CONSTRUIR
Al sol de enero
Duerme un viejo en su silla.
Tocan las dos.
DECONSTRUIR
Este haiku es un asomo de historia. No sé qué historia. Pero detrás de la visión de un viejo, encasquetado en su gorra y sentado en una silla de ruedas, que descabezaba un sueño bajo el sol perezoso de enero mientras cinco pasos más allá su cuidadora, evidentemente a sueldo por el servicio de cuidar al anciano, se distraía hablando por el móvil, había una historia. Una historia tal vez triste.
Su historia, sin conocer los contornos, me conmovió cuando yo regresaba a casa y a eso de las dos de la tarde pasaba al lado de los muros de la basílica de Nuestra Señora del Prado, en Talavera de la Reina. Junto a uno de los bancos del jardín que rodea la iglesia, estaba el viejo en su silla de ruedas, adormecido por la tibieza del sol de invierno.
Me conmovió la visión. Y en ese momento, el reloj de la iglesia tocó las dos.
El tiempo, sacudido por las campanadas, iba a lo suyo: su paso inexorable. Mientras, el viejo dormitaba, felizmente olvidado unos instantes de su vejez desvalida.
No sé la historia del viejo, ni de su cuidadora, ni de la silla de ruedas. ¿Qué importa? Sé un poco la historia del paso del tiempo del que esas dos campanadas me hicieron tomar conciencia.
Conozco un famoso haijin cuyos versos eran también asomos de historias no dichas. Era Buson, el poeta-pintor, que vivió entre 1716 y 1784 y al que muchos consideran inferior solo a Bashō. De Buson son aquellos famosos versos:
Posada inmóvil
Sobre la campana del templo
Una mariposa.
Pero el haiku de Buson, de los muchos que son historias no dichas en forma de versos, que más me gusta es este:
Lluvias de mayo
Y enfrente del gran río
Un par de casas.
Es una historia con suspense, una historia dramática. ¿Se llevarán las aguas desbordadas por las lluvias a las dos humildes casas? ¿Qué será de sus pobres moradores? El suspense, el drama hechos poesía.
Otro haiku de Buson con “una historia”:
Pasos anhelados
En las hojas caídas.
¡Qué lejos se oyen!
¿Una historia de amor? ¡Qué importa no conocerla cuando nos conmueve hasta la médula el crujido sordo de unos pasos en la hojarasca!