Un clavel blanco quebrado por la lluvia

Un clavel blanco quebrado por la lluvia

 “El color habla todos los lenguajes”
Joseph Addison

A menudo, a los haijines de occidente se nos reprocha que la vista es el único sentido que tenemos desarrollado: dicen que tenemos más atrofiados el tacto y el olfato que los ojos. Sin ánimo de confrontación, creemos que esta crítica es simplista. En una primera reflexión, quizá sea verdad el hecho de que las cosas salten a la vista facilite su percepción. Sin embargo, posiblemente la verdadera crítica radique en que recurrir más asiduamente al sentido de la vista topicalice este sentido más que los demás y pueda desgastar, en cierto modo, el aware de los haikus.

En esta entrada intentaremos mostrar a aquellos que afirman lo anterior que también es posible celebrar el mundo con el sentido de la vista, tan excelso como los demás, y que es capaz de regalarnos verdaderas estampas cromáticas dignas de admiración. Para empezar, hay colores que llaman más la atención que otros por su escasez: el púrpura es uno de ellos…

Un caballo…

la pulpa de remolacha

entre sus dientes

En este haiku, la dentadura del caballo no es de color blanco, como es de esperar; sino de un color morado intenso. Es a priori una estampa muy visual, pero tras saborearlo, la imagen se vuelve dinámica: se escucha perfectamente el crujir de la remolacha entre los dientes del caballo, e incluso se lo ve masticar y tragar. Sin duda, un haiku muy original, con un pequeño toque cómico, que arranca una sonrisa a quien lo lee por su inocencia y sencillez.

Por otra parte, ¿a quién no le emociona la paleta del amanecer?

Cañas emplumadas.

En un cielo rojizo

la luna al este

 La imagen mostrada es digna de un cuadro de Buson. En primer plano observamos las cañas emplumadas que se mecen con la brisa matutina, aún fresca. Al fondo, el horizonte muestra el amanecer de un nuevo día, preámbulo del sol y sus colores. De la noche anterior, sólo queda su señora: la luna, que, cada vez más iluminada, dejará de verse culminado el comienzo del día. Del hermanamiento de una luna moribunda y un sol naciente, uncidos ambos por el rojo del amanecer, sólo son testigos esas cañas emplumadas.

La noche también tiene su propio color:

Invierno.

El azul de la noche

en las plumas de un ganso

En este haiku, las plumas del ganso son más oscuras porque así se perciben: la oscuridad propia de la noche transfiere al ganso su color, estamos, por tanto, ante un haiku con hosomi visual. También se percibe el frío de la estación en las plumas del ganso, quizá mojadas; e incluso parece que ese frío intensifica el color: inconscientemente, el azul de las noches de invierno es más azul que el propio de las noches de verano.

El mundo también gira en torno al color de las flores:

Un clavel blanco

quebrado por la lluvia.

La vieja ermita

Un haiku sublime, con mucho yûgen, ese valor estético que ahonda en una belleza inexplicable y misteriosa cuya causa desconocemos. En este caso, la lluvia se ensaña con un clavel blanco hasta partirlo. Contrasta sobremanera el ambiente oscuro amplificado por el aguacero —por alguna razón, este haiku para nosotros es pura noche intempesta— con la blancura del clavel roto, de cuyos pétalos gotea el agua de la lluvia. Y al fondo, testigo de la escena, esa ermita vieja, que contribuye con su abandono al yûgen de la escena.

Finalmente, hay estampas que quitan el aliento, independientemente de cuantas veces se admiren:

hacia el sureste

los verdes arrozales

cerca del mar

 La detonación de colores en el haiku contribuye realmente a la sensación principal: una explosión de espacio, de tierra por doquier y libertad; el mundo es tan grande que sólo podemos conocer una parte muy pequeña. En este haiku se capta la infinitud del mar, que colorea el horizonte, y cerca de él, los arrozales que mezclan el verde de sus plantas con los tonos azules del primero. La combinación de colores fríos es cotidiana, pero no por ello aburrida: la sensibilidad del haijin radica en apreciar la belleza real de las escenas que, por manidas que puedan resultar o tópicas que sean, jamás se cansará de contemplar.

(Los haikus seleccionados, en orden de aparición, pertenecen a Bibisan, Hikari, Mavi, Rodolfo Langer y J.L. Vicent).