Ebriedad

Noviembre 2024
Primavera
Córdoba, Argentina

Ebriedad

El que actúa fracasa;
el que aferra algo lo pierde.
Por eso el sabio no actúa
y de ese modo no fracasa;
nada aferra y de ese modo nada pierde.

Tao Te Ching, LXIV (2012, p. 157)

La ebriedad es como el Tao. El principio más importante del Taoísmo es el wu-wei (no-creación). Esto es, un principio originante de lo existente. El Tao comienza por reconocer que no hay entidades fijas ni un conocimiento convencional. Frente a ello, propone un principio de espontaneidad que implica un desasimiento mental. La mente humana no es una vacuidad pueril, sino que debe basarse en su inteligencia espontánea sin forzarla. En este sentido, se postula un modo de conocimiento parcial del mundo. Se trata de una espontaneidad original que recibe el nombre de tzu-jan y podría traducirse como “cualidad de ser uno mismo así” (Watts, 2010: 23). Dejando de lado la visión central de la percepción del mundo, el Tao apuesta al uso de la visión periférica o, como refiere Alan Watts, andar ebrio por el camino. Ese andar borracho es afín al Tao: término que significa vía, camino o hablar, es decir, que implica un modo de transitar y habitar el mundo.

Los ebrios caminan zigzagueantes; pueden estar ebrio de felicidad, de tristeza, exaltados o desanimados, aturdidos en los oídos o iluminados en un remolino infinito que trae la aceptación de las cosas tal como son. Los borrachos se enojan y dicen verdades. Todos conocemos algún tipo de borracho. Pero ¿quién podría emborracharse hasta el poema? Emborracharse de un shot de sake, de un shot de haiku.

ほろほろ酔うて木の葉ふる

horohoro youte konoha furu

 Como las hojas al caer, me emborracho lentamente

*

酔へなくなったみじめさはこほろぎがなく

yoi e nakunatta mijimesa wa kohorogi ga naku

 sin haberme emborrachado aún, los grillos suenan infelices.

*

食べる物はあって酔ふ物もあつて雑草の雨

taberu mono wa atte yoi fu mono mo a tsute zassō no ame

Hay comida, hay alcohol
Lluvia sobre la maleza

*

酔ざめの風のかなしく吹きぬける

yoi zamenofū no kanashiku fuki nukeru

 El viento sopla tristemente mi embriaguez.

 

Bibliografía

Lao-Tse. (2012). Tao Te Ching. (ed.; trad. I. Preciado Idoeta) Trotta: Madrid.

Watts, Alan. (2014). Budismo. Kairós: Barcelona.

Santōka, Taneda (16 de septiembre de 2014) 草木塔 [Pagoda vegetal (selección de haikus)]. Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/749_34457.html La traducción es nuestra.

Noviembre 2024

CONSTRUIR

Entra una hormiga
En la sala de conferencias.
Tarde de otoño.

 

DECONSTRUIR

El fin de semana pasado, 1-3 de noviembre, en Castrojeriz, Burgos, la empresa de ocio cultural Remanso organizó un retiro de Lectura dedicado a una novela de Tanizaki titulada Sobre Shunkin, un prodigio de factura literaria.

https://unremanso.com/retiro-carlos-rubio-casa-asia-castrojeriz.html

Fueron dos días dedicados solo leer, reposada y atentamente, en el entorno apacible y cómodo de un antiguo convento llamado Quinta de San Francisco.  Me pidieron que coordinara las dos o tres sesiones de dicho Retiro. En ellas aprendí mucho de las impresiones que la lectura de ese libro iba dejando en unos 20 avezados lectores llegados de toda España. Las sesiones tuvieron lugar en un moderno pabellón acristalado de hermoso techo de madera. La primera, quizás por ser la primera de las sesiones o por lo espacioso de la sala o porque aún no nos conocíamos y había cierta tensión, empezó con un extraño aire de solemnidad. Era el momento de las presentaciones. Mientras alguien hablaba, observé cómo a mis pies una diminuta hormiga negra avanzaba por el suelo entarimado de la sala. ¿Qué podía hacer esta criatura en este lugar? ¿Acaso algo menos importante de lo que en ese momento hacíamos nosotros, cómodamente sentados en círculo dentro de esta gran sala?

Dentro, en mi imaginación, nació el germen de este haiku:

Una hormiga
Entre seres humanos
En la gran sala.

Issa Kobayashi, el gran haijin de las criaturas más humildes, tiene este otro:

Seres humanos
Y una mosca perezosa
En la gran sala.

Pero a mi haiku yo quería darle color. Durante esa sesión de la Quinta de San Francisco, a través del amplio ventanal de la sala, la caída de la tarde era anunciada por el amarillo pálido de unos chopos. Quise darle juego al otoño burgalés de esa tarde con el haiku que hoy presento a la atención amable de los lectores de El Rincón. Quisiera que el amarillo del otoño y el negro del pequeño insecto lo pongáis vosotros.

Espacios de vida

Bashô, el eterno viajero, enferma en el camino y se despide delirando, soñando con el páramo seco. Ese desasosiego nace de un impulso irresistible, la búsqueda de la belleza y del conocimiento, que acaba integrándolo todo: la actividad y la quietud, lo exterior y lo interior; monte y jardín, adentrándose en salón de la casa. El poeta lo vive todo con los cinco sentidos, en un constante despertar que incluye valores esenciales: curiosidad, asombro, compasión, delicadeza, humor, generosidad, gratitud… Comparte techo en albergues, en templos, en casas de amigos. Ve cómo aguanta el Templo de la Luz el empuje de las lluvias de mayo; se pregunta -avanzado el otoño- qué hará el vecino, y observa, con naturalidad, las cosas más humildes: el escalofrío de unos puerros blancos recién lavados; el riesgo de una bola de nieve ante el fuego; unos monjes sorbiendo té en silencio: la emoción con que se mira a los caballos una mañana nevada; un hombre que bebe solo y que no se consuela ni con las flores ni con la luna…

                En sintonía con el gran maestro, los espacios de vida afloran constantemente en el haiku. Uno de los más intensos es el de la soledad: Rotsû, el mendigo, excluido de los regalos del fin de año; Onitsura, resignado a contemplar la luna de otoño sin su niño en las rodillas; Chiyo-ni, angustiada, preguntándose a dónde habrá ido su pequeño cazador de libélulas; Hôsai, que hasta tosiendo se siente solo y para consolarse abre la mano para ver sus cinco dedos… Buson siente cierta alegría en la soledad; e Issa llega a decir que hasta la picadura de un mosquito es consuelo, si se está solo. Issa comparte con la pulga su noche larga y solitaria; invita al gorrión huérfano a jugar con él, y anima a la pequeña rana débil en su lucha, y al caracol en su intento escalar el Fuji. El poeta nos brinda unas escenas inolvidables: el gato sin dueño que duerme en las rodillas del gran Buda, o el gato doméstico, sentado -como uno más de la familia- un fin de año… El ser humano convive con otras criaturas que comparten su espacio íntimo o cercano: el perro, la golondrina, el ratón, el grillo, la mosca o la mariposa.

             Algunos poetas viven su soledad insomne escuchando el viento de la montaña o el fragor de una cascada que cae al mar. Otros ven la belleza en las cosas más humildes: la luna llena, hasta en la olla de cocer las patatas (Kyoroku), o la maravilla de la Vía Láctea a través de la ventana rota (Issa). Y, en un alarde de sensibilidad, la vergüenza que siente antes los iris la cacerola sucia (Chiyo-ni). La compasión es otro rasgo que humaniza y consuela. Compasión por el inválido, por el recogebotellas aterido bajo la nevada, por la grulla enferma y hasta por el espantapájaros, casi humano, mojándose. Y, “contra todos los contras” -que diría César Vallejo-, la entereza frente a la pérdida o a la desgracia: Masahide, sobreponiéndose, con cierto humor poético, al incendio su propia casa; Kikaku, celebrando la suerte de haber nacido con el fresquito; Shôha, sintiendo la dicha de despertarse vivo con la lluvia invernal… Y este intenso mensaje de Kusatao -hoy más que nunca-: “que el valor sea la sal del mundo”.

***

 

 

Haibun 56

Haibun 56

La Garganta del Fraile

El amanecer en soledad, en este paraje del parque de nacional de Monfragüe, es un disfrute de los sentidos, la luz va inundando el paisaje y solamente se escuchan algunos cantos

Cargo mi mochila, y con Roy mi perro labrador, aun sabiendo que este día de mayo será caluroso, emprendo la ruta con la certeza de que a lo largo del camino la sombra de los árboles y el frescor de las charcas, que forman la lluvia, me ofrecerán lugares ideales para el disfrute y el descanso.

Dejando las ultimas casas el camino me lleva hasta la dehesa salpicada por alcornocales y encinas, hay pequeñas granjas a un lado y a otro del camino donde los cerdos negros disfrutan echados al sol. Sigo caminando, Roy ya divisa una charca, adelantándome emprende una carrera para disfrutar del agua, la charca con las lluvias de primavera y la ondulación del terreno es lo bastante profunda y a Roy le encanta nadar, por eso al alejarme lo tengo que llamar una y otra vez. El camino ahora es una pendiente que baja hasta un pequeño valle que forma el arroyo de Las viñas, aquí la vegetación cambia, algunos alisos y matorrales forman un paisaje virgen donde la mano del hombre no ha intervenido y ahora en verano está poblado insectos

El olor del arroyo-
Las flores de jara
 han abierto los pétalos

Los roquedos de la sierra de Santa Catalina, hasta donde nos dirigimos, forman una cascada de agua que da nombre a la Garganta del Fraile, antes de llegar ya observo en el cielo el vuelo de las rapaces que pueblan todo el parque, esta zona es ideal para el avistamiento de las mismas y con los prismáticos enfocando su vuelo seguimos, el camino se torna abrupto hasta llegar a la zona  de recreo; sentada en un banco de piedra, me envuelve el rumor del agua y me dejo llevar , el agua es vida y toda esa energía me inunda por dentro, abre los sentidos y la observación se agudiza.

El color de los roquedos-
Un buitre leonado
en su nido

                                                                                                       Encarna Ortiz Serrano
Recas – Toledo (España)

1. Dōgen: El entorno enseña

¿Quién soy yo? ¿Qué es todo esto? Como veíamos en la entrada anterior, Dōgen echa mano de una curiosa forma de contestar la primera de estas preguntas: el que pregunta desaparece de la escena y luego vuelve a aparecer a través de la escena. Mejor sería decir que aparece a través del entorno: el entorno nos muestra quiénes somos. Esta no es una idea original de Dōgen: él mismo parece rastrearla muy atrás en la tradición zen china. En general, la idea es que el entorno nos enseña, el entorno predica el Dharma. No es que la realidad de las cosas esté contenida en las enseñanzas budistas, sino que el sentido de las enseñanzas budistas es la realidad concreta y viva de las cosas.

En ningún otro lugar parece más clara esta manera de pensar que en el capítulo “Keisei sanshoku” del Shōbōgenzō, la más extensa y filosóficamente sofisticada obra del maestro Dōgen. El título de dicho capítulo puede traducirse como “La voz del valle y la forma de las montañas”. Allí el maestro asegura que los valles y las montañas predican el Dharma —en general, el entorno predica el Dharma, como ya decíamos—. Para ejemplificarlo, cita algunas historias de la tradición zen, comenzando por la del poeta laica So Tōba (en chino Su Dong Po), quien habría vivido entre 1036 y 1101. Un día, el laico Tōba contemplaba el paisaje e, inspirado por él, escribió así:

Las voces del valle del río son
La ancha y larga lengua [del Buda]
De noche 84 000 versos
Otro día, ¿cómo decírselo a otros? (Shōbōgenzō: The True Dharma-Eye Treasury. Tr. Nishijima Gudo Wafu Nishijima y Chodo Cross. Berkeley, Numata Center for Buddhist Translation and Research, 2009: p. 110; adición de los traductores)

Esta apertura a aprender de las cosas mismas lo que ellas son se extiende a la pregunta por uno mismo, es decir, el “quién soy yo”. Es decir, las diez mil cosas me muestran quién soy yo. Dōgen es claro al respecto en el capítulo “Genjōkōan” de su Shōbōgenzō: “Impulsarnos nosotros mismos a practicar y experimentar la miríada de fenómenos es ilusión. Cuando la miríada de fenómenos activamente nos practica y experimenta a nosotros mismos, ese es el estado de realización” (Ibíd., p. 41). Me parece que detrás de esta aseveración subyace una manera de pensar y de ejercitarse a uno mismo que hace posible lo que después ocurrirá en el haiku de figuras como Bashō o Issa: el individuo aparece en su mismidad en su modo de no aparecer, en su modo de dejar que una cierta escena gane todo el protagonismo. La escena me muestra quién soy. Eso, de hecho, ya lo ponía en práctica el mismo Dōgen. Él empleaba el waka para mostrarnos quién es.

Por ejemplo, en una ocasión escribió:

また見むと

思ひし時の

秋だにも

今宵の月に

ねられやはする

mata minto

omoishi toki no

aki da ni mo

koyoi no tsuki ni

nerareyawasuru

Cuando deseo

verla de nuevo

el otoño

la luna esta noche

me roba el sueño.

(Traducción propia, publicada en “La constitución de la subjetividad desde la interdependencia y los desafíos socioecológicos del siglo XXI: una aproximación desde Dōgen”. Theoría, n.º 41 (2021), p. 162)

Corría el año 1253. Para entonces, Dōgen ya era maestro y se había establecido en su templo, Eiheiji, pero debió viajar a su natal Kioto para buscar tratamiento a una grave enfermedad (que acabaría quitándole la vida no mucho después). El retorno a su patria chica, aunque temporal, le causaba sentimientos encontrados. El poema citado corresponde al momento en que él se encontraba en una cabaña cerca de la ciudad justo para el tiempo de la primera luna de otoño. Una ambigüedad gobierna el poema. ¿Qué es lo que Dōgen desea ver de nuevo: la luna de Kioto —que quizá recuerde con nostalgia—, o la luna de otoño —la última que, probablemente, tendrá ocasión de ver—? A lo mejor ambas cosas. Sentimientos encontrados… Esto se entreteje con el gozo que demuestra el maestro-poeta ante la visión de la luna de otoño. Melancolía y gozo caminan juntas, por paradójico que parezca —y no deja de ser una experiencia muy humana, como bien lo expresan los lusófonos con su saudade.

Es verdad que en el poema recién comentado poema, a diferencia de “El rostro original”, aparece el poeta: en el texto original no dice “yo” en ninguna parte, pero se presupone. Aun así, como es común en el género waka, el “yo” no es la clave de la expresión. ¿Cómo nos muestra Dōgen quién es? A través de la luna de otoño. Ella nos muestra quién nos habla.

Ebriedad

Noviembre 2024
Primavera
Córdoba, Argentina

Ebriedad

El que actúa fracasa;
el que aferra algo lo pierde.
Por eso el sabio no actúa
y de ese modo no fracasa;
nada aferra y de ese modo nada pierde.

Tao Te Ching, LXIV (2012, p. 157)

La ebriedad es como el Tao. El principio más importante del Taoísmo es el wu-wei (no-creación). Esto es, un principio originante de lo existente. El Tao comienza por reconocer que no hay entidades fijas ni un conocimiento convencional. Frente a ello, propone un principio de espontaneidad que implica un desasimiento mental. La mente humana no es una vacuidad pueril, sino que debe basarse en su inteligencia espontánea sin forzarla. En este sentido, se postula un modo de conocimiento parcial del mundo. Se trata de una espontaneidad original que recibe el nombre de tzu-jan y podría traducirse como “cualidad de ser uno mismo así” (Watts, 2010: 23). Dejando de lado la visión central de la percepción del mundo, el Tao apuesta al uso de la visión periférica o, como refiere Alan Watts, andar ebrio por el camino. Ese andar borracho es afín al Tao: término que significa vía, camino o hablar, es decir, que implica un modo de transitar y habitar el mundo.

Los ebrios caminan zigzagueantes; pueden estar ebrio de felicidad, de tristeza, exaltados o desanimados, aturdidos en los oídos o iluminados en un remolino infinito que trae la aceptación de las cosas tal como son. Los borrachos se enojan y dicen verdades. Todos conocemos algún tipo de borracho. Pero ¿quién podría emborracharse hasta el poema? Emborracharse de un shot de sake, de un shot de haiku.

ほろほろ酔うて木の葉ふる

horohoro youte konoha furu

 Como las hojas al caer, me emborracho lentamente

*

酔へなくなったみじめさはこほろぎがなく

yoi e nakunatta mijimesa wa kohorogi ga naku

 sin haberme emborrachado aún, los grillos suenan infelices.

*

食べる物はあって酔ふ物もあつて雑草の雨

taberu mono wa atte yoi fu mono mo a tsute zassō no ame

Hay comida, hay alcohol
Lluvia sobre la maleza

*

酔ざめの風のかなしく吹きぬける

yoi zamenofū no kanashiku fuki nukeru

 El viento sopla tristemente mi embriaguez.

Bibliografía

Lao-Tse. (2012). Tao Te Ching. (ed.; trad. I. Preciado Idoeta) Trotta: Madrid.

Watts, Alan. (2014). Budismo. Kairós: Barcelona.

Santōka, Taneda (16 de septiembre de 2014) 草木塔 [Pagoda vegetal (selección de haikus)]. Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/749_34457.html La traducción es nuestra.

Noviembre 2024

En Santiago estamos teniendo una primavera bastante inestable, algo usual para una estación intermedia, aunque en los últimos años nos habíamos acostumbrado a una suerte de mini verano. Pero más allá de la variación en temperatura y luz del sol, es hermoso ver las flores en su máximo esplendor e, incluso, algunas mariposas volando de aquí para allá en esta ajetreada capital.

Este mes veremos la última de las estaciones climatológicas: invierno o 冬 fuyu. Abarca, según el calendario actual en uso en Japón, desde 立冬 rittou o inicio del invierno (07 de noviembre) hasta el día anterior a 立春 risshun o inicio de la primavera (04 de febrero). Según el calendario tradicional o 旧暦 kyuureki, corresponde a los meses de 神無月 Kannadzuki o Décimo Mes, 霜月 Shimodzuki o Décimo Primer Mes y 師走 Shiwasu o Décimo Segundo Mes. Hace más de un milenio Minamoto no Muneyuki describió el alma de la estación en su famoso poema, compilado en el Kokin Wakashuu y en el Hyakunin Isshu:

 

山里は冬ぞさびしさまさりける人目も草もかれぬと思えば

yamazato wa fuyu zo sabishisa masarikeru hitome mo kusa mo karenu to omoeba

en la aldea de montaña invierno es cuando la soledad se acrecienta, el ruido de la gente y hasta la hierba han menguado, siento

 

Así, desde la antigüedad, el verdadero significado del invierno es la marchita soledad y el fin de todas las cosas. Japón tiene una de las mayores cantidades de nieve caída durante la estación invernal del planeta, por lo tanto, es fácil de comprender esta aseveración, sobre todo en tiempos antiguos, cuando las aldeas quedaban completamente aisladas durante los meses invernales.

En el mundo del kigo, el invierno se divide en cuatro períodos: 三冬 santou; tres inviernos, cuyas palabras se pueden utilizar en la composición de haikus durante toda la estación. Luego está 初冬 shotou o inicio del invierno, que corresponde a noviembre en el calendario solar, y a 神無月 Kannadzuki o Décimo Mes, en el lunar. Continuamos con 仲冬 chuutou o mitad del invierno; diciembre o 霜月 Shimodzuki; Décimo Primer Mes. Finalmente tenemos 晩冬 bantou o fin del invierno, que abarca enero o 師走 Shiwasu; Décimo Segundo Mes.

Los haikus que traduje para ustedes este mes corresponden a 三冬 santou; tres inviernos y 初冬 shotou o inicio del invierno.

 

Kigo: 冬ざれ fuyuzare; llega el invierno. Describe el sentimiento cuando llegando el invierno, las plantas y los árboles se marchitan, y el paisaje hasta donde alcanza la vista, incluidos el océano y las montañas, se vuelve desolado.

Período: 三冬 santou; tres inviernos

Categoría: 時候 jikou; estacional

Haijin: Yamazaki Hisao (1927)

冬ざれの景に旧軍港ありぬ

fuyuzare no kei ni kyuu gunkou arinu

en el paisaje invernal había un viejo puerto naval

Kigo: 短日 tanjitsu; días cortos. Se refiere a los días cortos del invierno. Después del equinoccio de otoño, el sol se pone más temprano en noviembre y diciembre, y las horas de luz son más cortas en el solsticio de invierno.

Período: 三冬 santou; tres inviernos

Categoría: 時候 jikou; estacional

Haijin: Takase Tetsuo (1958)

カステラのざらめ嚙みあて日短し

kasutera no zarame kamiate hi mijikashi

mordiendo la azúcar morena del queque, los días se van acortando

Kigo: 息白し ikishiroshi; blanco aliento. En las mañanas de invierno, cuando la temperatura es baja, el vapor de agua del aliento se enfría, haciéndolo parecer blanco.

Período: 三冬 santou; tres inviernos

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Kadokawa Teruko (1928-2004)

白息をかけて遺愛の眼鏡拭く

shiroiki wo kakete iai no megane fuku

limpia con el blanco aliento sus amados lentes

Kigo: 熊穴に入る kuma ana ni iru; entra el oso en el agujero. Los osos hibernan en agujeros de árboles o cuevas desde que se acumula la nieve hasta que se derrite en la primavera. Sin embargo, no hibernan por completo, sino que pasan el tiempo durmiendo mientras utilizan la grasa acumulada y otros nutrientes. Las hembras dan a luz y crían a sus crías durante este período.

Período: 初冬 shotou; inicio del invierno

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Nakatani Makaze (¿?)

熊穴に入るや孤独の風の音

kuma ana ni iru ya kodoku no kaze no oto

entra el oso en el agujero, el sonido del viento solitario

Espero disfruten de los haikus seleccionados en este artículo; incluso puede que les ayuden a refrescarse si están sufriendo del inicio del calor acá en el hemisferio sur. Nos vemos el próximo mes, ya terminando el primer año de ‘El mundo del kigo’.

Con el viento solano el olor de la higuera

A lo largo de estas entradas hemos hablado, entre otros temas, del fuego, del aire y de la tierra. Faltaría el aire para completar la tétrada aristotélica, y es por ello por lo que dedicamos la entrada del mes de noviembre a este elemento. El viento, fuerza motriz generadora y etérea, es tan antiguo como el mundo, y supone prueba de ello que tenga tantos nombres distintos según su intensidad, su dirección y su humedad. De entre todos los elementos de la tétrada, quizá el aire sea el que más conectado está por su propia levedad al valor estético del karumi. Por esta razón, haremos una selección mixta: mostraremos algunos haikus donde se entrevé este valor; y, finalmente, expondremos otros cuyo aware pleno se focaliza en este elemento.

la brisa –
gorriones volando
entre naranjos en flor

Este haiku destila ligereza por sus poros: la brisa leve, el vuelo grácil de los gorriones livianos y el olor tenue del azahar. En estos versos, todo pesa poco, y esa levedad se percibe en la propia composición interna del haiku. Su lectura no es pesada y tiene los elementos necesarios para completar la escena. Por ello, podríamos considerar este haiku como arquetipo representativo del valor estético karumi. Entendemos como karumi esa sensación de ligereza que proporcionan los elementos del haiku: delicados, fluidos, poco masivos y apenas densos; como si fuesen “poca cosa”, de manera que las relaciones entre ellos heredan dicha levedad. Podríamos equiparar este valor estético con aquello que se percibe como “etéreo”, adjetivo derivado de éter, que, en griego antiguo, αθήρ, significa ‘aire fresco’. Este haiku tiene karumi porque tiene esa chispa vaporosa: el olor del azahar es fresco, el aire de cuyo olor se contagia también lo es. Por si fuera poco, en el aire perfumado de azahar también encontramos hosomi (vid. §2. El agua de remojar garbanzos). Karumi y hosomi están relacionados: los elementos fluidos que dotan a un haiku de karumi suelen ser el canal por el que las cualidades de los entes se contagian de unos a otros (hosomi).

De hecho, hay veces en las que ambos valores aparecen íntimamente entretejidos:

Olivar.
Con el viento solano
el olor de la higuera

 

En este haiku excelente, el olor de la higuera que llega a través del viento es el detonante de la escena. El aware es consecuencia natural del contraste olfativo entre los olivos y la higuera, cuyo olor se percibe claramente aun siendo una frente a muchos. También tiene karumi este haiku de olor, pero ¿tienen karumi todos los haikus que hablan de olor? La respuesta es negativa. Creemos que la clave del karumi, además de la cualidad de ligereza, es la cualidad de pasajero, que hace referencia a la “frescura” que comentábamos antes. Un haiku que hablara de un olor penetrante (porque se adhiriese a la materia, no porque no fuese agradable al olfato), no tendría karumi, pues ese olor no se podría despegar con facilidad de la entidad a la que contagia. En cierto modo, los rasgos adquiridos por hosomi devienen rasgos propios, futoki mono, si el tiempo de exposición o su intensidad son suficientemente elevados. Karumi tendría en cuenta cuán contagiado ha sido un ente de rasgos adquiridos por hosomi que no son suyos, cuán “frescos” están esos rasgos, que llevan demasiado poco tiempo en él para poder considerarlos ya como parte propia de ese ser que asume dichos rasgos. El olor ligero de la higuera se desprenderá del viento un poco más lejos del sitio donde la haijin vive la escena, y esa cualidad de “olor pasajero”, ese “poco olor a higuera”, dota al haiku de karumi.

Cada vez
que pasa el viento
se alza la espiga

En este haiku, el karumi queda patente en el propio aware, y es distinto a los anteriores porque habla de una acción que es propiamente karumi, en lugar de referenciar a una entidad cuyas cualidades posean dicho rasgo. El haijin se emociona cuando el aire levanta una espiga hacia arriba. La espiga es ligera, delicada y quebradiza, porque pesa poco y es frágil; el viento que la alza también es leve, porque tiene poca entidad; pero lo que dota al haiku de verdadero karumi es el hecho de que la espiga se alce de manera pasajera cuando hay algo de viento. La cualidad “estar alzado” es tan leve como el viento agente y la espiga, sujeto paciente de la acción.

Con todo, no debemos olvidar que lo que distingue a un haiku bueno de otro es tener aware. El karumi es un valor estético que, por sí solo, no hace a un haiku ni mejor ni peor. Veamos otros dos más cuyo elemento común también es el aire:

el viento racheado
aleja el nubarrón –
canta una perdiz

El aware de este haiku está en el adjetivo “racheado”, que imprime fuerza al viento y, además, describe a la perfección cómo se aleja el nubarrón: cada racha de aire es un golpe que separa más la nube del haijin. El corazón del haiku radica en decir que este viento es “racheado”; si no fuera dicho, la percepción de este cambiaría por completo, o quizá no habría habido aware. La perdiz, ajena a la batalla que presencia el haijin, continúa con su canto.

Juegan los primos –
La brisa de la tarde
bajo la palmera

 

Concluimos esta entrada con un haiku que rebosa paz. El haijin, que está vigilando a dos niños que son primos entre sí y cuya relación de parentesco con el que escribe es indiferente, disfruta sentado de la ligera brisa que corre, a la sombra de una palmera. Los niños se divierten jugando, incluso se escuchan sus gritos y sus risas, y también se entrevé la sonrisa que esboza el autor al verlos jugar. Ver felices a otras personas también lo hace a uno feliz: es otra de tantas razones por las que sentirse agradecido y dar gracias al mundo. En definitiva, un haiku fresco y delicioso para los sentidos.

 

(Los haikus seleccionados pertenecen, en orden de aparición, a J.L. Vicent, Encarna, Idalberto Tamayo, J.L. Vicent y Gorka Arellano).