(Nota del traductor: Excepcionalmente, cuando Shiki comenta tres grabados, en el propio texto se han incluido enlaces para poder observar los mismos conforme se lee. Tras la entrega de Shiki, en las anotaciones, se añaden comentarios sobre los mismos).
Ryftsai Hiroshige es uno de los más grandes maestros del grabado. En sus paisajes, siempre captura elementos que a otros artistas se les escapan. Cuando pinta sitios famosos, lo hace de manera muy especial, y consigue un gran sentido de la realidad, haciendo siempre que el paisaje resulte interesante y el resultado final sea muy artístico. Hiroshige prestó mucha atención a estos dos puntos (interés del paisaje y reproducción final) y siempre lograba sus objetivos. Esto, por sí solo, sería suficiente para demostrar que no era un pintor ordinario, pero, además, demostró un gran dominio de las reglas de la perspectiva. En otras palabras, coloca cosas cercanas que se ven grandes, y las lejanas pequeñas. Todo el mundo sabe eso, pero al parecer, nadie como Hiroshige era capaz de traducir de manera tan clara, la realidad a una imagen.
Por ejemplo, en primer plano pinta la gran lámpara bajo la puerta de Kannon, en Asakusa, y el pequeño edificio principal del templo, se ubica en la parte posterior. Pinta agrandadas las horquillas alineadas casi bajo sus ojos, y muy pequeño el santuario Ôtori, que queda detrás, a lo lejos. Se ve muy grande el paso de una barca que asoma, detrás la barca Yoroi, y los almacenes se van empequeñeciendo conforme están más lejos.
Hay pocos ejemplos en la pintura japonesa de tal uso explícito de la perspectiva. ¿Quizás Hiroshige lo descubrió mirando las pinturas occidentales? De todos modos, es una lástima que, a pesar de su magnífico genio pictórico, no abandonó nunca el Ukiyo-e (las Pinturas del Mundo Flotante). Quiero decir, que su pincel tenía pues, algo de vulgar.
…Notas propias y de las fuentes
– Las imágenes que Shiki comenta, pertenecen a la colección Cien famosas vistas de Edo (realmente, y a pesar de su nombre, la serie completa es de 119 imágenes). Los japoneses han estudiado y asimilado la perspectiva lineal occidental desde mediados del siglo XV, a través de libros occidentales que entraron en Japón primeramente por Nagasaki, pero, eso sí, reinterpretados y utilizados con su criterio y forma de entender el espacio. Se centraban en la disminución del segundo plano, prefiriendo el hecho de marcar los contrastes entre la proximidad y la lejanía aunando elementos heterogéneos, a la consecución de crear una homogeneidad global y espacial. El traductor al francés, recomienda a este respecto consultar el texto de Inaga Shigemi «La reinterpretación de la perspectiva lineal en Japón (1740-1830) y su regreso a Francia (1860-1910)», Actas de la Investigación en Ciencias Sociales, 49-1, 1983, p. 29-45, que hemos podido leer y descargar desde aquí (clicar).
- Shiki habla del Ukiyo-e, concepto conocido en occidente como “Pinturas del mundo flotante” o “Estampa japonesa”, que es un género de grabados realizados mediante xilografía o técnica de grabado en madera. El Ukiyo (Mundo Flotante) es el nombre con el que se describe un estilo de vida urbano, principalmente de tipo hedonista, que se desarrolló durante el período Edo de la historia de Japón. El nombre supone una alusión irónica al término «Mundo Sufriente» o plano terrenal de muerte y renacimiento, en el que se basa el budismo. Este tipo de impresiones xilografiadas son hoy las más reconocidas y famosas, pero en aquel momento eran solo un género menor de pintura japonesa. Posteriormente, desde finales de la década de 1850, despertaron el interés en Occidente, convirtiéndose en una verdadera locura en la década de 1870 y 1880. En Japón, fueron reevaluadas y consideradas en la década de 1920.
- Por abundar más en las imágenes que Shiki cita, nos basaremos en una edición especial de las Cien famosas vistas de Edo (Meisho Heido hyakkei), reproducida en 2007 por el Ota Memorial Museum of Art –Tokio- (en reedición Lamers-Schütze P. -dir.-, textos de Melanie Trede & Lorenz Bichler, 2010, ed. Taschen, Colonia). Comentaremos, en primer lugar, la que habla de unas horquillas y el santuario de Ôri. La obra se titula Asakusa tanbo Torinomachi môde (11/1857) o “Campos de arroz en Asakusa y la fiesta Torinomachi”. Es la imagen número 101 de la colección, y en la citada obra se dice literalmente:
“La estilizada silueta del Monte Fuji aparece, pequeña, a la roja luz del sol que acaba de ponerse. Su forma de cono regular se inscribe simétricamente en el retículo formado por las varillas de madera de una ventana que ocupa prácticamente toda la altura de la estampa.
La retícula, visible al haberse corrido las puertas shôji, insinúa que nos encontramos en una casa de té en Yoshiwara, donde las prostitutas apenas podían abandonar el barrio, y muchas veces ni siquiera las casas de té donde vivían. El gato blanco que mira hacia el espacio libre detrás de los barrotes ha sido realizado con la técnica de impresión kimedashi, lo que le da un carácter tridimensional que le hace resaltar de la superficie; es un símbolo de la cortesana que acaba de terminar su trabajo.
Un cliente ha abandonado recientemente el establecimiento: el cuenco de agua que se acaba de utilizar y la toalla tirada negligentemente son testigos de ello, al igual que los onkotogami o «servilletas de papel para el acto honorable», que sobresalen a la izquierda, semiocultos en la parte trasera de un biombo.
Delante se aprecia el regalo que ha traído el cliente: las «horquillas de zarpa de oso» (kumate kanzashi), un motivo que une la escena del interior con la fiesta de Torinomachi, que da título a la escena y que se celebra en el exterior.
Es la última hora de la tarde del Día del Gallo en el mes undécimo; en el fondo se aprecia esquemáticamente el cortejo festivo camino del templo de Chôkokuji. Los peregrinos llevan rastrillos alzados, en forma de zarpas de oso. Desde el siglo XII se empleaban como armas en la guerra para atacar al enemigo; aquí se han convertido en un símbolo para traer felicidad: con su ayuda, las ocupadas en la profesión atraerán clientes.
Esta estampa fascinó también a los europeos del siglo XIX, pues se reprodujo ya en un dibujo en blanco y negro en un artículo de William Anderson sobre Hiroshige, publicado en 1889 en la revista Le Japon Artistique”.
- Para echar un vistazo a la interesante revista citada, Le Japon Artistique, se puede acceder a su índice y de ahí a su contenido clicando aquí. En cualquier caso y más concretamente, sí que recomiendo revisar el artículo citado de W Anderson sobre Hiroshige, al que se puede acceder para ver en línea o descargar, clicando aquí.
- El referido kimedashi del gato de la estampa, es lo que en occidente se conoce como gofrado. El relieve, en las xilografías del ukiyo-e, se conseguía prensando el papel por detrás contra las marcas talladas en la plancha de madera. Como esto se hacía con el codo, la técnica se llamaba nikuzuri, o “estampación a la carne”.
- El comentario que en la citada obra de la editorial Taschen se hace de otra de las imágenes que comenta Shiki, en este caso, de la que realza la gran lámpara bajo la puerta de Kannon y que originalmente se titula Asakusa Kinryuzan (7/1856) o El templo de Kinryûzan en Asakusa; la número 99 de la serie, es literalmente:
“El popular templo de Kinryûzan , dedicado al bod-hisattva Kannon y situado en el barrio de Asa kusa, forma parte asimismo de las atracciones de Edo que Hiroshige plasmó repetidamente desde diversas perspectivas y en diferentes estaciones del año. Las más frecuentes son las escenas nevadas, en las que se reúne una gran muchedumbre, con ocasión de las ceremonias budistas de fin de año, en los templos o delante de estos, en los mercados anuales. Por el contrario, en esta estampa -que se convertiría en todo un emblema de la atrevida obra tardía de Hiroshige- el tema en sí no es la atracción turística ni el tráfago de personas, sino la composición y el ambiente que crea.
La hoja de la «puerta del trueno» (kaminarimon), teñida de rojo y verde azulado, que se introduce sugestivamente a la izquierda, y la gigantesca linterna de papel, que entra en la escena desde arriba, crean un escenario impresionante y solemne a la vez, que deja la puerta Niômon y la pagoda libres a la mirada. En la linterna, y en un gran carácter negro sobre fondo rojo brillante, se aprecia el último signo de los donantes: «Shinbashi». La nieve y la sombra azul clara de la puerta de entrada dominan el plano medio y proporcionan un ambiente de silencio. Visitantes aislados, que se reproducen de espaldas, con paraguas cubiertos de nieve y sombreros, bordean el camino y se dirigen a la «puerta de los dos reyes vigilantes» (Niômon), que aparece -en rojo brillante- detrás de árboles nevados. De acuerdo con las leyes de la perspectiva central, su tamaño disminuye conforme crece la distancia.
La estampa fue aprobada por los censores en el séptimo mes de 1856, dos meses después de que la pagoda fuera restaurada e inaugurada solemnemente de nuevo, tras el devastador terremoto de 1855. Como en tantas otras ocasiones, Hiroshige traslada el edificio central al plano medio, donde aparece semioculto. Hiroshige reprodujo el lugar exactamente en este momento, en recuerdo de este importante acontecimiento”.
- Por último, la otra obra comentada por Shiki es la de la barca Yoroi, que es la número 46 y se titula Yoroi no watashi Koami-chô (10/1857) o La barca Yoroi y Koami-chô. El comentario que adjunta la estampa es:
““Una nube amarilla, de tonos entre suaves y fuertes, brilla en un cielo casi blanco de corte inusual. La larga lista de almacenes para alimentos, de los que solo se presentan contornos, proporciona una idea de la riqueza y variedad material reinantes en Edo. La ausencia de color y la reducción debida a la perspectiva en la lejanía contrastan con mucho efecto con el primer plano de una dama noble, que lleva un vestido elegante y de dibujos en vivos colores.
Delante de los almacenes entra en la escena, desde la izquierda, la proa de un barco de transporte. La proa y la sombrilla de la dama se enfrentan una a otra, a alturas ligeramente desplazadas, lo que crea una unión formal entre las dos orillas. Entre ellas, un hombre remando de pie, en una postura que recuerda a los gondoleros venecianos. Al igual que Venecia, la serenissima italiana, también Edo estuvo fuertemente marcada por la omnipresencia del agua, por los numerosos canales y el transporte fluvial.
En la orilla izquierda del río Nihonbashigawa puede verse la barca Yoroi. Durante mucho tiempo, las barcas-trasbordador fueron el medio preferido para cruzar el río, sobre todo en las vías acuáticas que formaban parte del sistema de fosos de agua alrededor del palacio del Shogun, por lo que eran importantes para la defensa.
El amplio aislamiento del país, que comenzó el gobierno en 1639, y la estabilidad política que comenzó a con la dinastía Tokugawa reforzó la sensación de seguridad y llevó a construir cada vez más puentes, pues ahora se consideraban menos como una amenaza. Facilitaban el cruzar el agua y permitían una creciente movilidad, que benefició considerablemente el desarrollo del comercio”.