Archivo de la categoría: SERIES EN CURSO 2

series abiertas que se van actualizando, generalmente al mes

Abril de 2025

El Museo de Arte Mizunoki, un espacio que trasciende el tiempo, el espacio y la discapacidad.                                                                                                   

Niños con ideas fuera de lo convencional

Las obras de arte creadas por personas con discapacidad no están atadas a géneros, conocimientos o técnicas. Por el contrario, están repletas de colorido y forma libres. El Museo de Arte Mizunoki, en Kioto, ha inaugurado un proyecto para ofrecer clases de arte a niños de primaria con necesidades especiales

Los artistas fueron 47 niños con necesidades especiales que asisten a la clase Sakura de la Escuela Primaria Municipal de Kameoka, Kioto y la artista contemporánea Yamamoto Makiko. Para crear esta obra, Yamamoto les mostró el árbol que había pintado y les preguntó si creían que un árbol tenía un “corazón”, qué forma tendría y dónde lo colocarían.

De inmediato, uno de los niños preguntó cuál era la diferencia entre el corazón del que ella hablaba y el órgano del cuerpo llamado corazón. Amablemente, le respondió que el órgano es el que da vida al cuerpo, pero que hay otro corazón que nos permite experimentar la felicidad o el disfrute. Los niños comenzaron a amasar la arcilla de colores y a expresar sus ideas: “El árbol es tan grande que debe tener muchos corazones. Hice uno con forma de racimo de uvas”, “Creo que el corazón debe ser parecido a las hojas, lo colocaré en las ramas”, cada uno iba colocando su “corazón” en el lugar de su preferencia.En el primer piso están colocados en el suelo y en estanterías, en diferentes ángulos, dibujos de esquejes que los niños hicieron en tablillas. Al lado de la imagen se les pidió que escribieran el sonido que imaginaban que harían estos esquejes al momento de aparecer las raíces y escribieron algunas onomatopeyas como nyoki-nyoki o goto-goto.

Las obras de Mizunoki son reconocidas dentro y fuera de Japón

Tanto Mizunoki como el Museo de Arte Mizunoki pertenecen a la institución de bienestar social Shōkaen. Las clases de pintura fueron inauguradas en 1964, cuando se invitó al pintor japonés Nishigaki Chūichi a impartir una clase. Nishigaki era un ferviente creyente de que el valor del arte no estaba relacionado con tener o no una discapacidad. Hasta su muerte, en el año 2000, siguió instruyendo a los alumnos.

En la década de los 80, algunas de las obras que surgieron en esta clase fueron premiadas en varios concursos. En 1994, la colección de Art Brut de Lausana, Suiza, eligió 31 obras de seis artistas para que formaran parte de la colección permanente. Fue la primera vez que se aceptaron obras de Asia. En 2012, gracias al reconocimiento que obtuvieron dentro y fuera de Japón, se inauguró el Museo de Arte Mizunoki con el objetivo de exponer y almacenar las obras creadas en las clases de pintura de Mizunoki.

Okuyama nos cuenta que creó el taller con la intención de que se convirtiera en un espacio donde los niños de la clase Sakura pudieran dejar volar su imaginación sin preocuparse por otras cosas. Okuyama afirma que en el arte no existen respuestas correctas ni erróneas, nadie gana ni pierde. Se trata de un mundo donde “ser diferente” se convierte en un halago.

Para los japoneses, cuando algo tiene wabi-sabi es que posee la belleza de la imperfección.

Nada dura,
nada está completo y nada es perfecto.

La estética japonesa, se basa, por tanto, en encontrar la belleza en la imperfección.

En definitiva, el Wabi Sabi es un estilo de vida, donde se concibe que la verdadera belleza no existe.

Wabi Sabi nos aporta la lección de disfrutar de los momentos tal y como vienen, sin expectativas

Abrazar el concepto Wabi Sabi nos permite mirar a la vida de una manera diferente, sin la presión de que todo esté bien, sino aceptando que la imperfección forma parte de la vida y celebrando que las cosas sean maravillosamente  imperfectas.

«La lluvia es un problema solo para quienes no quieren mojarse»   Proverbio japonés.

Tan frágil se vuelve el cuerpo
con ese viento de otoño.

 

Fuente:

https://www.nippon.com/es/japan-topics/b10803/

PAJARILLOS. El canto

PAJARILLOS

El canto

 

Un pájaro en  lo alto

en lo más fino

del árbol alto,

un tomeguín*

nervioso, breve, tan liviano

como un soplo de luz,

está cantando

su propia levedad,

la maravilla

de su increíble ser

su pura vida

minúscula, perfecta, iluminada.

Eliseo Diego

 

*tomeguín: pajarillo endémico de Cuba

 

Salgo ligera de casa con algo de prisa a hacer la compra. En la esquina, el trino insistente de un verdecillo en lo alto de un árbol me invita a detenerme y escuchar. A poca distancia, otro le responde, ni el ruido del tráfico impide un diálogo que reconforta y ubica.

Verdecillos, colirrojos, ruiseñores, jilgueros, mirlos, cucos, estorninos, mosquiteros, colibríes, currucas, petirrojos, mitos, alondras… Interminable la lista de estos pequeños seres alados que alegran nuestros días en calles, jardines, huertos, bosques o en lo alto de los montes. (1)

 

Frente a la aljaba

¡Que sí! ¡Que no! ¡Que sí…!

el picaflor*

Sandra Pérez

* colibrí

 

recogiendo la ropa

con la última luz del día

el canto del colirrojo

Félix Arce (Momiji)

 

Trina el jilguero

Se disipa la niebla

 de madrugada

 José Luis Vicent (Barlo)

La belleza sonora de estos cantores se ha visto plasmada de forma incesante, sin distinción, en haikus de todo tiempo y lugar, al igual que en cualquier otra de las expresiones artísticas que forman parte de todas las culturas. Ha sido fuente de inspiración para escritores, compositores, pintores, coreógrafos… Decía Beethoven: «Cuando voy caminando por el campo, los escribanos cerillos, los ruiseñores, las codornices y los cucos van componiendo conmigo

Cantos de hornero,

se despliega una hoja

en el banano

 Ariel Bartolini

 

Hototogisu

koe yokotan ya

nizu no me

 

La voz del cuco

se queda yaciendo

sobre el agua

 Bashô

Yosa Buson, poeta y pintor japonés del S. XVIII salía al campo con su mesita y sus pinceles a practicar «kachō-ga», el arte de pintar flores y pájaros. Con frecuencia en las pinturas así como en sus haikus, aparecerán pajarillos cantando.

 

uguisu no koe tonki hi mo kure ni keri

 

El canto distante

del ruiseñor-

también el día ha terminado

 Buson

En Japón, el uguisu o ruiseñor  es símbolo de belleza y pureza. Su canto puede curar enfermedades y traer felicidad.

 

uguisu no ni-do kuru hi ari konu hi ari

 

El ruiseñor

Unos días no viene

Otros, dos veces

 Kitô

Defender el territorio, atraer a las hembras, alertar de peligros o simplemente comunicarse con los suyos, son las funciones del canto. Para ello, las aves tienen un órgano vocal único denominado siringe, especialmente desarrollado en las aves cantoras, que funciona con el paso del aire.

En primavera, a primera hora de la mañana, una algarabía de aves es en realidad una orquesta, con sus pausas, coros, trinos cortos u otros largos, alternándose, adaptándose al entorno. El canto debe aprenderse.

 

gotas de rocío

entre las cañas, el canto

de una curruca

 Xaro Ortolá (Destellos)

 

Silbo del mirlo.

El gato que lo acecha

cierra los ojos.

Maria Victoria Porras (Mavi)

 

Sus movimientos rápidos, ese ir y venir de rama en rama, en cortos vuelos o a saltitos en busca de alimento, esos pequeños gestos nos alegran y sorprenden al igual que su canto.

 

Aomugi ya hibari ga agaru are sagaru

 

La alondra asciende

la alondra desciende

¡Qué verde la cebada!

 Onitsura

 

Uguisu ya doroashi nugun nume no hana

El ruiseñor

se limpia sus patas lodosas

en las flores del ciruelo

 Issa

 

Brisa en el cedro

cuando canta el mirlo

levanta la cola

 Sandra Pérez

Mucho se habla también del color del canto de las aves. «La vibración de las siringes calienta y colorea el aire», nos dice Joaquín Araujo.

 

Uguisu no coki ne o naku kozue kona

 

El canto verde

del ruiseñor

en la copa del árbol

 Onitsura

 

trinos de mosquitero…

aún más verde

la vereda del río

 Félix Arce (Momiji)

Su silencio,  su muerte nos inquieta, recoge o sorprende. Lo que no sucede como parte de lo que sucede.

 

luz de luna,

un silencio en el canto

de los zorzales

 Ariel Bartolini

 

Ichiwa kite nakanai tori dearu

 Viene un ave…

es un pájaro que no canta

 Santôka

 

Tsugumi shishite hane hiroguru ni makasetari

 Al morir, el zorzal

dejó a sus alas

abrirse por última vez

 Seishi

 

el mirlo muerto

y su pico amarillo

sigue amarillo

Luis Corrales

 

niños jugando,

el viento agita el ala

de un pájaro muerto

Félix Arce (Momiji)

Necesario defender un paisaje sonoro cada vez más empobrecido. Hacer silencio para escuchar, apreciar las distintas voces (2) de unas Primaveras cada vez más silenciosas. Ser silencio, canto… pájaro.

 

Hissori kuraseba misosazai

 Si vives

sin hacer ruido

el canto del misosazai*

 

Cuando se vive

sin ser observado

el canto del misosazai

 

Solo si tu vida

es algo no sabido

el canto del misosazai

 Santoka

*chochín

 

Koe bakari ochite ato naki hibari kana

 Así es la alondra:

una voz que cae en picado

y, cuando la busco, nada

 Ampû

 

Hototoguisu hototoguisu tote akeni keri

 ¡Cuco, cuco!
Toda la noche
Y al final ¡La aurora!

Chiyo-Ni

(1)  Gorriones, y golondrinas/vencejos/aviones serán tema de posteriores entradas.

(2)  Existen algunas apps de identificación de aves. Por ej. la app «Merlín», útil no solo para identificar un ave por imagen, sino también por su canto.

I. No tan breve como parece

Córdoba, Argentina
Otoño
Abril, 2025

I. No tan breve como parece

Ensayar una hipótesis para el haiku. Una acción que marca un destino: desentramar lo entramado, exponer una geología del haiku, de sus palabras, su historia, su interpretación. Pero el ensayo, en cuanto la exploración de un procesamiento se vuelve una invitación cuando el para se vuelve con el haiku. Quiero pensar el haiku escribiendo una invención (quien quisiera desbordando la geología). Borrando y reescribiendo mis propias traducciones, dejando que sus peligrosos signos invadan la zona imaginaria del deseo. Transitar la imposibilidad de ser fiel a una lengua que no pertenece. Pero, a veces, todo termina siendo un ejercicio de elongación de las posibilidades que alojan las palabras. Pero, finalmente, pareciera que el gesto más simple: convocarte, que en mi traducción advengas. Se dice que la traducción debe ser hospitalaria una lengua debe alojar las pretensiones de la lengua original. Pero, ese acto que olvida que ese poema mal logrado sea una falta de aliento y no un suspiro.

Azorada por sus enigmáticos signos: los párpados quisieran retener puntiagudas líneas rectas, esas curvas como garras, como restos de uña y huesos desperdigados sobre la tumba de la pagina en blanco. Desde la tribulación del pensamiento en vez de destramar, desentrañar, eso que el haiku dice, que nombra, sino desplegarlo cada una de las partes como quien desperdiga alfileres sobre un mapa para luego con el huso de una invención conectar un kun con un yon, una referencia antigua con una proporcionada por el poeta, una grafía que se asemeja a otra, o una exenta de significar que hace valer solo una sonoridad. En esas turbulencias que ocurren en la masa amorfa que es la lengua detenida ante la articulación, Saussure dibujó las olas. Una forma en el agua hecha de su fuerza vital, aquella que puede arrebatar ciudades o alcanzarles el cielo abierto. Si la lengua dentro de la boca solo se extasiase por decir lo aprendido de memoria solo seguimos echando tierra por encima de la tumba del poema. Ese aprendizaje esfuma la fuerza vital del haiku.

Escribir-pensando, traducir-escribiendo, un vivir en el intento. Dejar a las lengua intentar una caricia, demorarse en el tiempo que toma la artesanía, un pensamiento para hacer resonar el sonido débil, el eco del sentido disperso, jugar toda la baraja del signo. Como proyectaba De campos, una tirada al azar debe poder verse in fieri: suspender la conclusión o conciliación, sostener que la traducción sea irrealizable. Así podemos ejercitarnos en un ejercicio dentro entre las lenguas.

 

Bibliografía

De Campos, A. y H. (1968) Traduzir & Trovar. São Paulo, Payrus

… y qué?

Córdoba, Argentina
Verano
2025

      … y qué?

Un haiku que hable de la luna no es la luna misma

      Jim Kacian en “El realismo está muerto (y siempre lo estuvo)” (2016) observa que muchos estudios sobre haiku en habla inglesa han reivindicado la correspondencia del haiku con el mundo real y que, incluso, tiene un término para ello, sono-mama (lo tal como es). Para Kacian esta idea ha dado lugar a una fantasía de realidad en el haiku, lo que ha potenciado el mito de que el haiku es una expresión de la naturaleza no mediada por el lenguaje. De allí afirma: “La luna es un objeto real, pero el haiku es solo un artefacto literario” (Kacian, 2016: 57).

      En alguna otra entrada escribiré sobre lo que considero dos mitos en torno al haiku (la creencia que se defina por su relación con la naturaleza, o bien, con el zen). Pero, lo que quiero traer este mes es el problema del realismo del haiku. Algo que parece desacelerar la posibilidad crítica en torno a las poéticas. Siguiendo a Kacian, pareciera no poder decirse demasiado del haiku cuando simplemente recorta una escena realista. El realismo en el haiku fue fundamental para su establecimiento como forma a principios de siglo, y ese realismo no fue solo una mención de la realidad, tenia muchos matices. Shiki cumple un papel fundamental, problema que se nota con las distintas traducciones que ha recibido el termino shasei. Algunos traducen esbozo, otros boceto. Pero eso, no deja de tener un tinte vital derivado la mirada subjetiva (estoy siendo reduccionista) de quien escribe. Esto trajo otro problema, sumado al falso realismo de Shiki, y fue para mediados de siglo XX, que el ensayo “Haiku: arte de segunda clase” de Kuwabara Takeo para quien el haiku sólo debía su prestigio a quien lo firmaba. Shiki para ese entonces llevaba cuatro décadas y años muerto y sus precursores o detractores defendieron las ideas de un haiku estilizado e intelectual (como fue el caso de Kyoshi) o de fuerza ideológica o libre (como el caso de Shūōshi Mizuhara o Shūson Katō).   De todos maneras, el problema del realismo persistió, una haiku que nombra la luna no es la luna, aunque quisiéramos ver en el espejismo de esas letras manuscritas y estilizadas un soplo de vida.

     Sin embargo, si hay algo de realismo en el haiku ya no esas pequeñas escenas de palabras y ritmo exacto sino la literalidad del artefacto verbal, algo hecho con la destreza de quien pellizca la seda del lenguaje, como diría Barthes. Una arruga en la expectativa, una ilusión imprevista: leemos queriendo predecir lo que la brevedad inmediatamente nos devolverá a nuestra ilusión, a ese mundo donde se nos deshacen los marcos de comprensión para reclamarnos, un vistazo detenido, detenido ya no al pie de la letra como en la estrategia de lectura literal para nosotros no hablantes de japonés, sino una lectura que sigue la curvatura del trazo, sus enredos, su remanencias con los demás caracteres que conviven en la misma línea, en la misma página.

      Ante el haiku solo tenemos un puñado de trazos que hacen valer su significado de diversas formas. Cuando el haiku no hace más que mención a un hecho o configura una imagen que en apariencia podríamos relacionar con alguno de nuestros paseos a los parques citadinos o en nuestra imaginación literaria, con esos haiku Kacian expide una interrogante sobre el realismo, el cual resume un tipo de pregunta retórica desafiante de la apariencia anodina del haiku: ¿y qué?

大根の花紫野大徳寺

daikon no hana murasakino daitokuji

Flores de daikon, los campos púrpuras de Daitoku-ji

(Kyoshi, 2016: s/n)

Dos nombres propios enmarcan los campos púrpura: murasakino. Leído a primera vista, claro, no hay nada que decir de lo que aparenta ser un paisaje perfecto, una forma acatada.
¿y qué?
La perspectiva, un pequeño cuadro donde en apariencia los campos purpurasen.

      Para Kacian hay que buscar otra manera de tratar esos artefactos verbales. Algo que intente contestar a esa pregunta o bien la anule por completo. Sin embargo, en una lengua que no pertenece como escribía Derrida, difícilmente podamos acceder no solo a la realidad evocada sino tampoco a codificación de las imágenes evocadas sino haciendo un sumo esfuerzo intelectual por reponer significados, una y otra, y otra vez.

      Kacian reconoce que en el haiku moderno las imágenes de la naturaleza están codificadas dentro de una herencia cultural y traen consigo un peso emocional. Sin embargo, señala que el peso emocional o el universo simbólico que evocan dichas imágenes varía en haikus que ya no se escriben en la estela de la tradición. Ante este panorama, propone la siguiente definición de haiku:

      Los haikus son composiciones muy breves de letras, signos de puntuación y otros símbolos, o bien sonidos y pausas. Su intención es casi siempre comunicar, aunque lo que comunican puede variar mucho. Emplean una o varias estrategias para lograr sus fines, y estas estrategias suelen ser literarias, es decir, se basan en la tradición lingüística de una cultura para indicar su significado. (Kacian, 2016: 57).

      Pero recordemos que seguimos en una lengua y, especialmente, una escritura que no pertenece. Y de momento, solo captaríamos ese recuerdo inútil que emerge cuando leemos un haiku que nos simpatiza y nos resuena. Cada lector tendría así su catálogo personal de haikus con los que podría construir una memoria humilde de su propia vida. Pero, creo que el haiku visto, no de frente sino una poco en su borde nos muestra otras figuras. Poner el ojo al borde del discurso, escribía Lyotard, para ver ahí supurar la figura (que no es la figuración ni nada tiene que ver con lo figurativo). Esa supuración es una especie de espectro sensible que se entierra en la densidad de esa escritura: ya sea haciendo resonar un verbo y una onomatopeya, o bien, en la aspereza de la arena que inunda las imágenes.

砂濱きらゝの光る春日かな

sunahama kirara no hikaru haruhi kana

La arena de la playa destellando, el sol de primavera.

(Shiki, 1975: 399)

      Kirara no hikaru, literalmente, el brillo de la mica (mineral silicatado).  En el haiku describe la superficie ondulada de la arena para luego señalar el efecto visual. Un suelo refractario, la mica inherente de la arena ofrece sus minúsculos brillos de forma intermitente. Casi imperceptibles, los diminutos fragmentos de la mica elevan su presencia gracias a su centelleo. Esta cualidad refractaria de la arena nos brinda un suelo con cierto ritmo visual, lo que parece coincidir con la sonoridad del verso: kirara no hikaru. La refracción proyecta la suavidad del sol de primavera. Incluso, si damos un paso más en esta imaginación sensible, se vuelve posible sentir ese hormigueo en la garganta.

     Tal vez el haiku no sea un objeto literario susceptible de teorización y crítica, pero creo que nos abre muchas vías para pensar un modo de operar propio de la literatura pero, especialmente, de la poesía japonesa. El realismo, finalmente, siempre es ilusión. Ilusión referencial: un añadido a favor del verosímil. Un haiku ha sido arrojado al mar de la poesía y no sirve para nada, hasta que el paciente pescador de ilusiones lo encuentre y obnubilado por su espejismo pueda dejarse seducir los sentidos por eso que la forma breve entrama en su escritura.

Anátidas

…»Las nubes se acumulaban ahora
para el viento alisio y él miró hacia adelante
y vio un vuelo de patos salvajes
que se grababan contra el cielo sobre el agua,
luego se desdibujaban, luego volvían a grabarse
y supo que ningún hombre estaba nunca sólo en el mar.»

Ernest Hemingway

 

Quién no se ha sentido fascinado alguna vez viendo a un pato flotar imperturbable sobre las tranquilas aguas de un estanque. O el armonioso desfile acuático en el que mamá pato se desliza seguida de sus polluelos en una hilera perfecta venciendo la resistencia que el agua ofrece a su avance. Tal vez, ese cisne que aterriza majestuosamente en el lago…

Dejan su estela

en el lago los ánades.

También se borra.

Martín López-Vega

Las anátidas pertenecen al grupo de las llamadas aves acuáticas. Su hábitat natural son los estanques, lagos, pantanos, ríos y arroyos. Ánades (=patos, no confundir anadae con anatidae), cucharas, cisnes, gansos, ocas, tarros, cercetas, porrones o malvasías, eideres, barnaclas o cauquenes, son aves migratorias en su mayoría, adaptadas al medio acuático.

Bajo la lluvia…

en silencio los patos

volando al sur

 

Leti Sicilia (Hadaverde)

tarde nublada-

el cisne que aletea

vuelve a flotar

Mary Vidal

Esta capacidad de flotar es producto de una serie de factores: Las plumas suaves y flexibles que repelen el agua, su reserva de grasa, y las patas palmeadas que hacen de timón natural ayudándoles a mantener el equilibrio y la dirección.

Se mueve el juncal

los patos apresuran

su vuelta al agua

 

Jaspe Uriel (Ajenjo)

En culturas que desarrollaron una conexión profunda con los cuerpos de agua, como China, Japón o Egipto, los patos aparecen como símbolos de prosperidad, paz, amor, fidelidad y también de renovación. (Los patos mandarines son tradicional regalo y amuleto del feng shui para el amor).

oshi no ha ni

usu yuki tsumurozu

skizukesa yo

 

En las plumas del pato

cae tenue la nieve

serenidad

 

Shiki

 

Cisnes dormidos

flotan bajo la lluvia.

Noche de otoño.

 

Fernando Mora

El símbolo del cisne aparece en Europa y Asia en forma de cuentos y leyendas, representando el poder de la luz. Para Pitágoras el cisne era semejante al alma que nunca muere, de la misma forma que en India, los gansos, blancos, (previos a la introducción de los cisnes por los ingleses) representaban el ātman, el principio espiritual que transmigra de un cuerpo a otro.

Invierno.

El azul de la noche

en las plumas de un ganso

 

Maria Victoria Porras (Mavi)

 

El vuelo bajo

de un ganso por el río…

flores de colza

 

Xaro Ortolá (Destellos)

Haikus alegres, con la mirada de un niño que se acerca a estas aves coloridas, de andar gracioso y grácil nado, que parecen sonreir. Haikus sagrados, haikus de compasión…

Risas de niños,

una hilera de patos

cruza el sendero

 

Leti Sicilia (Hadaverde)

 

kamo no hashi yori

tara-tara to

haru no doro

 

Del pico de los patos

¡chas,chas! gotea el barro

de primavera

 

Kioshi

 

yû-shimo ni

hima nakioshi no

ha-oto kana

 

Noche de escarcha:

y sin cesar los patos

dan aleteos

 

Sôgui

 

 

yamu kari no

yo-samu ni ochite

tabi-ne kana

 

Enfermo el ánsar

cae en la noche fría.

Yo, de viaje.

 

Matsuo Bashô

Cada año se pierde en el mundo una cantidad ingente de humedales.  La desecación para «el desarrollo», las contínuas sequías, la acción de especies animales y vegetales invasoras, la polución por plásticos, sobreexplotación de acuíferos o la pérdida de alimentos, entre otras, serán las causas.

«Una gota de agua

qué poco es

y qué pronto se acaba.»

Decía así el poeta José María Hinojosa.

Proteger los cuerpos de agua se hace necesario, y así poder seguir disfrutando de esa hermosa vida alada que conecta cielo y agua…y nos arrastra.

wari kurete

kamo no koe

honokanishirosi

 

El mar ya oscuro:

los gritos de los patos

apenas blancos

 

Matsuo Bashô

Mariposas viajeras

Roxana Dávila Peña
mushi

Hay café recién hecho para empezar el día. Me gusta su olor y también el que llega del corazón de un viejo pino. Quizá es de ocote.

Más arriba, para allá hacia donde vamos, el picoteo de un pájaro carpintero.

Por fin llego a la cima. No voy ligera. ¡Cuánto cansancio!, me seco el sudor. Esta vez, me costó más trabajo subir. ¡Uf!, pero qué maravilla, como cada año, adormiladas, en los troncos del bosque de oyamel, racimos de miles de mariposas descansan en las colonias de hibernación en el Santuario. Basta para ellas, el pálido sol de invierno. Al avanzar la mañana, poco a poco, se desentumen cuando crece la luz entre las frondas que no se mueven. Se abre un claro. Casi están quietas las mariposas cuando con el calorcito, lentas, de ida y vuelta, cambian de lugar. Ya bien despiertas, bajan al valle a beber de las gotas de rocío que la helada madrugada dejó sobre la hierba. Cuidando donde pisar y en silencio, avanzo por el sendero. Resuena el eco que se acumula con el roce de un ala y de otra… de miles de alas… Aumenta el ajetreo. Al dejarse tocar por la tibieza del sol, en una zanja, amontonadas, sus colores se avivan. No encuentro en el cielo ni una nube. Es asombroso cómo tantas mariposas despliegan sus alas y vuelan por todas partes. Unas van a buscar agua, otras regresan. Una vibra posada en un cardo.

A solas, recuerdo a mis muertos. Para algunas personas las xepje* representan una guía para las almas de los familiares y amigos que han muerto y que vienen a visitarnos. Me quito las botas y los calcetines para sentir la tierra. Me aquieto y me quedo.

A mediodía, mientras preparo el descenso, allá lejos, miro el naranja y el negro desvanecerse. Bajando por la montaña, las sombras de las mariposas me atraviesan como si yo fuera una de ellas, así, liviana. Ya se siente el sol que brilla en mis trenzas y a la del lado izquierdo se acerca, revoloteando, una monarca.

Una calandria no para de cantar. Cada vez se escucha más cerca.

Ya tiene hojas nuevas la margarita que apenas se inclina cuando a ella vuelve una mariposa. Pronto se va.

¡Despierta xepje!
Es hora de emprender
un nuevo viaje.

*El grupo mazahua, comunidad indígena a la que pertenecen los bosques de oyamel a los que cada año llegan las mariposas, las conocen también como “xepje” o ”hijas del sol” por el color brillante de sus alas y porque con el despertar de la monarca, previo a su regreso a Canadá, llega el sol de primavera.

Córvidos

…Mira el bosque desnudo
de sus pomposas galas:
Oye cual lanza su graznido rudo
el cuervo que se aleja
hendiendo el aire con sus negras alas…

José Tomás de Cuéllar

 

Cuervos, urracas, arrendajos, rabilargos, cornejas, chorvas, grajos o grajilllas. Aves misteriosas, oscuras, cercanas, inteligentes. Capaces de reconocer su propia imagen en un espejo, de fabricar sus propias herramientas, de celebrar rituales funerarios… Las capacidades cognitivas y de resolución de problemas de esta familia de aves son extraordinarias.

 

noche cerrada,
el graznido del cuervo
muestra el camino

Consuelo Orias

 

En muchas partes del mundo son consideradas mensajeros divinos, transmisores de sabiduría.

Kare-eda ni/karasu no tomaritaru ya/aki nokure

La rama seca
con un cuervo posado.
Tarde de otoño.

Matsuo Bashô

Sus graznidos pueden ser escuchados a distancia, en el campo, en los montes, o en el silencio nocturno de las ciudades. La mayoría de los haikus que los incluyen atienden a este sonido, atractivo, inquietante, o molesto en función del oyente y su entorno.

 

Tsune nikuki/karasu mo yuki mo/ashita kana

¡Ah, qué alba nevada
hasta con esos cuervos
siempre odiosos!

Matsuo Bashô

 

Final de otoño, invierno… la familia de los cuervos en la mayoría de los haikus se vincula al frío.

Un cuervo grazna
en la noche estrellada.
Escalofrío.

José Ramón Velasco Niño

cielo plomizo
una hilera de cuervos
en la azotea

Luis Corrales

 

Así como en Europa, los cuervos representan el mal, la oscuridad, a excepción de culturas como la escandinava, en la que eran considerados seres divinos que aportaban las virtudes de la «reflexión» y la «memoria», en Japón, especialmente los cuervos, pero también urracas y demás familia, son considerados animales sagrados, portadores de buena suerte y símbolos del amor y de la gratitud. A veces también del paso de una vida a la otra.

 

Ware o yobu ka/meido mo shimo no/asagarasu

¿Es a mí a quien llama el cuervo
desde el mundo de las sombras
en esta mañana de escarcha?

Shukabo

Yume kaese/karasu no samasu/kiri no tsuki

¡Devuélveme mi sueño
cuervo! La niebla empaña
la luna que veo al despertar.

Onitsura

El cuervo de tres patas está presente en varias culturas orientales como la japonesa, la china o la coreana,  representando el sol o su habitar en él. Para los indios americanos el cuervo es símbolo de magia, de curación, es el espíritu mensajero del Vacío, el portador de la luz.

 

Aki no kure
karasu mo nakade
tôri keri

La tarde de otoño…
Incluso el cuervo
pasó sin graznar…

Kishû

En el cerezo
un grajo que no duerme.
Luna de otoño

Pilar Carmona (Piluca)

grazna un grajo;
del fresno se desprenden
las últimas hojas

Mercedes Pérez (Kotori)

 

El graznido de las urracas es especialmente reconocible, jocoso, alegre. Son aves que se establecen en entornos naturales humanizados, siendo fáciles de ver, de escuchar, y ateniéndonos al plumaje, de identificar.

 

Cerezo en flor.
Va graznando la urraca
entre la lluvia

uli bidean

rumor de encinas…
en el bancal* sembrado
un par de urracas

Xaro Ortolá

*bancal: terreno (terraza) para labores agrícolas.

 

Respetadas, cercanas, mensajeras, plaga o mito romántico, estas aves oscuras no dejan a nadie indiferente.

 

karasu naite/watashi mo hitori

Un cuervo grazna.
Yo también estoy solo.

Taneda Santôka