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Agosto 2025

CONSTRUIR

Cantan y cantan
Las chicharras en las ramas.
¡Ah, el calor!

DECONSTRUIR

¿Hay asociación semántica entre el acto de cantar y el calor? Probablemente no. A no ser que el agente de «cantar» sea una chicharra o cigarra, ese insecto tan bien conocido en muchos países –también en Japón– durante la temporada estival. Su canto incesante y monótono es sinónimo de calor. Si ignoramos a ese agente,  cantar y hacer calor no parecen relacionarse mucho. En mis versos he hecho una comparación interna a través de dos sentidos: el acústico y el térmico. En realidad, no sé muy bien lo que he hecho: simplemente he relacionado la acción de cantar, cuando quien lo hace es ese insecto, con la sensación térmica propia del verano. Eso es todo. Además, sin darme cuenta, ha salido una aliteración con la repetición de la vocal /a/ en los dos primeros versos. La repetición del verbo, para producir un efecto de continuidad, es un viejísimo recurso poético usado en el cancionero español, y probablemente en tantas canciones populares del todo el mundo. Basta recordar esa consabida letra,  «Beben y beben los peces…» que se saben hasta los peces del río.

Hay un haiku de Tan Taigi (1709-1771), un haijin de la escuela de Buson, que canta en sus versos no al calor, sino al frío. Y también en el tercer verso.  Mi haiku es la versión torpe en clave estival del haiku invernal de Taigi. ¿Lo conocéis?

Sore sore no
Hoshi arawaruru
Samusa kana

Apareciendo
La infinitud de estrellas.
¡Ah, el frío!

La misma pregunta: ¿hay asociación semántica entre las estrellas y el frío? Probablemente no. Seguro que a Taigi no se le ocurrió tal pregunta, porque, como buen haijin, no era un intelectual. Era como un niño que, instintivamente, relacionó la eternidad, representada por la multitud estelar, con la sensación de frío.

Pero las asociaciones, deliberadas o no, son invitaciones a que la mente establezca comparaciones internas. Y la comparación interna en las diecisiete sílabas del haiku sí que me parece a mí que es un cualidad de un buen haiku. En mi relectura de su haiku, Taigi compara el misterio de la eternidad –un cielo con infinitud de estrellas– con la soledad irrevocable de un ser humano desvalido e indefenso contemplando el cielo nocturno y que, en ese momento, es sensible al frío del invierno.

¡Qué gran haiku el de Taigi!

6. ¿Y a nosotros, qué? La voz del haiku en el siglo XXI

¿Por qué pensar hoy en la influencia budista sobre el haiku? ¿Qué nos dice a nosotros, gente del siglo XXI? A lo mejor, en este punto podemos volver sobre nuestros pasos y recopilar algunas reflexiones a partir de esta pequeña serie de textos titulada “Poesía budista: De Dōgen a Santōka”.

Valga empezar recordando que el budismo nunca fue una tradición proselitista; la excepción es alguna corriente de hoy en día, pero incluso en nuestro tiempo la actitud preponderante dentro de la tradición budista no es la de pescar prosélitos. Sí tiene, más bien, una vocación de dar a conocer la enseñanza del Buda a toda la humanidad, pero esa es otra historia. En particular, la expresión poética budista tuvo poco (o nada) de intención propagandística. La intención era otra: los poetas y las poetisas quisieron expresar su devoción, o inclusive buscaban alguna manera de articular la enseñanza en sus propias palabras.

Desde sus orígenes en China, la tradición zen (en chino, chan) dio enorme importancia a esta articulación propia de la enseñanza. En varios koanes (en japonés kōan) se hallan ejemplos de como el maestro instaba al discípulo a mostrar con sus propias palabras si había alcanzado una comprensión profunda. Y las colecciones clásicas de koanes sugieren que los discípulos se inclinaban por un lenguaje poético decididamente conciso. Análogamente pasa con las preguntas de los alumnos a sus maestros.

Será por ello que Dōgen escribió numerosas piezas de poesía tanto china como japonesa para abordar temáticas budistas, y más adelante Bashō se decantaría por el haiku con el mismo propósito. Más puntualmente, en Dōgen se encuentra una curiosa forma de contestar “quién soy yo”: primero desaparece de la escena aquel que pregunta, para luego aparecer. Y el medio a través del cual ocurre esta desaparición-reaparición es el entorno. El entorno nos muestra quiénes somos. El que pregunta desaparece de la escena y luego vuelve a aparecer a través de la escena (del entorno). Posteriormente, el poeta Bashō no aparece habitualmente en sus poemas, no expresamente, pero en su modo de no aparecer se manifiesta. Podemos pensar que en ambos sucede lo mismo, solo que en el segundo de un modo más compacto. Se puede afirmar también que esta misma actitud sigue apareciendo en el haiku desde entonces.

En la literatura más temprana del budismo mahāyāna, los sutras de la perfección de la sabiduría (compuestos en India entre los siglos I a.e.c. y IV e.c.) están repletos de fórmulas negativas como “no hay Buda, por tanto hay Buda”. Tan paradójica forma de expresión ayuda a evocar que como todas las cosas surgen en dependencia de causas y condiciones, están sostenidas por todo aquello que no son. El propio ser de la cosa va mucho más allá de ella. Así, yo no soy lo que soy por mí mismo o en abstracción de las demás cosas: soy con las demás cosas. Varios haiku que comentamos, según parece, emergen de una profunda apercepción de ese hecho y la expresan de un modo que en su manera de ser compacto resulta también lleno de sentido.

Ahora bien, es claro que la sensibilidad estética del haiku incluye factores no indios: la centralidad del ciclo de las estaciones, la atención que se arroja a lo concreto y lo efímero, la inclinación hacia lo pequeño y lo simple. Esos factores seguramente brotan de la sensibilidad china y la japonesa. Quizá, es más, el ideal budista de la intención y acción compasivo-amorosas (en sánscrito, karuṇā y maitrī) se vio especialmente coloreado por la visión antigua japonesa del mundo, que concibe todas las cosas como movidas e interconectadas por una fuerza animada, de modo que la vida y el “alma” se expresa no solo en los animales, sino también en las plantas e incluso en las aguas y las montañas.

En fin, en el haiku late una forma de entenderse a uno mismo como íntimamente conectado con las demás cosas, pero no un entendimiento abstracto y meramente teórico, sino una comprensión vivida, sentida, y no por ello menos aguda y clara. ¿No podrá el cultivo de esta sensibilidad llamarnos a una forma más sostenible de relacionarnos con el entorno y a la vez un modo menos individualista de construir nuestras vidas como personas humanas? Yo creo que sí, y que todas y todos podemos cultivarla.

MARINAS

MARINAS
(Agosto)

Ese vuelo que traza la gaviota

por el divino gris, ¡cómo cautiva,

cómo prende el mirar, grúas arriba,

meciéndole en las nieblas en que flota!…

 José Hierro (Gaviota)

 

Sentarse frente al mar, elevar la mirada o dejar que se haga una con la sutil juntura de agua y cielo al horizonte, invita a alzar el vuelo con la gaviota que planea hasta la orilla, a saltar vertiginosamente con el charrán que finalmente luce brillos de plata en el pico, o jugar al escondite con un tímido cormorán que, paralelo a la orilla, se sumerge o alza el cuello mirando fijamente y te hace sonreír.

 

Brisa del mar,

la ola golpea las patas

de la gaviota

 Leticia Sicilia (Hadaverde)

 

Brillo en las olas.

Le cuesta alzar el vuelo

al charrancito

 Marga Alcalá

 

Carrera en la playa.

La gaviota picotea

a un pez muerto

 Lola Rotman (10 años)

 

Pardelas, alcatraces, paíños, cormoranes, gaviotas, charranes, charrancitos, fumareles, págalos, pelícanos, alcas, pingüinos, frailecillos…, tienen el hábitat más extenso del planeta y sin embargo es el grupo de aves que encuentra más problemas para su supervivencia.

 

Se zambullen

muy despacio en el mar

cinco pelícanos

 Verónica Aranda

 

Primeras gotas.

El vuelo del petrel

sobre el roquedo.

 Rodolfo Langer

 

Banco de sardinas…

el brillo por delante

de los pingüinos

 Mary Vidal

 

Dependen del mar donde se alimentan y pasan el tiempo, y de la tierra donde se reproducen, teniendo que hacer frente a los problemas que en ambos se encuentran. Durante su migración cubren enormes distancias antes de posarse para su reproducción. Se han podido rastrear charranes árticos que han cubierto más de 80.000 Kms en un año.

 

El viento arrecia,

le enfrentan las gaviotas

su pecho blanco

 Manuel Hontoria

 

Brisa marina.

Planea entre la bruma

un cormorán.

 Gorka Arellano

 

Arena fría

la sombra de una gaviota

cruza las huellas

 Leticia Sicilia (Hadaverde)

 

La sobrepesca, la destrucción del hábitat, la contaminación, el calentamiento global, el desarrollo urbanístico del litoral, la profusión de infraestructuras en el mar, y otros más, son factores que amenazan su supervivencia. En España, paíños, petreles y pardelas son el grupo de peor estado de conservación, destacando entre ellas la pardela balear, catalogada en peligro crítico.

 

Marea alta-

del pico de la gaviota

escapa un pez

Pilar Carmona (Minori)

 

 

Tarde en el mar

picotean la espuma

unas gaviotas

 Sandra Pérez

 

Otro pollo muerto

entre las rocas.

Vuelo de pelícanos.

 Lester Flores

En muchas culturas, las aves marinas se asocian a leyendas y mitos que evocan misterios de alta mar. Para marineros y pescadores, estas pueden ser mensajeras de buena o mala fortuna. Cuentos antiguos sugieren, por ejemplo, que la presencia de los albatros trae suerte a los navegantes. Creían que estas aves encarnaban las almas de los marineros perdidos y poseían cualidades mágicas para ayudar en la curación. Dañar a un albatros era presagio de la ira del mar.

 

Relampaguea.

A cientos las gaviotas

vuelan a tierra.

 Manuel Hontoria

 

Fubukite kagari no kuraki ukawa kana

 

 Sopla el viento

apagando las antorchas,

pesca de cormoranes

 Masaoka Shiki

 

Zarpa un pesquero.

En el pretil del puente

siete gaviotas.

 Lucho Aguilar

 

A las aves marinas, especialmente las gaviotas se las ha representado como símbolo de libertad, de intuición y conexión con lo divino. Su capacidad para navegar entre dos mundos, el cielo y el mar, las convierte en símbolo poderoso de equilibrio, adaptabilidad y claridad mental.

 

Acantilados.

Restallan los graznidos

de las gaviotas

 Pedro Pagés (Yama)

 

Costa escarpada.

Planea una gaviota

sobre las pitas.

 María Ángeles Millán (Hikari)

 

Marea baja

Una colonia de gaviotas

en el verdín

Julia Guzmán

 

Cae la tarde y las gaviotas regresan a casa, no sin antes practicar en círculos su majestuoso vuelo.

Al mar.…

…siempre el mar, y esos compañeros alados, a caballo entre dos mundos, que nunca dejarán de sorprenderme.

Como decía el poeta Héctor Rosales en su poema, Gaviotas:

 

Ellas se llevan los pesares

somnolientos que verano ha reunido

en su casa. Anónima

entonces el alma, libre,

más liviana…

 

Más claro el horizonte…

una gaviota grazna

entre la lluvia

 María Ángeles Millán (Hikari)

 

Luz del alba en sus plumas

las gaviotas van al mar

 Manuel Hontoria

 

Last light

over the bay; the pelicans

are flying home

 

La última luz

sobre la bahía; los pelícanos

vuelan a casa

 Sarah Paris

 

-.-

Agosto 2025

Pareciera que después del solsticio de invierno, en Santiago de Chile, cuando menos, hubiese llegado la primavera. Han subido las temperaturas, tenemos más minutos de sol, las flores y los árboles están comenzando a despertar. Todos los años las estaciones se manifiestan distinto al año anterior. Al leer haikus de Bashou o Issa, se debe lidiar con el desfase de casi 45 días producido por el uso del calendario lunar en la época, versus el solar que utilizamos en la actualidad. Me pregunto si en cien años más la gente podrá comprender las claves estacionales que transmiten los kigos, y si en caso de no hacerlo, estos pasarán a acompañar a los makura kotoba (epítetos predefinidos) o los uta makura (lugares poéticos) como términos que refieren a un tiempo que ya fue.

Dejando estas divagaciones lingüísticas de lado, enfoquémonos en el tema de este mes que es el comienzo de una nueva estación en el mundo del kigo: el otoño o 秋 aki. Abarca desde 立秋 risshuu o inicio del otoño (alrededor del 08 de agosto) hasta el día anterior a 立冬 rittou o inicio del invierno, el 07 de noviembre, aproximadamente. Según el calendario lunar, corresponde a los meses de 文月 Fumidzuki o Séptimo Mes, 葉月 Hadzuki u Octavo Mes y 長月 Nagadzuki o Noveno Mes. Si bien comienza con el calor residual estival en agosto, la temperatura va descendiendo paulatinamente hasta llegar al frío de octubre. Así como los cerezos son prácticamente el sinónimo de la primavera, no se puede pensar en otoño sin hacerlo en el 紅葉 momiji o cambio del color de las hojas. Rol privilegiado ocupa también la luna en esta estación, siendo la mayoría de sus fases, kigo.

Para efectos de la utilización de las palabras estacionales, el otoño se divide en cuatro períodos: 三秋 sanshuu o tres otoños, cuyas palabras se pueden utilizar para componer haikus durante toda la estación. Luego está 初秋 shoshuu o inicio del otoño, que corresponde a agosto en el calendario solar y a 文月 Fumidzuki o Séptimo Mes, en el lunar. Aún se siente el calor veraniego, pero también comienza a hacerse presente la brisa otoñal. Continuamos con 仲秋 chuushuu o mitad del otoño, en septiembre y 葉月 Hadzuki u Octavo Mes, respectivamente. Se escuchan los insectos y la luna es más brillante que nunca. Y, por último, 晩秋 banshuu o fin del otoño, que abarca octubre o 長月 Nagadzuki; Noveno Mes. A medida que se acerca el invierno hay una sensación de soledad en el ambiente.

La selección de los haikus consistió en aquellos que utilizaban kigos de 三秋 sanshuu, es decir, que describen toda la estación, y 初秋 shoshuu para el inicio de esta.

Kigo: 秋夕焼 aki yuuyake; resplandor del atardecer otoñal. Se debe tener cuidado, ya que «夕焼 yuuyake; atardecer», es kigo de verano. Mientras los atardeceres de verano se asocian con los intensos colores y el calor, los atardeceres de otoño lo hacen con la soledad.

Período: 三秋 sanshuu; tres otoños

Categoría: 天文 tenmon; astronomía

Haijin: Tomiyasu Fuusei (1885-1979)

秋夕焼旅愁といはむには淡し

aki yuuyake ryoshou to iwamu ni wa awashi

resplandor del atardecer otoñal, nostálgico y muy tenue

El atardecer de otoño o 秋の夕暮れ aki no yuugure, es un tópico poético muy antiguo. Famosos son los tankas conocidos como 三夕 sanseki o tres atardeceres. En la competencia, a estas alturas mítica, “Roppyakuban Uta Awase”, Fujiwara no Teika, Saigyou y Jakuren compusieron los considerados mejores poemas con este tema.

Kigo: 蜻蛉 tonbo; libélula. Término general para los insectos pertenecientes al orden Odonata, que incluye Oni-yamama, Shiokara-dongbo y Odonata-tsuri. También se le llama akitsu o yanma. Su abdomen es largo y cilíndrico.

Período: 三秋 sanshuu; tres otoños

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Nakamura Teijo (1900-1988)

とゞまればあたりにふゆる蜻蛉かな

todomareba atari ni fuyuru tonbo kana

si me detengo, hacia mi vendrán las libélulas

Kigo: 中元 chuugen; ofrenda de mitad de año. En la antigua China, el día 15 del primer mes se celebraba como Shangyuan, el 15 del séptimo como Chugen y el 15 del décimo como Xiayuan. En Japón, el Chuugen del 15 de julio se considera equivalente al Festival Bon, y con el tiempo la gente comenzó a dar regalos a quienes les habían ayudado en el pasado. Generalmente, los regalos se envían entre el 1 y el 15 de julio, o un mes después, entre el 1 y el 15 de agosto, pero esto varía según la región y la zona. En lugares donde los eventos de Obon se celebran un mes después, es común ver que el Ochuugen también se envía un mes después.

Período: 初秋 shoshuu; inicio del otoño

Categoría: 行事 gyouji; eventos

Haijin: Kobayashi Tomisaburou (¿?)

妻逝きて盆礼もまたすたれたり

tsuma yukite bonrei mo mata sutaretari

no estando mi esposa, la ofrenda se ha vuelto obsoleta

El verbo 逝く yuku tiene como una de sus acepciones, fallecer. Siendo que es menos directo que 死ぬ shinu, elegí traducirlo como ‘que ya no está’. Por su parte 廃れる sutareru, indica algo que ha caído fuera de uso, pasado de moda, obsoleto.  Dado que según la RAE la palabra ‘ofrenda’ se refiere a: dádiva o servicio en muestra de gratitud o amor; me pareció una buena opción en este caso.

Kigo: 朝顔asagao; campanilla. Las campanillas, Ipomoea nil, son flores que anuncian la llegada del otoño. Se abren al amanecer y se marchitan al mediodía. Los japoneses siempre han sentido la llegada del otoño a través de estas flores. Fueron traídas a Japón por los enviados japoneses a la dinastía Tang como medicina durante el período Nara (710-794). En el período Edo (1603-1868) comenzaron a cultivarse con fines decorativos. También se les llama «牽牛花 kengyuu bana» porque florecen alrededor de Tanabata, en el séptimo mes del calendario lunar (finales de agosto en el calendario gregoriano) y kengyuu es la estrella Altair.

Período: 初秋 shoshuu; inicio del otoño

Categoría: 植物 shokubutsu; vegetación

Haijin: Yosa Buson (1716-1784)

朝がほや一輪深き淵のいろ

asagao ya ichirin fukaki fuchi no iro

una campanilla del color del fondo del abismo

Espero todos tengan un hermoso mes de agosto, lleno de poesía y buenas lecturas.

¡Hasta el próximo artículo!

Julio 2025

CONSTRUIR

En ramas secas
Ninguna ave posada.
Al caer la tarde.

 

DECONSTRUIR

Haiku compuesto al bajar por el camino en mi paseo habitual de El Real y fijarme en un árbol completamente seco al borde de la carretera. Me quedé un rato observándolo. Oía los cantos de las aves a mi alrededor, pero ninguna venía a posarse en la ramas de este viejo árbol. ¿Por qué sería? El árbol no contemplaba el seto de rosas que había a sus pies (ver la foto, con la Cabeza del Oso al fondo, a la izquierda, a cuyos pies está mi casa), sino la belleza de otro color rosa: el sutil de unas nubes teñidas con los arreboles del final de la tarde. A lo mejor las aves no querían perturbar con su presencia esta contemplación gozosa que hacía el árbol.

Por eso, se me ocurrieron estos versos:

Mira asombrado
Unas nubes lejanas
El árbol seco.

Acompaño foto para que el lector pueda apreciar la suave belleza de los tonos de las distantes nubes.

Es un haiku, me parece, provisto de esa cualidad del “reflejo” que preconizaba el maestro Bashō. Reflejo, es decir, cierta cualidad cromática en los versos, por vaga o discreta que sea. Esta cualidad no se expresa directamente, sino que se insinúa a través del asombro del árbol  personificado. El árbol, pese a estar muerto, ha cobrado vida con la mirada del haijin y aprecia el color de las nubes que hay en lontananza.  Es, tal vez por eso un haiku rico en sugerencia. Rico pero no es austero. Y a mí, en primer lugar, me gustan los haikus austeros, casi ascéticos. El arte del haiku ­–Blyth lo definía, a pesar de su rechazo a toda definición– como un arte ascético. En segundo lugar, tengo predilección por los haikus que expresan negaciones, ausencias, vacíos. Por estas dos razones, deseché este haiku del asombro y del “reflejo” con sugerencias cromáticas, y ofrezco a la atención de los lectores el otro, el que encabeza este escrito de julio. Uno que habla de aves que no se posan en ramas secas…

A alguien que lo lea quizás le recuerda el famoso de Bashō:

Kareeda ni
Karasu no tomarikeri.
Aki no kure

En ramas secas
Se han posado unos cuervos.
Tarde de otoño.

 

Un magistral haiku por su intensa cualidad monocromática, en blanco y negro, más evocadora que cualquier policromía, aparte de por la aliteración del fonema /k/ que sugiere el graznido del cuervo. Y por más razones. Pero no es una haiku de negaciones.

En cierto sentido, el arte del haiku, contemplado desde la perspectiva occidental, es la poesía de la triple negación: no a la expresión de los sentimientos, no a la expresión directa de la belleza, no a la formulación de verdades o enseñanzas. La predilección del haiku por la nada puede deberse a su deuda formativa con la enseñanza zen para la cual la nada o el vacío –reflejo de la sunyata budista– es sustancial.  La nada budista, nos recuerda el filósofo moderno Shin’ichi Hisamatsu, no es una negación del ser, ni la formulación intelectual de una visión nihilista, ni siquiera es una nada imaginada. Esta nada, que es la nada del haijin, es una mente activa, que va más allá del ser y del no ser, una nada en que se funde sujeto y objeto. En este poema, “ave” y “rama” son la misma cosa. Están fundidas.

He aquí un par de poemas del maestro Buson con negaciones:

 

Tagaysu wa
Tori sae nakanu
Yama kage ni

A la sombra del monte
Ni un pájaro se oye
Labrando en el campo.  

 

O este otro, maravilloso (con “resonancia”):

Mi tabi naite
Kikoezu narinu
Ame no shika

Bramó tres veces
Y ya no se lo oyó más.
Ciervo en la lluvia.

Vivimos en un mundo de ausencias y vacíos. Hagámoslo presente en diecisiete sílabas.

Dejarse fascinar por lo incompleto + Una especie de deseo

Córdoba, Argentina
Otoño-invierno
Junio 2025

 

Dejarse fascinar por lo incompleto

La verdadera belleza solamente llega a descubrirla aquel que mentalmente completa lo incompleto. La virilidad de la vida y del arte descansa en estas posibilidades de levantamiento.
El libro del té, Okakura Kakuzō

He mencionado que el haiku exige imaginar. Parece tener la función de conjurar un relato para sí mismo y robarse una escena de la memoria personal para tornarse el epígrafe de una escena experimentada o no. Pero esta vez me gustaría dejarme seducir por una idea en apariencia contraria a la voluntad de completar (o alimentar) los sentidos inmanentes a la escritura no-alfabética. Pareciera que lo dicho en torno al haiku va por dos vías: una la de la poesía del instante, que busca silenciar al lector, descolocarlo, para simplemente conmoverlo, para reivindicar esa atención plena que obliga a repetirlo; y una segunda vía piensa -como he mencionado antes- que el haiku aparece como esa frase incompleta que reclama el ejercicio de ser completado, por un relato que se trame entre sus signos o por la memoria involuntaria que la breve escena busca despertar. Esta segunda línea parece contener algo de la primera: como si ese sentido irreproducible o de pura potencia del instante pase al orden interpretativo con un gesto, el de la imaginación, la sugestión o la intuición sobre el breve poema.

Pero ¿si nos atreviéramos a tomar partido por las ausencias del haiku? por los puntos suspensivos que prosiguen a la pregunta “¿y qué?”

Habría que dejarse seducir por lo incompleto a fin de sostener que el haiku es una especie de categoría temporal, una modalidad del tiempo que no es anticipatoria y ni premonitoria. Una forma de presente incompleto que no exige ser pensando ni narrado. No se completa con un relato pasado que habría que recuperar, ni tampoco proyecta o programa. Es un tipo de interrupción poética del presente que no llega a inscribirse ni en la cadena del discurso ni en la de la historia. Extra temporal: su especie de hiper-determinación temporal que mucha veces se juega en la inclusión del kigo convive con la indeterminación de un presente que se esfuma sin avisos. Sus escenas nunca ocurren en el proscenio de la escritura sino que son circunstanciales que solo buscan reivindicar su función, una especie de escritura que solo funciona de manera oblicua. El haiku tiene de suyo nacer para extinguirse.

            Pensado así, el haiku parece ser un recordatorio de su propia forma. Hace valer las funciones del lenguaje por lo que son, desplegando un arsenal de artificios preciosos. Baja el volumen del significado para hacer brillar un tipo de tiempo que media y espacia lo que hay entre las palabras y las cosas, como un fulgor.

-.-

Córdoba, Argentina
Invierno
Julio 2025

Una especie de deseo

Esa especie de presente incompleto del haiku hace vibrar los sentidos en su inmanencia. En su brevedad solo se pueden establecer apenas una alianza inconsistente con esa escena que borra las precisiones del tiempos y los contornos de las cosas. Si quisiéramos seguir con esa hipótesis habría que leer de otro modo a Barthes, dejando de lado cierta imagen del estructuralista seducido por la gestualidad japonesa y leer sus textos de manera lateral, elevando las ideas que resuenan con aquellas consideraciones que podemos hacer del haiku japonés despejándolo de su inscripción literaria especifica.

            Esa lectura lateral implicaría seguir la intuición que moviliza la fascinación barthesiana. El haiku unidad mínima de un montaje (por no decir sistema) de la novela. Una pequeña observación o incidente que se conserva en el deseo de extenderse en relato. De allí, su deseo de haiku: “Deseo que ‘prenda’ en un discurso extendido” (Barthes 2005: 22). Pero, el haiku, nacido para extinguirse, no hace mas que conservar ese deseo, de guardarlo en su potencia. La interpretación en cuanto que proyección futura en un relato no haría más que estropear el haiku. O bien, la búsqueda de su inscripción biografía e histórica en un pasado perdería al lector en la tarea de repetir lo que el haiku pretende negar. Por el contrario el haiku en tanto que conserva el tiempo del deseo no pasa al tiempo del acto, o según Barthes, en el orden del lenguaje el haiku no hace mas que obstruir las vías de la interpretación; busca “suspender el lenguaje, no provocarlo” (Barthes, 1990: 96).

            Ese tiempo que el haiku deviene no es de ninguna manera místico; uno que rehúye lo absoluto, lo inefable, lo indecible. Si que el tiempo del haiku opera en la raíz del sentido, impide que divague en el infinito de metáforas y símbolos. El haiku no sigue el cauce donde el discurso discurre, sino que hunde en el sonido del viejo estanque como un “acontecimiento breve que encuentra de golpe su forma justa (1990: 102). Debemos perseguir la estela del signo vacío que adelgaza la barra entre significante y significado para que la escritura entre en fruición con lo sensible. Se trata de advenir la cosa misma en la palabra y, si asumimos esto, el haiku enciende en nosotros su deseo. Con sólo visar o echarle un ojo, el haiku nos despierta en una noche de verano que invita a dejar la escritura para entregarnos al brindis, como en el siguiente haiku que escogimos de Natsume Soseki:

名月や無筆なれども酒は呑む

meigetsu ya muhitsu naredomo sake wa nomu

Radiante luna.
Doy reposo al pincel,
pero no al sake.

(Sôseki 2013: 68-69)

Por su brevedad, el haiku se distancia del relato; lo rehúye. Ni novela (pues podríamos decir que apenas insinúa una trama), ni tampoco al del aforismo (no condensa un pensamiento, ni lo cifra). Aun así en cuanto que garabato de una escena, experiencia o gesto, en él, el signo y el sujeto se desorbita: no tienen un centro significante, un nombre del Padre que no deja de ausentarse para organizarlos signos torno así. En cambio, hay una especie energía de deseo que no hace más que dar rienda a unos signos que se despliegan en sus diferencias y sutilezas. Sin un centro de sentido pleno, el haiku expresa precisamente ese dinamismo: “los significantes exceden la palabra […] que el intercambio de signos sigue siendo de una riqueza […] fascinantes, a despecho de la opacidad de la lengua, incluso gracias a esa opacidad” (1990: 17). Lo que en él se comunica no es una voz que pretende transparencia o presencia, sino el cuerpo entero, de tal forma que: “lo que se conoce, degusta, recibe, es todo el cuerpo del otro, y es él quien ha desplegado (sin un verdadero fin) su propio relato, su propio texto” (1990: 19).

 

Bibliografía

Barthes, R. (1990). El imperio de los signos. Barcelona, Mondadori.

GOLONDRINAS/AVIONES/VENCEJOS

GOLONDRINAS/AVIONES/VENCEJOS

Ellas me traen la noche
de sus alas, cortan
la tarta de la luz en perfectas fracciones
cada vez más pequeñas,
cada vez
más deprisa, hasta el punto
culminante
en que su vuelo no se ve
porque es mucho más veloz que la mirada.

 Eduardo Fraile (Balada de las golondrinas)

 

Frente al mar, cuántas veces he visto el vuelo de golondrinas que vienen de las dunas, coquetean con las olas y regresan de nuevo a la caza de insectos cuando el calor aprieta y el olor de la sal se hace uno con el viento. Se las ve llegar del Sur, de su invernada en África siguiendo la línea de costa, de una en una, en hilera interminable al inicio de la Primavera.

 

Reflejos en el agua.

Una detrás de otra

las golondrinas.

 Jorge Alberto Giallorenzi

 

Aviones, golondrinas, vencejos, pequeñas aves migratorias de grandes similitudes que sin embargo pertenecen a familias diferentes (Golondrinas y aviones: hirundínidos, vencejos: apódidos). Con la llegada del verano no hay cielo sobre pueblos o ciudades que no se vea cubierto por sus bandadas. Sus cantos, en el caso de aviones y golondrinas, o gritos agudos en el caso de los vencejos, durante los ágiles vuelos circulares, perduran hasta que la oscuridad deja todo en silencio.

 

Nubes plomizas,

chillidos de vencejos

en torno al huerto.

 Elías Dávila

 

De madrugada

cruza la casa un canto

de golondrinas 

Susana Benet

 

Apenas luz,

y aún los chirridos

de los vencejos

Rafael Castillo Morales

Las tres son aves migratorias, viajeros increíbles que pueden recorrer miles de kilómetros sin posarse para descansar. En el caso de los vencejos, todo su ciclo vital se desarrolla en pleno vuelo, bajando solo a tierra para criar. Cuando un volandero abandona el nido es posible que pase en el aire los dos años siguientes, alimentándose y durmiendo sin necesidad de posarse.

 

luz matinal…

el vuelo trepidante

de los vencejos

 Xaro Ortolá

 

Garganta del diablo*

tras el arco iris

vencejos en picada

 Alicia Céspedes

*Salto principal de las Cataratas de Iguazú.

 

Desde las tradiciones europeas hasta las orientales, un nido de golondrina en casa se ha considerado un feliz augurio. Según una antigua leyenda española, las golondrinas son aves sagradas pues se dice quitaron con sus picos las espinas de la corona de Jesucristo, de ahí que tengan el pecho rojo. Exploradores y marinos las vieron siempre como aviso de la proximidad de lugares propicios para la vida, pues sus nidos requieren la presencia de barro, por ello de agua dulce.

 

  

Media mañana,

vuelan a ras del agua

las golondrinas.

 Verónica Aranda

 

Crían en entornos humanizados, y pese a la enorme ingesta de insectos, salvaguardando de plagas huertos, pueblos y ciudades, los nidos suelen ser destruidos, aunque exista protección por parte de las distintas legislaciones.

 

Nubes de lluvia.

Un bando de vencejos

sobre las viñas

 M. Ángeles Millán (Hikari)

 

Patio encalado

la sombra del vuelo

de los vencejos

 Encarna Ortiz (Encarna)

 

Un cielo azul…

 las golondrinas rehúyen

de la cometa

 Manuel Díez Orzas

 

En 2004 se calculó que había cerca de 30 millones de golondrinas en España. Desde entonces se pierden al año un millón de ejemplares. El uso de pesticidas, el abandono rural y los nuevos modos de construcción en los que se deja poco espacio para sus nidos, pueden ser las causas de su declive, también del de aviones y vencejos, estos últimos, ya especie catalogada de vulnerable.

 

Cruza un vencejo

El viento entre las plumas

del cañaveral.

M. Ángeles Millán (Hikari)

 

al mirar atrás

con otro brillo

el vuelo de los vencejos

 Félix Arce (momiji)

 

Ojalá podamos seguir recitando con la certeza que G.A. Bécquer lo hacía:

Volverán las oscuras golondrinas…

 

O, tal vez, como Eduardo Fraile en su libro Balada de las golondrinas:

 

Sé que me veis y me reconocéis 

cada nuevo verano, y sé que me esperáis 

y que guardáis memoria 

de quienes fuimos, aunque ya seáis otras 

y nosotros tampoco seamos los mismos … 

 

 

 

Plaza antigua

mientras suena el violín

las golondrinas

M. Ángeles Millán (Hikari)

 

Ascienden…descienden

los vencejos.

El olor de los tilos.

M. Ángeles Millán (Hikari)

 

 

machi-zora no tsubakurame nomi ataroshi ya

 

En la aldehuela

solo las golondrinas

parecen nuevas

Kusatao

 

 

Rumor del mar.

El bando de vencejos

emigra hacia el sur.

 Pilar Carmona (Piluca)

 

 

 

 

 

Julio 2025

Mientras aquí, en Santiago, hemos tenido un fin de otoño e inicio de invierno muy frío y con algo de lluvia, en el hemisferio norte ya están sufriendo los embates estivales. El otro día veía online el amanecer del solsticio de verano en Stonehenge y recordaba un amanecer que fue muy importante para mí y que, de hecho, es un kigo: el 初日の出 hatsu hi no de, o la primera salida del sol, kigo de Año Nuevo. El 01 de enero del 2013 tuve el placer de presenciarlo en la isla de Enoshima. Como pueden ver, continúo viviendo las estaciones de forma simultánea.

En el artículo de este mes nos corresponde cubrir el último período de la estación estival: 晩夏 banka o fines del verano. Corresponde a julio o el sexto mes del calendario lunar, Minadzuki. A pesar de estar finalizando la temporada, el calor sigue muy alto, sin embargo, la pronta venida del otoño se puede notar en el viento que sopla temprano en la mañana y al atardecer. Una de las celebraciones más esperadas y disfrutadas en Japón, y que se ha extendido en el mundo gracias a quienes estudian el idioma o consumen manga y anime, es el Tanabata o Festival de las Estrellas, el cual se celebra en gran parte de las prefecturas japonesas el 7 de julio, pero algunas lo hacen el 8 de agosto. Esta festividad celebra la conjunción de dos estrellas, Vega y Altair, explicada en la antigüedad con la leyenda de Orihime, la tejedora (Vega) y Hikoboshi, el pastor (Altair), quienes estaban separados por el río de la Vía Láctea y que sólo en la noche del 7 de julio podían reunirse. Tal era su felicidad que cumplían los deseos de los seres humanos que estos escribían en tanzaku, tarjetas colgadas en ramas de arbusto de bambú o sasa.

La selección de haikus de este mes es bien variada, espero la disfruten.

Kigo: 海の日 umi no hi; Día del Mar. Uno de los festivos nacionales en Japón. Originalmente se celebraba el 20 de julio, pero en 2003 se cambió al tercer lunes de este mes. Es un día para expresar gratitud por las bendiciones del mar y orar por la prosperidad de Japón, que es una nación marítima.

Período: 晩夏 banka; fin del verano

Categoría: 行事 gyouji; eventos

Haijin: Itou Touko (1871-1941)

海の日の正午を告げる船の笛

umi no hi no shougo wo tsugeru fune no fue

el silbato del barco anuncia el medio día en el Día del Mar

Kigo: ナイター naita-; juego nocturno de béisbol. El partido se juega de noche con las luces encendidas. Dado que jugar bajo el sol abrasador del verano es físicamente agotador, tanto para los jugadores como para los espectadores, el partido comienza al anochecer, cuando está relativamente fresco, y continúa hasta la medianoche.

Período: 晩夏 banka; fin del verano

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Murata Kyuutei (¿?)

ナイターの片隅で打つ小ばくち

naita- no katasumi de utsu shou bakuchi

en un rincón del juego nocturno una pequeña apuesta

Kigo: トマト tomato; tomate. De la familia de las solanáceas. Es originario de Sudamérica. El fruto se agrieta con la lluvia, por lo que suele cultivarse principalmente en invernaderos. Se dice que se introdujo en Japón durante el período Edo (1603-1868), pero su consumo ha aumentado en los últimos años y se han desarrollado diversas variedades. Sus brillantes esferas rojas evocan el sol de verano. Desprenden un olor agrio cuando aún están verdes y, al madurar completamente, están llenos de jugo y dulzor. Se disfrutan mejor fríos y crudos. Son utilizados en jugos, puré de tomate y diversas preparaciones culinarias.

Período: 晩夏 banka; fin del verano

Categoría: 植物 shokubutsu; vegetación

Haijin: Katou Akinori (1946)

濡れてゐる朝日の中のトマト買ふ

nurete iru asahi no naka no tomato kau

comprando tomates en el húmedo sol matutino

Kigo: 鶯音を入る uguisu ne wo iru; finaliza el canto del ruiseñor. El canto del ruiseñor, que cantaba con fuerza, se detiene a finales del verano. El “入る iru” en este caso significa “納める osameru o finalizar”. Es importante tener en cuenta que la palabra “鶯 uguisu o ruiseñor” utilizada sola es un kigo de primavera.

Período: 晩夏 banka; fin del verano

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Sakuragi Toshiaki (1894-1990)

石庭寺深く鶯音を入るる

sekitei ji fukaku uguisu ne wo iruru

en lo profundo del jardín de piedras del templo termina el canto del ruiseñor

Espero que quienes estén en el hemisferio norte puedan disfrutar del brillo y luminosidad del sol veraniego sin tener que sufrir demasiado por el calor y la humedad sofocantes. Y quienes estamos en el hemisferio sur, nos inspiraremos con estos haikus y soñaremos con paseos por los jardines o en la playa.

¡Hasta el próximo artículo!

NIDOS Y POLLUELOS

NIDOS Y POLLUELOS

“La vida lo que mejor sabe hacer es empezar.”
Joaquín Araujo

 

Nidos de Otoño, nidos de Primavera los más, algunos, todo el año. Llega Junio y fácil ver todavía volantones y polluelos creciendo en los nidos.

kuchi akete oya matsutori ya aki no ame

 

Abriendo los picos

Los pajaritos esperan a su madre:

la lluvia del otoño

Kobayashi Issa

 

Primeras golondrinas

El gorrión se resiste

A dejar el nido

 Manuel Díez Orzas

 

Olor a lluvia

De un pichón a otro

Una fila de hormigas

 María Ángeles Millán (Hikari)

 

En lo alto de los árboles, en las oquedades de un muro, en arbustos, torres, en la tierra, también en la arena…

 

las campanas…

reclaman a sus padres

unos polluelos

 Rubén Marín (Benrû)

 

agua serena…

entre los brotes de juncos

una camada de patos

 Xaro Ortolá

Las aves construyen sus nidos allá donde pueden estar protegidas de los depredadores, así como del viento, la lluvia o el sol, y puedan encontrar fácilmente alimento.

 

en la oquedad

del castaño caído

¡pía un polluelo!

 Gregorio Muelas Bermúdez

 

Esos pequeños seres alados, emplumados apenas e indefensos, inspiran ternura y nos conectan con el niño que llevamos dentro y la necesidad de proteger la vida de los más vulnerables. Véase el protagonismo que tienen en la literatura infantil de todos los países.

 

A la perdiz

le siguen sus polluelos

buscando sombra

 Antonia Martínez García

 

mucho frío

El pollito se hizo caca

en mi mano

 Niño 7 años:  Yasniel Izquierdo Casanova

 

Entre las manos

la cría del jilguero

Ventarrón

 Mary Vidal

 

Sutsubame no shita ni hi o taku amayo kane

Haciendo un fuego

bajo un nido de vencejos

¡la lluvia nocturna!

 Shirao

 

Un nido roto o vacío tras la tormenta, la llegada de un depredador, o simplemente el final del ciclo reproductivo dejan un halo de tristeza en aquel que lo contempla.

 

Miércoles de ceniza

Los nidos rotos

de los vencejos.

 Mavi

 

Cae la lluvia

sobre los nidos vacíos.

Níspero en flor.

 Fernando Mora

 

Castaño viejo.

La anciana amontona

nidos vacíos.

Elías Dávila

 

Fin de Año.

Las hormigas vienen y van

 en el pichón muerto.

 Jorge Giallorenzi

 

Difícil eclosionar, salir adelante, sobrevivir y llegar a adultos reproductores para, de nuevo, comenzar el ciclo. Como bien dice el amigo haijin y poeta, Enrique Linares, en su libro Unas alas en mi balcón:

“Me he dado cuenta que volar no es solo mantenerse en el aire. Previamente debes aprender a mirar más allá del nido, aceptar el estado de tus alas y descubrir que lo imposible está más cerca de conseguirse de lo que creemos”.

cielo sin nubes,

uno de los pollos

abre y cierra las alas

 Enrique Linares

Junio 2025

CONSTRUIR

Cáncer y nidos
En la pared cagada.
Un día especial.

DECONSTRUIR

Todas las semanas debo ir al hospital (aunque, por suerte, no por estar enfermo) donde entro por una puerta situada en una pared con una cornisa donde anidan los vencejos (¿o son los aviones o tal vez las golondrinas?). Una pared sucia por los excrementos de estas aves…  es el segundo verso de este haiku. Incluyo foto.

Los amantes del haiku espero que no le harán ascos a este extraño verso. Ellos saben que el feísmo y lo escatológico son simpáticas caras del poliédrico haiku, la poesía que a nada hace ascos y nada halla repugnante porque todo, todo en la naturaleza, lo santifica y ennoblece con su mirada.

Dos  ejemplos:

Entre los rastrillos
Y el estiércol de caballo,
Humea cálido el aire
(Kakei)

Y este famoso de Bashō:

Piojos y pulgas.
Un caballo que orina
Junto a mi almohada. 

El enfermo de cáncer marca como día especial aquel en que debe pasar por esta puerta, debajo de esta pared, para recibir su ración semanal o quincenal de quimioterapia. Si alza la vista y ve los nidos de la cornisa, seguro que duda de que tengan algo en común el nido –la seguridad, el calor– de una golondrina y el tumor cancerígeno –la incertidumbre, la salud amenazada– que corroe su cuerpo. ¿Lo tienen?

¡¡Sí!!  Sí en la mirada del haijin para quien cada día es especial. Cáncer y nido comparten una pared. Comparten una mirada.