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series abiertas que se van actualizando, generalmente al mes

REUNIONES: COMIDA Y SAKE SÍ, PERO POESÍA Y PINTURA TAMBIÉN

Imagen 1.- Fiesta de despedida de Mokugo (Chu) Asai que se iba a París a estudiar. Dibujado por el propio Chu Asai el 16 de enero, apareció publicado en la edición de enero de «Hototogisu» (1900).

Seguimos profundizando en el conocimiento de Shiki y su entorno a través de imágenes generalmente poco conocidas.

El dibujo representa una fiesta de despedida de Mokugo (Chu) Asai que se iba a París a estudiar. Dibujado por el propio Chu Asai, apareció publicado en la edición de enero de «Hototogisu» (1900).

La fiesta de despedida de Chu Asai, que fue a París a visitar la exposición internacional y a cursar estudios en el extranjero, se llevó a cabo el 16 de enero de 1900 en Shikian. Los participantes de la fiesta fueron Shiki, Chu Asai, Meisetsu Naito (haijin), Katsunan Kuga, Izan Shimomura (pintor y haijin), Fusetsu Nakamura (pintor), Hyotei Ioki (reportero de prensa y haijin), Seisei Matsuse (haijin) y Kyoshi Takahama (haijin). Escribieron textos sobre un cuadro creado conjuntamente por los tres pintores (Izan Shimomura -de quien hablaremos en la próxima entrada-, Chu Asai -a quien presentamos en la entrada anterior- y Fusetsu Nakamura  -de quien hablaremos en esta entrada-) y comieron comida occidental y disfrutaron de la fiesta, una fiesta con sake, poesía y pintura.

Shiki expresó la atmósfera en un improvisado poema tanka:

 ふらんすのぱりに行く絵師送らんと画をかきにけり牛ひくにけり

En la fiesta
de despedida de un pintor
que parte a París, Francia,
creamos pinturas
y comemos carne de res
     Shiki

La ciudad de Taito (Taitō es una zona especial de la Metrópolis de Tokio, en Japón y es común que se autodenomine en otros idiomas como «Ciudad de Taitō») creó un folleto titulado «Taito Burari Sanpo», o paseo por la ciudad de Taitō. El apartado 6 del folleto, que está subtitulada «Masaoka Shiki Yukari no Chi (Kuhi) wo Otozureru», se nombran lugares de visita relacionados con Shiki Masaoka, artículos sobre Shiki y monumentos de piedra grabados con poemas haiku de Shiki en la ciudad de Taitō.

Imagen 2.- Unas imágenes cómicas creadas conjuntamente por tres pintores (Izan Shimomura, Chu Asai y Fusetsu Nakamura) en la fiesta de despedida de Chu Asai.

Por otro lado Chu Asai le regaló una pintura de acuarela de flores de otoño a Shiki, y pidió prestada una gran jaula de pájaros para Shikian antes de emprender el viaje, tal y como se narraba en la entrega anterior.

Nakamura Fusetsu (1866-1943) era pintor japonés de estilo yōga. También fue conocido como calígrafo. En 1894 conoció a Shiki, quien también trabajó como periodista, y obtuvo un puesto haciendo ilustraciones para Small Japanism , un periódico anticolonialista. Fue en este momento que comenzó a usar el nombre «Fusetsu» (infalible). En 1895 viajó a China en compañía de Masaoka, que entonces trabajaba como corresponsal de guerra. Allí, pintó escenas de la Primera Guerra Sino-Japonesa y despertó interés por la caligrafía. Más tarde, trabajó tanto para el Nippon Shimbun como para el Asahi Shimbun.

Imagen 3. Nakamura_Fusetsu

En 1900, envió pinturas a la Exposición Universal de París y recibió un pequeño premio. Poco después, se fue a Francia a estudiar con Raphaël Collin; luego con Jean-Paul Laurens

 

 

 

 

 

 

Imágenes 4 y 5.- Pinturas de Fusetsu

 

Su influencia en Shiki, y por tanto en el haiku en general es TRASCENDENTAL, dado que el sashei que tanto proclamó el maestro tiene mucho de Fusetsu. Charles Trumbull, en su artículo “MASAOKA SHIKI Y LOS ORÍGENES DEL SHASEI” afirma lo siguiente: (puedes leer dicho artículo traducido al español clicando aquí)

<<Las principales influencias en el desarrollo estético de Shiki llegaron a través del pintor de estilo occidental Nakamura Fusetsu. Shiki lo conoció en 1894 mientras trabajaba como editor del periódico Shōnippon, “y, bajo la influencia de Fusetsu, comenzó a aclarar aún más sus ideas sobre el haiku, tomando prestados ciertos conceptos de realismo del arte y combinándolos con los ya recibidos del novelista Tsubouchi Shōyō.

Fusetsu heredó el mensaje de su maestro, Asai Chū, quien a su vez había sido uno de los alumnos de Antonio Fontanesi (1818-1882). Este pintor fue un destacado paisajista italiano del siglo XIX que había sido invitado a Japón por el gobierno para enseñar en la Escuela Técnica de Arte y, aunque sólo estuvo allí dos años, influyó en toda una generación de artistas japoneses. De acuerdo con las notas de clase tomadas por sus alumnos, Fontanesi resumió así su teoría de la pintura: “El método básico de la pintura occidental es: primero, la forma correcta; segundo, el equilibrio de color y tercero, imaginar siempre mientras pintas que están mirando una hermosa escena a través de una ventana”. Al mismo tiempo, apreciaba mucho la observación y el esbozo de lo natural>>.

Imagen 6.- Nakamura Fusetsu  pinta a Shiki junto a un poema de Tsuchiya Bunmei

Nota: Mi agradecimiento a Danny Ya Mono por detectar una pérdida de sílabas en la tanka original de Shiki que ya ha sido corregida debidamente. GRACIAS.

LA DESACRALIZACIÓN

Bashô, a quien Justino Rodríguez llama el divino Bashô, ciertamente, fue elevado a los altares. En nuestro ámbito cristiano occidental, el poeta místico Juan de la Cruz gozó del mismo privilegio, pero con una diferencia de grado; el monje carmelita fue canonizado, es decir, reconocido como persona que se encuentra en la corte celestial del Dios cristiano. En cambio, Matsuo Bashô, en un país como Japón, donde, según Enrique Gómez Carrillo: Sus dioses nacionales, los de la antigua religión Sinto, son los héroes, los sabios, los poetas, fue incluido en el círculo de los kamis.

Y Masaoka Shiki, ante un mito fundacional y un kami del haikai no hokku, inicia la desacralización.

Shiki hace una lectura crítica de la obra de Bashô, la cual, según dice, era vista como un conjunto de escrituras sagradas por sus seguidores. De momento, veo esa crítica como una batalla naval en la que la nave de Shiki embiste a la nao del Maestro. La nao se hunde y, ahora, busco en el fondo entre los restos cubiertos de algas marinas. Lo primero que hallo es el ku del hibisco:

michinobe no

mukuge wa uma ni

kuwarekeri

He aquí la versión de Caqui, Revista Brasileira de Haicai:

A flor

Da beira da estrada

Foi comida pelo cavalo

 

La flor

De la orilla del camino

Fue devorada por el caballo

Me apena decir que al estar limpiando de algas el original japonés, se salpicó la traducción que hicieron Elías Rovira y Jaime Lorente de la traducción italiana de Lorenzo Marinucci. Me disculpo con ellos por mi defectuosa reconstrucción:

En el camino

un hibisco devorado

por el caballo

Recuerdo las palabras que la Maga les dice a Horacio y sus compañeros, en Rayuela: “ustedes ven la vida como cuadros de una exposición, pero no están en ella”. Y el Maestro no andaba de mirón asomándose al camino, estaba en el camino. Trato de acompañarlo como acompañé, hace tiempo, a Mutanabbi cuando salió huyendo de Egipto:

Nos llevaban rápidas las monturas, con los belfos blancos

y las pezuñas verdes de rugl y de yanam.

El arabista Emilio García Gómez aclara que, para aumentar la rapidez de la marcha no habían dejado pacer a las camellas, por eso llevaban los belfos blancos y las pezuñas verdes por el rugl y el yanam, hierbas del desierto, que habían pisado.

Sigo hurgando entre los restos. Una parte de la nao quedó enterrada en el limo del fondo, de ahí extraigo esto:

hito tose ni

ichido tsumaruru

nazuna kana

 

Durante el año

se recoge una vez,

la hierba nazuna

Lo cual me remite a:

yoku mireba

nazuna hana saku

kakine kana

 

Si miro con cuidado

la nazuna florece

junto al seto

Me atrevo a intentar un honka dori, espero que no sea juzgado como un mero versioneo; tomémoslo como un ku sin pretensiones o simple vehículo de mi opinión:

Si miro con cuidado

entre el fango y las algas

una joya

¿Por qué la actitud crítica de Shiki? El haiku estaba en decadencia, necesitaba ser renovado. Shiki es el renovador. Veamos lo esencial de la crítica que hace a la obra de Bashô, la cual se tenía como el modelo a seguir:

Afirma que los kus del Maestro fueron recogidos sin hacer distinción entre los buenos y los fallidos. Que los buenos serán unos doscientos de los más de mil que escribió. Que el ku del viejo estanque es una especie de reliquia sin valor literario. Esos hechos que señala, a fuer de hechos, son irrefutables, y uno de ellos posee una importancia capital para la comprensión de la perspectiva estética del Maestro. Aceptemos los hechos y agradezcamos a Shiki el haberlos señalado; sin embargo, su opinión acerca del sentido del ku del viejo estanque parece cuestionable.

Vicente Haya en el prólogo de Aware dice que los japoneses incluyen en sus antologías haikus malos sin juzgarlos. De ahí que no deba extrañarnos la actitud de quienes recopilaron los kus de Bashô.

Que los haikus aceptables no pasen de doscientos también es comprensible porque el Maestro desarrolló su estilo en los últimos años de su vida.

Lo cuestionable del ku del viejo estanque es su asimilación al Zen. Shiki, aunque tiene sus dudas, termina por aceptar que “la verdad del practicante Zen es la médula del estilo de Bashô”, y que ese ku “expresa poéticamente este tal como son las cosas.”

Si el estilo de Bashô es Zen ¿por qué en Oi no Kobumi (Notitas de morral) afirma que su arte no le ha traído paz?

 ¿Y la influencia Zen en el haiku? Podría decirse que sólo proporcionó un método a las tendencias contemplativas del alma japonesa, ya mencionadas por Nuria Parés. Y que afinó la agudeza de Saigyô, Bashô y Santôka.

Por lo que respecta a los poemas Zen, están en el Shodó, el Zenrin…

¿Y el hecho de importancia capital señalado por Shiki? Al insistir en el nulo valor literario de los kus más famosos de Bashô nos hace sospechar que el haikai no hokku es un género no literario. ¿Será posible tamaña paradoja? ¿Una literatura que no sea literaria?  O, ¿de qué otra manera podría decirse esto?

Bashô da la espalda a la naturaleza estilizada de la poesía establecida, no al fluir de la naturaleza, y presta atención a lo inmediato, lo ordinario, lo que no se toma en cuenta ni es digno de poetizar, y lo nombra con un lenguaje adecuado, sencillo, sin retórica. En fin, una literatura no convencional.

«Mono no aware», impermanencia y las flores de «sakura»

Empecé a interesarme por Japón cuando de manera fortuita terminé en un curso sobre literatura e historia japonesa en mis primeros años de universidad. Introducirme en una cultura tan diferente, con una historia tan particular y una sensibilidad tan novedosa para mí, exigió de mi parte un enorme esfuerzo. Ese esfuerzo no ha cesado, y ha venido acompañando de un enorme placer y satisfacción que aparecen en cada lectura o investigación. Recuerdo cómo el profesor explicaba con genuino entusiasmo la literatura de la época Heian (794-1185), los concursos de poesía cortesana (uta awase, 歌合せ), la literatura escrita por mujeres, y un concepto que me resultaba fascinante: el mono no aware (物の哀れ).

La primera explicación que oí sobre este concepto lo definía como “la tristeza por las cosas”. El Mono no aware se me presentó como una particular tristeza melancólica que nos embarga cuando nos topamos con la naturaleza perecible de las distintas cosas del mundo. Una sensación que aún así nos permitía disfrutar y potenciar el placer estético de lo apreciado. El ejemplo más claro y conocido lo tenemos en la contemplación de las flores de cerezo. Los árboles de sakura (桜) son la estampa más representativa de la primavera japonesa, florecen al inicio de la estación, están pocas semanas en la plenitud de su belleza y caen del árbol antes de marchitarse. Contemplar el cerezo en flor es disfrutar de su belleza sencilla y delicada, pero también es reflexionar sobre lo efímero de esa flor que apenas está en su plenitud por pocos días, es conmoverse por lo frágil que es a los cambios de temperatura o al viento, es sentir la precariedad de esa belleza. Contemplar las flores de cerezo no es solo contemplar lo presente, es anticipar la ausencia, es sentir y vivir esa precariedad y abrirle el corazón.

En lecturas posteriores buscando profundizar en ese término fui notando que “mono no aware” es un término muy rico, complejo y que tiene una larga historia de sentidos e interpretaciones. En japonés, el término mono (物) significa “cosa(s)” y hace referencia “al vasto mundo material, incluyendo todas las cosas existentes y vivas, visibles e invisibles” (Kato, 1962: p. 558)[1]. Éste se encuentra conectado con el término aware (哀れ). Ahora, la traducción de aware resulta más arriesgada. El kanji puede entenderse directamente como “tristeza”, o conformar el adjetivo “triste” (哀しい). Haya Segovia traduce el mono no aware como “la conmoción del contacto con lo existente” (2002: p.101)[2], entendiendo que el aware sería una emoción profunda de asombro que experimentamos por las cosas del mundo. Como dice Hisamasu Sen’ichi, “es un sentimiento que se experimenta en la alegría de una mañana de primavera y en la tristeza de una tarde de otoño” (Hisamasu, citado en Haya Segovia, 2002: p. 101). Según el filósofo japonés del S. XVIII, Motoori Norinaga (1730-1801), este sería el sentido original que mono no aware tenía en la época antigua, antes de la penetración de la cultura budista: Una apertura completa e intuitiva al mundo en su multiplicidad, un intento de resonar con “las cosas” (mono) y dejarse conmover profundamente (Marra, 1995: p. 379)[3] y que no se limitaría a sensaciones tristes o melancólicas. (Rubio, 2007: p. 206)

Aún así, también hay otra interpretación del término y es a la que me referí más arriba. Y es que de todas las emociones la “tristeza” se hace más patente, y esa tristeza está referida a una de las ideas budistas más influyentes: el sentimiento de la impermanencia de las cosas (Mujôkan, 無常感) (Haya Segovia, 2002: pp. 102-103, y la nota 274). Hay que señalar que este término incluye a “mujô” (無常), la noción misma de que los objetos de este mundo son transitorios e insustanciales. Que todo es efímero y que no debe haber apego por ninguna de esas “cosas”. Cómo ya deben haber notado los lectores aguzados, en mujô, está presente Mu (無), la nada budista, la vacuidad. En el centro de la naturaleza está Mu, manifestando la inesencialidad de todo lo presente, una inesencialidad que se manifiesta para nosotros como el tiempo inexorable que todo lo desgasta, que todo lo marchita, que todo lo caduca.

No obstante, mal haríamos en considerar esa “tristeza” como algo similar a la angustia (Wicks, 2005: pp. 95-96)[4]. Se trata de una cierta melancolía que realza la emoción del presente, y que, por lo tanto, nos lo entrega “más intensamente”. La flor del cerezo no sería tan bella si no fuera tan fugaz, lo que acentúa el gozo de contemplarla. Resulta muy interesante cómo la doctrina budista del mujô, no se traduce en Japón en un desprecio ascético de las apariencias (como Platón, que despreciaba el mundo sensible, y las artes, en favor del mundo de las ideas eternas). El Japonés, no aparta su vista de las apariencias, las percibe y abraza más. Aún más apreciadas porque son efímeras, lo que las hace más bellas. Las cosas (mono) movilizan nuestro sentimiento no en torno a su presencia, sino en torno a una ausencia que, paradójicamente, se actualiza virtualmente en el encuentro con ellas. La conmoción que sentimos por la flor de cerezo no orbita a la flor misma. La flor nos impulsa a orbitar junto con ella el centro vacío de la ausencia (Mu, 無), ese orbitar es esa tristeza extraña, teñida de un gozo melancólico que acepta, sin aferrarse, el regalo de ese presente, que el tiempo, con seguridad, extinguirá.

La experiencia estética del mono no aware es tremenda y profunda. Me animo a afirmar que (usando terminología heideggeriana) se trata de una disposición afectiva que nos pone en una actitud de goce estético, pero también de reflexión por la naturaleza de todas las cosas, incluyendo a cada uno de nosotros. Espero que esta presentación y reflexión baste para incitarnos a ese pequeño viaje hacia la sensibilidad japonesa. Personalmente, hace ya tantos años, ese término me intrigó y capturó, y aún me sigue intrigando y maravillando, tanto y más que en aquel salón universitario de hace tantos años.

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[1] KATO, Kazumitsu. 1962. “Some notes on mono no aware”. En: Journal of the American Oriental Society, Vol. 82, No. 4 (Oct. – Dec., 1962), pp. 558-559.  Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/597529, el 10-12-2013.

[2] HAYA SEGOVIA, Vicente. 2002. El corazón del haiku: La expresión de lo sagrado. Madrid: Mandala.

[3] MARRA, Michele. 1995. “Japanese Aesthetics: The Construction of Meaning”, En: Philosophy East and West, Vol. 45, No. 3 (Jul., 1995), pp. 367-386. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/1399394, el 19-12-2016.

[4] WICKS, Robert. 2005. “The Idealization of Contingency in Traditional Japanese Aesthetics”. En: The Journal of Aesthetic Education, Vol. 39, No. 3 (Autumn, 2005), pp. 88-101. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/3527434, el 19-12-2016.

Jeancarlos K. Guzmán Paredes
Pontificia Universidad Católica del Perú

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Acercamientos

    Decíamos que el poema de la rana era el mito fundador del haiku, además de ser un texto sencillo y difícil de asimilar. Como se verá, esta serie es una peregrinación, una romería en espiral hacia esas tierras hondas de una poesía que fascina a quien se adentra en ella.

   Al terminar los estudios de bachillerato, algunos compañeros nos seguimos frecuentando. Como distracción intentamos el juego del haikai, le tomamos gusto. Eran japonerías y exotismos en los que Aziyadé se codeaba con Madama Crisantemo, y las katanas brillaban entre velos azules del Sahara. Uno de los compañeros, Arcángelo, nos dijo que, si nos agradaba el haikai, deberíamos jugarlo rigorosamente. Tomé en serio sus palabras. Consiguió libros acerca de Japón, entre ellos, el de Gómez Carrillo y, el que fue nuestro guía: La literatura japonesa de D. Keene, un breve volumen que acrecentó nuestra amistad y acabó por convertirnos en “los conjurados del Breviario”, ya que, por cuestiones de estudios o trabajo, dejamos de ver a los demás camaradas.

   Donald Keene, en efecto, nos daba las bases de lo que era el haikai, empezando por el nombre. Desde 1956, en que se publicó su libro en castellano, aparece denominado como haiku. Nosotros preferíamos llamarlo, según la costumbre, haikai. -Las ideas novedosas tardan en abrirse paso, afirma Robert H. March, aunque no lo notábamos en aquel entonces-. D. Keene compara el haiku con el teatro Nô, el cual representa solamente los momentos culminantes del drama de una manera que sugiere lo demás, aparte de tener, también, dos elementos en su estructura. La pieza central de esa composición era la palabra eje que, por su doble sentido, permitía dos lecturas diferentes. No todos los haikus tenían esa complejidad, algunos eran sencillos, aunque, como el de la rana, eran de una difícil sencillez.

   Visitamos al Maestro Muñoz Cota, quien nos contó una anécdota, incluida más tarde en su ensayo Fernando el Magnífico. Fernando de la Llave era un poeta que, por vivir al extremo la vida bohemia, dejó de escribir poemas. Cuando sus amigos le preguntaron el motivo por el cual ya no los escribía, contestó: “Ustedes escriben poesía. Yo vivo en poesía”. Y nos dijo que Fernando era ese personaje que habíamos visto en el café Kiko’s.

   Mientras caminábamos de regreso, nos detuvimos frente a un álamo blanco agitado por el viento. Tenía como fondo la luz del ocaso, sus hojas mostraban el envés. Arcángelo hizo memoria:

El compromiso:

mañana, Cuernavaca;

hoy, lumbre al puro.

Esas eran las líneas que nos había leído aquel anciano de gorra madrileña. No, no parecían ser un poema, eran haikai.

Si el legendario Fernando ya no escribía poesía, ¿por qué hacía haikai?

El haikai es un poema que no parece poema. Luego, entonces, Arcángelo arriesgó la conclusión: es una poesía nada poética.

Nos despedimos sonriendo y glosando a Kant:

Cese el haikusear mientras no se contesten las siguientes preguntas:

¿Qué es el haiku?, ¿qué quiso decir Bashô en el poema de la rana?, ¿por qué hay haiku lírico y haiku no poético?

Nos volvimos a encontrar seis años después, en la década de los setenta.  Éramos adultos jóvenes, y celebrábamos la edición de Sendas de Oku. Compartimos la lectura de varios pasajes, nos extrañaba que Octavio Paz no le diera importancia a la técnica del kakekotoba. Más extrañeza nos causó que el Maestro Fernando Rodríguez Izquierdo, en la ya clásica obra El haiku japonés. Historia y traducción, aunque mencionaba los juegos de palabras y daba ejemplos de su uso, se refiriera a la palabra eje, el doble sentido, sin utilizar el nombre que, para nosotros, era la piedra clave del haiku: kakekotoba. Sin embargo, fue un consuelo enterarnos que, al menos uno, como dicen los lógicos, empleara dicha técnica en la composición de sus haikus. “Los conjurados del Breviario”, una minoría poética, estábamos representados en la industria editorial gracias a los haikais con palabra pivote de José María González de Mendoza “El Abate”.

A principios de los ochenta dejamos de vernos. Mi amigo conoció a una afrocosteña, Tomaza, así, con zeta española. Le pasó lo que a Fernando el Magnífico: vivir en poesía. Sus lecturas eran Sedar Senghor, Aimé Cesaire, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Gonzalo Aguirre Beltrán. Aguirre Beltrán, cuya investigación etnohistórica culminó con el descubrimiento de la presencia africana en todo México y, algo más: que los llamados criollos de la Nueva España, los hijos de españoles nacidos en América, debido a la escasa inmigración de mujeres españolas, eran productos de mezcla, sus madres eran descendientes de los primeros habitantes de América o africanas. Para rematar, unos antiguos compañeros del Taller de oratoria lo invitaron a las campañas electorales. Tuvimos poca comunicación, no había celulares, las cartas tardaban en llegar. Hasta el segundo milenio tuvimos noticia el uno del otro, gracias a las webs. Nos reconocimos por el estilo, mas, no logramos reunirnos antes de la primera década.

Una mañana de octubre, durante los festejos de la Patria chica, en la plazuela, nos señalamos a la vez y exclamamos a coro: ¿eres tú? Después de la sorpresa y las efusiones, me enteré de que fue a la costa, -anhelaba ser el Lorca de los afrocosteños-; antes de las campañas hubo un incidente, se puso de parte del bando de su Dulcinea. Tenía una colección de haiku, fue prologada, pero se canceló su envío a la imprenta. Se consolaba repitiendo un aforismo: Enmendar por el fuego, privilegio de los inéditos.

Varias mariposas revoloteaban entre la gente. La niña de unos conocidos atrapó una espejitos y la acercó a sus ojos para ver a través de las alas trasparentes. Sonreímos. Arcán me dijo: el haikai no hokku es como las alas de esa mariposa, nos da el marco para contemplar lo que el haijin contempló.

Recordamos los 70, la historia de Hirô Onoda, el soldado japonés que estuvo oculto en la selva durante treinta años sin rendirse porque no se había enterado del fin de la guerra; recordamos, asimismo, el haiku en su honor:

Feria de la caña,

en la gallera

el más bravo es el giro

Opiné: tiene kigo y kakekotoba. Es un haiku de felicitación.

Por Diógenes, contestó, no pulas mi vanidad. Siento que es uno de esos poemas que le causaban remordimiento a Bashô.

Comentamos las novedades del siglo:  que la historia del haiku en México debe tener en cuenta las webs, sobre todo la de Asfalto Mojado y el grupo de mexicanos formado por Israel López Balán, el director, Carmen Millán “Camila”, Susana Dorantes y el compañero que firmaba como “Z”.  El magisterio del nuevo niponólogo, que la doble lectura era cosa de los primeros orientalistas, y el haiku tiene su propio desarrollo. En fin, que, en cierta forma estuvimos, como Onoda, ocultos en una selva.

He aquí el canto del cisne de nuestro viejo estilo:

en la alameda

un anciano leyendo –

crujir de hojas de haya

La amistad se reanudó. En nuestras charlas llegamos a la conclusión de que en México hubo dos vertientes de haikai, la de Tablada y la de su amigo El Abate; los dos José; José Juan, el lírico modernista, y José María, el cultor de la palabra pivote. Nosotros, sin saberlo, seguíamos la tendencia minoritaria de González de Mendoza. Si la corriente de José Juan Tablada puede considerarse como un acercamiento a Sokán y Moritake, la de El Abate se acercaba a Sôin y Teitoku. Ambas, prebashônianas, centradas en figuras retóricas. Y que no había nada como la sencillez del haiku de la rana, del cual se puede decir:

shitodo ni nurete

kore wa michi-shirube no ichi

(Santôka)

Empapada del todo,

ésta es la piedra de hito del camino.

(Trad. Antonio Cabezas)

Mirando al cielo: haikus del sol y la luna

Aunque el haiku se escribe con palabras nutridas de silencios, al ser exclamado, el silencio se hace más hondo habitualmente.

El haiku verdadero no dice, no proclama, invita a sentir, a escuchar, a abrirse al mundo que nos habla más allá de palabras y pensamientos.

Los seres humanos caminamos oteando desde el abismo de los tiempos.

Escribir haiku es oficio de caminantes con almas y cuerpos desnudos que aprecian y disfrutan del silencio, no porque no quieran hablar o no aprecien los sonidos del mundo, sino porque prefieren escuchar, escuchar completamente.

Nómades, trashumantes, peregrinos, exploradores, los seres humanos, aunque hayamos optado por formas de vida más sedentes, aseguradas, urbanizadas, seguimos siendo viajeros infatigables, buscadores, recolectores, cazadores de asombros.

Habitantes de esta tierra plana y vasta para el que la recorre, esférica en su dimensión planetaria, recorremos su variada y multiforme superficie como testigos de milagros infinitos.

Cada día, sin falta, la oscura tierra se ilumina, una algarabía de voces se levanta entre las frondas y los jardines, por valles, páramos y selvas, por aldeas y ciudades.

Cada noche, cubierta por un velo de misterio, el pulso de la vida se recoge, lleno de silencios y murmullos, el vasto cielo se despliega con su danza lenta de astros y meteoros.

Sol y luna, día y noche, luces y sombras, nacimiento y muerte… Habitarnos, vivir esta vida humana plenamente es certificar y ser confirmados por todos los seres, orgánicos e inorgánicos, animados e inmóviles, que no estamos separados, que somos los unos en los otros, por los otros.

La noche del viernes 18 de noviembre del 2022, el domo del Planetario de Medellín, en el Parque Explora, dio fe de que los haikus que brotan en esta tierra comparten destino con estrellas y planetas. Con las voces de María Cecilia Muñoz y Alba Mery León que leyeron cuidadosamente una selección de haiku clásicos de haijines japoneses y colombianos y los paisajes sonoros que compuso para la ocasión Miguel Isaza, el taller Haiku-Dō Medellín ofreció una sentida celebración a nuestros astros tutelares: el Sol y la Luna.

tras el alba
el piar de los pájaros
lluvia y Sol

(Raúl Ortiz)

brilla el Sol
ligera se levanta la neblina
en el campo

(María Cecilia Muñoz)

 

¡Sale la Luna llena!
Bajo la casita de tambos
titilan las quiebraplatas*

* Luciérnagas

(Nautilius)

Sol en el lago
Espejo del cielo

(Beatriz Restrepo)

 

gualanday* en flor…
al final de la calle
la Luna llena

* Jacaranda caucana

(Diente de León)

 

Última fotografía de Shiki (y la historia de una jaula y un pintor)

El mes pasado veíamos como en la fotografía del Busonki que se celebraba en casa de Shiki (Shikian) del año 1897, el maestro ocupaba la posición central de la fotografía conmemorativa del grupo: en el centro de la fila del cento. Si observamos la fotografía del Busonki de 1899, Shiki ya ocupa la posición central de la fila de abajo: necesitaba estar apoyado en un reposabrazos. Aquí vemos ahora la fotografía del Busonki de 1900 (Imagen 1).

Imagen 1.- Busonki de 1900 en Shikian ¿dónde  está el maestro?

Shiki no aparece. Su progresivo deterioro le ha llevado a esto, a no poder estar con sus discípulos y amigos para inmortalizar el momento. Pero, eso no quiere decir que Shiki no estuviera en esa reunión, simplemente se trata de que no tenía ya fuerzas para salir al jardín. No obstante, a Shiki se le haría de forma individual una fotografía en aquel acontecimiento, sin duda su fotografía más extendida y conocida, la que a la postre sería la última fotografía de Shiki (Imagen 2).Imagen 2.- Conocidísimo retrato. Es la última fotografía de Shiki, el 24 de diciembre de 1900 con motivo del Busonki, pero de forma individual.

Fue el 24 diciembre 1900. Y a fin de que el maestro aparezca en la fotografía con el grupo de aquel Busonki, la imagen “oficial” de grupo tiene la mítica fotografía de Shiki, realizada en ese mismo evento, insertada en el ángulo superior derecho (Imagen 3).Imagen 3.- Imagen oficial del Busonki de 1900, con la última foto de Shiki insertada en la del grupo al no poder salir al jardín con el resto.

Y ahora, hagamos zoom en la parte izquierda y primer plano de esa fotografía (Imagen 1 y 3): observaremos una gran jaula. ¿De dónde salió y qué hace ahí? Bien, es el momento de narrar su historia.

En enero de 1900, como veremos en la próxima entrega, se celebró una fiesta de despedida en Shikian para el pintor Chu Asai* (Imagen 4), que se iba a París para cursar estudios en el extranjero y de paso visitar la Exposición Mundial de París.

Imagen 4.- Asai Chu, pintor, gran amigo y colaborador de Shiki.

Chu Asai regaló una pintura de acuarela de flores de otoño a Shiki, y sobre todo, dejó en Shikian una gran jaula que pidió prestada antes de emprender viaje. En su diario Una gota de tinta, el 7 de marzo Shiki escribió:

“Cuando enfermé, alguien pidió prestada una jaula de alambre muy grande, para que mi mente no quedara siempre pendiente de la cama. La tuve colocada frente a la ventana, con diez pájaros dentro. Disfruto verlos desde mi lecho de enfermo, porque tienen una forma divertida de bajar corriendo para bañarse cuando se cambia el agua de su cuenco. Antes de que uno pueda siquiera apartar la mano del depósito de agua y sacarla de la jaula, los pinzones vuelan hacia abajo, por delante de cualquiera de los otros. También son los mejores bañistas, salpicando tan enérgicamente, que la mitad del agua se ha vaciado en un instante

Luego, las otras aves tienen que turnarse para bañarse en la poca agua que queda. Dudo que los dos capuchinos de cabeza negra decidieran conscientemente cambiar las cosas, pero últimamente vuelan justo cuando los pinzones están a punto de saltar, luego los alejan y se bañan uno al lado del otro. Después de ellos vienen los gorriones de Yakarta y luego los pinzones cebra y los canarios. Finalmente, el borde del cuenco está atestado de aves ordenadas por orden de llegada. Cada uno vuela hasta la barra de arriba cuando termina de bañarse, y agita sus alas furiosamente. ¡Se ven tan felices! Ahora que lo pienso, deben haber pasado unos cinco años desde que pude darme mi último baño.”

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* Asai Chū (浅井 忠, 22 de julio de 1856 – 16 de diciembre de 1907) fue un pintor japonés, conocido por ser pionero en el desarrollo del movimiento artístico yōga (estilo occidental) a finales del siglo XIX y principios del XX de la pintura japonesa del siglo XX. Este estilo supuso la modernización de la pintura japonesa (Nihonga) y la entrada al país nipón de las técnicas pictóricas europeas. Un pintor de estilo occidental en el Período Meiji de Japón. Participó en la fundación de la Sociedad de Bellas Artes de Meiji (Meiji Bijutsu-kai). Él mismo pintó muchas escenas pastoriles llenas de sentimiento o emoción con el realismo. Se esforzó toda su vida en difundir el trabajo de Shiki.

Imagen 5.- «Mi Cosecha», 1890. De Asai Chu; Óleo sobre lienzo, 96,5 x 68,5cm.

 

Imagen 6.- “Ranas negras, nenúfares naranjas”, 1905. De Asai Chu; para portada de revista.

Chupando anoncillos

Chupando anoncillos.
Por la palmera
trepa un cangrejo

Mayra Rosa Soris (Cuba)

 

 

 Cae la lluvia
sobre los pejibayes
que echan humo

Tsubame (San José, Costa Rica)

 

 

Entrada al pueblo –
seca se inclina
la última palmera

Mirta Gili (Argentina)

 

 

Aire de lluvia
Dos torcazas picotean
un mango podrido

Miguel Ángel González (Cuba)

 

Primavera,
semillas de cacao
secando al sol

José Luis Solís (México)

 

Encapotado.
Un rumor de estorninos
en la palmera

Isabel Núñez (España)

Cafetales (parte 2)

Aguardando
la luna nueva 
Grillos del cafetal

Asoleadero*:
los granos de la pepena**
cubiertos de moho

*asoleadero: terreno o patio para secar los granos del cafeto.

**de pepenar: recoger los frutos de cafeto caídos durante el corte, para secarlos sin despulpar.

Jorge Moreno Bulbarela «Jor»

Café recién hecho.
Unas campanas lejanas
tocan a muerto

Isabel Rodríguez “Isa”

 

Entre el cafetal
la palma derribada
llena de santanillas

Lázaro Orihuela «manglerojo»

 

Pilón de jiquí*
Por el batey el golpe
de la macana**

*Cuba. Tronco vaciado para triturar café.

**Cuba. Garrote pesado de madera dura.

Idalberto Tamayo

 

Trinan los zenzontles
La neblina cubriendo
cafetos en flor

Jaspe Uriel Martínez «Ajenjo»