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Octubre 2020

CONSTRUIR

Bajo los líquenes

yace el monje guerrero.

¡Mis sueños andan!

DECONSTRUIR

Fue solo ayer cuando, de viaje por la Galicia interior, descubrí la figura yacente de una lápida funeraria medieval. Medio abandonada, hace mucho desalojada del interior de algún templo o monasterio, hoy solo sirve para hacer muro. Es el muro que rodea la iglesia de Santa María de Mixós, cerca de Verín, provincia de Orense. La figura sostiene una espada entre sus manos y presenta la cabeza tonsurada: un monje guerrero custodiando el paso de los siglos de esta pequeña iglesia visigótica-románica.

   En la entrega de septiembre hablé del dinamismo del haiku, de su movimiento oculto. También el tercer verso de este haiku quiebra el inmovilismo del sujeto de los dos primeros versos, un inmovilismo acentuado por la palabra “líquenes” evocadora de antigüedad. ¡”Mis sueños andan!”.  Pero, bueno, sin quererlo, he plagiado el tercer verso de un famoso poema del maestro Bashō que dice así:

 

Un pato enfermo

rezagado en la noche.

¡Mis sueños andan!

 

En mi antología El pájaro y la flor, el tercer verso apareció traducido como “Sueño en viaje”.  Me gusta más, sin embargo, esta nueva versión: el verbo “andar” lo convierte en un verso más eufónico, evocador y dinámico que el sustantivo “viaje”. Este plagio me recuerda uno de los recursos estilísticos de la poética del waka de la poesía japonesa, especialmente de moda entre los poetas de los siglos XIII y XIV a raíz de las innovaciones de estilo y valores aportadas por el gran Fujiwara no Teika. Me refiero al recurso del honkadori.   .

Honkadori es una variación o, más bien, un préstamo intertextual en poesía japonesa. En nuestra cultura, en donde prospera el mito de la “originalidad”, lo llamaríamos “plagio poético”. Honkadori es, en otras palabras, la inconfundible citación de una idea expresada en una poesía antigua, o incluso la repetición de un verso entero, que el poeta introduce en su poema. En Japón, ya se sabe, “o tradición o plagio”.  En una poesía, como la japonesa clásica, en la cual la tradición era principio rector, valorándose especialmente la evocación ingeniosa de imágenes del pasado, el honkadori oportuno constituía un logro literario de primer orden. Estaba, además, el factor de la complicidad que el ejercicio poético comunicativo poseía en la sociedad cortesana de aquellos lejanos siglos, para la cual escribir o recitar un poema era un forma elevada de diálogo. Es decir, se pensaba que el lector u oyente reconocería el poema aludido y que, en consecuencia, apreciaría la sutileza de la alteración o asociación introducidas para comunicar la emoción renovada  de una voz poética revivida doscientos o más años después. He aquí un ejemplo en el cual «se responde» más de trescientos años después a un poema que, publicado en  el Kokinshū, había compuesto el monje Henjō,  uno de los Seis Genios de la Poesía. Henjō  es autor del siguiente famoso poema en el cual adopta el punto de vista femenino de una dama a la espera del galán:

 

Wagayadowa                            ¡Tantas hierbas

Michimonakimade                    que invisible hacen la senda

Arenikeri                                       que a mi casa llega!

Tsurenaki hito wo                       ¡Cómo lo lamento mientras

Matsutoseshima ni                   a mi cruel amado espero!

 

Pues bien, el nuevo poema de la princesa Shokushi (o Shikishi, hija del emperador Goshirakawa y suma sacerdotisa del santuario de Kamo), que florece en el siglo XIII y publica en la antología Shinkokinshū,  readapta la poesía de Henjō con estos versos:

 

Kiri no ha mo                                Hojas de paulonia,

Fumiwakegataku                        tantas que, por entero,

Narinikeri                                      el suelo han cubierto.

Kanarazu hito wo                       Aunque ni esperanza tengo  

Matsutonakeredo                      de que mi amado venga.

 

Basta una ojeada al original japonés para apreciar la similitud ortográfica del tercer verso de los dos poemas y la repetición de palabras en el cuarto y el quinto de ambos. Pero el honkadori se reconoce también en el plano  semántico. Al lado de la similitud en la ambientación del poema de los tres primeros versos de uno y otro poema, contrasta una «dama» que se lamenta en el poema de Henjō en sus dos últimos versos con la mujer resignada (¿ficticiamente?) a no recibir la visita de su amado en la poesía de la princesa.

Apelo a la bondad de los conocedores del mencionado haiku de Bashō para que sean indulgentes con mi torpe honkadori, inspirado por la visión de este anónimo monje guerrero inmóvil (adjunto fotografía) bajo el peso de los siglos en una perdida aldea gallega. ¡Mis sueños andan!

 

Dos hojas

Siempre, dos hojas, una distancia proporcionada y, nuevamente, dos hojas. Nunca me explicaron el motivo por el cual surgen de esta forma, por todas partes, en cada rama: me explicaron para qué nos sirven y cómo algunas deben caerse y alejarse de sus árboles y otras, no. Pero, ni tan siquiera a eso le dieron una respuesta que pudiera comprender.

Caen las hojas…

Dentro, en lo profundo,

contemplo al Buda[1]

Sé que esta estructura no depende de la lógica humana, ni de nuestra cultura, ni del artificio de nuestra ciencia; no es muestra de ninguna ideología, sensibilidad o continente. Sé que antes y después de cada uno de nosotros y, en cualquier parte del planeta, la vida se manifestará así: siempre, dos hojas.

Es algo tan nimio, que quizás no debiéramos detenernos a contemplarlo: son solo dos hojas y: ¿qué podrían enseñarnos?¿Acaso tendríamos que enfocar nuestra atención, intelecto y emoción en ello?

Y, sin embargo, no puedo dejar de contemplar lo que no puedo comprender.

En cada árbol y en cada rama hay una conciencia, que parece no estar basada en el azar. Es una forma y un mensaje silencioso que crece por todas partes. Tan sólo el viento logra sacarle su voz… El resto del tiempo, es sólo el silencio lleno de vida.

Una hoja se despliega hacia una dirección; la otra, hacia la contraria. Ambos lados coexisten en perfecto equilibrio, en constante armonía: se necesitan. Parecen dos hojas distintas, pero: ¿acaso no proceden de la misma vida que las alimenta? ¿Acaso no poseen más similitudes que diferencias? El árbol sólo sabe que deben existir para que él exista, porque, en su constante equilibrio se halla la manifestación de la vida.

Este silencio lleno de energía es un mensaje constante de la armonía que nos rodea: sin palabras, sin explicaciones, sin intelecto, sin reflexión. Tan sólo tal cual es, porque, la vida ya posee toda la armonía y todo el equilibrio en cada ápice de su apariencia. Está inscrito en cada forma que nos rodea, pero, a veces, son cosas tan pequeñas, tan minúsculas, tan nimias… Y nos habían enseñado que sólo a las cosas “grandes e importantes” había que prestarles atención. Aún siendo sólo dos hojas: ¿no deberíamos enfocar nuestra atención en cualquier manifestación de esta vida que se hace visible a cada instante?

A solas, inadvertido,

el brote de bambú

se convierte en bambú[2]

Vivimos en un mundo hecho de equilibrio, de armonía, de proporción… por todos lados: más allá de nuestras doctrinas y nuestras teorías, de nuestras culturas y nuestra espiritualidad, pensemos lo que pensemos. Porque la vida no precisa de nuestro pensamiento para ser como queremos que sea. Ya es como es, estemos donde estemos: perfecta, equilibrada y armoniosa.

¡Mira las hojas! ¡No hay nada que decir!

Para el beneficio y la felicidad de todos. Para mis amigos de “El Rincón del Haiku”.

Viento.

[1] Traducción de Vicente Haya, “Las hojas caídas”, en Taneda Santoka. El monje desnudo. 100 haikus, Miraguano Ediciones, p. 64.

[2] Traducción de Vicente Haya, “El hombre y el mundo”, en Taneda Santoka. El monje desnudo. 100 haikus, Miraguano Ediciones, p.193.

ENCUENTRO ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE: OGIWARA SEISENSUI

En los artículos anteriores hemos mostrado la influencia de las vanguardias occidentales en la literatura japonesa en general y en el haiku en particular, así como la participación en esta renovación de diferentes haijines (Ozaki Hōsai, Taneda Santōka Masaoka Shiki…).

Otro de los precursores en estas nuevas tendencias del haiku fue Ogiwara Seisensui (1884-1976), seudónimo de Ogiwara Tökichi, que escribió durante la era Taishō (1912-1926) y Showa (1926-1989).

Ogiwara participó activamente en el movimiento de renovación del haiku. En 1909 fundó Jiyuritsu (Escuela de Estilo libre) que se caracterizó por la investigación de la estructura silábica y la frecuencia de aparición de la misma, así como en la experimentación con la forma libre (shinkeikō). También cuestionó la composición moraica, el kigo y el kireji y su uso. Esta escuela estuvo influenciada por el Zen y el idealismo alemán, en ambas corrientes encontraba vertientes esenciales del haiku confluyentes en aspectos como la liberación del yo y la naturaleza. (Sato, 2002).

A su vez, fue cofundador junto con Kawahigashi Hekigotō en 1911 de la revista literaria de vanguardia Sōun (en la que tenía protagonismo el haiku experimental). En ella, publicaron haijines de la talla de Ozaki Hōsai (1885-1936) y Taneda Santōka (1823-1940). En 1912, primer año de la era Taishô, Seisensui rompe con Hekigotô como consecuencia de la confrontación de opiniones sobre los “kidai”, las referencias estacionales. Seisensui defendía que los “kidai (“kigo”) no eran necesarios en el haiku. Hekigodô se oponía a esta premisa, lo que ocasionó su ruptura.

También entabló amistad con Ippekiro Nakatsuka (1887-1946), que fue promotor de un club de haijines en Kyoto. Este grupo propugnaba liberar al haiku de la construcción formal (5/7/5), así como de los clasicismos y tradiciones. Ambos renunciaron también a la utilización del kigo o palabra estacional. Ippekiro consigue expresarse en sus haikus con un estilo lacónico aunque logra transmitir en ellos la esencia del momento con toda claridad.

La vida personal de Ogiwara está jalonada también de momentos tristes e intensos, aunque gozó de buena salud. Su esposa y su hijo murieron en el gran terremoto de Kantō de 1923, ese mismo año también falleció su madre. Tras estos acontecimientos vivió un tiempo en el templo budista de Tofuku-ji. En el año 1929 se volvió a casar y se instaló a vivir en Azabu (Tokyo), hasta que su casa fue distruída durante la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, en 1944, se instaló en Kamakura (su ciudad natal) hasta su muerte en 1976.

Canta en los cielos la alondra,

canta en la tierra

remontándose al cantar.

 

Un día

Día solitario, el de hoy:

no he visto en él un solo prodigio.

 Trads. Fernando Rodríguez Izquierdo

Podemos observar que el último haiku tiene título, rompe el canon métrico de 5-7-5 (dos versos), y hay ausencia de kigo… y queda patente el estilo propio y personal del haijin. En los haikus siguientes se observa la propensión por el estilo libre.

Creo en el Buda

y el verdor de la espiga

es mi verdad.

Trad. José María Berdejo

 

Cuando canta la cigarra,

cuando canta,

canta en coro

y el sol muere.

Trad. Fernando Rodríguez Izquierdo

 

“El eco”

¡Oo!-dijo el hombre solitario

¡Oo!-dijo el monte solitario

Trad. Antonio Cabezas

Seisensui, escritor prolífico deja más de 200 obras, incluidas colecciones de haiku, críticas literarias, ensayos, teorías poéticas y del nuevo desarrollo del haiku, así como relatos de viajes. También escribió comentarios sobre la obra de Matsuo Bashō. Utilizaba los medios de comunicación para promover su estilo, dio conferencias y realizó reseñas de libros en la radio nacional. En 1965, se convirtió en miembro de la Academia de Arte de Japón. Sus principales antologías son Wakiizuru mono (1920) y Choryu (1964).

Concluimos que Seisensui otorga un lugar al haiku en la coyuntura entre tradición e intercambio cultural, siendo un defensor de las nuevas tendencias dirigidas a cambiar el estilo del mismo.

 

 BIBLIOGRAFÍA

Asiain, A. (2013). “Posibilidad de haiku”. Actas del congreso internacional sobre el español y la cultura hispánica, 1, 88-93. 2018, abril 19, De Instituto Cervantes de Tokio Base de datos.

Barnhil, D. (s.f.). The Literary Embodiment of Impermanence and Nonself. abril 18, 2018, de University of Wiscosin Oshkosh Sitio web: https://www.uwosh.edu/facstaff/barnhill/244-japan/Renga.pdf. Blyth, R. (1949) Haiku: Eastern Culture I. The Hokuseido Press: Tokio.

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Cabezas, A. (1996). La literatura japonesa. Barcelona. Hiperión

– Harvey, P. (1998). El budismo. España: Cambridge University Press

Haya, V. (2007) Haiku-dō: el haiku como camino espiritual. Kairós, Barcelona.

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Maillard, Ch. (2006). “Orinar en la nieve”. En El monje desnudo. Miraguano: Madrid. Oshima, H. (1987). El pensamiento japonés. Buenos Aires: Eudeba.

– Okakura, Kakuko. (2018). Los ideales de Oriente, Oviedo. Satori Ediciones

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– Prieto, J. M. (2007). Haiku a la hora en punto. Vitruvio, Madrid.

Rodríguez Izquierdo, F. (2013, junio). “Un haiku japonés modélico”. Cuaderno, 46, pp. 3-4.

– Rodríguez Izquierdo y Gavala, F. Afinidades e influencias. El rincón del haiku.
http://clasica.elrincondelhaiku.org/pub_int_haikucam14.php

– Santōka, T. (2009) El monje desnudo. Miraguano: Madrid.

Sato, H. (1983) One hundred frogs: from renga to haiku to English. Weatherhill: Boston.

Sato, H. (2002). Santōka: Grass and Tree Cairn. abril 16, 2018, de The Haiku Foundation. Sitio web:
http://www.thehaikufoundation.org/omeka/files/original/e329a1f18efa6d99f4742f75c263348e

CECILIA IUNNISSO

 

 

 

 

 

Unas palabras de la autora

Mi nombre completo es CECILIA M. IUNNISSO FERNÁNDEZ.

Nací en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina, ciudad en la que resido actualmente.

Me gradué como CONTADOR PÚBLICO en la UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO.

Mi actividad actual es el ejercicio de la profesión, de manera independiente.

Conocí el Haiku, a través de algunas publicaciones especializadas hace aproximadamente diez años.  Y quedé atrapada (enamorada) de la poesía japonesa. A partir de allí, me dediqué a estudiarla y practicarla. Soy autodidacta.

 

 ******

Tras el chubasco

vuelve al muro la sombra

de los racimos.

*

Luna nueva-

Las mujeres del pueblo

cuecen pescado.

*

La aguanieve-

Huele a humo la barba

del leñador.

*

Bajan en fila

casi todas las cabras.

Ladra un mastín.

*

Nieve en los montes.

Algunas azaleas

ya florecidas.

*

La polvareda.

El sudor del tobiano (*)

entre sus crines.

(*) caballo criollo, llamado así, por el color de su pelaje.

*

A media tarde

el sol entre los juncos.

Huele a pescado.

*

Claro de sol…

una perra pariendo

sobre las hojas.

*

La escarcha

sobre los tréboles.

Olor a pan

*

Brisa del río.

La niña persigue

las mariposas.

*

Nido de cóndores.

En las rocas el brillo

de un hilo de agua.

*

La vendimia.

Echados junto a las cestas

los perros mansos.

El haiku escrito en lenguas mexicanas originarias. Semillas de la naturaleza, identidad y ecología.

Nasiparawé
rabómuyéna remó
nolí kokayá.

A medio día
cantos de rana en el monte
se alzan las nubes.

Prisciliano

Imagen del libro Palabras y destellos, haikus tarahumaras, 2018.

 

I

Introducción con semillas

   En el año 2018 asistí a la presentación del libro de haikus Kuxinelbit’ilk’ajk’ Vivir como fuego del poeta mayatseltal Antonio Guzmán. La presentación se realizó en la Universidad de la Ciudad de México. Llegué a la presentación para conocer al autor y escuchar sus haikus en la lengua maya tseltal. Durante la presentación Antonio nos explicó cómo practica él la escritura de haikus y sus reflexiones del aprendizaje en talleres, lecturas públicas y la composición en tseltal. Aquella vez, en la misma mesa se presentó un libro con largos rezos tradicionales tseltales, por lo que el haiku me pareció un interesante contraste. Cuando comencé a pensar en mi sensación del contraste, me di cuenta de que este “contraste” que convive en una misma lengua poética desafía la versión purista o “indigenista” de la llamada literatura indígena y me abría la puerta a escucharla literatura en lenguas originarias que es amplia e intercultural y en la que conviven lo tradicional y nuevos caminos poéticos que vienen de distintos procesos de asimilaciones. Ese mismo año se publicó en el norte de México, en Chihuahua, el bello libro de los haikus escritos por niñas y niños tarahumaras Palabras y destellos, haikus tarahumaras. Un libro que luciendo una cuidada métrica muestra las bellas creaciones del haiku tarahumara de esa zona serrana y boscosa de México.

    Ciertamente, la visión indigenista (que es la estatal) de la literatura escrita en lenguas mexicanas originarias es reductiva. Como la escritora y crítica mixe Yásnaya Aguilar ha dicho en varios de sus artículos, la llamada literatura indígena es una categoría en la que convive el intento estatal de validar vía el canal de lo literario, las contrastantes poéticas (no literarias) desarrolladas por diferentes naciones y al mismo tiempo la segregación de la producción literaria en esas lenguas como “indígenas” dentro del panorama literario “nacional”. Ello cristaliza en la aparición de los premios estatales a la literatura indígena, la folclorización y la omisión de las lenguas que se hablan en México de los circuitos literarios y académicos “no indígenas”. A pesar de la etiqueta “indígena” que se ha enquistado en la literatura nacional, actualmente la poesía en las diversas lenguas mexicanas originarias está redibujando sus relaciones y transformando ala llamada literatura mexicana. Parafraseando a Yásnaya Aguilar, la “literatura indígena” no es una sección literaria, sino un conjunto efervescente de producciones marcadas por el multilingüismo y la apropiación literaria desde diversas naciones y lenguas. El haiku escrito en lenguas mexicanas originarias como el tseltal, el tarahumara, el nahuatl y las zapotecas se está desarrollando en esa efervescencia de la apropiación, el multilingüismo y el ánimo de interculturalidad que desafía al monolítico indigenismo literario y, de paso, al orientalismo haikuísta latinoamericano.

IV

Wixachtepetl

 

Wewetepepan,

yankuitlekuilpan, poktik

ye monextia.

 

IV

Cerro de la Estrella

 

Sobre el cerro ancestral,

sobre el fuego nuevo, el humo

ya se muestra.

 

José Carlos Monroy

 

    Yo he encontrado algunos de estos haikus gracias a la guía de Héctor de la Peña quien me mostró generosamente los haikus recopilados en el proyecto editorial del suplemento Ojarasca. Luego también los hallé en la muestra que seleccionó Hermann Bellinghausen llamada Insurrección de las palabras. Poetas contemporáneos en lenguas mexicanas. He recopilado algunos de estos haikus, gracias a estos proyectos y a la generosidad de los propios autores. En este artículo (en tres entregas) incluyo los haikus en nahuatl de José Carlos Monroy Rodríguez, en zapoteco (de la Sierra Sur) de Pergentino José Ruiz, en tzotzil de Antonio López Hernández, en tseltal de Antonio Guzmán Gómez y los haikus escritos por niños tarahumaras del libro Palabras y destellos, haikus tarahumaras. Debo mencionar que otro punto de contacto creativo que nutre al haiku escrito en lenguas originarias son los trabajos de traducción y difusión como el libro Flor de alba, haikus de Chiyo-ni de Cristina Rascón, Mardonio Carballo y Mauricio Vanden Broeck, y las recientes traducciones de Martín Tonalmeyotl de haikus Bashō con la colaboración de la artista Alejandra Peñairúa. Merece particular atención que la difusión del haiku y su popularización se debe al esfuerzo prolongado de poetas y maestros como Ramón Iván Suárez Camal en la península maya de Yucatán, el maestro Enrique Servín y Martín Makawi en la región del norte tarahumara.

    Los proyectos que aquí reviso para el caso mexicano son un pequeño fragmento de un diálogo poético mayor, corrientes poéticas que existen entre las Américas indígenas y los Estes de Asia. Retomando las palabras del poeta maya Jorge Miguel Cocom Pech, se puede decir que la mirada cruzada entre la poesía del Este de Asia y los poetas en lenguas originarias es un interesantísimo encuentro de parentescos de la sensibilidad, la percepción y el pensamiento. Este parentesco que hermana a Bashō y a Tu Fu con el caminante Ayocuan, nos has entregado visiones de reconocimiento espiritual en las que Li Po camina en el boscoso Panguimapu (Bernardo Colipán), en la que los poetas del Manyoshū resuenan en las milpas chontales de Oaxaca (Canción de Chontal), un poeta llamado Tsin Pau canta a la Sierra Madre de Chihuahua (Carlos Montemayor), y en el que la contemplación de los sabios taoístas se renueva en las orillas de la laguna de Yarinacocha en el Perú (Pedro Favaron). Frente al protagonismo del diálogo trasatlántico Latinoamericano con Europa, el diálogo del Pacífico ha sido como una corriente modesta, casi como un río subterráneo, pero cuya voz arraiga en la fuerza de la naturaleza. El haiku en lenguas mexicanas originarias da cuenta de un conocimiento de esa corriente, de la apropiación de la tradición del haiku en castellano (el cual cumplió recientemente cien años en México) y también del ánimo de tratar con este parentesco poético a ciertas visiones poéticas del Este de Asia, particularmente de China y Japón.

Xnind

re mbko’d

ndiesñimbe’d

 

Con la luz

de las luciérnagas

se oyen las pisadas del zorro

 

Pergentino José Ruiz

     El maestro Enrique Servín (1958-2019) quien fue un erudito políglota, poeta y estudioso de las tradiciones orales tarahumaras definió en el prefacio del libro Palabras y destellos. Haikus tarahumaras (2018) al haiku como un “tipo de canto pequeño que puede decir muchas cosas importantes con pocas palabras”. Su definición comprende una de las puertas para este diálogo de las sensibilidades interculturales a la naturaleza. En este artículo quiero acercarme a algunas particularidades del haiku-pequeño canto en lenguas mexicanas originarias (y español). Además, quiero presentar su relación con la tierra, las regiones, las urbes y la naturaleza-cultura desde una reflexión ecológica-poética (ecopoética).

Primeros rasgos

     El haiku latinoamericano es actualmente un bosque que ha crecido de las semillas trasplantadas hace alrededor de cien años a la poesía en español. Es posible decir que este bosque del haiku latinoamericano, que además incluye un diálogo importante con el haiku escrito en España ha sido la puerta de entrada del haiku a la poesía escrita en las lenguas mexicanas originarias. Hace cien años, en la época de Tablada, el francés y el inglés se imponían como las lenguas coloniales e imperiales que incursionaron desde Europa en la literatura de las regiones del Este de Asia (China, Japón y Corea) y sus interpretaciones influyeron de manera notable en la visión de los poetas en español. Cuando los poetas en castellano incursionaron en la poesía del Este de Asia, el inglés y el francés fueron las principales lenguas mediadoras para estos poetas y el multilingüismo fue un rasgo clave de estos poetas que ayudó al conocimiento y posterior trasplante del haiku en Latinoamérica. El contacto entre una lengua materna y una lengua otra que hegemoniza la interpretación de las culturas de Asia, es una característica que perdura y mantiene vivos ciertos orientalismos, pero también es un fenómeno que se agrieta cada vez más en la época actual.

    Como Yásnaya Aguilar ha dicho, la literatura en lenguas mexicanas originarias viene dada en la práctica todavía como una literatura bilingüe en la cual la lengua indígena se acompaña casi siempre del español (o el inglés) para entrar al circuito literario. Esta característica se traslada también en la práctica del haiku en lenguas mexicanas originarias, pero allí también existen propuestas multilingües que están haciendo puentes directos y diálogos más cercanos. A diferencia de hace cien años, el haiku en lenguas mexicanas originarias vive un camino en principio parecido, pero diferente. El mayor parecido es que su visión del haiku abreva principalmente de la literatura en español, de su visión del Japón y de la ya más o menos crecida tradición literaria del haiku latinoamericano. Sin embargo, es diferente en tanto que hoy en día el haiku en lenguas mexicanas originarias se gesta en fenómenos de bilingüismo más diversos y multiformes que transitan por lenguas hegemónicas como el español, el inglés y el francés, incurren en su propia mirada y contacto con el chino y japonés; y corresponden a lenguas y tradiciones de la palabra muy diversas entre sí como náhuatl, tseltal, tzotzil, tarahumara y zapoteco. A esto se añade que hay una conciencia ya bastante desarrollada en la crítica sobre el papel de las literaturas indígenas en relación con las llamadas literaturas nacionales. Por todo lo anterior creo que se puede decir que hay mucha más diversidad en los caminos que está tomando el haiku en las lenguas mexicanas originarias, que la que tuvo en su momento el haiku en la lengua española. Este artículo intenta ser una exploración de esos puntos de encuentro diversos entre los mundos del haiku y los mundos de la palabra en lenguas mexicanas originarias.

    Por su brevedad el haiku es como una semilla ligera que vuela con facilidad entre los continentes. Sin embargo, no hay que olvidar que el haiku, como la semilla, contiene la vida de la planta sin ser la misma planta de origen. En su lugar de origen, el haiku japonés es más bien como un árbol que ha crecido con el paso de los siglos y su tronco incluye otras formas literarias como el renga o el diario de viaje, y sus ramas se diversifican en artes como la caligrafía, la pintura y la fotografía. Como comprendió bien Tablada, no se puede trasplantar el árbol, pero la semilla del haiku contiene la vida de un camino inscrito en el poema, y éste es el reto de practicar haiku en la lengua que recibe esa semilla. Esa semilla es consciente de que es algo más que un “género literario” y que una “técnica”, en sus genes alberga la conciencia de ser una vía para cultivar el corazón de manera poética para una mayor comprensión de la vitalidad y riqueza del mundo, dicho de otra manera, es un ejercicio de contemplación del mundo que se desdobla vía la palabra. La semilla del haiku es ligera, pero lo que de ahí brota, el tipo de planta es bien robusta y con muchas ramas y colores, además, su raíz gusta de ahondar en la tierra y las profundidades del aquí y el ahora.[1]El haiku escrito que se está cultivando en las lenguas mexicanas originarias tiene ya una comprensión de esta cualidad del corazón o el camino vía la palabra, que parafraseando al escritor maya Jorge Cocom Pech emparenta al haiku con los dichos sabios de los abuelos.

XIII

Cempohualextetl

 

Tocintzin Tata

quitetemohuaatlitic

Tocintzin Nana.

 

Vigésimo tercero

 

Nuestro padre maíz

busca dentro del agua

a nuestra madre maíz.

 

José Carlos Monroy

 

El haiku también se caracteriza por cultivarse en la atención sensorial y perceptiva y la destreza que requiere expresar con pocas palabras la vida de lo otro que se sustenta en lo que llamamos naturaleza, cultura o medio ambiente. Este tipo de cultivo no es único a la cultura japonesa, pero la vitalidad del haiku japonés (de su carácter popular) promueve el deseo de su apropiación, adaptación y cultivo propio, por ejemplo, lo que el poeta y académico David Martínez titula “el haiku como una forma de poesía indígena” entre las poéticas nativo-norteamericanas. En la historia del haiku en lenguas mexicanas originarias estamos frente a una apropiación que consciente de las distancias entre identidades, historias y lenguas, utiliza el haiku no para imitar o añorar las cosas japonesas, sino para hacer brotar en esta forma las voces de los pueblos originarios.

P’ijchiayankutik

Ta ilinelak’ubale:

Ja’ jo’onkutik.

 

Y renacemos luz

De la rabiosa noche:

Sí, somos indios

 

Antonio López Hernández

 

 

[1]Así, haiku japonés se practica en el caminar y la escritura de los diarios de viaje; en la caligrafía y la pintura, en la labor filológica y enciclopédica de los kiyoses y saijikis (compendios de palabras estacionales de la cultura-naturaleza japonesa), y hasta en el oficio de la escultura en piedra, el paisajismo, la jardinería y la colocación de monumentos llamados kuhi en rutas y lugares turísticos. El haiku es una vía poética que se desdobla en tantas prácticas conectadas que no conviene reducir su mundo al género de “micropoema”.

HAIKU 20

うめ折て皺手にかこつ薫かな

ume orite shiwade ni kakotsu kaori kana

la flor del ciruelo;

mi arrugada mano conserva

el aroma.

 

Comentario y notas culturales:

 La flor del ciruelo, la vida, en la ya envejecida mano del haijin que parece renacer, florecer con el aroma. Según el profesor Shimizu, el haijin ha roto una rama del ciruelo y tiene en sus manos capullos de flores frescas.

La influencia del poeta y pintor chino Wang Wei (dinastía Tang) está presente en la obra de Buson, a modo de reflejo. Se aprecia en el paralelismo de algunos poemas, como el siguiente:

“Veo que el ciruelo de invierno ha brotado

y escucho a los pájaros cantando nuevamente.

Estoy enfermo, veo las hierbas primaverales

y me aterra que puedan crecer hasta mi puerta”.

 

A.- 梅が香の 立ちのぼりてや月の暈 

Ume ga ka no tachinoborite ya tsuki no kasa

 

El aroma del ciruelo

asciende;

el halo de la luna.

ENCUENTRO ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE: OZAKI HŌSAI

  En este artículo, presentaremos otro haijin en la brecha de la vanguardia y la apertura del haiku a Occidente, en este caso:

    Ozaki Hôsai (1885-1926) poeta japonés del final de la era Meiji y la era de Taisho, que abrió paso (el mismo año de su muerte) a la era Shōwa (en japonés, 昭和時代, literalmente «periodo de paz ilustrada») o periodo Shôwa, correspondiente al reinado del emperador Shôwa (Hirohito) y que abarcó desde el 25 de diciembre de 1926 al 7 de enero de 1989. En este periodo, el espíritu fundamental de la modernidad, -el individualismo-, está ya asentado en Japón y la búsqueda de temas libres en el haiku está ligado al mismo.

  Ozaki Hôsai y Taneda Santôka fueron seguidores y estudiantes del estilo de Seisensui e influenciados por él como pionero del verso libre. Seisensui promovió́ la escritura del haiku con nuevos ritmos y el abandono de la utilización de las palabras estacionales.

 Las vidas de Ozaki y Taneda estuvieron marcadas por el alcoholismo temprano, y por la búsqueda de una vida espiritual que los llevó a ordenarse monjes budistas.

  Ozaki en 1920 y Taneda en 1925, se retiraron respectivamente a la isla de Shodoshima en la prefectura de Kagawa en donde ambos escribieron sus haikus en medio de una vida sumida en la pobreza hasta su muerte. Pero, afrontaron como haijjnes su propio estilo individual, sin formar parte de ninguna escuela de haiku.

                                                  De este cuerpo solitario

                                                  las uñas

                                                  comienzan a crecer

                                                       ………………

                                                  Durante todo el día 

                                                  no he dicho ni una palabra, 

                                                  una mariposa proyecta su sombra

                                                                                       Ozaki Hôsai

  Hôsai muestra una consideración moderna con respecto a la naturaleza (“kachô fuei” belleza de la naturaleza) y una gran sinceridad de espíritu, fue testigo y copartícipe de la aparición de verso libre “Jiyu ritsu haiku” (haiku de forma libre). Dicho verso enfatiza el lenguaje hablado como se usa en la vida real y en ocasiones, nos puede parecer una oración corta en prosa; pero siempre evoca la esencia del haiku. De este modo, Hôsai da un enfoque alternativo a su obra, prescindiendo de las formalidades del haiku para lograr con ello, la modernización de la estrofa

Ni tosiendo

dejo de estar solo.

                                                           ……………..

                                                  Desde aquí

                                                  que ya no se escuchan las olas

                                                   sólo el azul del mar

                                                            ……………..

                                                   La mujer 

                                                   en el periódico 

                                                   en la pared 

                                                   siempre está llorando

                                                           ………………..

                                                   el perro,

                                                   casi mueve la cola por mi

                                                                                       Ozaki Hôsai

  Su única antología, DAIKU (大空, Big Sky) (El gran cielo), contiene poemas de sus últimos meses solitarios, y sólo se publicó póstumamente. Es una traducción al inglés por Hiroaki Sato titulado:»Justo bajo el gran cielo, no me pongo un sombrero«

                                                 Incluso las tijeras de uñas

                                                 he de pedir prestadas

                                                          ……………….

                                                No tengo ningún recipiente 

                                                 lo tomaré en mis manos

                                                          ………………..

                                                 Imposible enhebrar

                                                 el hilo en la aguja

                                                 Contemplo el cielo azul

                                                                             Ozaki Hôsai

                                                                                           -Trad. de Vicente Haya-

      Podemos concluir que Hôsai contribuyó con el movimiento de innovación y evolución del haiku, así como en su tradición premoderna que adquirió una gran relevancia en la primera mitad del siglo XX.

 

BIBLIOGRAFÍA

– Asiain, A. (2013). “Posibilidad de haiku”. Actas del congreso internacional sobre el español y la cultura hispánica, 1, 88-93. 2018, abril 19, De Instituto Cervantes de Tokio Base de datos.

– Blyth, R. (1949) Haiku: Eastern Culture I. The Hokuseido Press: Tokio.

– Blyth, R. (1964) “Santōka”. En: History of Haiku: from Issa to the present II. The Hokuseido Press: Tokio.

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– Haya, V. (2013) Aware: iniciación en el haiku japonés. Kairós, Barcelona.

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pág. 40. HOJAS EN LA ACERA ISSN 1989984 www.hela17.blogspot.com hojasenlaacera@hotmail.es Editada en España

– Keene, D. (1956). La literatura japonesa. México: Fondo de Cultura Económica.

– Maillard, Ch. (2006). “Orinar en la nieve”. En El monje desnudo. Miraguano: Madrid.

– Melchy Ramos, Y. (2018). Sin dinero, sin pertenencias, sin dientes. Sólo yo. La génesis del haiku de ritmo libre y la poética de Taneda Santōka (1882-1940), en Mirai. Estudios Japoneses 2(2018), 175-188.

– Okakura, Kakuko. (2018). Los ideales de Oriente, Oviedo. Satori Ediciones

– Oshima, H. (1987). El pensamiento japonés. Buenos Aires: Eudeba

– Ozaki H, Santoka T, Yamaguchi S, Aya A. (2009). Tres monjes budistas. Málaga Diputación Provincial de Málaga. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga

– Ozaki Hosai, Taneda Santoka y Yamaguchi Seishi. (trad. 2018) Tres monjes budistas (110 haikus). Traducción de Vicente Haya. Editorial:U. de Antioquia

– Prieto, J. M. (2007). Haiku a la hora en punto. Vitruvio, Madrid. Rodríguez Izquierdo, F. (2013, junio). “Un haiku japonés modélico”. Cuaderno, 46, pp. 3-4.

– Sato, H. (traductor) (1993). Justo debajo del cielo grande, no llevo un sombrero: el haiku y la prosa de Hosai Ozaki. Berkeley, California: Piedra Puente de prensa  

– Tirado Robles, Carmen (coord. a). (2014): Japón y Occidente: Estudios comparados. Prensa de la Universidad de Zaragoza. Colección Federico Torralba de estudios de Asia Oriental.

Haiku 19. Ciruelos en flor

CIRUELOS EN FLOR

[Siguen 17 haikus sobre el ciruelo en flor, lo cual demuestra su importancia para los japoneses. En primavera, su flor es la primera que florece, en muchos haikus aparece el nombre de ume (ciruelo), pero en realidad se refiere a su blanca flor, originaria de China e introducida en tierras niponas durante el periodo Nara (710-784). sin embargo, tras el periodo Heian (794-1192) el primer puesto lo ocupará la flor del cerezo (sakura)].

草菴 –retiro a una cabaña o choza/ retiro en la hierba-

 

19

二もとの梅に遲速を愛す哉

futamoto no ume ni chisoku o aisu kana

Los dos ciruelos,
amo su floración:
primero uno, después el otro.

 Las flores del ciruelo, blancas, florecen de una a una a diferencia de las flores del cerezo (a la vez). Según Blyth (Spring, 301), este haiku bebe su fuente de Yasutane: “en el este y el oeste los cultivos de sauce florecen antes y después, no a la vez. El sur y el norte también son diferentes, en el florecimiento y en la caída de las flores del ciruelo”.

 La sensibilidad aguda de Buson le permite observar la distinta floración de dos ciruelos próximos. Es el viento, la inclinación, la luz, la humedad, aquellos elementos de los ciclos naturales, con sus propias leyes al margen del ser humano, que a menudo no son percibidos. El ritmo de cada ser en la naturaleza es diferente, único. Sobre la palabra “chisoku”, Blyth recuerda su origen chino: “lento-rápido”, unido por la forma de amar, que apenas cambia en japonés. Hay un intento, de nuevo, por aunar la cultura china y japonesa en la obra de Buson.

Las flores del ciruelo también pueden ser rojas, como señala nuestro haijin:

紅梅や入日の襲う松かしは

kôbai ya irihi no osou matsu kashiwa

Los ciruelos rojos;
avanza la puesta de sol
entre pinos y robles *.

* Como señala Rodríguez-Izquierdo (El haiku japonés, p. 312) Kôbai es el término a partir de la lectura china de los caracteres. Hay que destacar también la variedad cromática en la paleta de Buson: dos rojos, el del ciruelo y el ardiente sol en su ocaso, con sus distintos y perceptibles matices.

紅梅の落花燃らむ馬の糞
Kôbai no rakka moyuramu uma no fun

Las flores rojas del ciruelo
caen ardientemente;
el excremento del caballo*.

* Las flores rojas parecen arder, se sobreentiende que caen sobre el excremento del caballo. La fragancia del pétalo y de la podredumbre del animal se fusionan, se mezclan. Tanto olores como materias, formas y sus variedades cromáticas.

LA MELODÍA DE LA TIERRA Y EL CIELO

Desde que nuestra vida se hizo una con este viento que recorre el mar y los bosques; desde que todas las criaturas que nos rodean se mezclaron y se confundieron con nuestras emociones, pensamientos y recuerdos; desde que nuestros sentidos se fundieron con este mundo, el infinito siempre ha sido nuestro hogar. Pero quizás por sus innumerables cambios, por nuestras limitaciones o por las luchas y controversias de nuestro ego, no hemos podido vivir en él. El cielo es lo que se encuentra arriba y la tierra, abajo: tal fue el veredicto de nuestra lógica y, ¿cómo contradecir a la Lógica? ¿Cómo atrevernos a ser ilógicos? Nosotros, seres efímeros en un mundo efímero, nada teníamos que ver con toda la infinitud que nos rodea: tan solo debíamos pensarla, añorarla o maldecirla, tan ajena a nuestro intelecto como un espejismo. Luego, pudimos constatar que apenas algunas explicaciones eran las recompensas de esta lógica: que el amor, la vida y la muerte no podían ser limitadas dentro de ella, pero ya el camino estaba trazado y la enseñanza, transmitida.

nos mudamos de una tina
a otra tina…
¡Cuánta palabra sin sentido![1]

Por suerte, no todos los caminos fueron una cárcel.

Hay un Dō, una Vía, que no puede ser limitado por un sistema de premisas lógicas inventadas por el ser humano. Hay un Dō, una Vía, que nutre y se nutre de la infinitud y de lo absoluto, desde antes de nosotros y por siempre. Hay un Dō, una Vía, que no desgrana la realidad como el caer de las hojas marchitas. Hay un Dō, una Vía, que se mantiene, tal cual es, y nos envuelve constantemente, en una comunión perfecta, con la única coordenada capaz de abrirnos la puerta a su conocimiento: aquí y ahora, la única encrucijada real, el único ámbito donde puede darse esta vida y esta muerte.

No existe ningún vacío entre el Cielo y la Tierra, no existe separación alguna entre lo finito y lo infinito y, cada paso que damos, es una muestra de nuestra permanencia en tal unión. ¿Quizás preferiríamos poder contemplar toda esa presencia hasta su último punto? Pero, es infinito…, ¿dónde podría encontrarse su principio o su final? ¿Acaso no es suficientemente bello un atardecer, un amanecer o una flor que otorga su fragancia en su período oportuno? ¿Y cuánto duran? Hay tanta belleza en su efímera existencia…

Yo, ahora, aquí,
el azul de un mar
que no tiene límites[2]

No pedir más, sino ser portador de la misma belleza que nos rodea. No deshojar, no desgranar, no desmembrar esta realidad con un análisis lógico de las cualidades que acordamos entre los humanos, sino caminar en perfecta unión, como la Tierra y el Cielo, sintiendo lo efímero en lo eterno, la muerte en la vida y la vida en la muerte: contentándonos con poder vislumbrar un pequeño fragmento de lo que siempre fue, es y será, rebosante de amor por ello.

Solo si tu vida
es algo no sabido
el canto del misosasai[3]

El don de vivir en la eternidad nos está siendo dado en cada instante, rodeado de criaturas hermosas, impactantes, aterradoras y enigmáticas … ¿No merece todo esto nuestra atención? Tenemos la posibilidad de sentir todo el universo, pero vivimos aferrados a nuestro miedo:

“Tened abiertas las manos y toda la arena del desierto pasará por ellas. Cerradlas y sólo conseguireis unos pocos granos.”[4]

Este cuerpo no retiene el aire que precisa para vivir, pero nuestra mente sí retiene cada pensamiento compulsivo como si la vida se le fuera en ello… Deja de perseguir, deja de luchar: ya estás en la parte del infinito que te ha sido dada experimentar. Tan sólo permítete escuchar esta melodía de la Tierra y el Cielo:

Bajo la Vía Láctea
danza en plena noche
borracho perdido.[5]

Para el beneficio y la felicidad de todos.
Para mis amigos de El Rincón del Haiku.

Rogelio «Viento».

___________________________________________________________________________

[1] KOBAYASHI, ISA, en Aware. Iniciación al haiku japonés, de Vicente Haya, “88. EL haiku nos invita a comenzar un viaje”, en “Parte V: el haiku es un camino de extinción del “yo””, Kairós, Barcelona, 2013, p.292.

[2] Traducción de Vicente Haya, “El mar”, en Taneda Santoka. El monje desnudo. 100 haikus, Miraguano Ediciones, p. 113.

[3] Ibidem, p.54

[4] DOGEN ZENJI,                                                        http://akikazeakizuki.blogspot.com/2010/11/tened-abiertas-las-manos-y-toda-la.html

[5] SANTOKA, Taneda, Op. Cit., p.41