Lo cubre un manto
de flores amarillas.
Solar vallado.
Lo cubre un manto
de flores amarillas.
Solar vallado.
Haibun 22
Once años, alguien hizo que recordara mi primer viaje en tren a la luz del día a los once años, cuando leí en unos versos «esa palabra»
Íbamos en tren… de esos carreta, que para recorrer 365 km. demoraba 12 hs.
Era verano, diciembre, de vacaciones a casa de mis abuelos. Con el olor de los libros… las últimas tareas… el último dibujito, la madera de los lápices en el sacapuntas todavía frescos en mi cabecita y llena de emoción por los días venideros : el pequeño pueblo de calles de tierra, el paso del tren a dos cuadras del cuarto, los paraísos sombrilla, los juegos a su sombra, el canto ensordecedor de las chicharras. Las aventuras en el campo, las noches a la luz del sol de noche, los sonidos del ganado, la cocina a leña, la carneada, la… el… tanto!
Y por esas horas el traca traca… el chirrido de la puerta, el olor del baño, el sudor del señor sentado al otro lado del pasillo, el agujero en el asiento de madera, el sol, la cortina…
Todos los movimientos indicaban que ya era la hora de abrir los paquetes hechos en casa. Almorzamos nuestro sandwich de milanesa y de pronto, en la ventanilla, un campo como un mar amarillo… con el sol a pleno de mediodía, se abrió ante mis ojos.
Me cautivó tanto, que en mi cabeza sólo existió el instinto irrefrenable de tocarlo.
Desde un tren que marchaba tan lento, qué puedes pensar, nada… sólo hacerlo antes que acabe…
arde mi mano,
rozando desde el tren
flores de colza
Mirta Gili Gili
(Argentina)