las calles… golpea, golpea, golpea mi alma. Una lluvia que martillea el mundo, lo ablanda, lo ahoga… una lluvia fría y pagana. Llueve, se diluye mi sombra entre tanta agua.
Paso a paso recorro calles que parecen extraviarse en otras calles… La vida se aquieta en soportales sombríos, bajo aleros destartalados, en marquesinas mancilladas por grafitis enmarañados… la ciudad parece cansada.
Llueve… piso aceras encharcadas… charcos de lluvia de ayer, de lluvia de hoy. Travieso, salta mi reflejo de charco en charco… un reflejo que se ondula, que se asoma y se esconde… un reflejo hecho de ayer, un reflejo hecho de hoy.
Llueve, llueve… cuelga entre las sombras de un callejón el maullido de un gato… llueve, llueve… brota el silencio de entre las heridas del asfalto. Llueve… una lluvia gris de frío tacto.
Un año nuevo, un viejo sentir… empapado de lluvia y silencio camino sin saber a dónde llegaré, sin saber siquiera si habré llegado. Charco a charco, salto a salto, a mi espalda se va desvaneciendo la ciudad…
Año nuevo…
Sobre la tumba de mi padre
gotean las flores de tela
Asturias, donde la tierra siempre es verde.
Alfredo Benjamín Ramírez Sancho,
Asturias (España)
-.-
Haibun 20
La parada
Incansables, vuelan los vencejos por toda la ciudad. Sus aleteos y gritos se hacen notar al regreso del mercado. En la parada, una anciana diminuta sonríe mirando al cielo.
Sentada, con las piernas colgando como una niña, espera el autobús. En el regazo, la compra, en su cabeza, un moño blanco y una pequeña peineta de nácar semioculta en la tirante melena. Con el mandil de casa, que esconde a duras penas una falda negra y las medias rotas, limpia un ojo que llora.
<<El viento de poniente, sabe usted>>, le dice al hombre que a su lado, tecleando el móvil la ignora.
En la sombría calle, a punto de alcanzarse el mediodía, la luz de una sonrisa se desvanece.
calor de asfalto,
la blusa de la anciana
huele a cebolla
Marga Alcalá,
Valencia (España)