Salgo a recorrer la primavera que se esparce por la estepa con una variedad de colores en verdes: claros, oscuros, intensos, suaves.
En este jardín entre planicies, cañadones, arenas, arcillas, rocas, pedregales sus colores se unen con el de las flores, tejen una paleta de amarillos, rosas, rojos, azules, blancos, violáceos… se mezclan, se difuminan, entre olores característicos de todo el espacio
El detalle del tomillo tan agradable, que tienta a no moverse para que la piel deje que resbale por cada centímetro; otros son acres como el duraznillo, el botón de oro,…
No podían faltar ruidos del viento que sin pedir permiso se mete entre la vegetación y cada tanto juega con la arena a formar pequeños remolinos, shhhh shhhh.
Se despiertan las voces de pájaros, que son música para los oídos, un yal negro; por el suelo la viudita; de mata en mata los chingolos, otros de lugares que no logro detectar.
También son gritos o silencios los de aves en busca de sus presas: lechuzas, halcones, aguiluchos, caranchos.
Volviendo al espacio inmediato puedo ver el detalle de flora y fauna.
Paso corto y mirada larga
Pedregal
Rayos de sol
en los zapatitos de reina
Sobre un molle.
El canto
del yal negro
El sol acompaña la caminata, el frescor se siente.
Regresando lleno mis sentidos con herbáceas de flores muy delicadas y que pronto desaparecen como las estrellitas, el junquillo silvestre (marancel), cerastium, y otras más duraderas como el alfilerillo, patas de perdiz, magallana, calafate,…
En una pequeña planicie las violetas silvestres muestran la belleza de sus flores amariposadas.