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Ebriedad

Noviembre 2024
Primavera
Córdoba, Argentina

Ebriedad

El que actúa fracasa;
el que aferra algo lo pierde.
Por eso el sabio no actúa
y de ese modo no fracasa;
nada aferra y de ese modo nada pierde.

Tao Te Ching, LXIV (2012, p. 157)

La ebriedad es como el Tao. El principio más importante del Taoísmo es el wu-wei (no-creación). Esto es, un principio originante de lo existente. El Tao comienza por reconocer que no hay entidades fijas ni un conocimiento convencional. Frente a ello, propone un principio de espontaneidad que implica un desasimiento mental. La mente humana no es una vacuidad pueril, sino que debe basarse en su inteligencia espontánea sin forzarla. En este sentido, se postula un modo de conocimiento parcial del mundo. Se trata de una espontaneidad original que recibe el nombre de tzu-jan y podría traducirse como “cualidad de ser uno mismo así” (Watts, 2010: 23). Dejando de lado la visión central de la percepción del mundo, el Tao apuesta al uso de la visión periférica o, como refiere Alan Watts, andar ebrio por el camino. Ese andar borracho es afín al Tao: término que significa vía, camino o hablar, es decir, que implica un modo de transitar y habitar el mundo.

Los ebrios caminan zigzagueantes; pueden estar ebrio de felicidad, de tristeza, exaltados o desanimados, aturdidos en los oídos o iluminados en un remolino infinito que trae la aceptación de las cosas tal como son. Los borrachos se enojan y dicen verdades. Todos conocemos algún tipo de borracho. Pero ¿quién podría emborracharse hasta el poema? Emborracharse de un shot de sake, de un shot de haiku.

ほろほろ酔うて木の葉ふる

horohoro youte konoha furu

 Como las hojas al caer, me emborracho lentamente

*

酔へなくなったみじめさはこほろぎがなく

yoi e nakunatta mijimesa wa kohorogi ga naku

 sin haberme emborrachado aún, los grillos suenan infelices.

*

食べる物はあって酔ふ物もあつて雑草の雨

taberu mono wa atte yoi fu mono mo a tsute zassō no ame

Hay comida, hay alcohol
Lluvia sobre la maleza

*

酔ざめの風のかなしく吹きぬける

yoi zamenofū no kanashiku fuki nukeru

 El viento sopla tristemente mi embriaguez.

 

Bibliografía

Lao-Tse. (2012). Tao Te Ching. (ed.; trad. I. Preciado Idoeta) Trotta: Madrid.

Watts, Alan. (2014). Budismo. Kairós: Barcelona.

Santōka, Taneda (16 de septiembre de 2014) 草木塔 [Pagoda vegetal (selección de haikus)]. Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/749_34457.html La traducción es nuestra.

Noviembre 2024

CONSTRUIR

Entra una hormiga
En la sala de conferencias.
Tarde de otoño.

 

DECONSTRUIR

El fin de semana pasado, 1-3 de noviembre, en Castrojeriz, Burgos, la empresa de ocio cultural Remanso organizó un retiro de Lectura dedicado a una novela de Tanizaki titulada Sobre Shunkin, un prodigio de factura literaria.

https://unremanso.com/retiro-carlos-rubio-casa-asia-castrojeriz.html

Fueron dos días dedicados solo leer, reposada y atentamente, en el entorno apacible y cómodo de un antiguo convento llamado Quinta de San Francisco.  Me pidieron que coordinara las dos o tres sesiones de dicho Retiro. En ellas aprendí mucho de las impresiones que la lectura de ese libro iba dejando en unos 20 avezados lectores llegados de toda España. Las sesiones tuvieron lugar en un moderno pabellón acristalado de hermoso techo de madera. La primera, quizás por ser la primera de las sesiones o por lo espacioso de la sala o porque aún no nos conocíamos y había cierta tensión, empezó con un extraño aire de solemnidad. Era el momento de las presentaciones. Mientras alguien hablaba, observé cómo a mis pies una diminuta hormiga negra avanzaba por el suelo entarimado de la sala. ¿Qué podía hacer esta criatura en este lugar? ¿Acaso algo menos importante de lo que en ese momento hacíamos nosotros, cómodamente sentados en círculo dentro de esta gran sala?

Dentro, en mi imaginación, nació el germen de este haiku:

Una hormiga
Entre seres humanos
En la gran sala.

Issa Kobayashi, el gran haijin de las criaturas más humildes, tiene este otro:

Seres humanos
Y una mosca perezosa
En la gran sala.

Pero a mi haiku yo quería darle color. Durante esa sesión de la Quinta de San Francisco, a través del amplio ventanal de la sala, la caída de la tarde era anunciada por el amarillo pálido de unos chopos. Quise darle juego al otoño burgalés de esa tarde con el haiku que hoy presento a la atención amable de los lectores de El Rincón. Quisiera que el amarillo del otoño y el negro del pequeño insecto lo pongáis vosotros.

Espacios de vida

Bashô, el eterno viajero, enferma en el camino y se despide delirando, soñando con el páramo seco. Ese desasosiego nace de un impulso irresistible, la búsqueda de la belleza y del conocimiento, que acaba integrándolo todo: la actividad y la quietud, lo exterior y lo interior; monte y jardín, adentrándose en salón de la casa. El poeta lo vive todo con los cinco sentidos, en un constante despertar que incluye valores esenciales: curiosidad, asombro, compasión, delicadeza, humor, generosidad, gratitud… Comparte techo en albergues, en templos, en casas de amigos. Ve cómo aguanta el Templo de la Luz el empuje de las lluvias de mayo; se pregunta -avanzado el otoño- qué hará el vecino, y observa, con naturalidad, las cosas más humildes: el escalofrío de unos puerros blancos recién lavados; el riesgo de una bola de nieve ante el fuego; unos monjes sorbiendo té en silencio: la emoción con que se mira a los caballos una mañana nevada; un hombre que bebe solo y que no se consuela ni con las flores ni con la luna…

                En sintonía con el gran maestro, los espacios de vida afloran constantemente en el haiku. Uno de los más intensos es el de la soledad: Rotsû, el mendigo, excluido de los regalos del fin de año; Onitsura, resignado a contemplar la luna de otoño sin su niño en las rodillas; Chiyo-ni, angustiada, preguntándose a dónde habrá ido su pequeño cazador de libélulas; Hôsai, que hasta tosiendo se siente solo y para consolarse abre la mano para ver sus cinco dedos… Buson siente cierta alegría en la soledad; e Issa llega a decir que hasta la picadura de un mosquito es consuelo, si se está solo. Issa comparte con la pulga su noche larga y solitaria; invita al gorrión huérfano a jugar con él, y anima a la pequeña rana débil en su lucha, y al caracol en su intento escalar el Fuji. El poeta nos brinda unas escenas inolvidables: el gato sin dueño que duerme en las rodillas del gran Buda, o el gato doméstico, sentado -como uno más de la familia- un fin de año… El ser humano convive con otras criaturas que comparten su espacio íntimo o cercano: el perro, la golondrina, el ratón, el grillo, la mosca o la mariposa.

             Algunos poetas viven su soledad insomne escuchando el viento de la montaña o el fragor de una cascada que cae al mar. Otros ven la belleza en las cosas más humildes: la luna llena, hasta en la olla de cocer las patatas (Kyoroku), o la maravilla de la Vía Láctea a través de la ventana rota (Issa). Y, en un alarde de sensibilidad, la vergüenza que siente antes los iris la cacerola sucia (Chiyo-ni). La compasión es otro rasgo que humaniza y consuela. Compasión por el inválido, por el recogebotellas aterido bajo la nevada, por la grulla enferma y hasta por el espantapájaros, casi humano, mojándose. Y, “contra todos los contras” -que diría César Vallejo-, la entereza frente a la pérdida o a la desgracia: Masahide, sobreponiéndose, con cierto humor poético, al incendio su propia casa; Kikaku, celebrando la suerte de haber nacido con el fresquito; Shôha, sintiendo la dicha de despertarse vivo con la lluvia invernal… Y este intenso mensaje de Kusatao -hoy más que nunca-: “que el valor sea la sal del mundo”.

***

 

 

1. Dōgen: El entorno enseña

¿Quién soy yo? ¿Qué es todo esto? Como veíamos en la entrada anterior, Dōgen echa mano de una curiosa forma de contestar la primera de estas preguntas: el que pregunta desaparece de la escena y luego vuelve a aparecer a través de la escena. Mejor sería decir que aparece a través del entorno: el entorno nos muestra quiénes somos. Esta no es una idea original de Dōgen: él mismo parece rastrearla muy atrás en la tradición zen china. En general, la idea es que el entorno nos enseña, el entorno predica el Dharma. No es que la realidad de las cosas esté contenida en las enseñanzas budistas, sino que el sentido de las enseñanzas budistas es la realidad concreta y viva de las cosas.

En ningún otro lugar parece más clara esta manera de pensar que en el capítulo “Keisei sanshoku” del Shōbōgenzō, la más extensa y filosóficamente sofisticada obra del maestro Dōgen. El título de dicho capítulo puede traducirse como “La voz del valle y la forma de las montañas”. Allí el maestro asegura que los valles y las montañas predican el Dharma —en general, el entorno predica el Dharma, como ya decíamos—. Para ejemplificarlo, cita algunas historias de la tradición zen, comenzando por la del poeta laica So Tōba (en chino Su Dong Po), quien habría vivido entre 1036 y 1101. Un día, el laico Tōba contemplaba el paisaje e, inspirado por él, escribió así:

Las voces del valle del río son
La ancha y larga lengua [del Buda]
De noche 84 000 versos
Otro día, ¿cómo decírselo a otros? (Shōbōgenzō: The True Dharma-Eye Treasury. Tr. Nishijima Gudo Wafu Nishijima y Chodo Cross. Berkeley, Numata Center for Buddhist Translation and Research, 2009: p. 110; adición de los traductores)

Esta apertura a aprender de las cosas mismas lo que ellas son se extiende a la pregunta por uno mismo, es decir, el “quién soy yo”. Es decir, las diez mil cosas me muestran quién soy yo. Dōgen es claro al respecto en el capítulo “Genjōkōan” de su Shōbōgenzō: “Impulsarnos nosotros mismos a practicar y experimentar la miríada de fenómenos es ilusión. Cuando la miríada de fenómenos activamente nos practica y experimenta a nosotros mismos, ese es el estado de realización” (Ibíd., p. 41). Me parece que detrás de esta aseveración subyace una manera de pensar y de ejercitarse a uno mismo que hace posible lo que después ocurrirá en el haiku de figuras como Bashō o Issa: el individuo aparece en su mismidad en su modo de no aparecer, en su modo de dejar que una cierta escena gane todo el protagonismo. La escena me muestra quién soy. Eso, de hecho, ya lo ponía en práctica el mismo Dōgen. Él empleaba el waka para mostrarnos quién es.

Por ejemplo, en una ocasión escribió:

また見むと

思ひし時の

秋だにも

今宵の月に

ねられやはする

mata minto

omoishi toki no

aki da ni mo

koyoi no tsuki ni

nerareyawasuru

Cuando deseo

verla de nuevo

el otoño

la luna esta noche

me roba el sueño.

(Traducción propia, publicada en “La constitución de la subjetividad desde la interdependencia y los desafíos socioecológicos del siglo XXI: una aproximación desde Dōgen”. Theoría, n.º 41 (2021), p. 162)

Corría el año 1253. Para entonces, Dōgen ya era maestro y se había establecido en su templo, Eiheiji, pero debió viajar a su natal Kioto para buscar tratamiento a una grave enfermedad (que acabaría quitándole la vida no mucho después). El retorno a su patria chica, aunque temporal, le causaba sentimientos encontrados. El poema citado corresponde al momento en que él se encontraba en una cabaña cerca de la ciudad justo para el tiempo de la primera luna de otoño. Una ambigüedad gobierna el poema. ¿Qué es lo que Dōgen desea ver de nuevo: la luna de Kioto —que quizá recuerde con nostalgia—, o la luna de otoño —la última que, probablemente, tendrá ocasión de ver—? A lo mejor ambas cosas. Sentimientos encontrados… Esto se entreteje con el gozo que demuestra el maestro-poeta ante la visión de la luna de otoño. Melancolía y gozo caminan juntas, por paradójico que parezca —y no deja de ser una experiencia muy humana, como bien lo expresan los lusófonos con su saudade.

Es verdad que en el poema recién comentado poema, a diferencia de “El rostro original”, aparece el poeta: en el texto original no dice “yo” en ninguna parte, pero se presupone. Aun así, como es común en el género waka, el “yo” no es la clave de la expresión. ¿Cómo nos muestra Dōgen quién es? A través de la luna de otoño. Ella nos muestra quién nos habla.

Noviembre 2024

En Santiago estamos teniendo una primavera bastante inestable, algo usual para una estación intermedia, aunque en los últimos años nos habíamos acostumbrado a una suerte de mini verano. Pero más allá de la variación en temperatura y luz del sol, es hermoso ver las flores en su máximo esplendor e, incluso, algunas mariposas volando de aquí para allá en esta ajetreada capital.

Este mes veremos la última de las estaciones climatológicas: invierno o 冬 fuyu. Abarca, según el calendario actual en uso en Japón, desde 立冬 rittou o inicio del invierno (07 de noviembre) hasta el día anterior a 立春 risshun o inicio de la primavera (04 de febrero). Según el calendario tradicional o 旧暦 kyuureki, corresponde a los meses de 神無月 Kannadzuki o Décimo Mes, 霜月 Shimodzuki o Décimo Primer Mes y 師走 Shiwasu o Décimo Segundo Mes. Hace más de un milenio Minamoto no Muneyuki describió el alma de la estación en su famoso poema, compilado en el Kokin Wakashuu y en el Hyakunin Isshu:

 

山里は冬ぞさびしさまさりける人目も草もかれぬと思えば

yamazato wa fuyu zo sabishisa masarikeru hitome mo kusa mo karenu to omoeba

en la aldea de montaña invierno es cuando la soledad se acrecienta, el ruido de la gente y hasta la hierba han menguado, siento

 

Así, desde la antigüedad, el verdadero significado del invierno es la marchita soledad y el fin de todas las cosas. Japón tiene una de las mayores cantidades de nieve caída durante la estación invernal del planeta, por lo tanto, es fácil de comprender esta aseveración, sobre todo en tiempos antiguos, cuando las aldeas quedaban completamente aisladas durante los meses invernales.

En el mundo del kigo, el invierno se divide en cuatro períodos: 三冬 santou; tres inviernos, cuyas palabras se pueden utilizar en la composición de haikus durante toda la estación. Luego está 初冬 shotou o inicio del invierno, que corresponde a noviembre en el calendario solar, y a 神無月 Kannadzuki o Décimo Mes, en el lunar. Continuamos con 仲冬 chuutou o mitad del invierno; diciembre o 霜月 Shimodzuki; Décimo Primer Mes. Finalmente tenemos 晩冬 bantou o fin del invierno, que abarca enero o 師走 Shiwasu; Décimo Segundo Mes.

Los haikus que traduje para ustedes este mes corresponden a 三冬 santou; tres inviernos y 初冬 shotou o inicio del invierno.

 

Kigo: 冬ざれ fuyuzare; llega el invierno. Describe el sentimiento cuando llegando el invierno, las plantas y los árboles se marchitan, y el paisaje hasta donde alcanza la vista, incluidos el océano y las montañas, se vuelve desolado.

Período: 三冬 santou; tres inviernos

Categoría: 時候 jikou; estacional

Haijin: Yamazaki Hisao (1927)

冬ざれの景に旧軍港ありぬ

fuyuzare no kei ni kyuu gunkou arinu

en el paisaje invernal había un viejo puerto naval

Kigo: 短日 tanjitsu; días cortos. Se refiere a los días cortos del invierno. Después del equinoccio de otoño, el sol se pone más temprano en noviembre y diciembre, y las horas de luz son más cortas en el solsticio de invierno.

Período: 三冬 santou; tres inviernos

Categoría: 時候 jikou; estacional

Haijin: Takase Tetsuo (1958)

カステラのざらめ嚙みあて日短し

kasutera no zarame kamiate hi mijikashi

mordiendo la azúcar morena del queque, los días se van acortando

Kigo: 息白し ikishiroshi; blanco aliento. En las mañanas de invierno, cuando la temperatura es baja, el vapor de agua del aliento se enfría, haciéndolo parecer blanco.

Período: 三冬 santou; tres inviernos

Categoría: 生活 seikatsu; vida diaria

Haijin: Kadokawa Teruko (1928-2004)

白息をかけて遺愛の眼鏡拭く

shiroiki wo kakete iai no megane fuku

limpia con el blanco aliento sus amados lentes

Kigo: 熊穴に入る kuma ana ni iru; entra el oso en el agujero. Los osos hibernan en agujeros de árboles o cuevas desde que se acumula la nieve hasta que se derrite en la primavera. Sin embargo, no hibernan por completo, sino que pasan el tiempo durmiendo mientras utilizan la grasa acumulada y otros nutrientes. Las hembras dan a luz y crían a sus crías durante este período.

Período: 初冬 shotou; inicio del invierno

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Nakatani Makaze (¿?)

熊穴に入るや孤独の風の音

kuma ana ni iru ya kodoku no kaze no oto

entra el oso en el agujero, el sonido del viento solitario

Espero disfruten de los haikus seleccionados en este artículo; incluso puede que les ayuden a refrescarse si están sufriendo del inicio del calor acá en el hemisferio sur. Nos vemos el próximo mes, ya terminando el primer año de ‘El mundo del kigo’.

Kyoraishō (Notas de Kyorai)

DESCARGA GRATUITA (79,3 Mb)

Otra nueva obra trascendental para entender el haiku que podemos ofrecer desde El Rincón del Haiku gracias a la labor de traducción de Jaime Lorente.

«Las obras teóricas sobre el haikai y el hokku en el siglo XVIII son Hitorigoto (1718), Sanzōshi (1768) y Kyoraishō (1775), aparte de algunos fragmentos teóricos escritos por Buson y diseminados en varias obras. Desde hace meses disponemos del primero en español (en Sabi-shiori y ERDH) y ahora presentamos el tercero, obra de Kyorai.

Bashō no realizó por escrito ninguna sistematización de sus teorías sobre el haikai y el hokku. Más allá de algunas menciones en sus numerosas cartas y en algún prólogo o epílogo de textos en prosa de sus discípulos, no disponemos de una fuente directa de conocimiento. Por ello, es tan importante esta traducción disponible gratuitamente en Sabi-shiori y ERDH, pues se trata además de una obra aún inédita en inglés (sólo hay unas páginas traducidas por Donald Keene), siendo la traducción francesa de René Sieffert base necesaria para la ejecución de dicho trabajo.

Como indicó entonces el especialista galo, Kyoraishō no estaba previsto para su publicación, sino que pretendía circular entre los miembros de la Escuela Shōmon a base de “conocimientos compartidos”. La clave de bóveda de este edificio se basa en la visión muy personal de Kyorai sobre el haikai y hokku, cómo lo vivió y cómo entendió las palabras de su maestro. Kyorai fue un discípulo tardío que se convirtió en líder de dicha escuela y el principal confidente del maestro (quien no deseaba revelar el conocimiento de forma general por escrito, consciente -como él mismo indica en Kyoraishō- de que el estilo “cambia cada cinco o siete años”). El flujo del tiempo obligó a Bashō a difundir su palabra por medio de la voz y Kyorai elaboró sus notas tras la muerte de su maestro.

Al margen de posibles imperfecciones y cuestionamientos, Kyoraishō nos abre el abanico del fluir de Shōmon en sus múltiples matices y, además, es el trabajo que reproduce con mayor fidelidad las sentencias del maestro. Kyoraishō es el testimonio del gran difusor del hokku clásico y sienta cátedra: es el vínculo confidente del maestro y el discípulo. El legado que Bashō quisiera transmitir hablando, susurrando su voz en el aire hasta nuestros oídos. Así que… oigámoslo».

Jaime Lorente

¡A disfrutarlo!

DESCARGA GRATUITA

KYORAISHŌ

de Kyorai

(Traducción original de René Sieffert y traducido al español por Jaime Lorente)

TRADUCIDO AL ESPAÑOL

1. Dōgen: Quién soy yo

Comienza aquí una serie de pequeñas reflexiones sobre la forma como históricamente el waka y el haiku fueron cultivados por personalidades budistas. Podríamos decir que, como resultado, el haiku clásico acabó muy empapado de la sensibilidad estética budista. Pero nada de eso tiene que ver con proselitismo. El budismo nunca fue una religión proselitista, los monjes no iban de casa en casa cosechando conversos. Sí ofrecían sus servicios (como rituales mágicos y funerarios) y daban enseñanzas a quien las pidiera. Esa es otra historia.

Los motivos de varios monjes budistas japoneses para escribir waka —y luego haiku— obedecieron más bien a sus intentos de expresar su comprensión de la enseñanza (en argot budista, el Dharma). Eso es lo que particularmente la tradición zen (desde sus orígenes en China) exige del discípulo: encontrar su expresión propia, con lo cual demostraría genuina comprensión. No puede quedarse en repetir como un loro sin saber de qué habla ni qué le dice la enseñanza a él mismo. De nada sirve convertirse en mero coleccionista erudito de textos y máximas si no se comprenden en la piel y en la carne, si no vibran desde la médula de los huesos. En fin, con todo esto también estamos diciendo que comprender el Dharma es comprenderse a sí mismo.

De hecho, así se pronunciaba Eihei Dōgen (1200-1253), maestro budista que llevó a Japón la casa Sōtō de la tradición zen. Es un curioso caso, pues en ocasiones instruía a sus discípulos que no se ocuparan de la poesía porque eso les distraería de su desarrollo espiritual. Sin embargo, él mismo compuso numerosas piezas de poesía, tanto de estilo chino como de estilo japonés. Y parece ser que su empleo del waka tendría más adelante un importante efecto en la expresión poética del haiku desde Bashō, cuatro siglos después.

Un lugar interesante para examinar esta faceta de su pensamiento es el poema que él mismo titula “El rostro original”, composición de tipo waka que sigue todas las reglas formales del género, pero al tiempo hace un curioso quiebre.

 

春は花

夏ほととぎす

秋は月

冬雪さえて

冷しかりけり

haru wa hana

natsu hototogisu

aki wa tsuki

fuyu yuki saete

suzushikari keri

Primavera, flores

Verano, el cuco

Otoño, la luna

Invierno, la nieve

es clara y fresca.

(Traducción propia, publicada en “La constitución de la subjetividad desde la interdependencia y los desafíos socioecológicos del siglo XXI: una aproximación desde Dōgen”. Theoría, n.º 41 (2021), p. 159)

“Rostro original” es una figura del zen que quiere decir “el rostro que tenías antes de haber nacido de tu padre y tu madre”. Es una manera de aludir a lo que somos antes de todas las determinaciones y descripciones con las que nos solemos identificar. El budismo zen es una tradición de profundo y radical cuestionamiento de la comprensión intelectual que solemos tener de nosotros mismos y de las cosas. No es que esas descripciones sean inútiles, pero no muestran quiénes somos y qué son las cosas. Pero entonces, ¿quiénes somos realmente? Al intitular el poema del modo que lo hace, Dōgen parece dar su respuesta a la pregunta.

Si es así, ¿por qué alude al paso del tiempo a través de las estaciones? En el poema no aparece el yo por ninguna parte, ni la pregunta “quién soy yo”. Aun así, podríamos afirmar que aparece en su modo de no aparecer. En su comentario sobre esta composición, Steven Heine afirma que una clave de su sentido es el adjetivo suzushi, que normalmente significa “fresco” y aquí describiría la nieve. No obstante, continúa, también se utilizaba típicamente en el género waka para evocar una persona tranquila, serena, capaz de mantener su calma en medio de los ires y venires de la vida (v. Heine, Steven. The Zen Poetry of Dogen. Tuttle, 1997, p. 33).

De manera que en Dōgen se encuentra una curiosa forma de contestar “quién soy yo”: primero desaparece de la escena aquel que pregunta, para luego aparecer. Y el medio a través del cual ocurre esta desaparición-reaparición es el entorno. El entorno nos muestra quiénes somos. Vale la pena detenernos más en este punto en nuestra próxima entrada.

La hora violeta

La expresión “entre dos luces” nombra, al mismo tiempo, la magia paralela del amanecer y del anochecer. Es la “hora violeta” o la “hora azul”, que muere cada tarde con la certeza de resucitar cada mañana. En julio de 1985, Peter Brook presentaba en el Festival de Avignon su versión del “Mahabharata”, una experiencia irrepetible que pudimos vivir durante toda una noche -desde el “crepúsculo del cuervo” hasta el “crepúsculo de la paloma”-, en la Carrière de Boulbon, una cantera abandonada, a orillas del Ródano. El alba parece más leve, más ligera. El atardecer, más lento, se resiste a entregarse en los brazos de la noche, enamorado de la gloria del día. Federico García Lorca observa, conmovido, “con qué trabajo tan grande / deja la luz a Granada”. La imaginación popular -que, en la vega granadina, llama “bueyes de agua” a las acequias de riego- ve el crepúsculo extremeño como una “bacasollá” (vaca desollada), metáfora en la que se destila lentamente la sangre de un sacrificio cósmico; o define esos cielos del atardecer como “candilá”, las llamaradas de una hoguera celeste que se transforma luego en “orihohco” -en castellano sería “orifosco”-, combinando tan bellamente la oscuridad y el oro…

    Los pueblos orientales suelen situar al Paraíso al oeste, quizá porque a ese lado del horizonte se despliega cada tarde el sueño más hermoso, la apoteosis de la luz que aviva, en lo más hondo del alma, la nostalgia del origen. Desde allí sopla el viento más profundo, y allí alcanzan su máximo esplendor las “maravillosas nubes” que amaban Baudelaire y Li Tai Po. La imagen del columpio sugiere en la India el ritmo cósmico de la salida y el ocaso del sol, la sucesión de las estaciones, el eterno ciclo de muerte y nacimiento, la relación armónica del cielo y de la tierra, como un eco de la mitología griega, donde las Hespérides son las horas de la tarde. La poesía arabigoandaluza evoca el perfume del alhelí amarillo, que “se despierta de noche, como los bandidos” y lo compara a “un amante bien educado que huye de mañana de su amiga, para acercarse a ella al atardecer” o a “un bebedor que abandona la copa de mañana por discreción y que, cuando viene la noche, se permite vino fresco”. Al anochecer, el nenúfar es “como un rey de Abisinia en una tienda blanca que, apercibiéndose de la oscuridad, cierra la puerta” …

          Bashô, el gran poeta japonés, se pone en camino, un día de otoño, para contemplar la puesta de sol en el santuario de Tenjin; ve un cuervo posado al atardecer sobre una rama seca, mientras se desvanecen los colores; siente el grito de los patos, ligeramente blanco, sobre el mar ya oscuro; adivina una senda que ya sólo recorre el crepúsculo. Otros poetas japoneses registran, en los tres versos esenciales del “haiku”, los infinitos matices de esa hora: el brillo de un murciélago que vuela de sauce en sauce; las sombras moviéndose sobre el biombo; un crisantemo que parece algo más alto; el viento del atardecer ondulando el agua alrededor de la garza; el ocaso de primavera suspendido en un charco…

            La naturaleza reserva para esa hora del atardecer algunas de sus más bellas metamorfosis. A esa hora se abren las gigantescas flores perfumadas de la “Victoria regia” o nenúfar del Amazonas, que es la mayor de las plantas acuáticas (esas flores, que en el crepúsculo son blancas, empiezan a teñirse de púrpura a medianoche, mientras se van cerrando…). Al atardecer se empiezan a fraguar el rocío o la escarcha y se intensifica el canto de los pájaros, ya con un tono más sereno, y las últimas notas del tordo o del mirlo empiezan a convocar a la noche. El dondiego de día cierra sus flores en forma de embudo, el corzo abandona su guarida en el soto y la mosca escorpión, que se alimenta del rocío, celebra sus bodas…

***

Octubre 2024

Mientras en el hemisferio sur acabamos de entrar a la primavera, y por contraste en el norte, al otoño, en el mundo del haiku octubre es el último mes de la estación otoñal. El otro día vi un artículo que hablaba, precisamente, de cómo el calentamiento global y el desplazamiento de las estaciones amenazaban al haiku. Pero si lo pensamos, cuando el haiku fue concebido se utilizaba otra forma de medir el tiempo y, como hemos visto en esta columna mes a mes, el calendario lunar presenta un desfase con el solar que utilizamos en la actualidad, sin embargo, con un poco de investigación, esto no impide que comprendamos y disfrutemos de los haikus tradicionales. Creo que depende de quienes amamos esta forma de expresión poética el mantenerla viva.

De las siete categorías en que se dividen los kigo, ya hemos visto cinco: 時候 jikou o estacional; 天文 tenmon o astronomía; 地理 chiri o geografía; 生活 seikatsu o vida diaria; 行事 gyouji o eventos. Nos quedan solamente dos, por lo que este mes le toca el turno a 動物 doubutsu o animales.

El uso de esta palabra es similar al de “fauna” en español: conjunto de animales (insectos, aves, invertebrados, etc.) que habitan una región concreta en un período temporal concreto. Ahora bien, al combinarlo con la división estacional pueden surgir ciertas confusiones o cuestionamientos. Es de conocimiento general que existen las aves migratorias, y los insectos también suelen ser estacionales, pero recuerdo que una vez, en clases, un alumno me dijo: “¿el ciervo es de otoño? ¡pero si hay ciervos todo el año!” Lo que me pareció una observación absolutamente válida. Pero en otoño el ciervo brama en busca de una pareja para aparearse, y la melancolía de ese sonido es lo que lo convirtió en un kigo que representa esta estación y puede ser utilizado durante todo el período. Si bien esta asociación se realizaba en poesía desde los tiempos del Manyoushuu (759), 鹿 shika; ciervo se establece como kigo propiamente tal en el Hanahigusa del año 1636, el primer tratado sobre haiku, redactado por Chikashige.

Otro ejemplo de algo que puede parecer cotidiano a primera vista, pero que en el mundo del haiku se considera específicamente de fines de otoño, es 雪迎へ o yuki mukae. Hace referencia a una pequeña araña colgando de su hilo y que es arrastrada hacia el cielo por el viento otoñal. Una teoría es que este fenómeno sucede para que la araña pueda expandir su territorio de reproducción.

Un caso en que la relación temporal con la estación es más obvia puede ser 菜虫 namushi o insectos de los vegetales, término general para las plagas que se alimentan de rábanos, nabos, etc. La oruga de la mariposa de la col es un ejemplo típico.

Ya que tenemos algo más clara la definición de la categoría 動物 doubutsu; animales, veamos sus kigos en acción. Como octubre en el calendario actual, que equivaldría a 長月 Nagadzuki o Noveno Mes en el lunar, corresponde a 晩秋 banshuu o fin del otoño, los haikus pertenecen a ese período.

Kigo: 雁 kari; gansos salvajes. Vienen a Japón desde Siberia a finales del otoño y regresan en primavera. En la antigüedad a los gansos se les llamaba 雁が音 karigane porque mucha gente admiraba sus voces (雁が音 literalmente el sonido de los gansos).

Período: 晩秋 banshuu; finales de otoño

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Imase Gouichi (1936 –)

 

雁よりも高きところを空といふ

kari yori mo takaki tokoro wo sora to iu

el lugar más alto que los gansos salvajes se llama cielo

Kigo: 秋刀魚 sanma; lucio caballa. Como sugiere su nombre (秋=otoño, 刀=espada, 魚=pez), se asemeja a una espada, largo y delgado, alcanzando una longitud de unos 30 centímetros. Tiene un dorso azul oscuro y un vientre blanco plateado. Migran desde el norte hacia el sur para alimentarse y desovar, llegando hasta la costa de Boso en octubre. Tiene un alto contenido en grasas y se come asado con sal. No se consideraba una palabra estacional durante el período Edo y solo se introdujo en tiempos modernos.

Período: 晩秋 banshuu; finales de otoño

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Ootsuki Chisa (1926 -)

 

秋刀魚焼くうたがひもなき妻の日々

sanma yaku utagai mo naki tsuma no hibi

grillando la caballa, sin duda los días de una esposa

Kigo: 猪 inoshishi; jabalí salvaje. Tienen el cuerpo cubierto de pelaje marrón, con un cuello grueso y corto. A veces destruyen los cultivos en los campos, causando daños a las aldeas rurales. Su carne es deliciosa y se le llama ‘yama kujira o ballena de montaña’. Se consume en sashimi o estofado. Se considera kigo otoñal ya que durante esta época los jabalíes deambulan activamente por las montañas en busca de bellotas y otros frutos secos.

Período: 晩秋 banshuu; finales de otoño

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Takarai Kikaku (1661 – 1707)

 

山畑の芋ほるあとに伏す猪かな

yamabata no imo horu ato ni fusu inoshishi kana

postrado luego de excavar por camotes en el campo, el jabalí

Kigo: 残る虫 nokoru mushi; insectos que quedan. Se refiere a los insectos que emiten sonidos a medida que se acerca el invierno. Su voz es débil ya que son pocos.

Período: 晩秋 banshuu; finales de otoño

Categoría: 動物 doubutsu; animales

Haijin: Tamaki Kazuko (¿?)

 

目をとぢてどこかで残る虫の声

me wo tojite dokokade nokoru mushi no koe

cierro los ojos y en algún lugar la voz de los insectos que quedan

Espero que disfruten del inicio de una nueva estación, y si acompañan este comienzo con poesía, de seguro el disfrute será aun mayor. Me despido hasta el próximo artículo de ‘El mundo del kigo’.

Muerte voluntaria

Septiembre 2024
Invierno – primavera
Córdoba, Argentina

Muerte voluntaria

生死の中の雪ふりしきる

Seishi no naka yuki furishi kiru

En la vida y la muerte nieva sin cesar

 

Este haiku de Santōka está precedido por una cita del Shushōgi: “Iluminar la vida, iluminar la muerte es uno de los principios más importantes del budismo”. Una cita que desbarata el ser para la muerte existencialista que conocemos tan bien en nuestra formación filosófica de base. Porque para el budismo, esa preparación para la muerte piensa menos esa muerte dignificada que en algo que podríamos explicar como una vida-muerta: la impermanencia de las cosas, la flor desprendida para condecorar un ikebana o las hojas de otoño al dispararse tienen la misma vitalidad que el brote de bambú o el volumen del grito de las chicharras en verano.

Tal vez me arriesgue mucho al afirmar que Santōka no quería morirse. Creo que deseaba intensamente la muerte pero le temía, o tal vez, se le burlaba. Para los últimos años de Meiji, el valor simbólico del suicidio seguía la estela del harakiri, aunque había dejado de lado su aspecto ético para enfatizar su aspecto estético. En La muerte voluntaria en Japón, Maurice Pinguet explica que, en los primeros años del siglo XX, la filosofía pesimista y el decadentismo se combinaron novelescamente en los jóvenes poetas japoneses, quienes se sentían seducidos por la aventura de la libertad en términos de la negación del vivir. Para los japoneses, hasta el modo de morir es una prueba de vitalidad. En la más profunda soledad, ciertos lugares como bosques, ríos y volcanes se vuelven prestigiosos, donde la muerte parece menos difícil: “uno se siente allí rodeado de presencias fraternales, el oscuro camino ha sido abierto” (2017: 375).

El haiku anterior da cuenta de esa gracia (en el doble sentido de la palabra) de vivir en la muerte y morir en la vida. Para Santōka, vivo o muerto, da igual. O bien podemos hacer otra interpretación teniendo en cuenta el haiku de Santōka que pareciera decir que no hay que tomarse la vida tan en serio. Santōka, poeta que no permanecía en ningún circuito literario, en tiempos en que el estilo libre todavía no era del todo legítimo en el mundo del haiku, decidió viajar a pie menos para reivindicar la tradición del hajiri que por falta de opciones, tal vez. ¿Puede un poeta pobre decidir morir? Y aún más, ¿puede un alcohólico anónimo en la montaña decidir morir hermosamente en el oscuro camino abierto lleno de muertos?

Paisajes de maleza

Durante la enfermedad: cinco versos

 

死んでしまへば雑草雨ふる

shindeshimaheba zassōu furu

Una vez que haya muerto lloverá sobre la maleza

 

死をまへに涼しい風

shi wo ma e ni suzushii kaze

Ante la muerte, sopla la brisa fresca

 

風鈴の鳴るさへ死のしのびよる

fūrin no narusa e shi no shinobiyoru

 Sigilosa, la muerte se anuncia en el viento entre los fūrin

 

おもひおくことはないゆふべの芋の葉ひらひら

Omohi oku koto wa nai yuube no imo no ha hirahira

Sin nada que pensar: las hojas de las batatas se ondulan mientras anochece

 

傷が癒えゆく秋めいた風となって吹く

kizu ga ieyuku akimeita kaze to natte fuku

Sopla el viento de otoño sanando las heridas

.

El paisaje debe convertirse en un resplandor. Así como el sonido se convierte en voz, la forma se convierte en figura, el olor se convierte en fragancia y el color se convierte en luz.

Yo no soy más que una existencia similar a la de una mala hierba, y con eso estoy satisfecho. Las malas hierbas, siendo malas hierbas, crecen, florecen, dan fruto y, cuando se marchitan, eso está bien.

Aunque a veces estoy claro y otras veces estoy turbio, ya sea claro o turbio, para mí, no hay duda de que cada verso es un desprendimiento de cuerpo y mente.

En este año, siento que he envejecido diez años (como si en diez años solo hubiera envejecido un año). Y no puedo evitar sentir que con la vejez vienen aún más confusiones. Al mirar atrás, solo puedo sentir vergüenza por la fragilidad de mi corazón y la pobreza de mis versos.

20 de diciembre de 1935
Recorriendo un largo camino.

Bibliografía

Pinguet, Maurice (2017) La muerte voluntaria en Japón. Adriana Hidalgo: Buenos Aires.

Santōka, Taneda (16 de septiembre de 2014) 草木塔 [Pagoda vegetal (selección de haikus)]. Aozora Bunko. Recuperado de: https://www.aozora.gr.jp/cards/000146/files/749_34457.html La traducción es nuestra.