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Diciembre 2021

Haikrismas
(microdrama)

DRAMATIS PERSONAE:

EL TENDERO
LA JOVEN
EL JOVEN

         Mercado de Verónicas (Murcia). Día de Nochebuena. Suenan villancicos por la megafonía del edificio. En el rótulo de uno de los puestos de la planta superior, situado entre el de Mieles El Colmenero y el de La Especiera Murcianica, aparece en letras negras sobre fondo blanco el curioso nombre de Haikrismas. Decorado con estética minimalista de estilo japonés, del fondo de la caseta llega el rumor de una música: Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt, que solapa y acalla la de los villancicos. En el mostrador, un arce rojo bonsai en una maceta y un pebetero donde se quema una barrita de incienso. De parte a parte de las paredes que jalonan la caseta cuelga un hilo del que pende una serie de postales sujetadas con pinzas de madera con fotos de paisajes, flora, naturaleza, al pie de las cuales aparece un poema breve de 2 ó 3 versos. Sobre el mostrador hay también un cuenco de metal que hay que tocar con una baqueta de madera para llamar al tendero, según reza el cartelito situado junto a él.

         Los JÓVENES pasean distraídos mirando los distintos puestos del mercado, buscando algo para regalar en la cena de Nochebuena.

 

EL JOVEN.- (Se detiene, abraza por el hombro a su pareja y le señala con sorpresa el puesto de Haikrismas) Mira qué puesto tan original. Hace una semana pasé por aquí para comprar miel y no estaba, desde luego…

LA JOVEN.- Pues sí que es original. Sólo seis postales expuestas como ropa tendida…y nadie en el mostrador. Eso sí, la música invita al relax entre tanto bullicio…¿No sientes curiosidad? Vamos a preguntar.

EL JOVEN.- (Mira el rótulo de la caseta) Oye, ¿te has fijado en cómo se llama este establecimiento? Haikrismas. Curiosísimo. Me suena como a crismas de Navidad, y desde luego las postales lo parecen…aunque hay algo distinto en ellas, no sé…quizás el texto, o la foto, que no es la tradicional de nieve, abetos, estrellitas y bolicas de colores…o la textura del papel en que están impresas…o la caligrafía…o todo junto. No sé…

LA JOVEN.- Vamos a salir de dudas. (Toca el cuenco. No aparece nadie) A ver si sale el tendero, que parece que se lo toma con calma…

         Tras una breve pausa -que a los JÓVENES les parece eterna-, sale  EL TENDERO. Va ataviado con una bata de seda azul en la que lleva bordada una ristra vertical de ideogramas japoneses en el costado izquierdo donde van los botones. De edad mediana, no destaca nada en especial en su fisonomía salvo una barba no muy larga en su mentón.

EL TENDERO.- (Esbozando una leve sonrisa) Buenas tardes. ¿Qué deseáis?

LA JOVEN.- Bueno, resulta que nos han llamado la atención estas postales. La fotografía, el texto y el tipo de papel. Explícanos un poco…

EL TENDERO.- (Sin abandonar su media sonrisa; con voz lenta y melodiosa) Las fotos son pequeños detalles, sutiles, mínimos, casi inapreciables, de la naturaleza. Imágenes impregnadas de wabi-sabi

EL JOVEN.- ¿Cómo? ¿Wabi-sabi? ¿Qué es eso?

EL TENDERO.- Son conceptos básicos en el budismo zen. Wabi tiene que ver con la sencillez y Sabi con la soledad, entendidos ambos como actitudes para acercarse y disfrutar íntimamente de la naturaleza.

LA JOVEN.- Ya. ¿Y el texto? Parecen como pequeños poemas, aunque a mí no me lo parecen: sin rima, sin metáforas, sin nada en especial…

EL TENDERO.- En realidad no serían poemas en sentido estricto. Se denominan haikus, una particular forma llamémosle “poética”, para entendernos, de origen japonés en la que el haijín -que así se le llama al que lo compone- expresa su asombro, su profunda emoción ante lo que contempla, preferentemente en la naturaleza, que es donde reside lo sagrado de la existencia. Sin el asombro real, sin el aware, como se dice en japonés, no es posible escribir haikus. Nada de artificio, nada de ficción. Escrito con sencillez y naturalidad, en un acto de pura fusión e identificación con lo contemplado. Tan elemental como laborioso.

LA JOVEN.- La verdad es que parecen muy fáciles de escribir, pero tienen algo especial que no sabría cómo definir… algo que te impresiona por dentro… (Silencio) Por cierto, no aparece el nombre del autor…

EL TENDERO.- Es lo que menos importa.  En un haiku el autor desaparece, se hace uno con lo que contempla y se convierte en médium, en intermediario entre lo que acontece y el lector. Su yo se transparenta y se disuelve en el testimonio de las palabras.

EL JOVEN.- (Rompiendo el ensimismamiento de LA JOVEN) Bueno, ¿y cuánto cuesta cada postal?

EL TENDERO.- Nada.

EL JOVEN.- ¿Cómo que nada? ¿Son gratis?

EL TENDERO.- El conocimiento, la sabiduría, la belleza, son patrimonio de la Humanidad y se transmiten fieles a los principios de gratuidad y agradecimiento. El haiku brota, germina y espiga en el alma del haijín y lo cosecha la inteligencia sensitiva del lector. El ciclo libre y espontáneo de la Naturaleza. El haiku, en el fondo, es una ofrenda. Aceptadla con humildad y fructificará en vuestros corazones.

EL JOVEN.- (Perplejo) Entonces… ¿Nos los podemos llevar así, sin más…?

EL TENDERO.- Sí, pero con una condición: que escojáis sólo uno cada uno, aquel que más os resuene, haciéndole antes de tomarlo un gassho, una reverencia desde lo profundo de vuestro ser (EL TENDERO efectúa el gesto con una inclinación y juntando las palmas de las manos). Luego, esta noche, al acabar el postre y antes del brindis, habéis de leerlo dos veces consecutivas con voz cálida y calmada ante los comensales pidiéndoles que cierren los ojos y mantengan un minuto de silencio tras la lectura. Finalmente, en la víspera de Reyes, volvéis a este mismo puesto y ofrecéis vuestro haiku impreso o caligrafiado en papel de arroz. El ciclo amoroso del dar y recibir.

LA JOVEN.- La última parte, la de ofrecer nuestro propio haiku… Nunca he escrito ninguno… No sé si me atreveré…

EL JOVEN.- Lo mismo digo. La verdad es que a ella y a mí nos gusta la poesía, pero esto del haiku… es que nos rompe los esquemas. ¿Cómo podemos aprender?

EL TENDERO.- El haiku no es un producto, no es una teoría que se estudia, no es una fórmula ni una estructura dada que se aprende y se imita. El haiku es un camino, es el haiku-dô, una senda espiritual, un estilo de vida. Aprender a mirar, a sentir, a pensar, a percibir, con sinceridad, con sencillez, con inocencia, es el verdadero método que os conducirá a la práctica y escritura del haiku. Es un compromiso vital, en definitiva, con vosotros mismos y con la totalidad de la que sois parte no dual, indisoluble.

         Durante unos minutos sólo se escucha la música que llega del interior de la tienda. Los tres personajes se miran entre sí, quietos, en silencio. Sin darse cuenta, han acabado cerrando un círculo entrelazando sus manos.

EL JOVEN.- (Como saliendo de un sueño, soltando las manos de sus compañeros) Bueno, tenemos que irnos… Voy a escoger una postal… (Escoge una y realiza un gassho).

LA JOVEN.- Sí, yo también… A ver… (Escoge otra. Otro gassho)

EL TENDERO.- Bien. Ya sabéis. Quedáis emplazados. Abrid vuestros sentidos al milagro inaudito de la vida. Acendrad vuestra emoción y vuestra sensibilidad. Y dejad que vuestra pluma fluya acorde. No temáis.

LA JOVEN.- Hasta pronto, entonces. Gracias.

EL JOVEN.- Muchas gracias. Ya te contaremos nuestra experiencia…

         La pareja de jóvenes se va. En una mano, el sobre con la postal; en la otra, la mano de su compañero/-a. EL TENDERO se queda mirando cómo se alejan y se pierden entre la gente que acude a comprar en los diversos puestos del mercado.

         Víspera de Reyes Magos. En todos las casetas del Mercado de Verónicas hay llamativos anuncios, profusión de luces de colores y música de villancicos. Menos en el puesto de HAIKRISMAS, totalmente desmantelado, sin mostrador, sin postales colgadas de un hilo con pinzas, sin quemador de incienso, sin bonsai, sin rótulo, sin nadie, sin nada, salvo un discreto buzón, en realidad una caja de cartón con una ranura en el frontal donde alguien ha escrito con gruesos trazos de tinta roja: Haikrismas.

LA JOVEN.- ¡Anda! ¿Dónde está la tienda de Haikrismas?

EL JOVEN.- Pues es verdad. Por el aspecto del local, parece que aquí nunca hubo hubo ninguna…o que fue abandonada ya hace años…

LA JOVEN.- Viéndolo así, parece que hubiera sido un sueño lo de los haikus de Nochebuena.

EL JOVEN.- Pero no lo fue, porque ambos lo hemos vivido y aquí están tu haiku y el mío que hemos traído como acordamos con el tendero.

LA JOVEN.- Cierto. ¿Y ahora qué hacemos? (Escudriña con la mirada el local en penumbra) Espera… parece que veo una caja ahí al fondo… (Se acerca) ¡Mira! Aquí está: Haikrismas.

EL JOVEN.- (Se acerca también) Menos mal. La prueba de que no fue un sueño. Pero qué extraño. ¿Qué sería del tendero? ¿Por qué cerró la tienda? ¿Por qué dejó, sin embargo, esta caja con el rótulo de la tienda?

LA JOVEN.- Si te fijas bien no es una simple caja. O sí, pero esa ranura… ¡se trata de un buzón! La sencillez, la austeridad del haiku-dô…

EL JOVEN.- Pues nada. Echamos aquí nuestros sobres con los haikus que hemos compuesto. Y confiar, como botellas de náufragos en el mar. O como carta a los Magos de Oriente (sonríe).

LA JOVEN.- Sí, confiar. Nuestro cometido ya está cumplido. Sólo falta esperar…

EL JOVEN.- O no esperar nada. La humildad.

LA JOVEN.- La disolución del ego.

EL JOVEN.- Alguien los leerá y se producirá la reacción en cadena…

LA JOVEN.- O no. Las palabras regresarán al Silencio original…

EL JOVEN.- El eterno retorno.

LA JOVEN.- La consumación.

         Ambos quedan en silencio. Echan las haikartas al buzón. Con la música in crescendo de Arvo Pärt que inadvertidamente ya llevaba sonando unos minutos, se abrazan y, cogidos por los hombros, como nimbados de una luz solar, se desvanecen en la multitud ávida de compras compulsivas.

TELÓN