Archivo de la etiqueta: Haikus

Septiembre 2021

La luna llena
No importa a donde vaya,
el cielo me es ajeno

– Chiyo-ni
(Tradc. Vicente Haya)

 

«11. Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.

  1. Asegurar los derechos humanos de las mujeres y las niñas y terminar con toda la violencia contra ellas.
  2. Promover la participación activa de las mujeres en todos los aspectos de la vida económica, política, cívica, social y cultural, como socias plenas e iguales en la toma de decisiones, como líderes y como beneficiarias.
  3. Fortalecer las familias y garantizar la seguridad y la crianza amorosa de todos sus miembros.»

(de la Carta de la Tierra)

Agosto 2021

Este mes no nos enfocaremos en un verso del que Bashou hubiera tomado inspiración o influencia, como hacemos habitualmente, sino en un lugar en particular y en todo el peso de significado que éste conlleva. Me refiero a la playa de Suma, actual Prefectura de Hyogo, que ya desde tiempos antiguos era considerada un “uta makura” 歌枕. Estas consistían en palabras poéticas que hacían referencia, principalmente, a lugares famosos y a todo el significado de contexto literario que se les había atribuido desde tiempos del Manyoushuu, la primera antología imperial, allá por los siglos VII y VIII.

Suma es muy reconocida por los lectores de literatura clásica japonesa, ya que tiene un papel importante en el Genji monogatari de Murasaki Shikibu, considerada la primera novela del mundo. Uno de sus capítulos, el correspondiente al destierro de Genji, transcurre en esta playa. En él vemos su sufrimiento por verse obligado a apartarse de su vida en la capital imperial y de todos sus afectos. Para ejemplificar lo doloroso de esta situación he elegido los poemas de despedida de Genji y Murasaki no ue.

Genji:

生きる世の別れも知らず命かけ愛しあったよいついつまでもと

ikiru yo no wakare mo shirazu inochi kake aishi atta yoitsu itsu mademo to

sin saber que en este mundo existía la separación te prometí mi vida pero ahora veo el fin de ese voto

 

Murasaki no ue:

惜しくないわたしの命と引きかえにいまのお別れのばしたいもの

oshikunai watashi no inochi to hikikae ni ima no owakare no bashi tai mono

preferiría dejar esta vida mía si con eso pudiera detener aunque fuera un momento esta separación

Y Bashou, haciéndose eco del dolor generado por esta separación forzosa, y de cómo Genji la sufre en Suma, compone un haiku que se encuentra recopilado en su obra más famosa, el “kikou” o crónica viajera Oku no hosomichi:

寂しさや須磨にかちたる浜の秋

Sabishisa ya suma ni kachitaru hama no aki

¡Tristeza! Supera hasta Suma, playa de otoño.

Y así vemos como un lugar y su carga emotiva conmueven a través de los siglos los corazones sensibles.

Haiku 30

源八をわたりて梅のあるじ哉

Genpachi o watarite ume no aruji kana

Cruzando el río
en el ferry de Genpachi
la maestría de los ciruelos.

El primer Puente de Genpachi fue construido en 1939. Anteriormente, se utilizaba un barco para cruzar el río Ôkawa. El nombre de Genpachi proviene de un banco de arena llamado «Genpatsu», situado en mitad del río.

Sus dos orillas eran completamente opuestas: en el este un pueblo sencillo y tranquilo rodeado de ciruelos y cerezos; en el oeste las residencias de los funcionarios bajo el gobernador de Osaka, y el santuario de Tenmangû dedicado a Sugahara no Michizane (845-903) de quien hemos hablado en el haiku número 27.

Este hombre convertido en dios, compuso un famoso poema:

«Kochi fukaba nioi yokoseyo ume no hana aruji nashi tote haru o wasuruna»
«Durante la ausencia de vuestro «amo» en Kioto, no olvidéis florecer; enviadme vuestra fragancia a mi nueva residencia en Dazaifu… ¡flores del ciruelo ! cuando sopla la brisa primaveral desde el este». La leyenda dice que los ciruelos en su palacio de Kioto volaron hasta Dazaifu en Kyushu.

Buson pudo cruzar de este a oeste para visitar el Santuario de Osaka Tenmangû dedicado al amo de los ciruelos (Sugahara no Michidane); Si cruzó de oeste a este el río a Nakano para admirar las flores del ciruelo y él se sintió abrumado ante la visión de los ciruelos florecidos.

塊に笞うつ梅の あるじ かな

katamari ni muchi utsu ume no aruji kana

El maestro del ciruelo
golpea un grupo
con su bastón.

Agosto 2021

no tengo nada,
¡salvo esta quietud,
esta frescura!

Kobayashi Issa
(Trad. José Maria Bermejo)

«9. Erradicar la pobreza como un imperativo ético, social y ambiental
a. Garantizar el derecho al agua potable, al aire limpio, a la seguridad alimenticia, a la tierra no contaminada, a una vivienda y a un saneamiento seguro, asignando los recursos nacionales e internacionales requeridos.
b. Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.
c. Reconocer a los ignorados, proteger a los vulnerables, servir a aquellos que sufren y posibilitar el desarrollo de sus capacidades y perseguir sus aspiraciones.»
(de la Carta de la Tierra)

julio 2021

CONSTRUIR

En el silencio
del río, quince patos.
Cerca, la noche.

DECONSTRUIR

Se adjunta una foto, tomada desde el puente viejo de Talavera sobre el Tajo, en la hora mágica del crepúsculo, cuando día y noche se funden en un huidizo abrazo.

El “silencio” del primer verso está causado no tanto porque a esa hora tardía no había cerca de mí nadie, cuanto la sensación de silencio que me produce el fluir casi imperceptible de este río desde dicho puente. En tal silencio, durante unos segundos, percibí el resquicio para colarme en la vida de estas aves acuáticas. Quince; pudieran ser más o pudieran ser menos. Un puñado de seres vivos, como yo, sumidos en su propia vivencia del silencio, de la proximidad de la noche, de su diario subsistir. ¿Era esta vivencia el núcleo más profundo de su vida?

    Makoto Ueda, el comentarista japonés cuyo artículo “La impersonalidad del haiku” estamos repasando en estas entregas mensuales, identifica como “esbeltez”, al cuarto de los principios poéticos enunciados por Matsuo Bashō –ciertamente a través de sus charlas y anotaciones de sus discípulos directos, pues sabemos que el maestro no escribió nada preceptiva poética alguna–. Este principio de esbeltez significa, en la interpretación de Ueda, la capacidad de sumergirse en el corazón de un objeto, ser vivo o situación con tal intensidad que al haijin le permita capturar la atmósfera impersonal que ese objeto, ser vivo o situación comparte con el universo. Nada menos. Es como si el alma poética fuera tan fina y esbelta que pudiera introducirse ese objeto, ser vivo o situación y ser capaz de tocar su núcleo más interno.  Dos haikus que Bashō consideraba poseedores de esbeltez son estos:

 También las aves
Deben de estar dormidas
En el lago Yogo.

Con un alma esbelta el poeta, que se alojaba en una cabaña cerca del lago y estaba insomne, entró en la vida de esas aves acuáticas descubriendo en ella la misma soledad del viajero, como la de él mismo, es decir, como la de todos los seres vivos que viajamos sin parar por este mundo.

El otro haiku con esbeltez es uno muy famoso:

 En la pescadería,
de la dorada en sal ¡qué frías también
parecen las encías!

 Cito a Ueda: «La dorada que vio el poeta en la pescadería estaba por supuesto muerta. Pero nuevamente con una mente esbelta el poeta penetró en el pescado y sintió fresco. Hay ambigüedad sobre qué le hizo sentir frío. Pudo ser que el día estaba fresco; o que en la pescadería hacía frío o simplemente porque tuvo sensación de frescor porque había muy poco género en la pescadería debido a que el mal tiempo había impedido que los pescadores salieran a faenar. O, quién sabe si la vista de las encías blancas de la dorada le produjo esta sensación de frescor. La palabra de “también” del segundo verso crea esta ambigüedad. Pero la impresión general producida por estos tres versos es, inequívocamente, de soledad. Sin embargo, no importa lo esbelto que se vuelva el poeta, no es tarea fácil penetrar en la vida interna de un objeto o ser cualquiera. Requiere la completa deshumanización del haijin, la disolución de todas sus emociones. Pero es evidente que como ser humano que es, el poeta no puede vivir sin emociones, pues la suya es una existencia biológica que se debe mantener a través de deseos físicos. El poema se deshumaniza, sin embargo, solo unos segundos. Son instantes muy valiosos para el poeta, porque le brindan la única ocasión para vislumbrar la esencia impersonal del universo, la energía vital más interior que comparten todas las cosas y seres de la naturaleza. De aquí se deriva el principio de inspiración poética, el quinto necesario para componer un haiku”, sobre el cual hablaré en la próxima entrega.