Enero 2020

… la sección se denominará “Con-des”, las sílabas iniciales, o casi, de “construir” y “destruir”. Con “construir» significo un haiku propio con que iniciaré mi colaboración. Con “destruir» significo el comentario, el análisis, la anécdota, o la mención de algún haiku o waka famoso en la literatura japonesa relacionado con algún motivo con el haiku propio aportado…

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Entre la niebla,
la luna, el árbol, el monte.
Lejos, ladridos.

 

Compuesto en el curso de mi paseo cuando caía la noche y se elevaba la luna creciente sobre la Cabeza del Oso (el cerro que acoge mi casa en la sierra de Gredos). Un paseo que realizaba en compañía de mi fiel perrito Zarco. La visión mencionada, entre la niebla del vallejo, era espectacular. Una visión, borrosa, espectral, que los poetas antiguos japoneses denominaban «honobono». «Honobono» es eso: entrevisto a duras penas. Uno de esos términos entrañables para la sensibilidad de los japoneses. Quizás porque apunta a la ambigüedad y falta de precisión en los contornos.

Uno de los poemas «waka» (cinco versos) más célebres de la literatura japonesa empieza con tal palabra. Dice «Honobono to / Akashi no ura ni / asagiri ni / shima gakure yuku / fune o shi zo omou».  Muchos creen que es un poema anónimo, por sus arcaísmos y aire antiguo, aunque en el Kokinshu, la antología del año 905, se le atribuye al poeta Kakinomoto. Su traducción:

 

“Al alba tenue

en la bahía de Akashi,

y entre la bruma,

un barco de nostalgias

tras las islas se pierde.»

 

(Es la misma versión que aparece en «El pájaro y la flor. Mil quinientos años de poesía clásica japonesa» donde, por supuesto, lo «destruyo» con algún breve comentario)

El tercer verso de este haiku de la niebla vista con Zarco podría haber sido: «Al caer la noche» o «Tarde de otoño». En este último caso tendría entonces este verso cinco sílabas, que es lo que mandan los cánones del haiku convencional, pero quería darle una fuga acústica. Los cánones están, al fin y al cabo, para saltárselos. Es más divertido. Y, ciertamente, se oían ladridos a lo lejos. También, pues estaba en pleno campo, yo oía en mi paseo distantes esquilas de ovejas, pero este sonido me parecía demasiado bucólico, demasiado «hermoso». «Ladridos» me parecía más como viril. Y yo no persigo la belleza en mis modestos haikus. ¿Qué persigo?  Tampoco virilidad, claro. ¡Ah! Si lo supiera.

Esta vez no incluyo foto alguna. Que como lector/lectora te lo puedas imaginar es más sugerente, ¿verdad?