Entrega nº 39. 20 de junio

Cuando estaba acostado sobre mi cama de enfermo, pero todavía podía moverme, no encontraba la enfermedad tan amarga y me quedaba tranquilamente así, acostado. Pero ahora perdí esa libertad de moverme. Así, ahora lo que tengo es, además, dolor espiritual y cada día me resulta más insoportable este sufrimiento sin sentido.

Para escapar, me invento varios subterfugios e intento en vano mover de alguna manera este cuerpo impotente. Solo logro aumentar mi tormento. Mi cerebro está enteramente confundido. Cuando todo se vuelve insoportable, esa cuerda que tenso cede a la presión, y finalmente todo explota. Entonces nada va bien. Llegan los gritos. Llegan los sollozos. Y luego más gritos. Y luego más sollozos. Este sufrimiento… estos dolores… son incalificables. Me digo a mí mismo que sería un consuelo que me volviera realmente loco, pero también eso es imposible. Si pudiera morir … Eso es lo que más aspiro; pero eso es imposible para mí, tanto como encontrar a alguien que tenga la amabilidad de poner fin a mis días.

Los sufrimientos del día van disminuyendo levemente cuando llega la noche, y cuando me invade el deseo de dormir, cuando cesan los dolores del día, no puedo evitar entrar en pánico pensando en los dolores de cuando despierte.

Ese es para mí el momento más doloroso. ¿No hay nadie que pueda ayudarme a superar este sufrimiento? ¿No hay nadie que pueda ayudarme a superar este sufrimiento?

 

Notas del traductor y las fuentes

  • El traductor al francés, comenta que la escena de Shiki le recuerda el libro Takasebune, de Ôgai Mori. Este libro ha sido traducido al español por Elena Gallego como El barco del río Takase (Edit: Luna Books, 2000). Debe referirse al final de la historia, en la que Kisuke, el protagonista, es detenido por una muerte. Cuando es interrogado, Kisuke, trabajador, educado y sin perfil de criminal, cuenta que sus padres murieron jóvenes, quedando huérfanos él y su hermano pequeño. Los hermanos vivieron y trabajaron juntos hasta la edad adulta, pero el hermano de Kisuke se enfermó tanto que ya no podía trabajar. Kisuke se vio obligado a trabajar para los dos, incurriendo en grandes deudas. Un día, regresó a su casa y descubrió a su hermano en mal estado porque había intentado suicidarse. Aún vivo, su hermano le ruega a Kisuke que termine el trabajo y lo saque de su dolor, explicando que quería morir para que ya no pudiera ser una carga para su hermano mayor.
  • Shiki, en su anterior diario “Una gota de tinta” cuenta un sueño que le permitió escapar de sus tormentos. Es la entrega de 24 de abril de 1901:

Anoche, creyéndome despierto, llegué a un lugar donde una gran cantidad de animales estaban flotando, suspendidos. Uno de ellos, como si su agonía estuviera cerca, se retorcía en el suelo en todas direcciones, en medio de terribles dolores. Fue entonces cuando apareció un lindo conejito, que se le acercó. El animal sufriente recibió algo en su pata. Lo metió en su boca y comenzó a lamer con alegría: pronto cesaron sus sufrimientos pasados y murió como si se hubiera hundido en el sueño más placentero. Otros animales se acercaron igualmente porque ellos también estaban en agonía, y el conejo recomenzó su conducta. Murieron a su vez como si se estuvieran hundiendo en el sueño más agradable. Salí de mi sueño y, de ahora en adelante, nunca podré olvidar a este conejo”.

Bien, tras escribir esto, Shiki, apenas dos semanas depués, el 13 de mayo de 1901, publicó una nota muy sibilina: «Hoy, nada. Sólo treinta y dos signos escritos por mi mano«.

Al principio, nadie pudo entender bien qué quiso decir Shiki con estas palabras, pero luego, se hizo un descubrimiento póstumo de una nota con fecha del 11 de mayo. En ella había exactamente treinta y dos signos que se podrían traducir como: «Deje, por favor, un poco veneno en mi cabecera y compruebe que me lo tomo”.

Igualmente, en otra nota de 13 de octubre de 1901, hallada en su diario particular, Shiki mostraba abiertamente un deseo de suicidio.