Entrega nº 40. 21 de junio
– ¿En qué ocupar mis días? ¿No hay nadie que pueda ayudarme a superar este sufrimiento? Cuando se está así, uno debe enfrentarse a la cuestión religiosa, diría sin duda un hombre religioso. Pero para mí, que no soy creyente, la religión resulta inútil. La salvación queda fuera del alcance de aquellos que no creen en Dios. Aquellos que no creen en el Buda no pueden pasar sus días repitiendo la «Invocación a Amitâbha”. A veces miro álbumes de pintura para disipar mi sufrimiento. Pero incluso el más seductor de ellos, cuando se examina diariamente, pierde completamente su interés después de diez días, y no tiene más utilidad como medio para luchar contra el dolor. También me he divertido con las vistas estereoscópicas para pasar el tiempo, pero igualmente, repetirlo diariamente, es una ocupación que pierde gradualmente su interés, y más tarde, cuando llegan los dolores de cabeza, provocan lo contrario, y me aumentan más aún el dolor.
Lo que me proporciona el mayor placer es cuando mis queridos amigos vienen a verme, pero también cuando se los ve a menudo y no tienen nada especial que contar, ambos quedamos cara a cara: uno, simplemente sufre, y el otro sufre por verme sufrir. Hasta el año pasado, mi único placer era mi deseo de beber y comer, pero hoy en día, no solo eso ha desaparecido, sino que, además, cruelmente, me atormenta beber o comer, por lo que no es infrecuente para mí luchar con los dolores tanto al mediodía como por la tarde.
El año pasado, disfruté cantando canciones o tarareando Gidayû, pero ahora, tan solo oír hablar de algunas distracciones que los buenos amigos me habían preparado (habían ideado traer un narrador de historias de guerra o pasarme alguna película de cine), me pone dolor de cabeza.
Sufro por estar en compañía de muchas personas en una habitación. Las voces que cantan el Nô, el sonido del shamisen, todos los sonidos que me gustan en la distancia, resuenan en mi cabeza cuando están cerca de la almohada; y lo peor es cuando escucho sobre mi propia respiración la de otra persona: eso me provoca un dolor insoportable. En resumen, me resulta extremadamente difícil encontrar un equilibrio armonioso entre mi entorno y yo. Cuando la acción de los anestésicos era suficiente, esta armonía fue relativamente fácil de encontrar, pero ahora su efecto es insuficiente. He ahí hasta qué extremos me encuentro incapacitado. ¡Una y otra vez las mismas historias sempiternas de sufrimiento! Esto debe ser absolutamente insoportable para aquellos que lo escuchan, pero cuando siento dolor, no tengo nada más de lo que hablar que de mi dolor, nada más que contar, tan solo historias de mi sufrimiento; mediocres e inevitables.
¿En qué ocupar mis días? ¿No hay nadie que pueda ayudarme a superar estos dolores? Si las personas compasivas estuvieran dispuestas a venir a mi lado para contarme algunas historias en particular, sería muy respetuoso y reconocería el que fueran tan amables de venir y reducir mis dolores. Las historias que me cautivan no son necesariamente historias de haiku o literatura; también lo hacen las historias de religión, arte, ciencia, agronomía, … todo o nada es probable que me conmueva, a mí, que no sé nada. Solo hay algo que no quiero: personas que vengan y se sienten frente a mí en silencio.
Notas del traductor y las fuentes
- La Invocación que Shiki refiere al Buda Amitâbha, es una práctica fundamental en las escuelas budistas de la Tierra Pura.
- El Gidayû Bushi que refiere Shiki, es un tipo de narración cantada dentro del estilo Jôruri empleado en Kabuki y en el teatro de títeres Bunraku. Desde la Edad Media, cuando los trovadores deambulaban por Japón cantando historias tomadas de las dos más importantes crónicas de la época, la Historia de los Genji (Genji Monogatari) y la Historia de los Heike (Heike Monogatari), la historia de la princesa Jôruri se hizo tan popular que la gente empezó a asociar esta palabra -Jôruri- con el estilo de narración.
- Sobre la relación del dolor y asuntos religiosos, Shiki ya escribió en su entrega 21.
- Con respecto al dolor, y también a lo que le gustaba más, Shiki ya había escrito en su anterior diario “Una gota de tinta” una entrada expresamente sobre todo esto. La entrega, de 15 de marzo del año anterior, y decía lo siguiente:
<< Placeres:
Caminar, viajar, acudir al teatro Nô; asistir a un rakugo, a dramas, a espectáculos; visitar exposiciones o cualquier entretenimiento; contemplar los cerezos en flor, la luna o la nieve; viajar a una fuente termal con la esposa; reposar la cabeza en el regazo de una chica guapa del barrio gay; hincharse a comer arroz de castaño (Kuri gohan) en la reunión de una sociedad de haiku en una casa de té de Meguro; mirar desde arriba la llanura de Musashino, mientras se mordisquean caquis en una casa de té ubicada en lo alto del monte Dôkan.
Libertades:
Estar sentado y estar de pie, durmiendo, estirando las piernas; visitar a los amigos, asistir a reuniones, ir al baño; buscar libros, salir de la casa para descargar la ira cuando a uno lo pierde el temperamento; correr a toda prisa a los gritos de “¡Eh, hay un incendio!” o bien “¡Oídme, un terremoto!”. Todos los placeres y todas las libertades me han sido arrebatados. Los únicos que me quedan son el placer de comer y la libertad de escribir. Y, sin embargo, la intensidad de mi dolor en estos días, casi me ha privado de esto último; y el deterioro de mi estómago, me ha robado más de la mitad de lo primero. Oh, ¿de qué placeres podré disfrutar durante los días y meses que me esperan?
El otro día un cristiano vino a darme un sermón:
“Esta vida es corta. La siguiente es larga. Podrías alcanzar la felicidad a través de la fe en la Resurrección de Cristo”.
Sentí una profunda gratitud por su amabilidad. ¿Pero qué puedo hacer? Mi dolor en este mundo es tan severo que no me queda tiempo libre para planear felicidad en la próxima. Mi oración es: «Primero dame un respiro, o un día, Señor, para poder moverme libremente y comer todo lo que quiera durante veinticuatro horas».
Quizás entonces tendría la paciencia para contemplar la dicha eterna. (hago una corrección: creo que, en el momento de su operación quirúrgica, Kuan Yû estaba jugando, no leyendo un libro.) >>