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Enero 2022

Haibun 28

De Paso

        El mirlo del barrio acude a su cita puntual esta mañana y canta, a pesar del gris, que no acierta a adentrarse en el cuarto.

      Tras cumplir con las inevitables tareas domésticas, y en busca de aire renovado y algo de tranquilidad, nos dirigimos pronto a los campos de arroz; unos días antes, cubiertos de agua, ahora, ya removidos tras el fangueo* y el revuelo de las aves que siguen a los tractores. Atrás queda todo un mundo de espejismos, ilusiones invernales que el agua ofrece al que invita a acercarse.

         Esta mañana, barro seco, pocas aves, y ese gris que enturbia el aire. El marjal habla de nuevo, y si alguien se detiene en silencio en cualquiera de los caminos que vertebran los campos, al alzar la vista podrá ver cruzando el cielo, en cualquier momento, algún ave solitaria, quizás dos o una bandada, quedando anclado a la tierra con un alma que, por un instante, se fuga con ella.

        La niebla, a lo lejos, marca la distancia y no consigue ocultar las pequeñas alquerías que, aquí y allá, salpican un lugar que tiene su propio aire.

Nubes, distancia, barro seco, aire y silencio. ¿Qué sabemos?

      Por muy a menudo que vayamos a su encuentro, el marjal siempre nos depara alguna sorpresa. Y cuando el terreno deja paso a algunos lodos, encharcado tras las lluvias, sonrío. Unos flamencos avanzan lentamente cabeza abajo, otros, inmóviles, enrollados dormitando. Reposo necesario del viajero que se esfuerza por llegar a alguna parte. De paso, siempre de paso.

       Nada hay, más que esos cuellos grises o sonrosados, cabizbajos y hermosos seres en busca de alimento. Cuesta desprenderse de esa imagen. Aquí, una pierde la noción del tiempo, pero siempre…

      …vuelve a casa.

de nuevo el viento,

en las grietas del barro

flores silvestres

 * Fangueo:

El fangueo del arrozal es una labor agrícola que consiste en batir con un tractor de ruedas de hierro la superficie de las parcelas para airearlas e incorporar al suelo la paja y rastrojos que quedan como restos de la cosecha después de la siega con las cosechadoras.

 Marga Alcalá
Valencia (España)

Enero 2022

Cuando los amigos de “El rincón del haiku” me invitaron hace poco más de un año a participar con una columna, me sentí profundamente honrada debido a la importancia de este sitio y de los increíbles colaboradores que han dejado sus palabras plasmadas en él. Y fue una aventura exquisita, entretenida y desafiante. Por lo tanto, volver este año y poder continuar presentándoles mes a mes este hilo invisible que une la literatura japonesa a través de siglos, obras y autores, es una oportunidad maravillosa. Espero transmitirles mi amor por Japón y su poesía durante este 2022.

Si bien el tema general de la columna seguirá siendo el mismo — encontrar en el trabajo de Matsuo Bashou todas sus referencias y citas a obras clásicas, y, por lo tanto, parte de un continuo —, les traigo un pequeño cambio: presentaré los haikus siguiendo el progreso del año, para que además puedan disfrutarlos junto al paso de las estaciones. Espero que esto les brinde un placer aún mayor.

Comenzamos con el poema 454 del rollo X del Kokin wakashuu de Ki no Zenshi, también conocida como Ki no Menoto, quien fue la ama de leche del Emperador Yozei. Este poema expresa los sentimientos de una madre o figura materna que espera la prometida visita de un lejano hijo, y que sin embargo, todavía no se produce.

 

いささめに待まつまにぞ日は経ぬる心ばせをば人に見えつつ

isasame ni toki matsu ma ni zo hi wa henuru kokoro baseoba hito ni mietsutsu

El tiempo pasaba mientras esperaba el momento, aun cuando él conocía mis sentimientos.

 

Bashou toma el cuarto verso para inspirarse y componer en 1686 este poema que habla de la celebración del Nuevo Año.

 

幾霜に心ばせをの松かざり

iku shimo ni kokoro bashou no matsu kazari

incluso tras muchas heladas mi hogar es un adorno de pino

 

Acá “kokoro bashou” – escrito “kokoro basewo”, y que significa el propio corazón o los propios sentimientos – es utilizado como kake kotoba, palabra homófona de distinto significado, para referirse a su ermita, Bashou an. Por otra parte, “matsu kazari” hace referencia al “kado matsu”, un tipo de decoración de Año Nuevo que se coloca en la entrada de los hogares. En el antiguo calendario lunar, el Año Nuevo calzaba con el inicio de la primavera, por lo tanto, Bashou no sólo está celebrando el inicio de un nuevo ciclo anual, sino también el de una nueva estación, y a pesar de los años que se puedan tener o de los eventos que hayamos enfrentado, siempre traen esperanza. Es un poema ciento por ciento orientado a los nuevos comienzos.

Y también yo deseo que este sea el comienzo de un maravilloso año para todos ustedes.

Poetas en el camino: Buson

En el cuarteto de maestros de haiku -integrado por Bashô, Buson, Issa y Shiki-, Yosa Buson (1715-1783) se distingue por su refinamiento y su originalidad. Artista completo, brilló como pintor, poeta y calígrafo, dejando una obra extensa y variada que revela su gusto por el color, la forma, el movimiento. Nacido en una aldea cercana a Osaka, perdió a sus padres cuando apenas tenía trece años. En 1723 se trasladó a Edo, y allí estudió haikai con Hajin Sôa  y se inició en la pintura, de manera autodidacta, a través de manuales y de pinturas chinas y japonesas. Al morir su maestro de haikai, en 1742, Buson inició un largo viaje de diez años por diversas zonas de Japón, comenzando por el itinerario del “Camino estrecho hacia el norte profundo” (Oku no hosomichi) de Bashô. En 1751 se dirigió a Kioto y durante tres años pudo estudiar de cerca las grandes obras pictóricas conservadas en templos y santuarios, conocimiento que ampliaría en Tango, tres años más, antes de establecerse definitivamente en Kioto, en 1757.

                Buson se consolida como pintor y como poeta en sus años de madurez. La pintura le da fama. En 1771 se consagra realizando el álbum “Diez placeres”, que acompaña al álbum “Diez comodidades”, de Ike no Taiga, proyecto conjunto que ilustra veinte poemas del chino Li Yu. La pintura es su medio de vida, pero impulsa también su creatividad poética, en magnífica simbiosis con la caligrafía, a través del haiga (haiku -a menudo caligrafiado-, con dibujo a la tinta o sumi-e, que acompaña al poema y lo completa). La simbiosis entre escritura y sumi-e es muy antigua, procede de China y está muy vinculada al zen. Ryûho, Saikaku y Bashô ilustraban ya sus poemas -como lo hará Issa-, pero Buson eleva el haiga a un nivel superior, con una pincelada rápida y suelta, flexible y fluida, logrando obras maestras como la titulada “Jóvenes bambúes”, donde se pregunta, entre la realidad y el sueño, si los bambúes y las cortesanas de Hashimoto está ahí o no…

                Poco sabemos de su vida personal. Al poco tiempo de afincarse en Kioto, se casó y tuvo una hija, sin perder su afición a la buena vida, a las reuniones de amigos, a las geishas.  Asentado como pintor profesional, nunca olvidó el haiku. Lo aprendió, lo practicó, lo enseñó; pero alcanzó su plenitud como poeta a partir de los 55 años, liderando el movimiento “Regreso a Bashô” y publicando tardíamente algunos libros como “Luz de la nieve” (1772) y “Un cuervo al amanecer” (1773). En 1776 participó, con su grupo, en la reconstrucción de la cabaña de hierba de Bashô, al este de Kioto: un homenaje más al gran maestro, cuya elegante sencillez y sensibilidad añoraba. “La esencia del haiku -decía Buson- consiste en usar palabras ordinarias y, sin embargo, separarse de lo ordinario”. A fuerza de observarlo con intensidad, todo se vuelve interesante. Buson canta a su flor favorita -la del espino albar-, a la peonía que ha perdido sus flores, y a la roja flor de ciruelo que arde sobre el estiércol. Nos acerca, con la habilidad de un mago, la gracia y la melancolía de un mundo flotante que parecía ido y aflora en la memoria, una y otra vez, como las olas del mar en primavera…

Poesía con cierto aire proustiano, impregnada de sutileza (el brillo del aire por el vuelo de un insecto desconocido); de refinamiento (el asombro ante unas violetas al bajar de la barca); de percepción compasiva de la belleza efímera –aware– (el paso del tiempo en el canto del ruiseñor o en el paisaje que se va ensombreciendo); de romanticismo (esa extraña pareja bajo un macizo de glicinas…). Imágenes y sonidos inolvidables: la mariposa dormida sobre la campana del templo; el murmullo sagrado de las diez noches de otoño cantando el Gloria al Buda Amida, el nembutsu. Y ya, en la hora del adiós, el misterioso jisei celebrando el año nuevo primaveral: “blanco ciruelo: / en sus flores, la noche / da paso al alba”.

***

 

Diciembre 2021

CONSTRUIR

En todo el monte
Solo una luz.
Tarde de otoño.

DECONSTRUIR

En el curso de un paseo, a esa hora crepuscular en que las líneas pierden definición y los colores se vuelven grises, en la Cabeza del Oso, una elevación de 1.100 metros situada en las primeras estribaciones de la Sierra de Gredos cuando se llega del sur,  el monte que cobija mi casa de El Real de San Vicente, me fijé en la luz. Era de una casa. No había otra casa iluminada, aunque fuera débilmente, en la ladera del monte.

   A mi alrededor, sombras y cercanía de la noche en el paisaje desolado del otoño.

Frío, soledad. Y el tiempo detenido.

Diciembre 2021

Haibun 27

La Gallinita ciega

De chica nunca intenté este juego, la infancia era un tiempo en que todo se daba sin reglas y sin rótulos.

Hoy, que el territorio de la niñez me queda lejos, invento una travesura: doblo con cuidado la servilleta de hilo blanco, espero quedar sola en casa y me vendo los ojos.

La consigna surge mágicamente: recorrer el jardín a ciegas, palpar, oler, escuchar.

Es un día extraño de verano, las lluvias y el sol se alternan continuamente. Empiezo el camino…

El canto de los benteveos me guía hacia la copa del árbol vecino, más allá de la cerca  , descubro un contrapunto de voces cuyo significado todavía no comprendo.

Los pies descalzos se hunden en el césped que recorro con pasos menudos, algún bichito me produce  un escozor que casi disfruto.

Sigo el perfume de los jazmines del país y toco  las rejas por las que trepan , rugosas por el òxido.

 Avanzo hacia el rincón de los cactus y suculentas, palpo con temor a las espinas y me demoro en una caricia. ¡No me dañaron  demasiado! tal vez porque esperaba el pinchazo (esa prevención me hubiera ahorrado muchas heridas).

Las anchas hojas de la caña de ámbar, todavía mojadas por el chaparrón me recuerdan a quien que me la regaló.

Se ofrecen a mis manos las fibras de la palmera y las raíces de las orquídeas enraizadas allí .Un tropezòn provoca el revuelo de cotorras que estaban comiendo los frutos de palma, su alboroto quiebra de golpe el silencio ensimismado en el juego.

Doblo y respiro hondo, los azahares del limonero me atraen y un tenue zumbido de abejas me recuerda los versos de Miguel Hernández: “ “pajarearà tu alma colmenenera”…

Tarde de enero.
Zumban las abejas
en las lavandas

Se complica la pequeña travesía al abandonar los bordes del jardín, busco las piedras redondas y el viejo capitel donde yacen mis gatos, extiendo los pies como acariciando el rincón,  inventándoles ojos a mis pisadas para descubrir el lugar exacto del pequeño túmulo y allí me siento, reanudo mis diálogos secretos con ellos y sé que desde algún lugar,  más allá de las piedras, más acá de la infancia siguen cerca.

Creo que hago trampa girando por los bordes del jardín, temo llegar hasta el centro sin árboles ni texturas que me orienten. Recorro con mis yemas cada hoja que no reconozco y me huelo las manos: ¡la salvia! ¡el laurel!, ¿por què hay tantas hojas que no huelen?   ¿Por qué este juego? ¿Por qué hoy?

 El aislamiento forzado me lleva a inventarme libertades dentro del estrecho margen permitido, quizás sólo se trate de eso: experimentar con los sentidos lo que creía conocido y estar enteramente presente en cada ritmo, en cada textura, en esas realidades que en el vértigo de antes no podía percibir.

El perro viejo me sigue, tropiezo con su cuerpo fiel y cansino, rozo su pelaje de nutria salvaje, seguramente se sorprende de mi nuevo andar a tientas y me acompaña (como siempre).

Así, a ojos cerrados   , este no-tiempo me ofrece otras presencias.

Ya no llueve.

Calor húmedo.
Entre los dedos
el olor de la salvia

 

A Mari Angels , que me inició en el haibun

 

 María Rosalía Gila
Buenos Aires (Argentina)

Nieve, luna y flores

Agradezco la invitación para colaborar con la revista y aprovecho esta primera entrada para tratar el nombre elegido para esta sección, que presentará poemas japoneses en torno a diferentes elementos de la naturaleza. Dicho título puede parecer una simple secuencia de palabras estacionales, desordenada si se considera que la luna, sin modificadores, se asocia al otoño, mientras que la nieve lo hace al invierno y las flores a la primavera. Sin embargo, se trata de una cita que conecta a una serie de poetas y artistas del este de Asia a lo largo de los siglos. En este texto, nos detendremos en seis poetas que representan diferentes géneros poéticos a lo largo de mil doscientos años de historia humana: Bái Jūyì[1] 白居易 (772–846), el máximo de los poetas chinos desde la perspectiva japonesa; Murasaki Shikibu 紫式部 (entre los siglos X y XI), autora de la novela cúspide de la literatura japonesa; Dōgen 道元 (1200-1253), el fundador de la escuela Sōtō 曹洞 (ch: Cáodòng) del budismo zen en Japón; Matsunaga Teitoku 松永貞徳 (1571-1654), iniciador de la escuela Teimon 貞門[2] de haikai; Yosa Buson 与謝蕪村 (1716-1784), maestro de haikai y pintor; y  Takaya Shôjū 高屋窓秋 (1910-1999), participante del movimiento del Haiku Renovado (Shinkô Haiku 新興俳句).

1.

Para comenzar por el principio, hay que remitirnos a la fuente de la cita. Se trata del poema de patrón fijo (lǜshī 律詩) de versos heptasilábicos «Melodía enviada a Yīn: recuentos de los viajes de antaño a la región del sur (Jì Yīn xié lǜ: duō xù Jiāngnán jiùyóu 寄殷協律:多敘江南舊遊), que dice:

 

五歳優遊同過日 一朝消散似浮雲

Wǔ suì yōuyóu tóngguò rì / yī zhāo xiāosàn shì fúyún

琴詩酒伴皆抛我 雪月花時最憶君

Qín shī jiǔ bàn jiē pāo wǒ / xuěyuèhuā shí zuì yì jūn

幾度聽鶏歌白日 亦曾騎馬詠紅裙

Jǐdù tīng jī gē bái rì / yì céng qímǎ yǒng hóng qún

呉娘暮雨蕭蕭曲 自別江南更不聞

Wú niáng mùyǔ xiāoxiāo qū / zì bié jiāngnán gèng bù wén

Cinco años de ocio, pasamos juntos los días;

en un instante, se evaporaron como las nubes flotantes.

Los compañeros del qin, la poesía y el licor me abandonaron todos;

en tiempos de nieve, luna y flores, más te añoro.

Cuántas veces «escuchamos el gallo que canta a pleno sol»,

y, montados a caballo, recitamos el poema de «las faldas rojas».

La tonada de «La desolación bajo la lluvia del ocaso» de Wú Niáng,

desde que dejé la región del sur, no la he vuelto a escuchar.[3]

 

En el poema, esos tres fenómenos naturales, reconocidos entre los más bellos de las estaciones, exacerban la nostalgia del poeta por aquellos años que pasó en compañía de su amigo Yīn Yáofān 殷堯藩 (780-855)[4] en la ciudad de Hangzhou. La primera mitad del pareado insinúa que esos habrían sido algunos de los motivos para festejar y recitar poemas con el grupo de colegas, ya dispersado, al que ambos pertenecían. En este sentido, la añoranza intensificada por el esplendor natural se debería a la falta de una sensibilidad concordante con quien compartir esos momentos. ¿A quién transmitir la fascinación ante tales espectáculos que se suceden cada año con el paso de las estaciones? Las alegrías de aquellos días de borracheras y amores poéticos impregnan de melancolía esos elementos cuando ya ni siquiera se escucha la triste canción de la lluvia vespertina.

2.

La autora de El relato de un Genji (Genji monogatari 源氏物語; c. 1008) conocía en detalle la obra de Bái Jūyì y utilizó este poema como el eje del sexto capítulo para contrastar la sensibilidad de los personajes. Al inicio, en una conversación con su hermana de leche, Taifu no Myôbu 大輔の命婦, el protagonista conoce la existencia de la hija huérfana del Príncipe de Hitachi, que vive recluida en una mansión dilapidada sin ningún pariente que la apoye. Ella le cuenta que «el qin es su más querido confidente» (kin o zo natsukashiki katarai hito to omoeru 琴をぞなつかしき語らひ人と思へる), a lo que él responde que, «de los tres amigos, seguro uno le desagradará» (mitsu no tomo nite, ima hitokusa ya utatearamu 三つの友にて、今一種いまひとくさやうたてあらむ). Este comentario hace alusión al verso en que se mencionan las tres cosas que compartía Bái Jūyì con su círculo, que podían malentenderse en japonés como «los compañeros qin, poesía y sake» (kin shi sake no tomo 琴詩酒伴). Aquel que la princesa, siendo mujer, tendría que evitar era el alcohol. Dicha referencia sirve para establecer la conexión que se desarrolla en el capítulo. Justamente, los tres momentos clave suceden bajo la luz de la luna, frente a la nieve y cuando los ciruelos comienzan a florecer.

Primero, el Genji espera una noche en que la luna resplandezca entre la niebla (oborozukiyo おぼろ月夜)[5] para visitar la residencia ruinosa, donde escucha a la princesa tocar su instrumento desde la distancia. En este primer acercamiento, ella parece alguien de gran interés, pues tiene gracia al tocar y el lugar evoca en el protagonista relatos amorosos de otros tiempos. Cuando el Genji intenta acercarse por el jardín, se encuentra con su cuñado, que lo siguió hasta el lugar por curiosidad e intercambian poemas que toman a la luna por motivo. El chismoso revela la razón de su presencia:

もろともに大内山は出でつれど入るかた見せぬいさよひの月

Morotomo ni / Ôuchiyama wa / idetsuredo / iru kata misenu / isayoi no tsuki

Aunque salimos

del Monte Palatino

al mismo tiempo,

no veo dónde se mete

la luna decimosexta.

A lo que el Genji responde:

さとわかぬかげをば見れどゆく月のいるさの山をたれかたづぬる

Sato wakamu / kage o ba miredo / yuku tsuki no / irusa no yama o / tare ka tazunuru

Aunque su luz

por doquier pueda verse,

en qué montaña

va a meterse la luna

quién se preguntaría.

La afinidad de ambos amigos y su apreciación de la belleza lunar los hace tocar juntos la flauta desde que suben a un carruaje. Dicho dueto se convierte en un concierto al llegar a la casa del Ministro de la Izquierda, suegro del Genji, ya que todo mundo saca sus instrumentos. En contraste, la princesa jamás va a contestar las cartas y poemas de su pretendiente.

Es hasta finales del octavo mes que el Genji se decide a visitarla, nuevamente con motivo de la luna, que tarda en aparecer en el cielo. En ese segundo acercamiento, el Genji intenta hablar con la princesa, pero, al ser excesivamente tímida, parece carecer de sensibilidad poética y de la mínima cortesía esperada de alguien de su rango. Esa falla comunicativa desalienta al pretendiente, que ya no vuelve a insistir. Sin embargo, la princesa se entristece al darse cuenta de que fue descartada y su hermana de leche escribe un poema en su nombre para el galán, que retoma las imágenes asociadas a la noche en que apareció:

 

晴れぬ夜の月まつ里を思ひやれおなじ心にながめせずとも

Harenu yo no / tsuki matsu sato o / omoi yare / onaji kokoro ni / nagame sezu tomo

Piensa en el pueblo

que, de noche sin nubes,

la luna aguarda,

incluso si no sientes

con mismo corazón.

 

El segundo motivo aparece cuando el Genji vuelve a visitar la residencia arruinada, ya a mitad del invierno, con el interés de ver al menos el rostro de la princesa, a quien sólo ha encontrado en la oscuridad. La nieve, pese a su bella blancura, exacerba la miseria de los residentes de aquel lugar, sin los medios para procurarse ropas calientes o reparar el inmueble. Después de pasar ahí una noche incómoda, el protagonista se levanta para admirar el níveo resplandor bajo la luz del alba e invita a la chica a acercarse también. Es ahí cuando descubre su figura nada agraciada, con una gran nariz de punta roja y una piel «lívida y de una vergonzosa blancura como la de la nieve» (iro wa yuki hazukashiku shiroute sao 色は雪恥づかしく白うて真青). Pese a la decepción, mantiene la cortesía y se acrecienta la compasión que siente por ella.

Afuera, la desolación del lugar vista a la luz de la mañana, le hace pensar en una aldea de montaña en que lo único que transmite calidez es la nieve apilada en los pinos y, por lo tanto, provoca una sensación lastimera (matsu no yuki nomi atatakage ni furitsumeru, yamasato no kokochi shite, monoaware naru 松の雪のみ暖かげに降り積める、山里の心地して、ものあはれなる). Al retirarse, un mandarino cubierto de nieve llama su atención y pide a uno de sus guardias que lo descubra, lo que hace que el pino de a un lado también haga caer su carga. La imagen le evoca el verso «de ramas célebres» (名に立つ末の) del poema 683 de la Antología de poesía japonesa posterior (Gosenwakashū 後撰和歌集; 951), escrito por una dama conocida como Tosa 土佐:

 

我が袖は名に立つ末の松山かそらより浪の 越えぬ日はなし

Waga sode wa / na ni tatsu sue no / matsuyama ka / sora yori nami no / koenu hi wa nashi

¿Son estas mangas

el Monte de los Pinos

de ramas célebres?

No hay día en que no azoten

las olas desde el cielo

 

En este poema, la autora señala que sus mangas se mojan de forma cotidiana, indicación de que llora por un amante que la ha abandonado o tarda en visitarla. La nieve que cae de golpe le evoca al Genji esas oleadas que mojan las ramas del Monte de los Pinos (Matsuyama 松山) y le hacen desear tener de compañía a una mujer que pueda apreciar la situación y compartir sus sentimientos, que no es la dama de esa residencia. Finalmente, ver al anciano decrépito que fungía como portero exaltó al máximo su lástima:

 

ふりにける頭の雪を見る人もおとらずぬらすあさの袖かな

Furinikeru / atama no yuki o / miru hito mo / otorazu nurasu / asa no sode kana

¡Igual se mojan

las mangas de quien ve

que las de aquel

sobre cuya cabeza

ha nevado en el alba!

 

El tercer motivo aparece al final del capítulo, en torno al Año Nuevo, que se celebraba a inicios de febrero en el calendario lunar. Aunque ya no la ve como un interés amoroso, el Genji ha hecho grandes donativos para ayudar a la princesa y a la gente que vive con ella por la compasión que le inspiraron. Ella le hace llegar unos trajes como regalo para las festividades, pero carentes de atractivo y pobremente confeccionados. Entonces, el Genji le deja saber a la Myôbu, quien le dio a conocer su existencia y sirvió de mensajera, la gran decepción que ha tenido con esa chica:

 

なつかしき色ともなしになににこのすゑつむ花を袖にふれけむ

Natsukashiki / iro to mo nashi ni / nani ni kono / suetsumuhana o / sode ni furekemu

Siendo un color

que no me inspira afecto,

¿de qué manera

dejé a la flor de cártamo

manchar así mis mangas?

 

Cártamo y alazor son los nombres usados en español para la hierba floral conocida en japonés clásico como suetsumuhana すゑつむ花 (o 末摘花) y, en el moderno, como benibana 紅花. Se trata del Carthamus tinctorius, cuyas flores eran utilizadas para producir pigmentos rojos y amarilllos. El nombre usado en la novela significa literalmente flor (hana 花) que se colecta (tsumu 摘む) de la punta (sue 末) y hace referencia a la prominente nariz (hana 鼻) colorada de la princesa, por la homofonía de ambas palabras. El Genji añade a su poema la expresión: «incluso si parecía una flor de color profundo…» (iro koki hana to mishi ka domo 色濃き花と見しかども), donde la palabra para color (iro 色), también significa atractivo y pasiones. La Myôbu responde:

 

紅のひと花衣うすくともひたすら朽す名をし立てずは

Kurenai no / hito hanagoromo / usuku tomo / hitasura kuchisu / na o shi tatezu wa

Aunque sea pálido,

el vestido de gala

color carmín,

no vayas a hacer nada

para estropear su fama.

 

En el poema en japonés, la palabra para flor (hana 花) está incluida en aquella para vestido de gala (hanagoromo 花衣), por lo que se entiende que no se refiere al penoso regalo, sino al aspecto de la remitente. Aunque el Genji concuerda que no debe hacerse tal cosa, al día siguiente susurra el fragmento de una canción popular al encontrarse con la Myôbu, que nadie más comprende:

 

ただ梅の花の色のごと三笠の山のをとめをば捨てて

Tada ume no hana no iro no goto Mikasa no yama no otome o ba sutete

Siendo como el color de las flores del ciruelo, abandono a la doncella del Monte Mikasa

 

En abierto contraste, al llegar a su residencia de la Segunda Avenida, es recibido por la joven Murasaki vestida de color carmín, lo que le causa una buena impresión. Finalmente, contempla las copas de los árboles parcialmente ocultas en la niebla, entre las que sólo las de los ciruelos dan indicios de comenzar a florecer. Al ver uno de ese mismo color que floreció temprano, recita el siguiente poema que insinúa las esperanzas que tiene puestas en esa niña a la que educa:

 

くれなゐの花ぞあやなくうとまるる梅の立枝はなつかしけれど

Kurenai no / hana zo ayanaku / utomaruru / ume no tachie wa / natsukashikeredo

Las flores rojas

carecen de interés

y, sin embargo,

qué anhelada es la rama

del ciruelo ignorada…

Así, vemos que «nieve, luna y flores» es el eje que artícula el capítulo al ser los fenómenos estacionales que mejor incitan las emociones y sus expresiones artísticas, lo que enfatiza el contraste con la princesa ensimismada e incapaz de expresarse. Por su parte, ella reúne esos tres elementos de forma negativa: su palidez extrema recuerda a la nieve, se eclipsa como la luna y su nariz es como una flor roja, lo que incita a la compasión y la lástima.

 

3.

Con el tiempo, se añadió un motivo más para completar las cuatro estaciones: el cuquillo o cuco menor (Cuculus poliocephalus), que recibe el nombre de hototogisu ほととぎす en japonés. Dôgen retomó ese nuevo conjunto en su poema “El verdadero rostro” (Honrai menboku 本来面目)» para expresar su idea de que el estado de iluminación es equivalente a vivir en concordancia con los ciclos de transformación (mujō-busshō 無常仏性):

 

春は花夏ほととぎす秋は月冬雪きえで冷しかりけり

Haru wa hana / natsu hototogisu / aki wa tsuki / fuyu yuki kiede / suzushikarikeri

Marzo de flores,

el cuquillo en verano,

luna de otoño,

invierno de fría nieve:

¡cuánta pureza en todo!

 

Debido a la longitud de la palabra primavera, traduje haru 春 por la sinécdoque marzo, que es el mes en que se da el apogeo de la floración de los ciruelos (Prunus mume), especie significativa en la obra de Dôgen, misma a la que se refería Bái Jūyì y que aparece en el capítulo aludido de la dama Murasaki. El poema, cuyo eje son las cuatro estaciones mencionadas al inicio de cada verso, señala lo evidente, hasta el grado de parecer un conjunto de clichés. El giro es señalar la pureza de lo transitorio que expresa esa enumeración. Finalmente, la única forma de liberarse del sufrimiento era, desde la perspectiva de Dôgen, entrenarse para la realidad tal como es, sin juicios ni apegos.

4.

Teitoku, antes que poeta de haikai, se consideraba continuador de la tradición clásica del tanka 短歌 y el renga 連歌, por lo que intentó utilizar la nueva forma poética como un medio de divulgación de esos antecedentes. En el siguiente poema, vemos algunas de las características de este arte: la introducción de palabras de origen chino, como la cita directa de Bái Jūyì, que en los ejemplos anteriores sólo era aludida, o lo ingenioso de identificar esas tres cosas en una flor, lo que requiere juego de palabras.

 

雪月花一度に見する卯木かな

Setsugetsuka / ichido ni misuru / uzuki kana

Miro reunidas,

ay, nieve, luna y flores

en esas deutzias.

 

La palabra usada para nombrar las deutzias (Deutzia crenata), uzuki 卯木, contiene el sonido zuki, que recuerda al de luna (tsuki o zuki 月). La floración del arbusto es totalmente blanca, lo que evoca la nieve. Así, en unas flores se reúnen los otros dos elementos.

5.

El siguiente hokku 発句 de Buson fue el que me inspiró para tomar este nombre:

 

雪月花つゐに三世の契りかな

Setsugetsuka / tsui ni sanze no / chigiri kana

Nieve, luna y flores,

al final, son el vínculo

de las tres vidas.

 

Este poema aparece inscrito en una pintura del mismo autor que presenta al general Minamoto no Yoshitsune 源義経 (1159-1189), seguido por su leal vasallo Benkei 弁慶 (1155-1189). El primero, referido en el título de la obra por su nombre infantil Ushiwaka 牛若, aparece vestido de blanco con una prenda exterior amarilla, que es el atuendo que usaban quienes eran condenados a realizar el suicidio ritual (seppuku 切腹) en la época de Buson. El segundo, mucho más alto y corpulento, es presentado como un monje guerrero (sôhei 僧兵) que porta una alabarda al hombro, armadura y la rueda del Dharma en el pecho. La imagen hace explícita la alusión al pasaje de la despedida de ambos personajes en Las crónicas de Yoshitsune (Gikeiki 義経記; siglo XV). De acuerdo con ese relato, cuando se hizo evidente la derrota en la batalla del Río Koromo (Koromogawa 衣川), Yoshitsune se retiró a su residencia a leer el Sutra del Loto como preparación para la muerte y Benkei llegó a presentarle su despedida de esta vida con el siguiente poema:

 

六道の道の衢に待てよ君後れ先立つ習ありとも

Rokudô no / michi no chimata ni / mate yo kimi / okure sakidatsu / narai ari tomo

Señor, espéreme

en esa encrucijada

de las seis sendas.

Incluso si se atrasa

en su usual precedencia…

 

A lo que su Yoshitsune respondió:

 

後の世も又後の世も廻り會へ染む紫の雲の上まで

Nochi no yo mo / mata nochi no yo mo / meguriae / somu murasaki no / kumo no ue made

Nos hallaremos

en la vida siguiente

y en la que sigue

hasta ir sobre la nube

teñida de morado[6].

 

Después de llorar juntos, Benkei regresó al campo de batalla, donde murió combatiendo, mientras que Yoshitsune se suicidó luego de hacer que asesinaran a su familia e incendiaran la mansión. El haiga 俳画 retoma esa promesa (una de las acepciones de chigiri 契り) de reencontrarse en las dos vidas próximas, lo que formaría un vínculo kármico (otra acepción de chigiri 契り) de tres existencias (sanze 三世), pero le da un giro al introducir la cita de Bái Jūyì. ¿Qué significa que la nieve, la luna y las flores sean el verdadero hilo conector del paso por este mundo transitorio? ¿Son esos elementos los que atan a Buson a esta realidad, como la lealtad que unía a Benkei y Yoshitsune? O, en cambio, ¿son esos fenómenos estacionales, contra las esperanzas de aquellos ilustres guerreros, lo único que reemerge y se repite bajo nuevas formas?

Aunque es más probable que el autor haya tomado como pretexto ese relato para afirmar que lo que lo une a este mundo son los ciclos de la naturaleza y la contemplación de su belleza, examinemos la pertinencia de la última interrogante. Buson admiraba a Matsuo Bashô 松尾芭蕉 (1644-1694) e ilustró el diario poético El estrecho camino al interior (Oku no hosomichi 奥の細道) en varios rollos y biombos. En la entrada del día 13 del 5° mes del 2° año de la era Genroku (junio de 1689), Bashô dejó el siguiente poema luego de describir su visita al lugar en que estuvieron las mansiones de Yoshitsune y sus aliados:

 

夏草や兵どもが夢の跡

Natsukusa ya / tsuwamono-domo ga / yume no ato

¡Hierba estival!

Vestigio de los sueños

de esos soldados.

 

La entrada incluye además un poema complementario de su discípulo Kawai Sôra 河合曾良 (1649-1710):

 

卯の花に兼房みゆる白毛かな

Unohana ni / Kanefusa miyuru / shiroge kana

Ah, veo las canas

del señor Kanefusa

en esas deutzias.

 

La pintura de Buson conservada en el Museo de Arte Itsuô 逸翁, en Osaka, muestra a ambos poetas sentados con los sombreros retirados y viendo en direcciones opuestas. El rostro que voltea hacia el espectador parece abatido por la tristeza. ¿Qué quedó de aquellas vidas, de sus proyectos y esperanzas? ¿son esa hierba y esas flores sus encarnaciones presentes o tan sólo se emparentan con esos guerreros por la brevedad de su esplendor? Bashô nos dice que recordó en aquel lugar unos versos del poeta chino Dù Fǔ 杜甫 (712-770): «Con el país en ruinas, quedan las montañas y los ríos; la ciudad, al llegar la primavera, se cubre de vegetación densa» (kuniyaburete sanga ari, shiro haru ni shite kusa ao mitari 国破れて山河あり、城春にして草青みたり)[7] y lloró. Tales imágenes incitan a pensar que los ciclos de la naturaleza siguen sus ciclos pese a las tragedias humanas, pequeñas e insignificantes en el tiempo.

El poema de Sôra funciona como eslabón entre el de Buson y el de Teitoku: las flores que engloban la belleza de las estaciones señalan la brevedad de la vida humana y quedan como únicos testimonios de lo perdido. El Kanefusa 兼房 al que se refiere el poema era el personaje ficticio de El relato de Yoshitsune encargado de matar a la familia del general e incendiar la mansión bajo sus órdenes, por lo que también era parte del mismo episodio que pintó Buson. En el poema de Sôra, se llama a este arbusto floral unohana 卯の花, que significa «flor del signo del conejo», que hace alusión a que florecen en el cuarto mes del calendario lunar. En cambio, Teitoku utiliza la palabra uzuki 卯木, «árbol del signo del conejo», con el mismo sentido. Sin embargo, se trata de las mismas plantas.

6.

Finalmente, el haiku de Takaya Shôjū aquí incluido alude al karma generado por incurrir en las faltas del lenguaje (kugô 口業; sánscrito: vākkarman), una problemática que estuvo muy presente en la mente de los poetas budistas del este de Asia durante la Edad Media, incluyendo en la del propio Bái Jūyì:

雪月花美神の罪は深かりき

Setsugetsuka / bishin no tsumi wa / fukakariki

Del bello numen

de nieve, luna y flores

la falta es honda.

 

El poema indica que la composición de haiku, como el de otras formas de poesía, es una falta que se ha ido acumulando con el paso de los siglos. Al poner la cita del poeta chino, parece aludir directamente al poema de patrón fijo (lǜshī 律詩) de versos heptasilábicos «Para ser inscrito en mi choza del Monte Lú y presentado a los monjes del Templo de las Dos Arboledas» (Jì tí Lúshān jiù cǎotáng, jiān chéng Èrlínsì dàolǚ 寄題廬山舊草堂, 兼呈二林寺道侶):

 

三十年前草堂主    而今雖在鬢如絲

Sānshí nián qián cǎotáng zhǔ, / érjīn suī zài bìn rú sī

登山尋水應無力    不似江州司馬時

Dēngshān xún shuǐ yīng wúlì / bù shì Jiāngzhōu sīmǎ shí

漸伏酒魔休放醉    猶殘口業未拋詩

Jiàn fú jiǔ mó xiū fàng zuì / Yóu cán kǒu yè wèi pāo shī

君行過到爐峰下    為報東林長老知。

Jūn xíngguò dào lú fēng xià, / wèi bào dōnglín zhǎnglǎo

Treinta años atrás, fui el señor de esta choza

y, aunque existo, tengo ahora el cabello como la seda.

Para subir montañas y explorar los ríos, tal vez no tengo la fuerza

no como en los tiempos del general de Jiāngzhōu

He vencido gradualmente al demonio del licor y no me emborracho en exceso,

pero aún permanece el karma de las palabras, pues no he abandonado la poesía.

Si pasas por la Cumbre de Incensario,

lleva esta información al Bosque del Este, hazle saber a los venerables ancianos.

 

Al igual que Bái Jūyì, Takaya Shôju piensa en su vejez en ese karma debido a su ininterrumpida práctica de la poesía. Lo novedoso de su haiku está en que la responsabilidad se encuentra en esa belleza natural, divinizada, que ha inspirado tantas obras, y no en el autor. ¿Es toda la poesía culpa de esa naturaleza atractiva que nos seduce con sus formas? ¿Esa falta es algo que debe redimirse? ¿No es, como en el caso de Buson, lo que nos mantiene en este mundo flotante? O, como en el de Dôgen, ¿un proceso inalterable con el que hay que transitar?

…………………………………………………………………………………………………………………….

[1] También conocido en el mundo hispánico como Po Chui, que era la adaptación a caracteres latinos en el sistema Wade-Giles (usado desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX y replicado en ediciones poco cuidadas).

[2] Donde se inició Bashô como discípulo de Kitamura Kigin 北村季吟 (1625-1705).

[3] Agradezco a mi amigo Wang Dapeng 王大鹏, estudiante de maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Columbia, por revisar y ayudar a corregir esta traducción.

[4] Es recordado un dicho de Yīn: «si no veo las montañas y los ríos por un día, siento en mi pecho acumularse el polvo y necesito urgentemente hacerlo fluir con vino» (yī rì bùjiàn shānshuǐ, biàn jué xiōng cì chéntǔ duījī, jíxū yǐ jiǔ jiāo zhī 一日不見山水,便覺胸次塵土堆積,急須以酒澆之).

[5] Palabra estacional de primavera.

[6] La nube morada es el vehículo en el que el Buda Amitābha  (Amida 阿弥陀) y su séquito transportan las almas a la Tierra Pura. El renacimiento en ese espacio en el que se alcanzará eventualmente la iluminación libera del ciclo de vidas y muertes en cualquiera de los seis caminos de esta existencia.

[7] Los versos originales en chino son: Guó pò shānhé zài, chéng chūncǎo mù shēn 国破山河在,城春草木深. Son parte del poema «Contemplación primaveral» (Chūn wàng 春望), que habla de la ciudad de Chang’an arrasada por los rebeldes y de cómo la belleza de la estación incrementa el sufrimiento del poeta por lo perdido y la separación de sus seres queridos.

Diciembre 2021

Haikrismas
(microdrama)

DRAMATIS PERSONAE:

EL TENDERO
LA JOVEN
EL JOVEN

         Mercado de Verónicas (Murcia). Día de Nochebuena. Suenan villancicos por la megafonía del edificio. En el rótulo de uno de los puestos de la planta superior, situado entre el de Mieles El Colmenero y el de La Especiera Murcianica, aparece en letras negras sobre fondo blanco el curioso nombre de Haikrismas. Decorado con estética minimalista de estilo japonés, del fondo de la caseta llega el rumor de una música: Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt, que solapa y acalla la de los villancicos. En el mostrador, un arce rojo bonsai en una maceta y un pebetero donde se quema una barrita de incienso. De parte a parte de las paredes que jalonan la caseta cuelga un hilo del que pende una serie de postales sujetadas con pinzas de madera con fotos de paisajes, flora, naturaleza, al pie de las cuales aparece un poema breve de 2 ó 3 versos. Sobre el mostrador hay también un cuenco de metal que hay que tocar con una baqueta de madera para llamar al tendero, según reza el cartelito situado junto a él.

         Los JÓVENES pasean distraídos mirando los distintos puestos del mercado, buscando algo para regalar en la cena de Nochebuena.

 

EL JOVEN.- (Se detiene, abraza por el hombro a su pareja y le señala con sorpresa el puesto de Haikrismas) Mira qué puesto tan original. Hace una semana pasé por aquí para comprar miel y no estaba, desde luego…

LA JOVEN.- Pues sí que es original. Sólo seis postales expuestas como ropa tendida…y nadie en el mostrador. Eso sí, la música invita al relax entre tanto bullicio…¿No sientes curiosidad? Vamos a preguntar.

EL JOVEN.- (Mira el rótulo de la caseta) Oye, ¿te has fijado en cómo se llama este establecimiento? Haikrismas. Curiosísimo. Me suena como a crismas de Navidad, y desde luego las postales lo parecen…aunque hay algo distinto en ellas, no sé…quizás el texto, o la foto, que no es la tradicional de nieve, abetos, estrellitas y bolicas de colores…o la textura del papel en que están impresas…o la caligrafía…o todo junto. No sé…

LA JOVEN.- Vamos a salir de dudas. (Toca el cuenco. No aparece nadie) A ver si sale el tendero, que parece que se lo toma con calma…

         Tras una breve pausa -que a los JÓVENES les parece eterna-, sale  EL TENDERO. Va ataviado con una bata de seda azul en la que lleva bordada una ristra vertical de ideogramas japoneses en el costado izquierdo donde van los botones. De edad mediana, no destaca nada en especial en su fisonomía salvo una barba no muy larga en su mentón.

EL TENDERO.- (Esbozando una leve sonrisa) Buenas tardes. ¿Qué deseáis?

LA JOVEN.- Bueno, resulta que nos han llamado la atención estas postales. La fotografía, el texto y el tipo de papel. Explícanos un poco…

EL TENDERO.- (Sin abandonar su media sonrisa; con voz lenta y melodiosa) Las fotos son pequeños detalles, sutiles, mínimos, casi inapreciables, de la naturaleza. Imágenes impregnadas de wabi-sabi

EL JOVEN.- ¿Cómo? ¿Wabi-sabi? ¿Qué es eso?

EL TENDERO.- Son conceptos básicos en el budismo zen. Wabi tiene que ver con la sencillez y Sabi con la soledad, entendidos ambos como actitudes para acercarse y disfrutar íntimamente de la naturaleza.

LA JOVEN.- Ya. ¿Y el texto? Parecen como pequeños poemas, aunque a mí no me lo parecen: sin rima, sin metáforas, sin nada en especial…

EL TENDERO.- En realidad no serían poemas en sentido estricto. Se denominan haikus, una particular forma llamémosle “poética”, para entendernos, de origen japonés en la que el haijín -que así se le llama al que lo compone- expresa su asombro, su profunda emoción ante lo que contempla, preferentemente en la naturaleza, que es donde reside lo sagrado de la existencia. Sin el asombro real, sin el aware, como se dice en japonés, no es posible escribir haikus. Nada de artificio, nada de ficción. Escrito con sencillez y naturalidad, en un acto de pura fusión e identificación con lo contemplado. Tan elemental como laborioso.

LA JOVEN.- La verdad es que parecen muy fáciles de escribir, pero tienen algo especial que no sabría cómo definir… algo que te impresiona por dentro… (Silencio) Por cierto, no aparece el nombre del autor…

EL TENDERO.- Es lo que menos importa.  En un haiku el autor desaparece, se hace uno con lo que contempla y se convierte en médium, en intermediario entre lo que acontece y el lector. Su yo se transparenta y se disuelve en el testimonio de las palabras.

EL JOVEN.- (Rompiendo el ensimismamiento de LA JOVEN) Bueno, ¿y cuánto cuesta cada postal?

EL TENDERO.- Nada.

EL JOVEN.- ¿Cómo que nada? ¿Son gratis?

EL TENDERO.- El conocimiento, la sabiduría, la belleza, son patrimonio de la Humanidad y se transmiten fieles a los principios de gratuidad y agradecimiento. El haiku brota, germina y espiga en el alma del haijín y lo cosecha la inteligencia sensitiva del lector. El ciclo libre y espontáneo de la Naturaleza. El haiku, en el fondo, es una ofrenda. Aceptadla con humildad y fructificará en vuestros corazones.

EL JOVEN.- (Perplejo) Entonces… ¿Nos los podemos llevar así, sin más…?

EL TENDERO.- Sí, pero con una condición: que escojáis sólo uno cada uno, aquel que más os resuene, haciéndole antes de tomarlo un gassho, una reverencia desde lo profundo de vuestro ser (EL TENDERO efectúa el gesto con una inclinación y juntando las palmas de las manos). Luego, esta noche, al acabar el postre y antes del brindis, habéis de leerlo dos veces consecutivas con voz cálida y calmada ante los comensales pidiéndoles que cierren los ojos y mantengan un minuto de silencio tras la lectura. Finalmente, en la víspera de Reyes, volvéis a este mismo puesto y ofrecéis vuestro haiku impreso o caligrafiado en papel de arroz. El ciclo amoroso del dar y recibir.

LA JOVEN.- La última parte, la de ofrecer nuestro propio haiku… Nunca he escrito ninguno… No sé si me atreveré…

EL JOVEN.- Lo mismo digo. La verdad es que a ella y a mí nos gusta la poesía, pero esto del haiku… es que nos rompe los esquemas. ¿Cómo podemos aprender?

EL TENDERO.- El haiku no es un producto, no es una teoría que se estudia, no es una fórmula ni una estructura dada que se aprende y se imita. El haiku es un camino, es el haiku-dô, una senda espiritual, un estilo de vida. Aprender a mirar, a sentir, a pensar, a percibir, con sinceridad, con sencillez, con inocencia, es el verdadero método que os conducirá a la práctica y escritura del haiku. Es un compromiso vital, en definitiva, con vosotros mismos y con la totalidad de la que sois parte no dual, indisoluble.

         Durante unos minutos sólo se escucha la música que llega del interior de la tienda. Los tres personajes se miran entre sí, quietos, en silencio. Sin darse cuenta, han acabado cerrando un círculo entrelazando sus manos.

EL JOVEN.- (Como saliendo de un sueño, soltando las manos de sus compañeros) Bueno, tenemos que irnos… Voy a escoger una postal… (Escoge una y realiza un gassho).

LA JOVEN.- Sí, yo también… A ver… (Escoge otra. Otro gassho)

EL TENDERO.- Bien. Ya sabéis. Quedáis emplazados. Abrid vuestros sentidos al milagro inaudito de la vida. Acendrad vuestra emoción y vuestra sensibilidad. Y dejad que vuestra pluma fluya acorde. No temáis.

LA JOVEN.- Hasta pronto, entonces. Gracias.

EL JOVEN.- Muchas gracias. Ya te contaremos nuestra experiencia…

         La pareja de jóvenes se va. En una mano, el sobre con la postal; en la otra, la mano de su compañero/-a. EL TENDERO se queda mirando cómo se alejan y se pierden entre la gente que acude a comprar en los diversos puestos del mercado.

         Víspera de Reyes Magos. En todos las casetas del Mercado de Verónicas hay llamativos anuncios, profusión de luces de colores y música de villancicos. Menos en el puesto de HAIKRISMAS, totalmente desmantelado, sin mostrador, sin postales colgadas de un hilo con pinzas, sin quemador de incienso, sin bonsai, sin rótulo, sin nadie, sin nada, salvo un discreto buzón, en realidad una caja de cartón con una ranura en el frontal donde alguien ha escrito con gruesos trazos de tinta roja: Haikrismas.

LA JOVEN.- ¡Anda! ¿Dónde está la tienda de Haikrismas?

EL JOVEN.- Pues es verdad. Por el aspecto del local, parece que aquí nunca hubo hubo ninguna…o que fue abandonada ya hace años…

LA JOVEN.- Viéndolo así, parece que hubiera sido un sueño lo de los haikus de Nochebuena.

EL JOVEN.- Pero no lo fue, porque ambos lo hemos vivido y aquí están tu haiku y el mío que hemos traído como acordamos con el tendero.

LA JOVEN.- Cierto. ¿Y ahora qué hacemos? (Escudriña con la mirada el local en penumbra) Espera… parece que veo una caja ahí al fondo… (Se acerca) ¡Mira! Aquí está: Haikrismas.

EL JOVEN.- (Se acerca también) Menos mal. La prueba de que no fue un sueño. Pero qué extraño. ¿Qué sería del tendero? ¿Por qué cerró la tienda? ¿Por qué dejó, sin embargo, esta caja con el rótulo de la tienda?

LA JOVEN.- Si te fijas bien no es una simple caja. O sí, pero esa ranura… ¡se trata de un buzón! La sencillez, la austeridad del haiku-dô…

EL JOVEN.- Pues nada. Echamos aquí nuestros sobres con los haikus que hemos compuesto. Y confiar, como botellas de náufragos en el mar. O como carta a los Magos de Oriente (sonríe).

LA JOVEN.- Sí, confiar. Nuestro cometido ya está cumplido. Sólo falta esperar…

EL JOVEN.- O no esperar nada. La humildad.

LA JOVEN.- La disolución del ego.

EL JOVEN.- Alguien los leerá y se producirá la reacción en cadena…

LA JOVEN.- O no. Las palabras regresarán al Silencio original…

EL JOVEN.- El eterno retorno.

LA JOVEN.- La consumación.

         Ambos quedan en silencio. Echan las haikartas al buzón. Con la música in crescendo de Arvo Pärt que inadvertidamente ya llevaba sonando unos minutos, se abrazan y, cogidos por los hombros, como nimbados de una luz solar, se desvanecen en la multitud ávida de compras compulsivas.

TELÓN